T R E C E
Capítulo trece: Te estás acercando mucho y ya huelo el peligro.
Esta sociedad está jodida. A la mayoría de las personas no les importa cuán grandioso puedes llegar a ser, siempre buscarán algún fallo y en dado caso de no hallarlos, los inventan. En resumen, así fueras un ángel, criticarían tus alas.
Yo no voy a decir que Hannah sea un ángel — porque de hecho tiene una enorme cola de demonio y no precisamente un aro dorado sobre su cabeza— , pero es injusto que las tres señoras, las cuales no han de pasar de los cuarenta y cinco años, se encarguen de murmurar detrás de nosotras en su contra por el simple hecho de haberla encontrado besándose con un chico dentro del ascensor.
La historia es así: Había llegado hace unos minutos al lujoso edificio donde se halla su departamento para así irnos juntas a la universidad; esperé para que el ascensor llegara y finalmente subir y cuando éste abrió sus puertas fue inevitable no darnos cuentas de la pareja compartiendo saliva dentro. No es como si la hubiéramos encontrado teniendo sexo, mas para las "refinadas" señoras que se hallaban al igual que yo esperando el sistema de transporte, al parecer, fue lo mismo.
Ahora cuando subíamos, — porque a Hannah se le había quedado su celular — escuchamos los murmureos de las señoras detrás de nosotras.
Sé que no falta mucho para que Hannah termine por responderles aún sabiendo que quedará como una maleducada. Nunca he comprendido este punto, eres maleducado si respondes pero también eres maleducado si no lo haces. Vaya mierda.
— Siempre he dicho que quien vive pendiente de lo que los demás hacen es porque su vida es realmente aburrida y por ello critican la de otros. Lo irónico es que esos mismos quienes te critican son los que más telas tienen que cortar.— finalmente habla, mirando hacia las puertas.
Todas son tan cobardes como para no responder y callarse, esperando ahora que las puertas se abran para llegar a su piso y no ver el desastre que hemos de ser para ellas. Una de ellas oprime el botón en el cuarto piso y cuando las puertas se abren es que le ha dado por ser valiente y decir que la juventud de hoy estaba perdida, pero no es rápida para no permitir que Hannah le responda.
— La juventud está perdida desde hace tiempo. — responde Hannah — Lo que pasa es que hoy en día no nos escondemos para hacer lo que queremos como lo hicieron ustedes en su tiempo.
— No voy a permitir que me falte el respeto, señorita.— señala con su dedo la ostentosa mujer.
Me doy cuenta que esto se volverá una disputa que ganará quien tenga los argumentos más sólidos para ser aceptados. Decido no decir nada porque Hannah sabe como defenderse y puedo entorpecer todo.
— Es hipócrita al decir eso cuando usted me los faltó primero.
Esto se pone tan bueno que los presentes solo miramos de la una a la otra, pero yo en realidad quiero tener unos pompones y darle ánimos a mi amiga.
— No sé para qué estudian cuando son maleducados.
— Estudiamos precisamente para no caer en la ignorancia de no saber cómo o cuándo defendernos ante los prejuicios. También para dar nuestra opinión en dado caso de no creer correcto algo. No estoy de acuerdo con su punto y tuve que decir lo que pensaba.
— Yo igualmente di mi opinión.
— Y se la respeto, pero no concuerdo con usted. Ese es el problema de muchas personas, generalizar. Usted lo ha hecho al decir que esta juventud está perdida por el simple hecho de encontrar a unos jóvenes besándose en el ascensor, pero eso es injusto porque así como hay jóvenes de fiesta en fiesta existen otros encerrados en sus habitaciones pensando solo en sus estudios.
— Imagino que perteneces a la primera, los que andan de fiesta en fiesta haciendo quién sabe qué.
Esta mujer es frustrante, tanto que deseo que Odin se moleste con Thor; lance su martillo; caiga de nuevo a la tierra, pero esta vez que sea sobre la señora para así dejar de escucharla.
— Soy dueña de mi vida y la manejo como se me antoje, por lo mismo he decidido ser ambas: disfruto pero también estudio.
>> Por su parte, a mis veinte años de edad puedo darme el lujo de decir que no tengo esposo o hijos y por ende no estoy faltándole el respeto al hacer lo que hice. Exagera un beso cuando hace años los jóvenes sin tener siquiera los quince años de edad se casaban y compartían más de lo que he compartido yo el día de hoy. Si lo ponemos así, ¿cuál juventud estaba más jodida, la de nuestro tiempo o la de ustedes? Y cabe resaltar que no estoy criticando el estilo de vida de hace años.
— Aquellos eran otros tiempos.
— Ha dado con la respuesta. — Hannah sonríe— Estos son otros tiempos.
— Pareces culta ahora, pero en realidad eres una señorita vulgar que dice muchas groserias por segundo.
— Bueno, por lo menos son palabras lo que salen de mi boca y no penes. Cosa que no puedo decir de su hija menor a quien encontraron enjuagándose la boca con el cepillo de carne de su profesor de literatura.— se me escapa un silbido ante esa mención; las dos señoras murmuran nuevamente, pero esta vez no es en contra de Hannah.
La mayoría de los humanos son así, te brindan sonrisas cuando estás dándole la cara y al darte la vuelta te despedazan con los mismos dientes con los cuales te sonrieron.
— No te permito que hables así de mi princesa.— reclama la tediosa mujer; parece que le fuera a dar algo viéndola alterada.
— Ciertamente yo menos le permití hablar mal de esta reina, pero lo hizo. Ahora para su bienestar, será mejor ignorarla y seguir mi camino.— es lo último que dice antes de permitir que las puertas del ascensor nuevamente se cierren y siga su curso.
— ¿Es cierto lo de la chica?— pregunto.
— Nunca me atrevería a decir algo que no sea cierto. — suspira—Aunque menos pensaba decir lo sucedido con ella cuando no tiene la culpa de nada, pero su madre me estaba colmando la paciencia.
— ¿Su madre sabía sobre ese hecho? Parecía sorprendida.— digo.
— Por supuesto que lo sabía, su sorpresa fue porque ese hecho estaba siendo dicho a Vox pópuli cuando ella se encargó de que nadie lo supiera. — me mira — Aprende esto Brad, cuando se tiene dinero es posible tapar el sol con un dedo. Eso fue lo que ella hizo, pagar para que eso jamás saliera a la luz. Pero a mi no me lo contaron, lo vi con mis propios ojos, pues estudiaba con la chica.— asiento en respuesta.
El dinero aunque importante, puede ser realmente sucio porque con el nacen grandes injusticias.
Cuando llegamos a su departamento me siento en uno de los sofás esperando que ella dé con su celular, pero cuando pasan minutos y llega revisando la sala quiero asesinarla porque su celular se encuentra en uno de los bolsillos traseros de su pantalón. Todo lo que hace es reírse cuando se lo digo.
— Mejor vayamos a la universidad.— ella siente.
***
No se siente tan bien acariciar un trasero con un fastidioso jeans de por medio. Nada como el contacto piel a piel.
— Me pregunto cuándo te di permiso de tocarme el trasero. — habla el rubio a un lado mio, parece pensativo con su mano en su barbilla.
— Somos amigos y como tal tengo derecho a tocar lo que quiera— inquiero observándolo.
— ¿Somos amigos?
— Solo tengo un amigo llamado Drew, así que aún me quedan dos cupos disponibles y uno será para ti porque me agradas.
— Oh, gracias Brad. Has hecho uno de mis sueños realidad.— lo veo extender sus brazos hacia a mi — Entonces, ¿abrazo grupal?
Rio, abrazándolo.
Algunos estudiantes, quienes se encuentran saliendo del salón luego de haber concluido la clase, ríen viéndonos dando saltos en toda la entrada de éste.
— ¿Qué te parece si te hacemos unas clinejas?— propongo, viéndolo apenas me separo de él, quien todo lo que hace es reír ante mi absurdo porque con lo bajo de su pelo hasta para el mismo peine ha de resultar estúpido.
Cuando salimos del salón y empezamos a caminar por uno de los pasillos me doy cuenta de que este momento es oportuno para lo que quiero averiguar sobre la innombrable. Spencer es el mejor amigo de Evan y en parte ha de saber todo lo relacionado con su vida.
— Spencer, ¿conoces a alguna Elvira?
— ¿Elvira?— parece pensar con dos de sus dedos en su barbilla, creo que es una manía cuando se trata de recordar cualquier asunto— La verdad es que no ¿Pero por qué la pregunta?
— Por nada.— él me queda viendo no creyendo mi respuesta.
Spencer ha sido descartado como uno de mis posibles informantes sobre ese asunto. Ahora tenía una persona menos para saber qué se trae la chica con el hermano de mi amiga, pero aún me quedan tres personas a quienes recurrir: Hannah y los mismísimos involucrados. En el caso de Hannah y Evan puede que me digan algo, pero Elvira lo veo imposible.
— Me contó Evan lo que le hiciste a Mandy. — habla luego de unos minutos.
Por segundos me pregunto quién demonios es Mandy, hasta que recuerdo a la pelinegra manipuladora del centro comercial.
— Esa perra— siseo—. No me agrada, por eso no tengo remordimiento alguno.
— Puede ser algo irritante, pero no es una mala chica—me da rabia que la defienda, pero si opina de esa forma es porque ha de conocerla muy bien—. Igualmente tienes que cuidarte de ella, a veces no puede controlar su ira y puede llegar a ser un poco psicópata.
— Ya me perdí ¿Es una buena o mala persona?
— Solo es mala con las chicas que ponen sus ojos en Evan. Ella cree que es de su propiedad.
Si lo pone así, me parezco un poco a ella. Claro, yo no creía que Sean era mio. No me explico cómo existen personan que creen que los demás son juguetes que pueden fácilmente ponerle un sello que diga es suyo, pero lo que no me cabe en la cabeza son esas personas que les gusta que los trate como tal y hasta se emocionan por ello.
— No le hagas caso a Mike,— nos sorprende la voz de Hannah detrás de nosotros, haciéndose espacio segundos después entre ambos —la chica es mala de nacimiento.
— Pues yo no la he visto portarse así alrededor de otras chicas que no tengan los ojos puestos en Evan.— responde Spencer.
— Solo la defiendes porque te gusta. — él abre mucho sus ojos como si hubieran descubierto su secreto; en parte es una sorpresa para mi.— Ella es mala, una vez cuando mi madre se le ocurrió la brillante idea de hacerme una pijamada al otro día amanecí con una ceja rasurada y todo por culpa de la chica. Claro, eso puede pasar como envidia porque ciertamente estaba envidiosa de que fuera más hermosa que ella.
— Me encanta tu humildad.
— A mi igual Brad— dice riendo para luego suspirar—. Bien, esta vez tengo que darte el cincuenta y cinco porciento de la razón Mike, su maldad sale a flote más que todo cuando se trata de mi hermano, ella está algo así como obsesionada con él.
>> Cuando eramos mas jóvenes había una chica que gustaba de Evan y él le correspondía. El día en que finalmente decidió pedirle que fuera su novia cortó hermosas rosas del jardín de mi madre para ella y fue hasta su casa, con lo que no contaba era con que Mandy lo había seguido. Fue cuestión de entregarle el ramo a la chica para arrebatárselo de las manos, sacar uno rosa de este y pasarla por su rostro, de una de sus mejillas empezó a salir sangre, porque sí, Evan estaba tan emocionado que se le olvidó cortarle las espinas.
— Mierda, eso es tóxico.— ella asiente— Si me hubieras dicho eso antes en vez del brazo pego la colilla del cigarrillo de su frente y así hubiera retribuido un poco a la chica.
— Aquella perra tampoco se lo merecía, no cuando se alejó de Evan porque no le quedaron ganas de volver a verlo después de lo que le hizo Mandy. Puedo entender que se asustara, pero no que le echara la culpa de todo a mi hermano y terminara con algo que ni siquiera había empezado.
— En resumen, se rindió.
— Sí, terminó por asustarse y se alejó.
Ah, ojalá que Elvira fuera igual. Pero no, ella persiste.
— Quizás ella no quería realmente a Evan.— digo— Cualquier chica enamorada hubiera dado la batalla, pero ella no lo hizo. Creo que no se lo merecía.
— Opino lo mismo perra. Pero ahora será mejor que nos vayamos a trabajar.
Terminamos por despedirnos de Spencer.
En todo el camino hablamos sobre Vanessa y la decisión de no haber venido ya hace días a la universidad. No sé qué haremos con ella.
***
La jornada laboral había terminado. Esperaba cambiarme el uniforme ahora para salir e irme a casa; o tal vez caminar un poco; quizá perderme en recuerdos por las largas calles de la ciudad; o sencillamente pensar en mi vida y darme cuenta de lo bueno y malo en ella.
Lo más probable es que termine haciendo todo lo mencionado, sin regirme por el orden en que los dije porque realmente nunca lo especifiqué, así que haré lo que he resaltado y luego iré a refugiarme en la comodidad de mi hogar donde, como casi todas la noches, me espera mi abuela y mi tía con una taza de chocolate caliente para conversar un poco.
— Nos vemos mañana.— asiento a lo que dice Hannah y me despido con mi mano.
Cuando atravieso la enorme puerta de vidrio de la boutique no solo el frío de la noche es lo que me recibe sino también un sexy chico esperándome recostado en su auto, con sus manos sobre su pecho y su mirada perdida en el cielo. Soy consciente de estarme adelantando a los hechos y puede que no sea a mi a quien realmente espera, pero a veces pensar que no soy la única quien lo hace y que igualmente puedo ser solicitada es bueno.
— Hola Evan. — saludo al llegar a él.
Una sonrisa se despliega por su rostro y soy realmente ciega como para no haberme dado cuenta hasta ahora que cuando lo hace sus ojos se achinan un poco y lo hacen lucir tierno. Evan es hermoso y ... por demás confianzudo.
No recuerdo haberle propuesto aún ser amigos, pero a lo mejor él ya cree que lo somos pues no duda en enrollar sus brazos alrededor de mi cintura, sin esperar consentimiento alguno de mi parte. Claro, estaba que él tampoco me había permitido parecer una loca inhalando su perfume cuando mi rostro da a parar en su pecho, pero eso es lo que hago al oler el agradable aroma que expide su camisa.
— ¿Qué haces aquí?— pregunto.
— Vine por ti.
He de admitir que si esas tres palabras hubieran salido de la boca de Sean a mi corazón le hubiera dado por retumbar en mi pecho haciéndome saber que estaba apunto de salirse de el. La realidad es que no ha sido de esa forma y en mi estómago ni una sola mariposa ha logrado dar su primer aleteo; aún así le sonrío cuando se separa de mi y me observa detenidamente.
— Pensé que estabas molesto conmigo... más que molesto, decepcionado.
— ¿Por qué lo estaría?— suspiro.
No me gustaba rememorar escenas en las cuales mi naturaleza dañina hizo cuestionarme el grado de maldad que había dentro de mi, pero no se le podía hacer nada porque no me avergüenza mostrar lo que soy.
— Por lo que le hice a tu amiga.
— Oh, eso. — recuerda — La verdad es que estaba haciendo algo importante para la universidad que apenas tuve tiempo para comer o bañarme; lamento hacerte creer que estaba molesto.
>> Sé cómo puede ser Mandy cuando se lo propone. Si pegaste una colilla de su brazo ha de ser por algo, ¿qué fue lo que te hizo?
— No fue lo que hizo, sino lo que dijo.
— ¿Y qué fue lo que dijo?
— Prácticamente me dijo que debía alejarme de ti porque le pertenecías.
Él parece pensar en lo que he dicho al notar que su cejo se ha tensado, pero dura apenas segundos porque cuando nuevamente me observa una sonrisa traviesa adorna sus labios y ahora no me parece muy tierno... sino caliente. Uno de esos hombres que con ni siquiera tocarte puede hacer que te mojes.
— ¿Eso te molestó?— pregunta; un tono burlón en su voz.
Soy realmente buena para leer entre líneas y la de él claramente viene acompañada de otra palabra: Celos. Por supuesto que no lo estaba, apenas nos conocemos y no soy de las que cree en el amor a primera vista.
— Me molestó el hecho de que ella creyera eras una posesión, solo eso.
No veo la reacción que adopta su rostro por lo dicho, pues Nail, una de las dependientas de la boutique, grita mi nombre y volteo para verla despidiéndose con su mano, así que hago lo mismo y le agrego una sonrisa.
— Eres hermosa.— dice apenas vuelvo mi atención a él.
Eso fue inesperado, tan inesperado como el sonrojo que debió adquirir mis mejillas en estos momentos porque las siento calientes.
No es la primera vez que han dicho soy hermosa, pero solo se trataron de chicos pronunciando esa palabra que a mi parecer se escuchaba vacía, pues era dicha con el único propósito de conocer mis bragas, no porque lo creían realmente como lo hace Evan viéndome de una forma que no podría describir.
— Eso fue... inesperado. — me da por ver hacia los lados y rascar mi mejilla con mi indice como muestra de que no sé qué más decir.
Agradezco la oscuridad de la noche porque gracias a ella él no se ha dado cuenta que me hizo sonrojar, tal vez le hubiera dado por malinterpretar todo y sacar conclusiones precipitadas y por demás erradas. Este es mi primer pensamiento, el segundo viene cuando nuevamente lo veo y noto que su sonrisa ha crecido, lo cual me hace creer que ciertamente se ha dado cuenta de todo. Igualmente en dado caso de que me lo diga lo negaré rotundamente y me defenderé señalando que fue el frío de la noche y no por su causa.
— Vayamos a alguna parte.— propone.
Miento si digo que no estaba cansada, pero contrario a eso todo lo que quería era caminar y ahora, como soy loca quiero despejar un poco mi cabeza de tantos pensamientos que la atacan en estos momentos.
— Por mí estaría bien, siempre y cuando sea caminando.— informo.
— ¿Por qué? — solo me encojo de hombros ante su pregunta — Bien, pero caminando no llegaremos muy lejos.
— No es como si quisiera ser Forrest Gump y recorrer toda la ciudad. — el ríe un poco por lo dicho.
— Creo que lo más lejos que llegaremos es al parque a unas cuantas cuadras de aquí.— informa.
No recordaba cuánto tiempo tengo que no he ido a uno. La última vez fui con Ellen, de eso hace ya años que ni sé qué se ha de sentir siquiera subirme a una noria.
— Entonces nuestro destino será el parque.— él asiente.
Empezamos a caminar hacia el lugar y soy rápida a la hora de ver venir su mano y meter las mías dentro de los bolsillos de mi chaqueta porque sé que el objetivo era tomarme de una de ellas. Él ríe ante mi acto.
Igualmente, me arrepiento cuando algunos minutos después el viento hace que mechones de cabellos den a parar a mi rostro porque eso hace que saque una de mis manos del lugar donde la escondí y él no pierde tiempo para entrelazar nuestros dedos y sigue caminando tan fresco como si eso fuera natural.
— Es la primera vez que te veo en la boutique. — digo, después de varios intentos de que soltara mi mano, todos ellos inútiles.
Suspiro. Parece ser que debo acostumbrarme a esto.
— Antes no tenía motivo alguno para hacerlo. — me permito verlo al sentir su mirada clavada en mi rostro — Ahora tengo uno.
En vez de responderle vuelvo mi vista hacia el frente. La verdad es que no podría decirle palabra alguna cuando soy consciente de que esa indirecta ha venido directo hacia a mi.
***
Recuerdo ahora porqué no me gustaba venir a un parque de atracciones: siempre terminaba emocionándome para subir a los juegos más peligrosos y a la final cuando estaba trepada a uno de ellos me daba por gritar y al bajar terminaba devolviendo mi estómago por la boca.
Este vez no ocurrió nada diferente a los anteriores días que vine. Oh bueno, en realidad sí ocurrió, pues Ellen siempre se reía de mi, mientras Evan en todo momento se mostró preocupado; sostuvo mi cabello en lo que yo vomitaba y fue tan lindo como para echarme viento en el rostro con sus manos cuando me maree y terminé sentada en una banca del lugar.
El problema conmigo no es el miedo a la altura que pueden llegar a tener los juegos, sino que sentía que mi vida pasaba ante mis ojos en cuestión de segundos por lo rápido que ascendían y descendían los mismos. Pero ahora que nos encontrábamos viendo lo hermosa que es nuestra ciudad desde una noria no resultaba problema alguno, solo sentía una sensación de plenitud viendo la ciudad desde lo más alto.
Las norias son como el sexo, mientras se está arriba es mejor. Tal vez porque eso te hace sentir poderosa y yo ciertamente me sentía con poder tanto estando arriba en el sexo, porque eso significaba tener control sobre todo aunque sean por segundos, como ahora desafiando el destino desde las alturas.
— Pareces realmente feliz ahora que estás aquí.— Señala Evan sentado a mi lado.
Le sonrío en respuesta de que lo estoy y vuelvo mi vista hacia la ventana con el fin de seguir admirando todo.
— ¿Qué edad tienes?— la voz de Evan llama mi atención y cuando la noria empieza a descender el paisaje pierde atractivo para mi.— Eres amiga de mi hermana, pero puede que seas menor o mayor que ella.
— ¿Cuántos años crees que tengo? — cuestiono.
Mientras piensa en mi pregunta no puedo evitar hacerle muecas al niño sentado en las piernas de su madre y que han de ser graciosas dado que el ríe, situación que no será la misma con la mujer en caso de pillarme haciéndole burla — porque en realidad le estoy sacando la lengua—, a su pequeño de no más de un año de edad. En mi defensa diré que no sé qué tienen los bebés, pero es como si tuvieran un campo magnético y me atrajeran para hacer lo que ahora.
— Veinte — dejo de mirar al pequeño para mirar a Evan.
— Tengo diecinueve, en unos meses cumplo veintitrés.
— ¿Cómo sería eso?— pregunta.
Yo rio un poco por mi propio chiste y ahora él entiende que le estoy tomando el pelo.
— Siempre me ha parecido estúpidas esas personas que le preguntan la edad y dicen: tengo quince, voy a cumplir dieciséis. Joder, obviamente cumplirás dieciséis. Claro, a menos de que sean como Ebba, la madre de Vanessa, que se quita la edad y todos los años cumple treinta y ocho cuando en realidad este año cumplió cuarenta y tres.
La sensación de plenitud llega nuevamente a mi cuando ascendemos a lo más alto, haciendo olvidarme un poco de Evan para concentrarme nuevamente en el paisaje que se presenta ante mis ojos y decido ponerme a pensar sobre mi vida, ese fue el propósito de hoy pero la verdad es lo que menos he hecho.
Mi madre ha llamado diciendo que estaría pronto en la ciudad y aunque quiero verla no voy a negar que en vez de alegrarme lo que hice fue preocuparme porque siento que eso podría desencadenar problemas.
Por su parte, Sean no me ha dirigido palabra alguna desde nuestra discusión en los pasillos de la universidad y creo que se debe a que ciertamente la innombrable ha decidido poner punto y final a lo que tenían, por eso me culpa de todo y... Siento una mirada sobre mi.
No es necesario girar mi rostro para saber de quien se trata, pero lo hago porque empiezo a sentirme incómoda y por lo mismo pienso decirle que deje de mirarme.
— Deja de hacer eso. — Pido, contemplándolo con su codo apoyado sobre el final del asiento y su mano abierta sosteniendo su rostro.
— ¿Qué se supone hago? — es descarado para preguntar a qué me refiero cuando claramente lo sabe.
— Mirarme de un modo que me hace sentir incómoda.— respondo; él no dice palabra alguna.
Todo lo que hacemos es mirarnos esperando que alguno de los dos se rinda: dejo que él me mire todo lo que quiera o deja de hacerlo. Pero la perdedora en esta ocasión termino siendo yo cuando me da por girar mi rostro, aunque no termino de hacerlo pues dos de sus dedos se encargan de sostener mi barbilla y hacer que lo mire. Eso no es todo, cuando veo su rostro acercarse al mio con la intención de unir nuestros labios en todo lo que puedo pensar es que mi boca no ha de oler bien después de haber vomitado, estaba el hecho de que me tomé una botella de agua saborizada luego de ese suceso pero aún así no me sentía segura.
Además, no quería darle alas a un pájaro que desea volar en mi dirección, así que termino haciendo lo que en un principio tenía planeado como lo era girar mi rostro haciendo que el beso dirigido a mis labios muera en mi mejilla, pues eso no fue impedimento para detenerse.
Él vuelve a su posición original sin decir nada por algunos segundos y me doy por enterada que de no hablar esto se volvería más extraño e incómodo de lo que de por sí es.
Pienso en algún tema de conversación y el único que se me ocurre traer a colación y del cual estoy realmente curiosa es sobre si conoce a la innombrable o no. Le había preguntado a Hannah pero no me fue de mucha ayuda porque sabía lo mismo que yo: nada. El único quien me faltaba por preguntarle era a él y este parece ser el momento idóneo.
— ¿Conoces a alguien llamada Elvira?
Esta vez nos miramos, pero cambia el hecho de que no se siente esa tensión entre ambos sino que parecemos dos jóvenes más quienes conversan como amigos y nada más.
— ¿Elvira? — asiento y él piensa para finalmente negar. — La verdad es que no conozco a alguien con ese nombre.
Suspiro.
¿Quién demonios es esa chica en la vida de Evan? o mejor dicho ¿Quién es Evan en la vida de ella? No lo entiendo.
— No es mi intención ofender,—vuelve a hablar — pero ¿Cómo demonios alguien puede llamarse de esa forma?
Termino riendo y concordando con él. Debería ser ilegal tener ese nombre, aunque hay peores.
El paseo en la noria llega a su fin y bajamos para irnos. Mientras caminamos, al igual que cuando llegamos muchas mujeres, también algunos hombres, se encargan de mirar a Evan y algunas son descaradas para enamorarlo aún viendo que su mano está unida con la mía. Es una suerte que no sea su novia porque tal vez me hubiera dado hasta por ponerme celosa.
Lo miro y me es inevitable compadecerme por todo lo que ha de sufrir su futura novia.
***
He descubierto que Evan fue creado con una receta extraña que no concuerda mucho que digamos: Timidez y descaro, ambos con un veinte de porcentaje, los cuales difieren entre sí pero terminan contrastando a la perfección con el sesenta porciento restante de belleza con que fue dotado. Aunque estoy segura que dicho porcentaje variará en el grado en el que vaya conociéndolo.
Mientras regresábamos de vuelta para la boutique, en busca de su auto para traerme a casa, me encargué de resaltar lo guapo que era dado que en el camino fue la causa de muchos suspiros, pero lejos de aceptarlos terminaba sonrojándose y hasta le daba por perder el habla en ocasiones. Pero esa timidez llegó a su fin y dio paso al descaro cuando apenas al llegar a casa y bajar del auto su cuerpo aprisiona el mio, acorralándome contra su auto.
Estoy a la expectativa de si me besará o no debido a que todo lo que hace es observarme, pero cuando sus manos son depositadas en mis mejillas y su rostro se acerca cada vez más me doy cuenta de que pasará, también de que esta vez no deseo alejarlo sino que ansío ser besada por el hermoso chico frente a mi.
Tal vez estoy loca, pero me siento como una de esas quinceañeras asustadas y a la vez emocionada ante la adrenalina que recorre mi cuerpo en estos momentos por el hecho de que mi abuela salga por la puerta y me descubra.
Soy mayor de edad y eso ella lo entiende, pero lo que no ha de entender es qué demonios hace su nieta subida ahora al capó del auto en el cual he sido depositada hace apenas segundosy dando semejante espectáculo en la calle, — porque cabe resaltar que Evan al notar que no pensaba detenerlo fue rápido para poner sus manos sobre mis muslos; levantarme y posicionarse entre mis piernas.
Quizá me conforme con tan poco, pero no iba a negar que esta escena logra excitarme un poco, más cuando sus manos empiezan a ascender de mis muslos hacia mis caderas quedándose posicionadas en esa zona y atrayendo mi cuerpo hacia el suyo para tener mejor acceso a mi.
Suspiro, pasando mis brazos por detrás de su cabeza y depositándolos sobre sus hombros.
Ya no hay nada qué hacer; he decidido no luchar contra la corriente y que pase lo que tenga que pasar.
Si el arrepentimiento viene que sea después porque ahora pienso disfrutar de sus labios unidos a los míos. Y por supuesto que se unen, pero solo por segundos que no permitieron siquiera moverlos, pues soy jalada del brazo y bajada del capó de un solo tirón.
— ¿Interrumpo algo?
Mierda, esa voz no es la de mi abuela... sino la de Sean.
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