Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Q U I N C E

Capítulo quince: Llorar viene en el contrato llamado vida.


Mi madre finalmente se había atrevido a aparecer ante mi luego de lo sucedido entre mi padre y ella. Transcurrieron alrededor de cinco años que no la he visto en persona, solo a través de video llamadas en las que pese a ver su rostro, por muy loco que suene, se me había olvidado realmente como era.

Eleane era hermosa, pero por más que he tratado de buscar algún parecido entre las dos no he dado con ninguno. Ella es todo lo contrario a mi, piel trigueña; facciones extremadamente delicadas; cabellera y ojos realmente oscuros; cuerpo más proporcionado que el mio y de estatura solo un poco más alta de la promedio. Además, demasiado seria para mi gusto.

Cualquier persona que nos mire jamás se le cruzaría por la cabeza que somos madre e hija y si no fuera porque me parezco a mi tía me hubiera dado por pensar que era adoptada. Recuerdo que cuando salíamos con Ellen todos creían que era hija de ella y no de Eleane. 

— Estás hermosa. — me sorprendo por lo dicho.

Mi madre nunca fue extremadamente amorosa sino alguien de semblante fuerte y serio, por eso cuando se inclina hacia adelante con el fin de depositar su mano en una de mis mejillas su movimiento me toma desprevenida, obteniendo como primera reacción que logre echarme para atrás. Sí, no era una extraña la que tenía ante mi, pero ya que han pasado largos años sin verla y al no estar acostumbrada a tantas muestras de afecto de su parte se sentía inclusive más lejana que una desconocida.

Apenas ingresé al lugar y la vi esperándome en una mesa, aunque me mostré segura en mi caminar al dirigirme a ella, toda muestra de valentía se esfumó cuando llegué y sin aviso alguno me abrazó, sorprendiéndome y casi logrando derribar mis barreras por completo. 

No sé qué decirle y si de por sí ya me sentía incómoda, que me mire tan detenidamente hasta logra crisparme los nervios. Dios, es increíble que no sepa cómo reaccionar ante mi propia madre. Con decirles que he estado debatiéndome en si llamarla de esa forma o sencillamente Eleane, hasta ahora no he dado con una respuesta.  

— Has crecido.

Evito no contestarle de mala manera, pues ciertamente en mi cabeza le pregunté que si pensaba me quedaría enana toda la vida y que obviamente debía crecer. Opto por dejar que me observe todo lo que quiera y en cambio me pongo a visualizar cada detalle del excéntrico restaurante en el cual nos encontrábamos y que pertenecía nada más y nada menos que a su nuevo esposo.

El lugar es realmente elegante y tiene bien merecido las cinco estrellas que se le otorgaron. Las tonalidades entre caoba oscuro de sus paredes y sofás— porque sí, a un lado de la mesa se hallaban sofás y al otro sillas—, así como el color champagne de las lámparas y manteles, le daban ese toque de glamour a un lugar de renombre como este. 

En una de sus esquinas, teniendo en cuenta que también venían niños que pueden fácilmente aburrirse en lugares como estos, decidieron incorporar un enorme acuario donde se veían nadando pequeños peces, mantarrayas y desde donde me encontraba podía visualizar los tentáculos de un pulpo pegado a los vidrios. Para los niños ese parece el atractivo más sobresaliente dado que miran con asombro lo que hay dentro. De solo pensar que esos mismos peces y octópodos que crían pueden ser de pronto los que sirven en sus platos me produce lástima.

Y he de estar realmente ciega para no haberme dado cuenta que uno de los niños parados frente al acuario es Mason Samuels; parece decirle algo a los demás niños mientras mueve uno de sus indices de un lado a otro. Me pregunto qué le estará diciendo, pero conociendo a ese pequeño rufián lo más seguro es que le esté pidiendo dinero a los otros niños por dejarlos ver los peces y estoy en lo cierto cuando algunos sacan billetes de sus bolsillos y se los dan; como consiguió su propósito se va directo hacia la mesa frente al acuario donde se encuentra su familia, solo falta Evan porque hasta la loca de Hannah conversa con sus padres mientras Mason ahora parece querer llamar su atención subiéndose a sus piernas.

Sin embargo, no es por el decorado ni por la enorme pecera que destacaba el lugar sino por su exquisita y afrodisíaca comida.  

Vuelvo mi vista a la mujer que creo pondrá mi mundo patas arriba, porque pese a que mi madre se muestre cariñosa también se ha creído con el derecho de criticar mi vida. Sí, muy madre mía y todo, pero ella no puede esperar a que en casi cinco años nada haya cambiado y yo sea la misma de siempre, esa que le hacía caso y se iba a cambiar de ropa cuando ella aseguraba estaba indecente para asistir a alguna parte. Eso fue lo que hizo hoy apenas dejó de abrazarme cuando llegué: decirme que mi atuendo era vulgar para una ocasión que ameritaba hasta un vestido de gala. Ni que fuera a recibir un Oscar.

Ciertamente, mirando todas los presentes en el lugar, está claro que soy la que más desentona con el ambiente, pero me sentía cómoda usando un simple jeans corto, una blusa tallada a mi figura y de calzado unas Dr. Martins que a según ella me hacía parecer una indigente, pero dudo mucho que un indigente se pueda comprar unas botas que cuestan un ojo de la cara como las que traigo puesta. Bien, no me podía solo lanzar rosas, en el combo venía incluido también una gran bola de mierda.

La veo depositando sobre la mesa una lujosa caja de zapatos y está demás decir que es un regalo para su adorada hija a quien no ha visto por largo tiempo.

— Puedes abrirlo.— hago caso a su pedido y me encuentro con unos hermosos zapatos que por donde los mire no me entrarían ni pasándolos con cucharas.

Vaya, mi madre siquiera sabe mi número de calzado.

Un suspiro se escapa de mi boca al tener que meter con pesar los zapatos nuevamente a su caja porque no me servirían de nada. Y eran Gucci, es hasta injusto lo que me ha pasado.

— ¿Pasa algo? Dime que no me equivoqué en la talla.— suplica.

Te equivocaste y por cuatro tallas de diferencia.

— ¿Por qué no te los pruebas?— pregunta esperanzada.— ¿Te sirven?

— Pues si me corto los dedos tal vez me entrarían.— no puedo evitar decir, llevándome con mi comentario sus esperanzas.

— Oh, le diré a Bruce que me acompañe a cambiarlos.— dice con energías renovadas.

Como si hubiese sido invocado, el mencionado hace su aparición mientras de su brazo viene enganchada la hija del diablo.

— ¿Esta es la pequeña Bradley?— le pregunta a mi madre apenas llega a nosotras y ella lo único que hace es asentir.

Bufo. La primera vez que nos conocimos yo ya era lo suficientemente alta como él.

— ¡Estás hermosa Brad! — adula "mi media hermana" acercándose para abrazarme.

— Una vez vi en una película como con una cuchara le sacaban los ojos a las personas.— digo, tomando una entre mis manos y deteniendo lo que pensaba hacer — Si no quieres que te saque esos "hermosos" ojos que tienes, será mejor que evites todo contacto que puedas conmigo.

Mi madre comienza a reprenderme por tal amenaza que le implanté a su hija adoptiva, pero logra calmarse cuando la estúpida de Aubrey asegura era una broma entre nosotras. Yo no estaba bromeando, de verdad puedo llegar a cometer "ojicidio" en caso de que logre tocarme.

Los recién llegados toman asiento y sin más empiezan a preguntarme un sin fin de cosas que logran aturdirme, pero al ver que no contesto a ninguna optan por hablar con mi madre, quien logra sonreír por primera vez desde que ellos llegaron cuando la perra de Aubrey pregunta qué opina de su ropa y ella contesta que hermosa.

Ah, todo lo que recibí de su parte fue que me llamara indigente, pero en cambio a ella si le dice hermosa cuando nuestra ropa se asemejaba un poco. Supongo que se debe a que ella trae puesto unos enormes tacones y yo no. Como fuera el caso, eso toca un punto débil en mi.

— ¿Para qué querías verme? — Pregunto llamando su atención.

Ahora lo que más deseo es irme de este lugar y para ello tengo que saber qué quiere la mujer que me engendró. Sé que su llamado no es sólo para verme, ella quiere decirme algo importante.

— Porque eres mi hija.— responde, pero a mi no me engaña.

— Será mejor que cenemos primero, ya luego le dices a lo que hemos venido.— sugiere con una sonrisa Bruce y mi madre asiente.

Solo es cuestión de levantar su mano para que un mesonero llegue a nuestra mesa a tomar nuestro pedido. Elegantemente hoy comeremos "lo de siempre", tal vez sea un nuevo platillo inventado por el esposo de mi madre pues fue quien se encargó de pedir, ¿qué se supone era lo de siempre? no lo sé, pero lo descubro al pasar algunos minutos y veo delante de mi un plato con más o menos cinco ostras servidas.

Todos excepto yo empiezan a comer y mi madre luego de algunos segundos es que se da cuenta que mi plato está intacto, ya que no le he dado ni el primer bocado a la comida.

— ¿Por qué no comes?

Su pregunta es como una cubeta de agua fría cayendo a mi, la cual logra desequilibrar mi corazón y hacer que quiera llorar, pero no lo hago porque no quiero sentirme indefensa ante los presentes quienes solo me observa esperando una respuesta.

— No quiero esta comida.— es lo que digo ganándome reproches por parte de mi madre quien asegura soy una malcriada.

No estaba siendo malcriada, solo era yo siendo alérgica a las ostras. Lo irónico de todo es que pese a ser mi madre siquiera recordaba que siempre que las comía terminaba en el hospital luego de hincharme y que mis vías respiratorias se trancaran.

— Digas lo que digas, no pienso comer esto.— señalo el platillo, dando por terminado el tema.

— Me pregunto qué es lo que te han estado enseñando Baley y Ellen.

Su comentario me produce ira, la cual logro contener apretando mis puños sobre la mesa para no contestarle como, creo yo, se merece. Puede ser mi madre, pero de las que estaba hablando no eran unas desconocidas sino mi abuela y mi tía. Esas que se encargaron de mi educación porque la responsable de ello decidió irse a vivir con otro hombre luego de serle infiel a su marido y no estuvo muy pendiente de mi cuidado.

Siento impotencia por no poder defender a esas personas que han estado para mi todo este tiempo. Joder, mi abuela y mi tía no tenían la culpa de lo maleducada que puedo llegar a ser, solo fui yo descarriándome un poco del camino que lleva hacia los valores al creer hipócrita a una sociedad que exigía respeto, comprensión, honestidad... pero no eran capaces de darlos. Las personas exigen verdades pero en cambio ofrecen mentiras; la mayoría no lograban comprender a nadie y aunque  frente a una persona se muestren respetuosos, apenas dando la espalda empiezan a destrozarla con sus dientes.

Mis nudillos empiezan a doler y creo que el señor Bruce se da cuenta que estoy a punto de explotar y decide intervenir. Diciéndole a mi madre que como soy apenas muy joven tengo gustos no tan extravagantes en cuanto a comida se refiere logra tranquilizarla. Además, se disculpa conmigo por decidir por mi un platillo que no era de mi agrado y pide que elija el que quiera.

Tan rápido como abro la carta así mismo la cierro, porque con tantos nombres de platillos extraños hasta empezó a dolerme la cabeza. A la final decidí comer una deliciosa lasaña, la cual me traen unos minutos después y con la hoja de laurel incluida y todo. Creo que más que porque un platillo lleve entre sus ingredientes dicha hoja no es el punto fuerte de colocarla sino que por mera estética, es decir, para que el platillo se vea mejor. De locos.

Solo doy unos tres bocados y ya he comido más de la mitad de la lasaña. Con tanto dinero que ingresa diariamente en los restaurantes y no son capaces de colocar una porción más grande. Sé que los ingredientes que compran para la elaboración de los platillos son realmente costosos ya que son de primera, pero no es como si se fueran a quedar arruinados por poner un pedazo más grande. Definitivamente hoy quedaría con hambre.

— Es hora de que hablemos— lo dicho por mi madre hace que deje de comer para prestarle atención a lo que tenga por decir—. No me andaré con rodeos, quiero que prepares tus maletas porque me mudaré a Francia y tu vienes conmigo. — mastico lentamente el bocado de lasaña que tenía en mi boca, esperando que esto sea una broma y ella empiece a reírse, pero se me había olvidado que mi madre no era graciosa y está más seria que de costumbre.

— Eres mi madre, mas no dueña de mi vida. Yo decido en ella y mi respuesta es un rotundo no.— informo, haciendo que su ceño se tense. 

No pareció gustarle mi respuesta.

— Puedes opinar cuando cumplas la mayoría de edad, mientras no.— se me escapa una gran carcajada que disfraza muy bien lo mal que me siento por dentro.

— ¡Tengo 19 años! — exploto, ganándome la atención de la mayoría de los comensales al levantarme y dar golpes a la mesa cuando mis puños impactan en ella — Hasta en Alabama y Nebraska soy mayor de edad. Tal vez se deba a que todo este tiempo has vivido en Missisipi donde se es considerado eres adulto a los 21 años, pero para tu información estamos en Boston-Massachusetts.

Me quise engañar diciéndome que al igual que en Missisipi ella creyó que en todos los estados de Estados Unidos era de esa forma, mas viéndola sorprendida sé que no es así y que ella olvidó cuantos años tengo ahora. ¿Es posible que una madre se olvide de la edad de un hijo?, al parecer sí.

— No permitiré que le grites a mi esposa.— reprende Bruce, tomándome fuertemente del brazo.

—¡¿Y usted qué velas tiene en este entierro?! — cuestiono, soltándome de su agarre porque él no tiene ningún derecho de hacerlo y menos de entrometerse en un asunto que creo nos concierne solo a mi madre y a mi. Piensa contestarme pero alzando mi mano le doy a entender que no quiero escucharlo — Mejor no responda y váyase a la mierda.

Sacando unos billetes de baja denominación de mi billetera me dispongo a colocarlos en la mesa para cubrir lo que consumí, pero importan poco porque sé que no logran cubrir ni el 5% del costo real, solo fui yo queriendo hacer una salida triunfal y digna de película.

Escucho mi nombre salir de la boca de mi madre en forma de gritos a los cuales no le hago caso; a Bruce decirle que se tranquilice y a Aubrey calmándola asegurándole que hablaría conmigo y me convencería de volver a la mesa con ellos, hasta promete que me hará cambiar de opinión en cuanto a lo del viaje. Resoplo, eso ni ella misma se lo cree.

Es cuestión de dar unos cuantos pasos afuera del restaurante para sentir como me toman bruscamente por una de mis muñecas y hacer que gire mi cuerpo para encontrarme con quien definitivamente fue estafada por la naturaleza. 

Aubrey es demasiado común para una sociedad que exige tanto, sus ojos son marrones insípidos; rostro demasiado ancho; no es realmente alta; no tiene un buen cuerpo que digamos, de hecho creo que una aplanadora pasó por éste y aplastó su trasero y tetas, porque hay que resaltar que la chica parece una tabla de surf o inclusive la mesa de planchar de mi abuela. Pero lo que le faltaba en belleza se lo otorgaron en maldad.

— Te diré algo — mi muñeca empieza a doler al sentir sus uñas incrustándose en ella —, como te atrevas siquiera a volver a ver a mi madre te las verás conmigo.— me da rabia hasta que haga énfasis en esa dos palabras "mi madre" cuando por sus venas siquiera corre su sangre.

— Una madre que robaste, por de alguna manera decirlo. Pero a la final no eres más que una impostora tratando de suplantarme.

Eso logra enojarla y a mi me produce dolor su cólera porque ella decide deslizar sus uñas por mi muñeca, haciendo que arda esa parte de mi cuerpo. Mi mano libre rodea la de ella y después de poco esfuerzo logro que me suelte y hacer que se tambalee cuando la empujo.

— No te atrevas a tocarme. — su indice se hunde constantemente en mi pecho y eso empieza a cabrearme mucho.

— Será mejor que te quedes tranquila.— amenazo.

— ¿O si no que?— incita con una sonrisa de burla.

— Si no quieres que mi puño de a parar en tu feo rostro.— ella ríe y espero que termine de hacerlo para que por lo menos vea llegar mis manos, ya que es de cobardes atacarla con la guardia baja. Pero se me olvidaba que la chica es de reflejos lentos y por lo mismo no logra esquivar el puño que impacta directamente en su rostro y la hace caer al suelo.— Te lo advertí. Un demonio tan corriente como tu no puede venir a jugar sin permiso al patio de Lucifer. Eso es pecado.

Mi madre llega justo en el momento en que mi bota reposa en el estómago de "su hija" y, sin prestarme atención realmente a mi, llega hacia ella chequeando que nada malo le hubiera pasado. Ese es otro puñal directo a mi corazón. Viéndolo de esa manera yo que salí de ella soy en su vida una desconocida.

— Tu problema es conmigo Bradley, deja a Aubrey fuera de esto. — habla posicionándose frente a mi, luego de haber ayudado a levantarse a quien solo se queja del golpe que le di y pasa su brazo por sobre el hombro de mi madre para sostenerse.— ¿Por qué me odias tanto?, ¿Es por haberte abandonado? o ¿por haberle sido infiel a tu padre?

— Yo no te odio madre, yo te amo — digo, haciendo que sus ojos lagrimeen —. Y aunque pienses que soy vulgar por mi forma de vestir; se te haya olvidado mi edad y no recordaras que soy alérgica a las ostras, resulta imposible no quererte.— ella realmente llora y yo aprovecho que está con la guardia baja para ser valiente y depositar un beso en su frente— No se me olvida que fuiste tu quien me dio la vida y que aunque solo me ofreciste quince años de la tuya diste todo por ser la mejor de las madres para mi. Siempre estaré agradecida por ello.

>> Además, en dado caso de odiar a alguien esa sería a mi misma. Después de todo, fui yo quien metió el demonio en nuestra casa. — sabe que se refiere a quien en un tiempo fue mi amiga y ahora hace de hija para ella, pero no dice nada y en cambio solo se queda llorando mientras me ve partir.

Apenas giro mi cuerpo para irme, encuentro a menos de un metro de distancia a una persona quien quiere meterse en mi vida a como de lugar: Evan. Si no fuera porque sé que su familia se encuentra dentro del restaurante compartiendo una hermosa velada hubiera pensado que este chico me había puesto un GPS, ya que aparece en todos los lugares donde me encuentro. Chasqueo la lengua al verlo solo observándome sorprendido; él ha visto todo. Tal parece que el chico aparece más que todo para ver mi peor parte como persona.

No espero palabra alguna de su parte y en cambio me aventuro hacia la salida, pensando en la manera de tomar un bus cuando todo el dinero que tenía lo había dejado en aquella mesa. Mierda, debí retirarme llevándome mi pobreza conmigo y no depositando los pocos dolares que tenía en los ingresos del esposo de mi madre donde seguramente irían a parar.

Siento lágrimas descender por mis mejillas, estaba llorando por todo lo sucedido el día de hoy y para mal de todo las personas me tendrían que ver en esa situación mientras caminaba de vuelta a mi casa porque no tengo ni una moneda en mis bolsillos y ni se hable de mi cartera, esa pobre lo único que ha de tener dentro son unos pedacitos de papel higiénico que siempre cargo conmigo por cualquier situación de emergencia. Mujer precavida vale por dos y como ciertamente a mi estómago a veces le da por ser delicado entonces valgo por tres.

Pero no hay necesidad de caminar hacia mi casa porque apenas el frío de la noche me recibe diviso a Sean caminando hacia la entrada y no pierdo tiempo para correr hacia él y rodearlo con mis brazos, lo que me toma por sorpresa es que él corresponde a mi abrazo.

— Tu abuela me pidió que viniera por ti. Estaba preocupada imaginando que algo saldría mal y veo que no se equivocó al verte llorar.— dice, dando suaves palmaditas en mi espalda, tal cual bebé recién nacido sacándole los gases.— ¿Quieres contarme lo que pasó?— niego con mi cabeza en lo que sigo aferrada a su cuerpo como una sanguijuela.

El tiempo parece transcurrir de manera lenta cuando se trata de Sean, pero cuando las agujas del reloj deciden correr más rápido decidimos empezar a tomar nuestro rumbo a casa.

En el camino no logramos hablar, mas el silencio es interrumpido por mis sollozos que a la vez son ahogados por el leve sonido de la radio del auto pero no ignorados por quien lo maneja. Decido romper el silencio porque de alguna manera quiero desahogarme.

— Una madre, por instinto y no importándole la situación, siempre correrá primero hacia su hijo para preguntarle si está bien o le duele algo — digo, viendo siempre al frente e ignorando las reacciones de Sean—. Y ciertamente ella corrió hacia su hija, pero no hacia la verdadera sino hacia la que no lleva siquiera su apellido y de alguna manera me exigió que no hiciera nada en contra de ella. Seguramente piensa que es un angelito que no puede defenderse bien cuando ese bicho feo en realidad es un demonio tan o más perverso que yo.

Sean no dice nada y yo agradezco que solo me escuche. Él sabe toda la historia con mi madre, pues cuando todo aquello sucedió, aunque no eramos los mejores amigos terminé desahogándome con él.

Un quejido escapa de mi boca cuando mis lágrimas dan a parar a mi mano lastimada y puedo llegar a decir que yo sin ir al cielo he visto las estrellas. Esta mierda arde y no puedo evitar que mi otra mano la rodee y apriete fuertemente para tratar de calmar el dolor. 

— Estás sangrando. — dice Sean deteniendo el auto al lado derecho de la carretera y sosteniendo mi mano.— Debemos desinfectar eso.

Tomo mi mano de vuelta y vuelvo al proceso de sostener con la otra la lastimada porque creo que Sean está exagerando como siempre. Solo se trata de leves aruños que lograron levantar levemente mi piel y hacerla sangrar. No era para tanto.

— No te preocupes, mi otra mano viene con anestesia incluida para que no me duela. Además, cuando llegue a casa meto mi mano en una cubeta con agua fría y pasará.

— No seas absurda. — mi mano nuevamente es retenida por la suya y veo como saca de la pequeña caja que yace entre los dos asientos delanteros un botiquín de primeros auxilios.

— Siempre me pareció mentira las partes de un libro donde sale un viaje imprevisto y al quedarte en casa de alguien conocido te proporcionaban un cepillo de dientes nuevo, que siempre ha estado guardado en la repisa del baño.— el ríe empezando a destapar el alcohol — Joder, yo apenas tengo el de uso y es cuando empieza a desgastarse que me compro uno nuevo.— gruño cuando siento el líquido reposar en mi muñeca—. Pero ahora al verte sacar un botiquín de primeros auxilios del auto me hace cuestionármelo.

— Estás en el auto de una enfermera y ya sabes como es mi madre. Siempre precavida por si ocurre algún inconveniente.— asiento viéndolo.

— Sean, ¿a qué soy alérgica?— eso hace que sus ojos vuelen a mi.

— ¿Por qué la pregunta?

— Solo responde.

— Ostras.

Suspiro. Hasta Sean, con quien no me llevo de maravillas, sabe eso.

— Eleane no recordó eso.— digo viendo nuevamente hacia el frente — Hasta creo que si no fuera por la intervención de su esposo me habría obligado a comérmelas.

— Tal vez estaba tan emocionada que se le olvidó.— no respondo porque no me creo ese cuento.

Espero que termine de curarme y finalmente tomamos rumbo a nuestro vecindario. En todo el camino reposo mi cabeza de su hombro y quizá se deba a que estoy llorando que él me lo permite. Se me había olvidado que llorar era parte del contrato de la vida y lo peor es que no viene en letras pequeñas, sino en unas enormes que te recuerda debes pagar hasta por el aire que respiras.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro