ONCE
Capítulo once: Sé que me quieres, el problema es que no sé cuánto.
He decidido perdonar a Sean.
Realmente, como la mujer adulta y madura que soy, he decidido dejar los rencores a un lado y perdonarlo.
Bien, mejor dejo de mentir.
Le haré creer que lo he perdonado, pero la verdad estoy disfrazando mi enojo mediante una sonrisa más falsa a la posibilidad de existir un unicornio mientras toco su puerta esperando que él abra.
Estoy segura, él no se está muriendo por el hecho de que yo no le hable. Solo soy yo yendo hacia él como la tonta que a veces puedo llegar a ser cuando lo más probable esté feliz de tenerme a kilómetros de distancia.
Así mismo confieso, no fue una decisión fácil la de venir. Tuve que luchar contra uno de los enemigos de la humanidad llamado orgullo, ese que no te permite dar tu brazo a torcer y te hace perder personas importantes.
Me dividí a mi misma en dos partes para llegar a esta sabia decisión. Una parte de mi me decía que no perdiera mi dignidad mendigando amor en alguien que no deseaba brindarme ni las sobras; la otra, insistía en que de nada vale eso cuando perdería a la persona que quiero. Y ciertamente yo no quería perder a Sean aunque este por ahora no desee que lo retenga, pero como dije, eso es solo por estos momentos porque después será él quien venga hacia a mi y entonces lo haré sufrir.
Gran parte de este progreso, si puede llamarsele así al simple hecho de haber optado por hablar con él, se lo debo a Drew, quien a la final decidió ser un buen amigo y darme consejos para conquistar a Sean.
De verdad pensaba que dentro de esa cabeza no había ni un ápice de materia gris, pero me sorprendió un poco lo sugerido: Pedirle perdón mientras le sonrío, demostrarle cuán arrepentida estaba — no tengo idea de cómo haré esto — , decirle que fuéramos simplemente amigos porque me rendiría con él, obtener su confianza y de a poco conquistarlo hasta finalmente ganarme su corazón. De nada de lo anterior funcionar, no parecer una loca porque a los chicos no les gusta las mujeres histéricas. Consejos sencillos con cierto grado de complejidad.
No es una mala estrategia a mi parecer, pero había la posibilidad de fallar porque no era hipócrita y no tenía ganas de sonreirle, no estaba arrepentida de lo que hice , no quiero ser su amiga porque entonces podría contarme lo feliz que es con su novia. También puedo llegar a perder la razón y cometer otra locura porque soy impulsiva.
Todo lo que hago por él y no valora ninguno de mis esfuerzos.
Mi sonrisa crece cuando es quien abre y se desvanece tan pronto cierra la puerta en mi cara. Joder, menos mal estaba un poco alejada porque de lo contrario ahora tendría el tabique desviado y sangre recorriendo por mi nariz. Tendría que hablar con Sofía seriamente para que le enseñara normas de cortesía a su hijo y aprendiera a respetar a los visitantes.
¡Pudo haberme hecho mucho daño físico! porque el emocional, ese ya estaba siendo causado.
Si de por si estaba molesta por las palabras hirientes que me dijo la última vez que hablamos, con eso mi enojo aumenta mucho más.
Abro la puerta y cuando está apunto de subir el primer escalón para ir al segundo piso lo detengo por uno de sus brazos haciéndolo que me mire .
— ¡¿Qué es lo que quieres?! — doy un respingo ante su grito y lo veo pasar su mano libre por su cabello en una clara muestra de frustración. — Maldición, déjame en paz. Te lo diré nuevamente, no te quiero y jamás te querré.
— Te recuerdo que en el hospital dijiste quererme.
— Solo fue producto del momento, pero nunca te he querido Bradley. Entiéndelo de una buena vez, ya mi corazón tiene dueña y esa no eres tu. Elvira representa la parte buena de mi vida y tu, bueno tu eres la pesadilla que me tocó vivir en ella.— vaya mierda.
Se dice que lo más difícil para un pintor es capturar la mirada del retratado, y en este momento si yo fuese una no sabría capturar la suya, principalmente porque es una que no logro identificar del todo. Es cierto, Sean no es que me vea con ojos de amor en lo que llevamos conociéndonos pero jamás me ha visto de la forma como lo está haciendo ahora, con una mirada que profesa desagrado cuando con ella recorre mi cuerpo, una que por primera vez me hace sentir pequeña por el desprecio que me brindan sus ojos.
Entonces, solo estoy segura de algo y eso es que tengo miedo de que él me haya empezado a odiar de verdad.
Una parte de mi tiene la pequeña esperanza de que se retractará de lo dicho, pero lo conozco tan bien y sé lo próximo que dirá logrará desarmarme.
— Estoy seguro que de encontrarte en un incendio y tengo la posibilidad de salvarte no lo haría. — se suelta de mi agarre y creo que hasta le asquea que lo haya tocado viendo como pasa su mano una y otra vez por la parte donde deposité la mía.
No me había equivocado. Eso dolió, mucho.
Igualmente, no sabía que Sean podía llegar a ser tan malo. Malo no, esto ya es ser despiadado.
No pienso llorar porque me veré fea si lo hago. No lo haré, no lloraré, no lloraré, no lloraré. Desecho esa lógica al sentir las lágrimas empezando a nublar mi visión, pero son segundos los que lloro y limpio las mismas bruscamente con el dorso de mi mano porque no me gusta sentirme vulnerable.
— Escúchame tu a mi ahora. — él me observa — Eres un maldito idiota por hacerme sufrir como lo haces.
— No pienso quedarme a escuchar tus ofensas.
Lo veo encaminarse nuevamente hacia las escaleras y como no me gusta quedarme con las palabras atoradas en mi garganta porque siento que terminaría asfixiándome corro y me subo en su espalda.
Lamento decepcionarte Drew, pero el plan ha fallado.
— Estás demente, bájate. — en vez de hacer lo que pide afianzo más mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas de sus caderas porque no hay posibilidad de bajarme hasta que me escuche.
— No pienso hacerlo y será mejor que te quedes tranquilo si no quieres que te muerda una oreja. No hagas que me convierta en Mike Tyson y hasta te la arranque, sabes que lo hago Sean. — sigue en su intento de hacerme bajar pese a que le advierto.
>> Es cierto que nunca fuimos amigos, pero también es cierto que no nos llevábamos tan mal al punto de matarnos como perros y gatos, tal como lo hacemos en estos momentos — lágrimas empezando a descender por mi rostro nuevamente — . Recuerda que cuando iba a tu casa y estabas triste terminabas desahogándote conmigo al no tener a alguien más a quien contarle tus problemas. Fui algo así como tu refugio tiempo atrás, un tiempo lejano al que decidiste restringirme el paso. Me cerraste la puerta y por eso decidí entrar por la ventana, como quien dice.
— Brad...
— Soy esa que te enseñó a montar a bicicleta porque eras tan imbécil de no saber pese a tener quince años. La misma que escuchaba tus lamentos cuando sentías que tu madre no te quería y la que te hacía entrar en razón asegurándote que Sofía te amaba, que solo estaba ocupada tratando de darte una mejor vida trabajando a sol y sombras por un futuro mejor para ti.
>> La que te hacía reír cuando caminábamos hacia el instituto o la que te defendía cuando algunos chicos intentaban golpearte, hasta fui a dirección por ti. Si eso no es suficiente para quererme entonces dime qué si lo es. — para cuando termino estoy realmente llorando y él se ha quedado tranquilo.
Eso solo había sido una pequeña parte de todo lo que hice por él, pero no pensaba cobrarle todo porque me quedaría debiendo hasta la vida.
— Te agradezco lo que has hecho por mi, pero no es suficiente para amarte. — suspira — De verdad siento todo el daño que te he hecho, pero en el corazón no se manda y yo no soy un mentiroso para decirte que te amo. No se dice lo que no se siente.
— Entonces porque yo si lo siento, permiteme decir que te quiero. Hasta creo que te amo - no dice nada y eso es como un puñal clavándose en mi corazón porque cuando dices una palabra tan grande como esa esperas por lo menos aunque sea una de vuelta por más pequeña que sea — .Te he hecho sonreír tantas veces que hasta se me olvidó llevar la cuenta.
— Lamento no quererte como quieres que te quiera.
— Eres un estúpido por decir la palabra quererte tres veces en una misma oración.
— No lo dije de esa forma, dije quererte, quieres y quiero.
— Es la misma mierda. — reposo mi cabeza de su hombro.
Empezaba a sentirme cansada por haber llorado. O tal vez la razón de mi cansancio se deba a que me la pasé toda la noche pensando en si perdonarlo o no y no dormí mucho, pero eso no impidió que apenas el sol empezara a salir ya yo estuviera caminando hacia él.
Lamentablemente él nunca ha caminado hacia a mi.
— Será como tu digas entonces. — me da la razón — Pero ahora baja de mi espalda y vete, por favor.
— No puedo caminar, me duele el corazón.
— No caminas con el corazón, pero te llevaré a tu casa.
— Tu eres mi casa.
— Estoy seguro que eso lo he leído en un libro.
— Entonces demándame por plagio — lo escucho reír — . Aunque si lo haces diré que le di créditos al autor.
Empezamos a caminar hacia la salida. Cualquiera que nos viera de esta manera aseguraría que somos una feliz pareja de enamorados, pero estamos muy lejos de serlo y todo porque él no quiere.
— De verdad no sé qué hacer contigo.
— Te he dado la respuesta muchas veces, quererme. — suspira sin responder.
El camino es realmente corto y solo es cuestión de dar algunos pasos para llegar a mi casa y otros cuantos a mi habitación. Siento la suavidad de mi cama cuando me deposita en la misma de manera que estoy sentada, pero eso no es nada ante lo suave que se sienten sus manos acariciando mis mejillas y sus pulgares limpiando algunas lágrimas que comienzan a descender.
— De verdad lo siento. — dice, inclinado frente a mi.
Estamos muy cercas y aún así hay una enorme distancia entre nosotros. Pero pienso empezar a recorrerla hasta hacerla realmente corta.
— Pues yo no — es lo último que digo antes de colocar mis manos en sus mejillas y acortar la distancia entre nuestros labios.
Soy consciente de su intento por alejarme, de la fuerza que no sabía tenía para retenerlo, de mis ojos cerrados y de que solo es un casto beso entre los dos. O eso creía, porque de lo que más soy consciente segundos después es de sus manos aferrándose a mis caderas y de sus labios empezando a moverse sobre los míos de manera lenta.
Cuando te imaginas tantas veces algo y ese momento de pronto llega crees no estar preparado para ello, tal vez porque lo sientes poco realista y crees estar en un sueño, por eso me debato en si seguir con el juego o no y a la final decido que sí y que si se trata de uno por lo menos disfrutaría de los labios de Sean. Pero sus labios se sientes reales. No era un sueño, él realmente me estaba besando.
Mi corazón late de manera desenfrenada por el hecho de que nuestros labios se encuentren unidos, estoy realmente feliz. De hecho, si no fuera porque estamos besándonos estoy segura que estaría sonriendo hasta que mi sonrisa saliera de mi rostro.
Y lo que comenzó siendo un beso lento y algo perezoso, pasa a ser uno intenso cuando mis manos viajan a su cuello, pero más cuando decido darle libre acceso para que su lengua explore mi boca. Esto es la gloria.
No soy consciente del tiempo, lo único que sé es que el beso está resultando largo y yo empiezo a perder hasta el aliento y creo que a él le sucede lo mismo pues termina separándose. Es cuestión de segundos para que su boca ataque nuevamente la mía y esta vez va por más cuando siento una de sus manos ahora en mi cuello y la otra subiendo por mi torso.
Me doy cuenta que estamos recostados en la cama y me da por ser atrevida y rodar hasta quedar sobre él. Ese movimiento termina dañando el momento porque él se da cuenta de lo que estábamos a punto de hacer y se incorpora de golpe.
Aish, tuve que dejar que él hiciera todo. Si lo hubiera hecho de ese modo en segundos, tal vez minutos, no dudo que estaría desvestida.
— Mierda Brad , no me hagas odiarte más de lo que ya lo hago. — habla de manera entrecortada.
— Supongo que fue porque me odias que me has besado — digo luego de segundos tratando de calmar mi respiración e incorporándome nuevamente en la cama para verlo — Yo fui quien empezó el beso, pero fuiste tu quien se encargó de meter su lengua en mi boca.
— Fue un error que no volverá a suceder.
— Como dice Drew, si creer eso te hace sentir mejor entonces por lo menos sé un loco feliz.
— Vamos a dejar las cosas claras. — me da cierta gracia verlo caminar en círculos por mi habitación y con sus manos en sus caderas — Tengo mi novia, me quiere, la quiero.
— Y no te quiero escuchar — interrumpo levantándome de la cama.
— Lo tendrás que hacer.
— Entonces te escucharé desnuda y desde el baño porque pienso tomar una ducha. Claro, si es que no quieres entrar conmigo y bañarnos juntos. — empiezo a sacar mi camisa quedando en sujetador y me complace que se encuentre observándome.
Lo sabía, yo causaba reacciones en él.
— Esto no quedará así — acusa con su dedo y va a la salida, deteniéndose en el umbral de la puerta — . Por cierto, no pienses en decirle lo que ha pasado a Elvira, yo mismo se lo diré.
— ¿Por qué me dices eso?
— Porque está en tu naturaleza ser mala y sé que lo harás.
— También sabes que está en mi naturaleza no rendirme hasta conseguir lo que quiero y eso eres tu. Seras mio Sean, ya lo verás. — rio al notar que sus ojos están entretenidos viendo cada área de mi cuerpo.
Lo veo irse y me adentro al baño sonriendo.
Este fue un día en que llovió mucha mierda, pero a la final hubo una sombrilla que aunque no impidió que me salpicara un poco, no permitió que me cayera totalmente encima.
* * *
Estaba feliz. Pero muy, como muy feliz.
No solo me dio por cantar mientras me bañaba sino también bajo las escaleras haciéndolo ganándome la atención de mi abuela y mi tía quienes se encuentran en la sala viendo alguna telenovela. O mi tía es quien la ve, porque mi abuela borda y solo de vez en cuando se dedica a ver hacia la pantalla, supongo es por esa razón que en su cabeza siempre lleva otro libreto que no coincide para nada al verdadero pero que no le impide ponerse a contar todo lo que va pasando aunque sea erróneo y mi tía lo esté viendo. Apuesto a que ni siquiera sabe quien es la protagonista.
— ¿Porqué tan feliz? — Pregunta mi abuela apenas llego a la sala.
Doy un sonoro beso en sus mejillas a cada una de ellas sentándome en medio de las dos y pasando mis brazos por sobre sus hombros.
— Porque la vida es bella. — mi abuela asiente pausadamente como no sabiendo si darme la razón o no. O mejor dicho, no sabiendo el porqué de mi comportamiento — Bordar es igual de hermoso, siempre he querido bordar. — mi tía se carcajea y mi abuela ríe un poco por la mentira que he dicho.
Me complace que no se den cuenta de mis ojos un poco hinchados, porque ellas me conocen y saben que no soy de las que lloro frecuentemente así que lo más probable es que piensen que me estoy drogando y eso me traería serios problemas.
— Nunca te ha gustado bordar. — habla mi tía — Mi madre siempre ha dicho para enseñarte, pero siempre sacas una excusa o terminas inventando algo para no hacerlo. — me ve como la cosa más rara sobre la faz de la tierra, pero eso no importa.
Si hoy me dijeran que me ha salido un ojo en la frente pensaría que es una maravilla y me veo hermosa. Hasta ese grado llega mi felicidad y es que ciertamente saber que Sean no es ajeno a mis encantos es razón para estar volando en una nube de algodón.
— Es cierto — concuerda la gran Baley — .La primera vez que lo intenté apenas eras una niña y desde ahí supiste que no era lo tuyo, escondiste los implementos de bordar debajo de la almohada esperando a que el hada de los dientes llegara por el que se te había salido y así negociar para que se los llevara también. La ultima vez tenías alrededor de quince, ya no fue al hada con quien decidiste negociar sino con la vecina. — Rio, todo hoy me parece hermoso.
En serio, estoy tan feliz que hasta podría tejerle la tela a una araña.
O salir de casa y lanzar dinero por las calles, aunque solo tengo tarjetas y se vería raro.
— Oh, que desgraciada soy — digo tomando una de sus manos y depositándola en mi cabeza empezando a dar golpes con ella. En otros tiempos a mi abuela le hubiera dado por quitar su mano para que no me hiciera daño alguno, ahora solo espera que me canse — . Perdona a esta pecadora.
— Ya decía yo que haberte caído de la cuna cuando naciste traería sus consecuencias- suspira, negando con su cabeza y empezando a bordar nuevamente. — Me saliste loquita, pero eso no importa, mi deber como abuela me hace quererte.
— Por supuesto abuela. — le doy la razón y camino hacia la cocina para prepararme algo de comer.
Con lo que hay en la nevera fácilmente podría darme un festín, hasta puedo invitar a la reina de Inglaterra, Dinamarca, Países Bajos y tener una tarde de té con ellas.
Pienso en lo qué podría prepararme y el menú más sofisticado al que llego sería pan y dentro de este colocar unas buenas porciones de hielo porque eso es todo lo que hay, hielo, hielo y más hielo. En dado caso de decidir comer el pan de dicha forma, cosa que no haré, no dudaría en bautizarlo como Jack, en honor a aquel pobre que aguantó tanto frío.
Como a alguien se le ha olvidado hacer las compras, termino comiéndome un pan seco, pero como estoy feliz visualizo el queso, jamón y, como soy pretenciosa, también pedazos de pollo.
— ¿Porqué te estas comiendo un pan seco? — pregunta Ellen al verme llegar a donde están.
Porque con todo lo que hay en la nevera me fue difícil escoger algo para echarle. Eso es lo que quiero responderle, pero decido pasar uno de mis indices por mi camisa — porque he visualizado salsa escurriéndose de los bordes del pan y cayendo a la blanca prenda de vestir que llevo puesta — , y luego lo llevo a mi boca.
— Se está escurriendo la salsa. — informo al ver que ambas me ven raro.
— Le hubieras untado crema de maní. — propone mi abuela.
Dios, odio cuando no notan el sarcasmo.
— El maní vino entero, casi que en concha. — rio de mi propio chiste — Dios mio, ustedes no se llevan bien con el sarcasmo. En la nevera no hay nada. — termino rindiéndome y lanzándome al sofá.
— ¡¿Cómo va a ser?! — exclama mi abuela — Ellen fue de compras ayer.
— ¿No eras tu quien iba? — cuestiona mi tía.
La batalla por quién tiene la razón empieza. Si tuviera que apostar, en este caso lo haría por mi abuela porque sé que a ella nunca se le olvidaría hacer las compras, contrario a Ellen quien ahora que está metida de cabeza en la cafetería parece habersele olvidado el mundo. De hecho, no sé porqué está en casa en estos momentos y no en su lugar de trabajo.
Termino bufando al darme cuenta que no se pondrán de acuerdo y siendo yo quien vaya por las compras pese a que ellas dicen que no lo haga pues siempre termino comprando chocolates, helados, galletas y nunca traigo algo que sea realmente comida. Exageradas.
* * *
Deberían crear una clínica de rehabilitación para adictos al chocolate. La primera en ser inscrita sería yo que desde que salí del supermercado me la he pasado comiéndome un sin fin de barras de ello.
No entiendo como hay personas que no les gusta, esos arderán en las llamas del infierno por pecadores. Bueno, lo más probable es que sea yo quien termine en el infierno por ser tan golosa y no ellos.
Aparcamos frente a casa y le pago al taxista. Solo de esta manera es que me permito pagar un taxi. No es como si viviera en la miseria, pero si se trata de ahorrar un poco entonces no importaba tomar un bus y darme cuenta de que la humanidad de a poco iba en retroceso al ver a los jóvenes sentados como reyes mientras algunos adultos mayores iban parados.
Esta vez compré lo necesario para la comida. Claro que también compré mis gustos, pero de eso no me pueden culpar porque pago por ellos, — aunque resulta ilógico cuando hablo de ahorrar.
Mi abuela es quien me ayuda con las compras porque mi tía se marchó a atender su negocio. Ya decía yo que se estaba tardando.
— Tardaste demasiado.
No digo nada porque era cierto. Tardé alrededor de dos horas y todo por quedarme viendo lo que había en las tiendas por las cuales pasaba. Hasta cuando pasé por una tienda de mascotas y vi un perrito que parecía sonreírme me quedé observándolo por largos minutos pensando comprarlo, pero luego me di cuenta que no había uno sino dos y me dio lastima dejarlo solo. Además, no tendría tiempo para cuidarlo, o cuidarlos en el caso de comprar los dos, porque estudio y trabajo.
Mi celular sonando y marcando en la pantalla numero desconocido me hace salir de la cocina e irme a atender la llamada a la sala. No sé quien sea, pero si llamaban era por algo.
— ¿Quién es?
— Hola Brad. — no es necesario ya que me lo diga.
— Hola Evan. No preguntaré quien te dio mi numero porque sé la respuesta. En cambio, si para qué llamas.
— Solo quería escuchar tu voz — es su respuesta antes de echarse a reír — . Vayamos al cine a ver una película.
— Pensé que podríamos ir a contar las sillas — no puedo evitar decir porque si íbamos al cine era obvio que era para lo mencionado por él — . Igualmente, no puedo.
— ¿Estás ocupada?
— No.
— Entonces en treinta minutos paso por ti. — y cuelga.
Genial. No me dio tiempo de decirle que no iría aunque me viniera a buscar. Ahora tengo que alistarme para una salida que no acepté.
Bien, estoy demasiado feliz que una salida no me vendría mal.
* * *
El frío que hace en la ciudad el día de hoy ha hecho que en vez de ropa pareciera que me he puesto una cobija demasiado gruesa encima. Estoy demasiado arropada.
Apenas saliendo de mi casa escucho los rugidos de una motocicleta y en cuestión de segundos Evan aparece en mi campo de visión.
Se ve guapo y lo peor de todo es que parece que nos hemos puesto de acuerdo para vestirnos como pareja ya que ambos estamos vestidos de negro y con ropa algo similar. Claro que él se ve bien con la cazadora que trae puesta mientras yo no sé a qué parezco con la gruesa chaqueta que llevo y que no acentúa para nada mis curvas.
— Si me hubieras dicho que vendrías en motocicleta me hubiera puesto algo más sensual. — bromeo llegando a él.
Tal vez se deba al hecho de que apenas nos conocemos que no sé cómo saludarlo. Opto por darle un beso en la mejilla pero no parece conformarse con eso pues baja de la motocicleta y me rodea con sus brazos. A este chico le daban una mano y ya se creía dueño del brazo completo.
— Te ves hermosa.
— No sé como sabes eso cuando con este gorrito de lana y esta bufanda no se ve mucho mi bello rostro. — eso lo hace reír — . Me pregunto como no se me pasó por la cabeza que tenías motocicleta. Es como ley de vida que los chicos guapos tengan una.
— Ciertamente me veo sensual en ella. — eso no se lo puedo discutir.
Siempre me han parecido sexy, no sé porqué, los chicos que conducen una, y que tienen tatuajes en su cuerpo.
— Será mejor que nos pongamos en marcha antes que mi abuela asome su cabeza y decida hacerte un interrogatorio para saber quién eres.
— ¿No le dijiste que saldrías con tu novio?
— No eres mi novio — digo, soltándome de su abrazo — . Solo dije que saldría con un amigo.
— Bien. Pero luego tengo que conocer a la abuela. — eso suena a promesa — . Ahora, ¿te ayudo a montarte a la motocicleta o sabes hacerlo?
— Oh Evan, soy una chica mala. — rio, siempre he querido decir esa línea. — Por supuesto que sé hacerlo.
Espero a que él se suba y luego lo hago yo.
— Bien chica mala, ahora ponte el casco. — me extiende uno y me debato en si aceptarlo o no.
— Eso me quita sex-appel — es lo último que digo antes de ponérmelo.
El ríe y confieso que su risa me hace sonreír.
* * *
Ver una película con Evan es divertido. En realidad, él es divertido.
La mayor parte de la película no las pasamos hablando y diciendo cosas que ahora que lo pienso no tienen sentido alguno, pero que nos hacían reír como dos tontos. La otra parte no las pasamos tirándole palomitas de maíz a la pareja que nos mandó a callar varias veces porque querían ver la película, lo cual se entendería si fuera cierto, pero la realidad es que se la pasaron hablando igual que nosotros y entonces perdieron credibilidad.
Ahora, nos dirigíamos a la terraza del centro comercial para conversar un rato. Nuestras manos nuevamente están unidas porque este chico no pierde oportunidad de tomar la mía. Esta vez su razón fue que no quería que me perdiera.
— Vayamos por el ascensor. — propongo, pero él niega — ¿Porqué no?
— Porque me restaría segundos de tiempo para sostener tu mano. — al parecer al chico le sale natural ser cursi.
No digo nada y llegamos a nuestro destino subiendo las escaleras que por lo menos eran mecánicas. No entiendo porqué no subimos por el ascensor cuando él igualmente no ha soltado mi mano. Demasiados locos en este mundo.
El sol empieza a ocultarse. Los colores formados en el cielo le dan ese toque maravilloso que necesitaba un día como este.
— ¿No te parece que la vida es bella? — llevo mi vista a él quien ya se encuentra observándome y asiente.
— La vida es hermosa porque en ella te conocí. — responde acercándose a mi. Su rostro cada vez más cerca del mio.
No soy de esas chicas que por escuchar palabras bonitas caen rendida a los pies de quien las ha dicho.
Yo estoy segura de mis sentimientos y sé que quiero a Sean y que no sucederá eso de enamorarme de él, por lo mismo pienso detener esto que está sucediendo entre nosotros, mas no es necesario hacerlo porque el momento se ve interrumpido por una voz femenina llamando su nombre.
Una pelinegra corriendo llega a nosotros y lo abraza. Me permito detallarla mejor, cabellera larga, tez pálida, ojos verdes y con un excelente cuerpo. Sí, ella es hermosa.
— Te reconocí apenes crucé la puerta. — es lo que dice separándose de Evan.
— Mandy — parece hasta aburrido de decir su nombre.
Y yo lo recuerdo perfectamente. Finalmente he conocido a la otra chica quien hace de chicle en la vida del chico.
Sus ojos reparan en mi y me ve de pies a cabeza con desagrado. Tal vez trate de aparentar frente a Evan porque termina sonriéndome y acercándose a mi con la intención de depositar un beso en mi mejilla, pero soy rápida para empujarla.
— Apártate demonio. — su ceño se tensa apenas digo eso, pero no le toma la mayor importancia y nuevamente empieza a acosar a Evan, quien todo lo que hace es mirarme.
Entre perras nos reconocemos. Ella es una que aparenta ser tierna, pero desde aquí puedo oler su naturaleza perruna y sé que la cara de mosca muerta que carga encima es solo una mascara que lleva.
Decidimos sentarnos en una de las mesas del lugar porque la niña asegura estar cansada, luego manda a Evan por comida para ella porque tiene hambre y pide que le traiga una ensalada Cesar. Si no fuera porque esta contiene pan y queso, a veces pollo, le estamparía una bofetada por venir a comer lechugas al lugar, pero por supuesto que son sus gustos y estoy demás en ello así que me recuerdo no hacerlo.
Por mi parte termino encargando una hamburguesa y un refresco, y lo veo irse.
— Finalmente a solas. — sabía que eso era lo que quería. — ¿No crees que es mejor quitarnos las mascaras?
— Pues quitatela tu — digo riendo — . Yo no necesito de una, siempre he aparentado ser quien soy.
— No importa. Solo te diré esto, será mejor que te alejes de Evan si no quieres ver quien soy en realidad. Créeme, no querrás conocerme por las malas porque te irá muy mal.
Sigue hablando y me estoy aburriendo de lo que dice, por lo mismo saco un cigarrillo de la pequeña cartera que he traído conmigo; creo que este es el tercero que consumiré en lo que va de año y juro será el último que consuma en mi vida por muy loca que me vuelva, porque en realidad no soy adicta al cigarrillo, solo lo consumo cuando estoy estresada y ella está empezando a hacerlo con su posesividad sobre el chico.
Dios, sé que a veces puedo ser loca respecto a Sean, pero jamás lo he considerado un objeto y creer que me pertenece.
— ¿Tienes encendedor? — pregunto, interrumpiendo su vomito verbal. Ella niega.
Tengo que caminar hacia un chico sentado en una de las bancas del lugar y pedirle prestado uno.
— Bien, como te decía — habla apenas me ve sentarme junto a ella — , Evan me pertenece y no estoy dispuesta a que una recién llegada me lo quite.
— Muéstrame el título de propiedad que asegure es tuyo — rio al ver como tose cuando le hecho el humo en la cara.
— No te hagas la graciosa — su dedo se enrolla en un mechón de mi cabello y aunque finja que es de forma amigable sus jalones no lo son.
Eso no se hace.
Doy una segunda y última calada al cigarrillo antes de depositarlo en su brazo haciéndola levantarse y gritarme si estaba loca.
Y por supuesto tenía que llegar Evan en ese momento para ver la peor parte de mi como persona, parte que nunca he escondido pero que solo nace cuando tengo personas como ella frente a mi.
Él toma su brazo para ver lo que he hecho y la maldita hasta llora.
— Evan, duele.
Por supuesto que dolía.
— ¿Porqué lo hiciste?
— Porque me dio la gana. — es lo que respondo levantándome y tomando de la bolsa, que depositó hace momentos en la mesa, lo que he pedido — . Fue un placer haber salido contigo. Supongo que aquí nos despedimos.
No pensaba gastar saliva cuando en casos como estos siempre la culpa recaía en mi por más que me defendiera.
Soy consciente de que él me llama cuando empiezo a alejarme, pero también de que la chica llora con más fuerza con el fin de retenerlo y la maldita lo logra. Es una manipuladora de primera. Veo una última vez hacia ellos y mi sorpresa es que están besándose; vaya que son rápidos.
Si de casualidad ven los pedazos de un corazón roto en el suelo recójanlos y me los entregan para pegarlos porque ese fue el mio haciéndose añicos. Rio ante este pensamiento.
La verdad es que sentí una sensación de alivio al saber que, de pronto, la chica de quien él esté enamorado sea ella y no yo.
Tengo en cuenta que a ella no fue quien invitó a salir, tomó su mano y pensaba besar — aunque a ella fue quien terminó besando — , pero quiero creer que esa chica es quien acelera su corazón y todo para no darle muchas vueltas al asunto y tener que pensar ahora en qué hacer con Evan Samuels.
Él puede resultar ser diversión, pero también puede ser sinónimo de problemas.
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