D I E C I S É I S
Capítulo dieciséis: Disfrutar también es parte de la vida.
Estaba llorando.
No puedo evitar hacerlo ante los recuerdos que deseo reprimir del día de hoy, y es que el hecho de que mi madre no recuerde prácticamente nada sobre mi y que defienda a alguien que no soy yo duele.
Escucho a mi abuela llamar mi nombre desde el primer piso, pero no tengo ánimos de saber el porqué de su llamado; en cambio, me quedo contemplando la desolada noche en la azotea de mi casa.
Desde que llegué lo único que dije cuando mi abuela me preguntó cómo había ido todo, fue: muy bien, por supuesto ella no me creyó nada, pero agradezco que no haya insistido y me haya dado mi espacio aunque sea dejándome subir a la azotea; sentarme en el piso de ésta y hablar sola de vez en cuando.
Seco mis lágrimas con el dorso de mi mano cuando la puerta se abre, pero no es mi abuela sino el chico quien presenció todo el día de hoy.
Me parece estúpido verlo caminando cuidadosamente para llegar a mi; su cerebro capaz e ideó el plan de asustarme, pero con lo que no cuenta es que estoy viendo cada movimiento suyo a través del espejo roto que se haya frente a mi y el cual yo misma rompí al lanzar un tacón que dio a parar justo en el. Camina inclinado hacia donde estoy y cuando creo que está lo suficientemente cerca giro mi rostro.
— ¡Booooo!— termino siendo yo quien lo asusta y rio cuando de la impresión cae de culo en el suelo.
—¿Cómo sabías que había alguien detrás de ti? — pregunta aun tirado en el suelo; no me queda de otra más que señalar hacia el espejo— Por un momento pensé que eras bruja.—su comentario me hace reír un poco.
Evan es lo suficientemente atrevido para sentarse detrás de mi; posicionar sus piernas a cada lado de mis caderas y hacer que sus manos rodeen mi cintura. Ya estaba tan acostumbrada a su dosis de desfachatez que no me sorprende ya nada que venga de él.
— ¿Estás bien?— pregunta, jugando con mis manos.
Todo lo que hago es asentir, pero me da alivio saber que alguien se preocupa por mi. Ciertamente cuando sucede una situación como la de hoy la primera pregunta que esperas es la dicha por Evan y no qué había pasado como lo hizo Sean y hasta mi propia abuela.
— ¿Qué le sucedió a tu mano?— veo hacia esa parte y sonrío viéndola vendada.
— Solo tengo unos aruños, pero alguien con complejo de doctor fue tan dramático como para vendarla.— solo recibo un "Mmm" de su parte— ¿Desde qué minuto viste la escena que hice en el restaurante?
— Desde la parte que te creíste Mayweather y tu puño voló al rostro de aquella chica.
— ¿Y aún así estás aquí?, ¿No estás decepcionado de mi?— pregunto mirándolo.
— ¿Por qué estaría decepcionado de ti? En una historia siempre hay dos o inclusive más versiones. Escuché la de ella y no pareció muy creíble, pues aseguró que solo estaba llamando tu nombre y sin aviso alguno la golpeaste.
— Mentirosa.— mascullo mirando nuevamente hacia el frente - Eramos amigas, tal vez se debía a que ella entendía mis demonios y yo los de ella que nos llevábamos bien. Tarde me di cuenta que pese a tener todo siempre me envidió; cuando salíamos juntas a veces notaba comportamientos extraños hacia a mi, como decirme que me veía horrible con la ropa que llevaba puesta o queriendo dejarme en pena cuando salíamos en grupo y ella decía pagar todo por mi porque yo no tenía dinero.
>> No importaba realmente, porque después de todo ser pobre no es malo. Aunque siempre quise ir a conciertos y por ser los boletos muy caros me perdí los más importantes. A los 15 años aunque no era directioner quería ir a un concierto de la banda británica, mi abuela un día llegó con un boleto para ir a uno de sus conciertos en la ciudad. —rio al recordar esa anécdota — Estaba tan emocionada que fue cuando llegué al lugar donde se presentarían que me di cuenta que no se trataba de la banda británica sino de la estadounidense que comparte el mismo nombre. Igualmente me la pasé bien gritando como loca y coreando sus canciones aunque siquiera las conocía.
— Sé que no es el momento adecuado, pero permiteme que me ria.—maldito, él se está riendo desde hace rato.
— Adelante, ríete todo lo que quieras.— su risa se detiene cuando soy yo quien entrelazo mis dedos con los suyos; eso al parecer lo ha puesto nervioso.
>> Siguiendo con el tema, a veces la invitaba a casa. Después de pasados algunos días ella venía sin yo avisarle, pero no me tomaba en cuenta para sus planes e invitaba a mi madre a salir. Ya luego no vino sola sino con su padre y siempre que lo hacía era exactamente a la hora en que mi padre estaba trabajando. Semanas después retomó sus salidas conmigo pero yo no era tonta, sabía que su plan era que su padre y mi madre quedaran solos en casa y por eso la mayoría de las veces declinaba su oferta y terminaba echándola de casa, pero eso no impidió que siguiera viniendo.
>> Lo último que supe fue que mi madre nos abandonaba por irse a vivir con ellos. Lamentablemente no me di cuenta que a una corta edad ya ella era lo suficientemente macabra y lo que más me envidiaba era que yo tuviera una madre y ella no, así que terminó llevándosela.
— Vaya. —tal parece que el ratón le ha comido la lengua porque es incapaz de contestar algo más.
Esa era solo una parte del cuento, la otra estaba entre las sábanas de lo que en un tiempo fue la habitación de mis padres. Pero Evan no necesitaba saber que un día, cuando mi padre me pasó buscando temprano a clases y regresamos a casa, encontramos a mi madre en los brazos de quien ahora es su esposo. He ahí la razón por la que terminó por marcharse.
Reposo mi cabeza de su hombro y llevo mi vista al cielo. La noche parece conspirar a nuestro favor. Lo que antes era un cielo despejado se había convertido en uno lleno de estrellas, dándole un panorama romántico a nuestro encuentro. Un panorama romántico que no necesitaba.
Mi celular vibra en uno de mis bolsillos delanteros y finalmente cuando logro sacarlo la pantalla anuncia el nombre de Hannah, así que no tardo nada en responder.
— Paso por ti en treinta minutos. Hoy saldremos.
— ¿Por qué?
— Porque es sábado, solo por eso.
— No me siento bien.
— Entonces es una razón mayor para que salgas de tu celda. Disfruta y también olvidas. Te juro que si llego a tu casa y no estás vestida así sea en bragas yo te saco, sabes que lo hago Brad. Ahora, cambio y fuera. —No me da tiempo de responderle cuando ya ha finalizado la llamada.
Suspiro, tal vez una salida no me vendría nada mal.
* * *
Evan huyó apenas se enteró que quien vendría a buscarme era Hannah, quien no dudaría en matarlo de encontrarlo en mi casa porque ella le pidió el favor de que fuera a su departamento a arreglar una lámpara que cada dos días se daña y aunque él prometió iría no ha sido de esa manera.
Es una suerte que haya logrado irse sin que su hermana lo haya visto, porque no es en treinta minutos sino en menos de diez que ella está en mi casa, sentada con mi abuela en uno de los sofás y ya atormentándole la vida.
— Y hoy sábado —eso lo ha dicho desde que llegó —, y mañana sábado.
— Mañana es domingo.— resalta por milésima vez mi abuela.
Rio, la pobre no se ha dado por aludida que Hannah solo le está tomando el pelo.
Las dejo a solas y subo a bañarme. Al terminar de hacerlo corro de inmediato al closet para apurarme porque escucho a Hannah gritar mi nombre desde el primer piso.
Es tan frustrante elegir ropa que termino usando un simple pantalón largo, una blusa holgada color rojo y unos zapatos de suela alta en tonalidades grises. Estaba bien vestida, pero no para ir a un club como tenía planeado Hannah. Me esmero más de la cuenta en maquillarme un poco fuerte el día de hoy para que no se vea mucho que mis ojos están levemente rojos por haber llorado. Dejando mi pelo suelto y echándome perfume salgo nuevamente de mi habitación.
La voz de mi abuela se escucha en toda la sala, sé que está peleando con mi amiga y diciéndole que está loca, pero hasta un ciego se daría cuenta que solo se hace la dura y Hannah realmente le agrada, si no fuera de esa forma no me preguntara cuando vendrá a visitarla.
— Nos podemos ir. — pronuncio detrás de ellas.
— Llega temprano.— ordena mi abuela sin dejar de prestarle atención a su bordado.
— Por supuesto abuela, llegaremos a las siete. —esa es Hannah, haciendo que mi abuela resople pero igualmente sonriendo.
— Niña, ya pasa de las siete.
— Nunca dije que fuera de la noche. —es lo último que dice, levantándose del sofá y sacándome rápido de la casa antes de que mi abuela se arrepienta de haberme dejado salir. —¿Dónde estará Vanessa?
La recién nombrada aparece y detrás de ella una furiosa Ebba llama su nombre. Perdóname Dios por lo que voy a decir, pero a esa mujer debería caerle un rayo.
— Será mejor que nos vayamos rápido. —sugiere al llegar a donde estamos.
Nosotras nos ponemos sobre la marcha y cuando digo sobre la marcha no me refiero a subir al auto, sino a esperar que Hannah sea la única que lo haga para que Vanessa y yo empecemos a empujarlo desde atrás. Desde hace semanas al dichoso transporte se le pegó la maña de no encender si no es empujado, porque digamos que el motor ya no da para mucho. Así pasamos algunos minutos hasta que finalmente arranca y nos subimos a el para irnos al dichoso club al cual nos llevará Hannah hoy.
En todo el trayecto nos dedicamos a hablar de cosas que no son trascendentales, hasta que finalmente llegamos al club. El club se encontraba localizado en la calle Landsdowne, perteneciente al vecindario de Fenway-Kenmore y en el cual residía Evan según lo que ha comentado Hannah mientras salimos del auto. Era bien sabido que Fenway-Kenmore era el hogar de muchos estudiantes de las universidades de los alrededores, así como que es uno de los mejores vecindarios con los que cuenta la ciudad de Boston para vivir. Me preguntaba si era por dichas razones que él había decidido residir en esta zona o era el simple hecho de que en esta parte de la ciudad la vida parece llevar un ritmo más delicioso, sobretodo durante la temporada de grandes ligas y todo por ser el hogar de los históricos Red Sox. Como fuera el caso, no se podía negar que era un buen lugar para vivir.
A las afueras, el lugar está atestado de gente haciendo cola para entrar, pero nosotras no pasamos por ese martirio porque con solo Hannah mostrar una tarjeta V.I.P nos dan luz verde. Lo que hace el dinero. Cuando entramos, no reparo muy bien en el lugar, solo sé que es grande, que las luces azules que parpadean constantemente me están empezando a marear y que no sé dónde carajos entrarán más personas si esto ya está lo suficientemente lleno como para caminar rozándonos los hombros.
Agradezco cuando llegamos a la parte de arriba del club, que más que un piso es solo una pequeña sección, fraccionada en tres parte donde en cada una se halla una pequeña mesa con diferentes licores, copas y cigarrillos, además de sofás para hacer la estadía agradable. Esto es el salón V.I.P, me quedó claro al subir los peldaños de las escaleras y leerlo en un cartel.
Tragos van y vienen y es cuando ya hemos entrado en calor que decidimos bajar para bailar. Me siento como una inadaptada al ver que todas las chicas, hasta Vanessa que no es de mostrar las piernas, traen vestido, pero ya no podía hacer nada mas que dejar que los hombres aprecien mi trasero enfundado en un jeans.
Rio viendo a Vanessa bailar. Bueno, si es que se le puede llamar así a solo subir sus brazos y levantar sus piernas; me hace recodar a los soldados marchando. Hannah, por el contrario, baila muy bien y no repara en sus movimientos, los cuales parecen estar provocando erecciones bajo los bóxers de algunos chicos.
Estando sudada, decido ir a la barra del lugar y pedir un trago que me quema la garganta apenas pasa por ella. Mientras estaba bailando sentí que alguien me miraba y creí haber alucinado al ver a una persona que tengo tiempo sin ver, pero al verlo sentarse a mi lado me doy cuenta que mi alucinación fue real. Demonios, tan bien que la estaba pasando para que venga éste a cagarla.
— Sabía que eras tu. — habla muy cerca de mi oído.
No respondo y en cambio pido otro trago en lo que pienso en qué hacer para librarme de Brett, aquel amigo de Drew a quien le dije que le olía mal la boca y rechacé sin arrepentimiento alguno. Él nunca estuvo enamorado de mi, solo es uno de esos hombres que no les gusta le pisoteen el ego porque se sienten humillados y eso fue lo que yo hice, ganándome que por años estuviera detrás de mi pero perdiéndolo de mi vista cuando entré a la universidad.
Brett ya no es aquel adolescente estúpido que se dejaba los bigotes aunque no tuviera siquiera un pelo que hiciera de barba, él ya es todo un hombre y uno muy guapo a decir verdad. Su cabello negro azabache contrasta perfectamente con su blanca piel y los ojos más azules que he visto en mi vida; sus facciones son muy marcadas; además es alto y con un excelente cuerpo. Lamentablemente con todas estas características, de todos los amigos de Drew, siempre fue el que menos me inspiró confianza y es que el hecho de que siempre que podía hacía sugerencias para ir a lugares que no eran muy inocentes para una chica que apenas rondaba los trece años o que tratara de besarme a la fuerza, eran razones suficientes para ello.
— De verdad me alegro de verte de nuevo Bradley.— asiento.
Él no es un mal chico, solo alguien que no aceptaba el rechazo como parte de su vida y eso de algún modo lo llevaba a la obsesión, aunque nunca ha hecho nada en mi contra.
— A mi no mucho que digamos Brett.— mi sinceridad lo hace reír.
Sí, puede que sea un buen chico pero igualmente no me confío.
Llevo mi vista por la pista de baile y a unos cuantos centímetros de Hannah y Vanessa se encuentra Evan, se me había olvidado que Hannah lo llamó cuando veníamos en camino. Pero él no vino solo sino con sus dos sombras; lo más gracioso de todo es que una le baile por delante y la otra por detrás.
— ¿Por qué no vamos a un lugar más... privado?— sugiere.
Yo contigo no voy ni a la esquina.
— No gracias.— dejo el vaso en la barra y sin disculparme realmente con él subo al salón V.I.P.
Necesitaba alejarme de él y así tenga que bailar lo que queda de noche con unos de los dos guardas, quienes se encuentran supervisando que solo quienes puedan entrar a dicho salón lo hagan, lo haré. Para mi mala suerte veo como Brett ingresa a mi sección, que no es mía en realidad, sin problema alguno.
— Te traje un trago. —dice enseñándomelo e increíblemente aquí no tenemos que gritar para ser escuchados.
Lo miro con sospecha cuando deja el trago en una de mis manos; ni loca pensaba tomármelo. No sé qué sustancia le pudo haber echado, así que lo dejo en la mesa y me dedico a mirar sentada en el sofá hacia donde bailan mis amigas, esperando que algunas de ellas venga en mi rescate y me salve de este chicle.
— ¿No piensas tomarte el trago?
- No sé qué contiene.- digo sin mirarlo.
— ¿Crees que le puse algo para drogarte?— lo miro y me encojo de hombros como respuesta- Ya veo que no me conoces Brad.— Y se lleva el vaso a su boca y se toma la bebida de un solo golpe.
Suspiro. Tal vez estaba siendo muy dura con él, pero no podía evitarlo.
— ¿Cómo demonios entraste aquí? No todos pueden hacerlo.— reclamo.
— Soy el dueño. —dice sonriendo.
Me sorprende un poco que siendo tan joven sea dueño de un lugar como este, pero no digo nada sobre ese hecho.
— ¿Y el dueño podría retirarse? — pregunto, pensando en una excusa para que se vaya cuando niega con su cabeza - Estoy esperando a mi novio.
— Entonces cuando llegue me voy. Aunque sé que estás soltera Brad.
¿Alguien me podría pasar una pistola? Este hombre me está sacando de mis casillas.
Si esto fuera alguna escena de un libro no dudo que se titularía: un novio para Bradley, porque internamente estoy rogándole a Dios que me envíe del cielo uno, pero me rindo al pasar como cinco minutos y todo lo que se ve en la entrada son los dos gorilas quienes hacen de guardas. Si uno de ellos era el enviado, pues gracias pero declino la oferta.
Todo lo que quería era sentarme para descansar por haber bailado, pero debo levantarme con el fin de ir a la pista aunque sea para perder de vista a Brett, más viendo a Evan entrar me doy por salvada y sin pensarlo dos veces camino hacia él y envuelvo mis brazos de su cuello.
— Menos mal llegaste. Necesito que me salves del loco detrás de mi. — él lleva sus ojos hacia Brett, después hacia a mi y da un corto beso en mis labios antes de rodear mi cintura con sus brazos.
— ¿Quién es?
Si respondo que es un acosador se puede armar la grande en el lugar, por lo mismo creo mejor intervenir por Brett aunque no se lo merezca y de esa manera salvo a Evan de una golpiza segura porque ahora recuerdo que "mi querido amigo" era cinta negra en karate.
— Un amigo que no veo desde hace tiempo; uno que se pone un poco fastidioso cuando bebe.— Evan no me cree y tomando mi mano caminamos hacia donde se encuentra Brett observándonos. No me quedará más remedio que presentarlos.
— Evan él es Brett, un viejo amigo ; Brett, él es Evan, mi...— me cuesta hasta llamarlo de otra forma que no sea amigo.
— Su novio.— finaliza por mi.
Brett siquiera se digna en mirar a Evan, solo me observa a mi y al ver su ceño tensado creo suponer que está molesto conmigo y no piensa irse. Maldición con el blanquito.
Como no quiero ser la causante de una pelea entre dos chicos, porque sé que ambos se están conteniendo de golpearse, decido sentarme con Evan en el sofá y conversar, pero todo es inútil y demasiado incómodo teniendo a un lado mio a quien en su vida pasada debió ser un chicle.
Se dice que el fin justifica los medios y como lo que más deseo ahora es que Brett se vaya y me deje en paz, no lo dudo dos veces para que mis manos viajen al cuello de Evan y mis labios impacten sobre los suyos y él ni corto ni perezoso pierde tiempo para corresponderme y atacar mi boca.
Dios, menos mal que no juré quitarme el nombre de ser yo quien perdiera la apuesta, porque entonces mañana a primera hora debería estar en el registro eligiendo qué nombre ponerme.
En un principio el beso es lento, pero cuando él se cansa de eso y pasa su lengua por la comisura de mis labios entiendo la sugerencia que me da. No dudo en abrir mi boca y permitir que su lengua la explore como se le venga en gana. Yo no soy de reprimir mis deseos a la hora de besar, así que no pierdo tiempo para subirme en sus piernas, las mías a cada uno de los lados de sus caderas.
Sus manos están entretenidas en el dobladillo de mi blusa, luego una viaja a mi espalda media y la otra decide ser más aventurera en explorar lugares de mi cuerpo que no han sido tocado por muchos chicos: mis costados, quedándose detenida solo un poco más abajo del borde de mi sujetador tal vez pensando en si es correcto o no colarse debajo de este. Estoy tan entretenida con el placer que me brinda su lengua rozando la mía y las maravillas que hace su boca que no quiero separarme para decirle que puede tocar lo que quiera y en cambio le dejo esa decisión a él . Soy tan pervertida que si hoy su mano se cuela debajo de mis bragas yo encantada.
Evan no es tímido a la hora de besar y me gusta eso, me gusta que sea atrevido y no tenga ningún tipo de inhibición conmigo. Lengua, succiones, yo agrego los mordiscos y como si fuera poco él decide traer a la ecuación los jadeos, porque sí, jadeo sobre su boca y él es lo suficientemente cínico como para sonreír sin dejar de besarme, cuando su mano finalmente se cuela debajo de mi sujetador; roza mi pezón con sus dedos y aprieta mi seno.
El plan nunca fue excitarse, pero él está logrando que algo que no es precisamente el corazón palpite. Es una suerte que no tenga pene, porque en estos momentos tendría una gran erección.
Esto se está saliendo de control, pero no quiero parar, yo deseo más e inclusive todo lo que tiene para dar esa mano juguetona y esa boca que está logrando desarmarme con cada movimiento que hace. Demonios, él no sabrá follar como él mismo mencionó hace tiempo, pero besar es algo que se le da muy bien. Esta noche quiero todo de él, inclusive si llegamos a tercera base estaría bien.
Ya sin aliento, liberamos nuestros labios. Nuestras respiraciones son entrecortadas y nuestros labios están inflamados.
— En vez de Evan, Maya debió colocarte Edward, porque aunque no tienes manos de tijeras si unas muy largas... y juguetonas.— digo, luego de unos segundos en que solo nos miramos a los ojos. Él ríe, retirando su mano de mi seno.
— Belleza, no te escuché quejarte sino jadeando. —no digo nada porque no puedo refutar ese hecho.
Rio al pensar en lo molesto que debió estar Brett, quien desapareció, al ver que no nos detendríamos.
Veo su rostro acercarse al mio y por instinto cierro mis ojos, pero es cuestión de segundos para abrirlos al sentir el flash de una cámara alumbrar mi rostro y nos hace separarnos.
— Mierda, se me olvidó apagar el flash. —habla Hannah con sus manos reposando en uno de los laterales del sofá.- Pueden seguir con lo que estaban haciendo, yo ya me voy. Pero la foto que he capturado quedará para la posteridad. —la veo irse y sin más tomo a Evan de sus mejillas y lo beso.
Aunque sea solo por esta noche me permitiré disfrutar de los placeres de la vida; me olvidaré de lo sucedido con mi madre, de que no tengo sentimientos por el chico a quien beso y que tal vez estoy haciendo que nazca ilusiones en él que no puedo hacer realidad porque mi corazón está con otra persona. Pero hoy no importa nada; solo existimos él y yo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro