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D I E C I N U E V E


Capítulo diecinueve: Esta vida es desconsiderada, y los humanos no ayudamos.


He intentado olvidarlo, pero siempre fallo.

He intentado cuanto puedo para que finalmente se fije en mi, pero ocurre todo menos lo que quiero. 

Finalmente, una palabra que resulta hasta agradable teniendo en cuenta que significa has llegado a algo, pero eso es en la vida de otras personas porque en la mía al parecer viene separada: el final está lejos porque no hay siquiera un inicio y la mente se me está volviendo un ocho de lo enredado que se está convirtiendo todo.

Enamorarlo es, quizá, la prueba más difícil que la vida me pondrá en el camino; lo peor de todo es que él no contribuye siquiera con una línea para nuestra historia. Si tan solo dijera que le gusto sería suficiente porque yo haría el resto: escribiría el inicio, desenlace y el final,  pero mi triste realidad es que termino estrellándome contra muros que me hacen saber no lo lograría, o no por ahora. 

Y entonces todo termina en intentos. Intentos que mueren cada que hace algo que me decepcione. Intentos que nacen nuevamente con solo una mirada de su parte. Triste, lo sé. Frustrante, también. Patética, esa tal vez es la palabra que mejor me defina en estos momentos.

Ayer me dije muchas cosas, pero la más importante de ellas fue que hoy sería un buen día, definitivamente no lo será. Este va a ser un día de mierda, lo sé porque ha empezado con el pie izquierdo; y lo más triste fue despertarme y darme cuenta que no tengo superpoderes, porque he lanzado la bendita alarma que reposaba en la mesita de noche pero solo dio contra la pared y cayó al suelo intacta.    

—  ¿Qué fue ese ruido?—  pregunta Ellen, entrando con un florero en la mano creyendo, tal vez, que alguien ha irrumpido en mi habitación. Luego lo baja cuando ve de qué se trata.

Estoy por inventarle alguna excusa cuando ese bendito reloj le da por sonar luego de años haciendo de adorno en la habitación.

— O esa cosa está poseída o es como esas personas que les da amnesia, se olvidan de todo y es cuando les dan un golpe que vuelven a recordar.— comento.

— O solo fue tu grandiosa tía Ellen que lo llevó a arreglar.— dice, inclinándose para agarrar ese aparato del demonio y luego lo coloca nuevamente en su lugar.

Le sonrío pero por dentro estoy llorando. Yo misma hice que ese aparato se detuviera porque era demasiado frustrante escuchar su sonido cada mañana. Nunca necesité de una alarma para despertarme y ahora menos la necesito cuando podía ponerla en mi celular.

— Ahora, ¿me dirás porque estás enojada?— pregunta, llegando hasta mi cama.

— No es nada.

— Todo enojo tiene su motivo, Brad.— Ellen me insiste con la mirada a que le cuente lo que me sucede; yo me rindo en aparentar que nada me pasa y termino desbloqueando la pantalla del celular y le muestro el mensaje que me había puesto furiosa. Ella suspira — ¿Has escuchado eso de que perder una batalla no es perder la guerra? — asiento a su pregunta— Entonces no te desanimes, aún es pronto para dar todo por perdido.— sale de la habilitación no sin antes depositar un beso en mi frente. Efectivamente las palabras de Ellen me transmiten un dejo de alegría, pero no quita que me sienta decepcionada.

Me doy cuenta de que se me hará tarde para ir a la universidad si me quedo solo recostada en la cama pensando en cuantas cosas se me cruzan por la cabeza, así que me adentro al baño y aunque quiero hacer que mis pensamientos se desintegren con el agua que cae sobre mi parecen estar más presentes y eso desata una gran llovizna en mis ojos. Estaba llorando.

Han vuelto. Ese fue el mensaje de Hannah enviado hace apenas minutos y así tuviera un IQ de dos dígitos hubiera entendido claramente a qué se refería. 

Tal parece que no soy tan buena planeando estrategias que me mantengan viva en su corazón; hasta pensar de esa forma hace que nazca una risa sarcástica en mi garganta al sentirme ridícula, porque sé que para él siempre he estado muerta.

Lo odio, pero más la odia a ella porque no ha elegido cualquier día para volver con Sean, sino el día de su cumpleaños. Como si ese fuera el mejor regalo que pudiera darle a él y me recordara a mi que aunque haga lo que haga él le pertenecía; como si me hiciera saber que siempre estaría por encima de mi; que siempre me ganaría cuando se tratara de él. 

Salgo del baño cuando mi cuerpo tiembla y mis pies parecen una pasa de lo arrugados que están. Puede que pasara solo segundos, minutos o horas en los que solo pensé en la forma de deshacerme de la chica, sin embargo, no haré nada porque si existe un destino, que el se encargue de darme las pautas para mi vida.

Ya arreglada, bajo a desayunar. Mi abuela me ve con desconcierto apenas me ve sentarme frente a ella en la mesa. Ellen no se ve por ningún lado.

— ¿Por qué los lentes?— pregunta.

Sí, llevaba puesto unos lentes para que pasara desapercibido que he estado llorando, porque si mi abuela me ve con los ojos hinchados entonces querría que le contara todo y la verdad no estoy de ánimos para hablar sobre el asunto.

— Es... moda.— me excuso. A partir de ahí desayunamos en completo silencio. 

Pienso que ya nada podría empeorar el día, pero al salir de casa viene la cubeta de agua fría que no esperaba por los momentos: Sean y su novia besándose en la puerta de su casa. 

Resoplo. Como si la vida no fuera injusta como para que ahora hasta el amanecer me sepa amargo. Me les quedo viendo por algunos minutos y me fijo en la sonrisa de Sean que no ha de caber en su rostro. Está feliz, demasiado feliz y yo no soy el motivo de ello.


* * *

Es como si quisieran estamparme en toda la cara su felicidad. Su casa, el cafetín, los pasillos, las áreas verdes  y por si fuera poco ahora tengo que verlos en la clase de deportes donde sus caras reflejan lo feliz que están con su regreso. Que injusticia, si hoy llovía mierda no dudo que toda me caería encima.

El profesor aún no llega, por esa razón toda la clase está dispersa en pequeños grupos que hablan entre sí, excepto yo que solo estoy en compañía de mi block de dibujos y lápices que en momentos como estos logran apaciguar las aguas de rabia que se acrecientan dentro de mi.

Pasos me advierten que alguien se acerca y es cuando veo las putas de unos zapatos tocar los míos que levanto mi cara para ver de quién se trata. Bufo, no creyendo que ante mi se encuentre el mismísimo Sean con una sonrisa en su rostro.

— ¿Qué quieres?— mascullo entre dientes para hacerle saber que no quiero verlo, pero él es tan tonto como para no darse cuenta, o solo quiere colmarme la paciencia porque sigue sonriéndome con esos dientes sobre los cuales quiero que un rayo caiga ahora.

— Bonito dibujo, ¿Es un plano?— pregunta, sentándose a mi lado. Sé que espera por mi respuesta pero no le respondo porque en cortos segundos he decidido aplicarle la ley del hielo.

Sigo trazando líneas, pero eso no impide que de vez en cuando lo mire de reojo. Sigue sonriendo y casi quiero enfordarle con el lápiz sus ojos, hasta me conformo con solo uno. Está tan ajeno a cualquier pensamiento que yo pueda tener que por eso me brinda esas sonrisas, sonrisas que se borrarían si viera el dibujo anterior que realicé, uno donde una pelirroja yace ardiendo en la hoguera y yo soy su verdugo. No me culpen, estaba aburrida.

— Esperé un mensaje de tu parte a la media noche, pero no llegó. — habla, luego de minutos en los que solo me observaba. Lo miro con mis ojos entrecerrados, no creyendo que se refiere a lo que yo creo se refiere— No hubo felicitaciones para mi este año.

Rio. Maldito cínico.

Yo era la chica tonta que hacía cosas tontas como quedarme despierta hasta la medianoche para enviarle un mensaje de felicitaciones, o la que pasaba meses pensando en cuál sería el mejor regalo para obsequiarle. Pero nunca obtuve respuesta para lo primero ni un gracias para lo segundo y ahora cuando me dice eso solo pienso en mil formas de asesinarlo.

— ¿De casualidad también esperas un regalo?— en respuesta se encoge de hombros— Oh Dios. He maquinado tantas muertes para ti, la más sana de ellas sería meterte una piña por el trasero. Una y otra vez hasta que mueras desangrado.

— Eso sería... doloroso. — dice, tal vez imaginándolo.

— Desde hace meses estuve pensando en qué regalarte, luego decidí que el mejor regalo sería no darte nada, — confieso, guardando las cosas en el morral y me levanto para verlo — Ya algo realmente valioso te he regalado por cuatro años, casi cinco: mi tiempo. Un tiempo que no volverá y decidí perder porque, seamos sinceros, poco te importa lo que hago o deje de hacer. 

>> Si te felicito no me darás ni las gracias. Si te regalo algo estoy segura terminará en la basura como los anteriores regalos que te he dado. — piensa decir algo, pero levanto mi mano para que se calle — Siempre me esmeraba por regalarte algo pero ¿y tu qué? cierto que llegabas con regalos para mi cuando cumplía años, pero luego te encargabas de matar mis ilusiones al decirme que lo mandaba tu madre. Nunca me has regalado nada... o sí, me has regalado cosas invaluables: malos tratos e insultos. — como si decirlo me hubiera debilitado, mi cuerpo se siente pesado y mis ojos arden. Siento algo deslizarse por mi nariz y una gota de sangre caer en mi brazo. 

— Estás sangrando.— dice, como si ya no fuera obvio para mi.

En momentos como estos lo peor es alterarse, así que solo tomo asiento, presiono con mi pulgar e indice mi nariz y llevo mi cabeza hacia adelante tratando de que la hemorragia se detenga.

El profesor llega diciendo que nos reunamos en el centro de la cancha, pero no hago caso a lo que pueda decir y me quedo ahí, con Sean a mi lado pareciendo preocupado; él no dice nada , solo me observa. El tedioso hombre de traje deportivo grita nuestros apellidos para que nos incorporemos al grupo, pero no me levanto y para mi sorpresa Sean tampoco lo hace. Pasan largos minutos para finalmente levantarme, pero no para unirme a lo que de seguro será una horrible tarde de deportes, sino para irme porque no pensaba hacer ejercicios cuando me sentía mal. 

Apenas bajo dos escalones empiezo a marearme, busco algo de donde sostenerme pero solo el piso podría hacerlo. Sé que estoy por caer cuando ya no soy capaz de mantenerme en pies, así que no lucho contra la inercia que me llevará al suelo y espero la caída, pero nunca llega porque siento los brazos de alguien rodear mi cintura.

— Brad, no me hagas esto.— esa es la voz de Sean, pero no puedo responderle porque a partir de ahí todo se vuelve penumbras.

*  *  *


— Despertaste. — dice una voz femenina apenas abro mis ojos.

Reconozco a la chica frente a mi, es Mica. Ese nido de pájaros que es su cabello no puede pasar desapercibido. Esta chica parece no conocer lo que es un peine.

— ¿Estoy en la enfermería? — pregunto, un poco desorientada. Recuerdo que ella es ayudante en el lugar, aunque no entiendo porqué lleva puesta una bata blanca cuando su tarea no es atender sino encargarse de cosas como llevarle lo que necesite la doctora.— ¿Eres acaso doctora?

— Hija, yo no soy doctora, yo soy San Pedro —  habla, extendiendo sus brazos— . Y esto no es la enfermería; bienvenida al cielo.— mis ojos han de estar por salirse de sus cuencas.

¿Es posible que haya muerto por una hemorragia nasal? ¡No, todavía me quedaba muchas cosas por hacer! Escucho la risa de Sean cerca de mi, luego la de Mica y me doy cuenta que ha sido una broma.

— Ah, mi reacción cuando una pelinegra me dijo eso fue épica. Salí corriendo por los pasillos de la universidad diciendo que todavía no podía morir porque primero debía hacer que alguien pagara por algo que me hizo. No obstante, la cara que pusiste también fue buena.— dice, riendo.— Por supuesto que estás en la enfermería.

— Dios, estás loca.— afirmo y ella asiente.

— Lo estoy. Pero mejor dejemos de hablar de mi y concentrémonos en lo importante que eres tú y tu desmayo.—  me señala con un lapicero—¿Cuando fue la última vez que tuviste sexo?— Sean a mi lado tose y yo todo lo que hago es fruncir mi cejo.

— ¿Qué tiene que ver eso con que me haya desmayado?— pregunto, porque la verdad no entiendo nada.

— Puedes estar embarazada.

Embarazada, la palabra se reproduce en mi cerebro con más fuerza cada vez. La última vez que tuve relaciones fue hace como un mes o dos, no llevo la cuenta. Pero yo me cuido y Drew también, así que no puede ser. Sé que los métodos anticonceptivos tienen indice de fallos pero me rehúso a creer que estuviera embarazada. 

Dios, ni siquiera puedo imaginarnos a nosotros como padres, porque bien que he cuidado a Seth, pero yo no estaba preparada para una responsabilidad como esa y Drew, já, ese en su vida cargó a un bebé y de tocar cuidarlo no dudo que en vez de leche le dé gasolina y lo ponga de revés para sacarle los gases por el culo. 

— ¿De verdad?— titubeo.

— No, esa solo fue una broma que mandó a hacerte Hannah.

— Oh Dios, las mataré.— digo riendo, sintiendo como si una gran montaña se deshiciera grano por grano de arena sobre mis hombros.

— ¿Y entonces?— pregunta Sean. Me le quedo viendo y me es imposible no notar que su mano está unida a la mía y que en todo este tiempo me ha acompañado.

— Solo es un resfriado. — deja el cuaderno y el lápiz en el escritorio y  se quita la bata para depositarla en un perchero. Luego me mira — Yo me tengo que ir porque debo ir a clases, pero la doctora vendrá en un momento para darte algunas indicaciones.— la veo salir y suspiro porque ya no tendría que aguantar las bromas de Micaela.

No entiendo como por segundos creí lo del embarazo, porque ciertamente ya sabía que se trataba de un resfriado. Un resfriado que tuve que haber agarrado ayer mientras regresaba del trabajo y me mojé con la fuerte lluvia que cayó en la ciudad y que tuvo que empeorar con el baño de agua fría que me había dado el día de hoy.

Esperamos por largos minutos a la doctora sin decir palabra alguna, pero esa mujer es demasiado impuntual, tan impuntual que pasa alrededor de media hora y ella aún no llega. Nunca me ha gustado quedarme en un lugar tanto tiempo sin hacer nada, así que me incorporo en la cama dispuesta a irme y luego regresar por las benditas indicaciones que tuvo que ir a hacer a la India. La cabeza me duele; eso no impide que me levante pero si que no logre dar ni un paso cuando mi cuerpo se tambalea, por suerte nuevamente están los brazos de Sean para sostenerme.

— Deberías quedarte un poco más.— propone, mirando de mis ojos a mis labios.

Sus labios cada vez se acercan más a los míos, pero no logra siquiera rozarlos cuando una mano se interpone entre ellos.

— Será mejor que guardes esa boca para otra chica, no para la mía.

Mierda, Evan.

Nuevamente como la primera vez que se conocieron parecen estar retándose con la mirada, eso solo por segundos porque luego Evan se encarga de cargarme y sale conmigo de la enfermería sin darle tiempo siquiera a Sean de reaccionar. 

No pienso armar un alboroto al decirle que me baje, mas bien me quedo tranquila esperando que me lleve a donde él creía era el mejor destino.  Minutos más tarde el destino no es otro que su auto, me deposita en el asiento del copiloto con sumo cuidado y empieza a manejar.

— ¿A dónde vamos?— pregunto, luego de minutos de tortuoso silencio.

— Debes descansar.— es lo que dice sin mirarme.

— ¿Estás molesto?— es tonto preguntarle eso cuando sus venas se marcan en su frente, cuello y hasta en sus manos que sostienen con fuerza el volante.

— ¿Debería estarlo?— masculla entre dientes.

— No veo donde está el problema, no hice nada.— me defiendo.

— Ahí está el problema, no hiciste nada. — él me mira y una fina línea adorna sus labios— No hiciste nada cuando ese chico estaba por besarte.

No digo nada porque es cierto, yo hubiera permitido que Sean me besara todo lo que él quisiera y no lo detendría, no podría ni querría hacerlo, esa es la verdad. Puede que me esté empezando a gustar Evan, pero me gusta más Sean. Estoy segura que de ponerlos a los dos en una balanza sabría quien ganaría y quien no. Esa es mi triste realidad.

El camino se vuelve silencioso y se siente incómodo, por eso agradezco divisar mi casa apenas el auto se detiene.

—  Descansa, vendré más tarde.— no se digna a mirarme, así que no espero mucho para bajarme y él arranca sin que una palabra de despedida salga de su boca. 

Genial.

Entro a casa y no hay nadie, como de costumbre. Camino hasta mi habitación y me lanzo en la cama tratando de conciliar el sueño, pero en todo lo que puedo pensar es en que Evan se ha enojado y que Sean logra confundirme a sobremanera con lo que hace.

* * *


Acababa de despertarme de dormir y ahora me encontraba viendo a través de la ventana de mi habitación hacia la casa de los Morris donde se encuentra los padres de Sofía tocando el timbre.

La vida de Sean, al igual que la de muchos jóvenes, está llena de drama familiar. Sus abuelos maternos provienen de una familia que aunque no llegaba a considerársele como acaudalada tenían el dinero suficiente para vivir sin tener limitaciones y eso fue lo que le ofrecieron a su única hija, pero ella dejó a un lado todo eso cuando decidió fugarse con el que ahora es su esposo a una temprana edad. Sus padres nunca se lo han perdonado y no le han hablado desde el día en que puso un pie fuera de su casa para irse a vivir con el que en un tiempo solo fue el jardinero de aquella casa, por suerte fueron sabios para no dejar de lado a sus nietos.

Los veo fuera de la casa de su hija, observando cuanto pueden para criticar, pero se tendrán que ir con el rabo entre las patas porque con el sueldo que se gasta Sofía y Seb le es suficiente para que tengan una de las mejores casas del vecindario. Si hasta ahora no se han mudado ha de ser porque le han tomado aprecio al vecindario y a su gente, porque de otra manera no me explico como teniendo para comprar otra casa en un mejor lugar sigan en este.

El señor se acerca a la puerta nuevamente y toca el timbre. Momentos después aparece detrás de la puerta su hija con el pequeño Seth en sus brazos. Creo que los invita a pasar pero, como cada vez que vienen, declinan la oferta y solo se quedan en el pequeño jardín delantero jugando con su pequeño nieto mientras dejan de lado a su hija. Sean llega momentos después y me parece que se dirigía a mi casa antes de que su abuelo lo llamara y él fuera.

El timbre de casa anuncia que alguien espera ser atendido, así que dejo de ver por la ventana de mi habitación y voy a ver de quién se trata, todavía bostezando mientras bajo las escaleras. Cuando abro la puerta no hay nadie, por lo mismo pienso que se trata solo de alguien quien quiere molestar, pero cuando estoy por cerrar veo una rosa roja en el suelo. No se me hace extraño, pues desde que llegó el primer girasol le han seguido más flores, así que la recojo y empiezo a caminar hasta la azotea, donde me siento en el suelo y empiezo a leer la nota que no contiene algo realmente simbólico, solo dice que espera encontrarme en dos días en el parque cercano al vecindario.

Ir o no ir, esa era la gran incógnita ahora. Estaba el hecho de que quería saber quién era el famoso remitente anónimo, pero también sentía un poco de miedo al imaginarme a alguien quien solo quería hacerme daño. No suelo ser demasiado confiada, en esta vida no se puede serlo porque entonces se corre el riesgo de que al día siguiente amanezcas con un mosquero en la boca. 

Sigo viendo la nota buscando algún indicio para saber quién es, pero no doy con absolutamente nada, aun así me le quedo mirando por largos minutos hasta que siento una respiración en mi cuello. Llevo mi vista hacia un lado y veo a Evan demasiado concentrado en lo que tengo en mis manos, así que soy rápida para guardarla en uno de mis bolsillos haciendo que él ria.

— Resulta que no solo tengo que luchar contra Sean, sino también contra alguien quien no ha dado la cara.— dice, sentándose a mi lado.

— ¿Quién te dijo su nombre?— es en todo lo que puedo reparar.

— Tengo mis contactos.

— Y supongo que ese mismo contacto fue quien te dijo que estaba en la enfermería hoy, ¿cierto?

— No, ese fue otro contacto — confiesa.

— Bueno, eso no importa realmente. Por cierto, ¿cómo entraste? 

—  Tu abuela acababa de llegar. —sus ojos buscan los míos y cuando los encuentra agrega: — Siento comportarme como un idiota más temprano, pero no pude evitar sentirme celoso. Me gustas Brad, me gustas mucho.

Por momentos soy tan idiota para pensar que quien dice eso es Sean y no Evan y en lo alegre que me pondría si fuese el primero que me lo dijera, pero no hay punto de comparación entre ellos. Sean es un tonto y Evan, aunque pervertido, no es eso sino un buen chico. Un buen chico quien merece que una mujer lo quiera solo a él y aunque él me haya elegido esa chica no soy yo.

— ¿Por qué te gusto? — pregunto.

— No hay razón para que me gustes, solo me gustas. — afirma, sonriéndome.

— Eso es tonto, debe haber por lo menos una razón para que una persona guste de otra — comento, llevando mi vista al frente — . Por ejemplo, me gus...— me detengo, reparando en mi error. Es hasta inhumano hablar sobre el chico que te gusta con el chico que gusta de ti, así que internamente me doy cuatro cachetadas. Además, ¿qué se supone es lo que me gusta de Sean? ¿su indiferencia?, ¿sus malos tratos? ¡Cristo! no hay ni una razón que sostenga porqué me gusta.— ¿Fue algo así como amor a primera vista?—  él me observa con su cejo fruncido, tal vez no entendiendo a lo que me refiero — mostraste tu interés por mi desde el primer día en que nos conocimos. Si lo analizas un poco dirías que fue como... ¿amor a primera vista?— por alguna razón el ríe.— ¿Qué es tan gracioso?

— No fue amor a primera vista. De hecho, la primera vez que te vi pensé que estabas loca.— confiesa, pareciendo avergonzado al llevarse una de sus manos detrás de su cabeza simulando rascarse.

— ¿Por qué creerías eso? Si recuerdo bien, sostenía a tu hermano cuando nos conocimos y no veo donde está la locura. — él niega con la cabeza. 

— ¿Quieres que te cuente una historia?— pregunta, en cambio.

—  Si quieres.— digo, encogiéndome de hombros.

—  Debía ser tarde en la noche cuando una chica corriendo se subió sobre la espalda de un desconocido — empieza y tomando mi mentón con dos de sus dedos hace que lo mire—. La primera reacción del chico fue pensar que iba a atacarlo, por eso intentó zafarse del agarre que eran las manos de ella sobre su cuello, pero con voz apenas audible ella pronunció: ayúdame, me están siguiendo. Él supo que era cierto porque su cuerpo temblaba y sus ojos lagrimeaban un poco, estaba asustada así que la ayudó. 

>> Ella se bajó de su espalda cuando ya no había peligro alguno y sin más se fue; no dio las gracias pero eso realmente no le importó al chico porque no es como si la fuera a ver otra vez y menos como si esa chica se fuese a convertir en alguien importante en su vida.

 —  Que chica más tonta. Escapaba de alguien y se sube sobre un extraño sin saber siquiera si era peor que quienes la seguían. También era una maldita malagradecida, la ayudaron y no dio ni las gracias. — él sonríe por lo que digo y sigue con la historia.

  — Pero ese chico se equivocó en todo. Días, semanas o meses pasaron y volvió a encontrarla, pero esta vez en el parque al que él solía acudir, hablando sola bajo la sombra de un árbol. Ese día dijo que estaba loca y creyó que ella lo había escuchado porque alzó su rostro y lo miró, pero ella no dijo nada y él tampoco. No obstante, él siguió creyendo que estaba loca pero que era linda, demasiado.  

>> Así los días transcurrieron y siempre se encontraban a la misma hora en aquel parque, él para estudiar para entrar a la universidad y ella para pelear con quien después él descubrió era un chico. Lo supo cuando se atrevió a sentarse al otro lado del árbol y escuchaba sus amenazas, absurdos y su sufrimiento por otra persona. El chico se reía con sus tonterías de escucharla pelear con alguien imaginario, hasta que se dio cuenta de que ya luego no le agradaba la idea de que ella sufriera por alguien más y que algo llamado celos se apoderaba cada que de los labios de la chica salía el nombre de otro, le dolía.

>> Entonces lo entendió, aún sin hablar se había enamorado de ella, pero ella no lo sabía, no tenía como saberlo, y en ese entonces él no era tan valiente para decírselo. Un día sucedió algo: él se acercaba por detrás, ella lanzó un cuaderno el cual cayó en la cabeza del chico y ella llegando corriendo se disculpó con él, pero él estaba feliz de que le hablara así que lo único que hizo fue sonreír y en respuesta ella también lo hizo y luego se marchó. Esa sonrisa fue el motivo de que se llenara de valentía al día siguiente y decidiera confesarsele aunque no lo conociera, pero ¿qué crees?— pregunta, tomando mi rostro entre sus manos en lo que una mueca de tristeza adorna su rostro — Ella no apareció al día siguiente, ni al otro, menos al otro y muchos menos los posteriores. Aún así él esperó semanas a que ella llegara, pero nunca lo hizo y su confesión murió con él... hasta hoy. Hoy que ese chico puede decirle a esa chica que la quiere. — sus pulgares viajan debajo de mis parpados, limpiando las lágrimas que desde hace rato han empezado a caer.

Esa historia la conozco muy bien. Yo subiendo a la espalda de un chico luego de haber caminado sin rumbo fijo luego de haber sido rechazada, se hizo de noche y dos hombres me seguían. Yo yendo hacia aquel parque y despotricar contra Sean por hacer mi vida miserable para luego echarme a llorar. Yo disculpándome con un chico que en mi memoria no puedo recordar su rostro. Yo dejando de ir a ese lugar porque en ese tiempo explotó la bomba que no se atrevía a decir mi madre.

— Me retracto sobre lo que dije de la chica, no es tonta y menos ingrata, solo estaba asustada.— digo a modo de broma todavía llorando y él ríe por lo bajo.

— El día que entendí ya no vendrías, fue el mismo en que también aprendí a extrañar a alguien. Nunca lo supiste, pero fui tu confidente. Uno que reía y sufría si tu lo hacías.

— Lo siento por no haberme dado cuenta de ese chico. Pero, ¿porqué si te gustaba no me buscaste? — Pregunto, porque si hubiera sido de esa forma tal vez, solo tal vez, mi historia ahora sería diferente.

—  Lo hice, recordaba haberte visto con el uniforme del colegio donde estudiaba Spence, así que le di tus características pero él solo dijo: Evan, el noventa por ciento de las estudiantes en mi colegio son rubias, de ojos verdes, altas y con excelente cuerpo. No sabía tu nombre, por lo mismo fui alrededor de dos semanas a esperar que salieras del colegio, pero nunca te vi. —  no sé como lo hace, pero chillo cuando sus manos se enredan en mi cintura y sin esfuerzo alguno hace que mi cuerpo quede sobre el suyo. Inevitablemente llevo mis brazos detrás de su cuello y reposo mi frente contra la suya esperando... ¿qué?, ¿ qué estoy esperando? Dios, debo estar loca, yo estoy esperando que me bese y eso no está bien — Finalmente entendí algo y eso es que hay algo llamado destino, si eras para mi el se encargaría de traerte. No me equivoqué, ahora estás entre mis brazos y esperando un beso de mi parte. — Llevo una de mis manos hacia su mejilla y exhalo hondo para decir algo que lo más probable él no quiere escuchar, pero que debe para continuar con su vida.

 — Perdón, perdón porque no puedo corresponderte y aceptar tus sentimientos.— tal vez hablé en chino porque él sonríe. 

— ¿Te dices a ti misma que no me correspondes?— pregunta y siento sus manos rodear mi cintura —Tu cuerpo se estremece cuando te toco; tus labios siempre parecen implorar que te bese y ellos mismos me hacen saber que se te olvida el mundo cuando lo hago. Si eso no es corresponderme, entonces no sé que lo sea. Te gusto, lo sé y eso no me lo quitará nadie de la cabeza, ni siquiera tu.

Pienso decirle que si, que me gusta, pero no tanto como querría que lo hiciera, mas mi abuela gritando mi nombre me lo impide. Me impide decirle que él no merece tener un amor compartido; que él no merece que alguien le de algo a medias. Él merecía hasta el mundo, pero yo no puedo dárselo. 

Mi abuela sigue gritando desde el primer piso, así que no nos queda de otra más que bajar y sentarnos a cenar que era la razón de su llamado. Desde que tengo uso de razón ella me ha dicho que no está bien hablar con la boca llena, pero en toda la cena solo habló y rió con Evan sin importarle que se viera la comida. Quizá pasa una hora en la que para mi abuela fui invisible hasta que Evan debe irse y como la persona educada que soy lo acompaño hasta la puerta y más allá de ella. Tan educada, y tan ingenua como para creerme el cuento de que no intentaría nada de acompañarlo hasta su auto, porque resulta que mi cuerpo es retenido por el agarre de sus manos dentro de los bolsillos traseros de mi pantalón.

— Me aseguraste no hacer nada. —   acuso, mirándolo.

—  Te confesaré un secreto Brad, desde que reapareciste en mi vida te quiero en ella y te tendré. —  dice y como el descarado que es me sonríe —Si de pronto estás planeando escapar, te diré que no será fácil. Te atraparé antes de que logres dar el primer paso.

Advertencia o amenaza, cualquiera fuera el término correcto, se me olvida cuando sus labios chocan contra los míos y se mueven suavemente. Un beso fugaz que dura realmente poco y me deja deseando más. Yo he de estar mal de la cabeza, quiero alejarlo y a la vez deseo retenerlo, eso es egoísta.

Lo abrazo y él lo hace de vuelta. Me quedo por largos minutos aferrada a su cuello, pensando en porqué no puedo dejar de lado mis sentimientos por Sean y enamorarme profundamente de él. 

Me odio, me odio por no poder quererlo como se merece.


No, este Sean llegó de viaje y dijo: Yo tengo que hacer algo para hacerme notar. Este chamo es como Juan Mata, si no la caga la embarra, aunque tiene un punto por  ayudar a Brad. Igualmente, si quieren lanzarle mierda este es un buzón para hacerlo, yo le haré llegar todos los kilos que le envíen.

 Por otra parte:  Aw, Evan, qué lindo. Hasta odio un poco a Brad por no hacerle caso, pero bueno, ella no tiene la culpa porque es difícil dejar de gustar de alguien de la noche a la mañana. Así es el amor y aunque hagamos de todo para cambiarlo la mayoría de las veces todo intento es en vano.

Ahora, pregunta preguntosa: ¿Cómo creen terminará esto? Opción a) Sean finalmente se da cuenta que ama a Brad y se dan una oportunidad, b) Brad deja su enamoramiento por Sean y se enamora de Evan, o , como me gusta jugar con sus mentes c) ninguna de las anteriores.

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