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C U A T R O


Capítulo cuatro: Tus lágrimas no son suficiente.


No me gusta llorar y menos ver llorar a alguien más porque entonces me hacía sentir mal y hasta me daba por unirmele en el llanto; tampoco soy de piedra. Pero la situación se escapaba de mis manos por la satisfacción que me produce ver las lágrimas de Elvira descender por su rostro. 

Si yo había derramado muchas lágrimas por su culpa lo mínimo que podía ella hacer era devolver el daño causado. Pero esto no era nada, solo una niñería de mi retorcido cerebro.

Estaba enojada conmigo misma por ser una maldita estúpida, pero como no iba a arremeter contra mi persona entonces me estaba desquitando con quien tiene la culpa de todo. Tan solo si desapareciera le haría un favor al mundo, pero como nada de lo deseado por mi se cumple tengo que verla  constantemente.

El motivo de mi enojo en realidad es Sean. Hoy me lo encontré en el bus de camino a la universidad por lo que decidí sentarme a su lado y le reclamé por haberme dejado sola en el odontólogo,  pero solo dijo que su novia lo necesitaba. Joder, yo también lo hacía. 

Ingrato, no pudo esperarme unos minutos mientras que yo llevo esperándolo toda una vida.

Pese a ello tampoco pidió perdón por haberme abandonado, mas bien me dijo que no contara nuevamente con él porque no quería involucrarse conmigo y entonces se levantó del puesto como si yo fuese una peste, no sabía lo que había hecho para merecerme eso pero lo más probable es que ese insecto llamado novia, y la que tengo ahora delante de mi, le haya prohibido siquiera saludarme.  

— No lo hagas— pide.

Mis pies balanceándose sobre el escritorio se detienen al decir eso y una sonrisa se desliza por mi rostro cuando veo como desesperadamente con el dorso de su mano trata de limpiar el suyo. Patética.

— ¿Y qué obtendré yo con ello?

Ella parece pensarlo y me doy tiempo para ver el parcial que saqué del maletín del profesor de matemáticas perteneciente a la chica frente a mi, mismo que pienso romper en instantes.

— ¿Qué quieres?

Me da por ser mala y levantarme del escritorio para acercarme a ella. No quería nada, como dije solo era un acto infantil para hacerla llorar aunque puedo divertirme pidiéndole algo que sé no me dará, su novio. Pero yo no quiero que me lo regale cuando pienso robarlo.

— Dame a tu novio.

Hasta decir la palabra novio produce una extraña sensación en mi porque aunque yo quisiera serlo, en estos momentos el título lo tenía otra, y esa otra era ella. 

Maldita perra.

— No.— no vacila a la hora de responder y empuña sus manos en lo que muerde su labio inferior como si tratara de controlarse de golpearme.

— Bien.— finalmente rompo en pedazos aquella hoja.

Sus grandes ojos observando los trozos regados por el suelo me causa risa. Pienso que los recogerá cuando la veo arrodillarse y tomar unos cuantos con sus manos, pero luego se levanta y se va.

— Te pasaste.— asegura Vanessa quien todo este tiempo ha sido de espectadora sentada en uno de los pupitres de adelante.

— La salvé de que el profesor la dejara en pena en clases. — salgo del lugar con ella pisándome los talones.— Ni siquiera llegaba a 02, la perra no es muy inteligente que digamos.

Era cierto, a los poco minutos de ver aquel parcial me di cuenta que todas las operaciones estaban malas, creo que el profesor  le había colocado un misero punto por el hecho de haber colocado su nombre por lo menos. No entiendo porqué hizo tanto drama por un parcial que había reprobado.

Por mi cabeza nunca cruzó la idea de devolver el parcial al maletín del profesor porque con la suerte que me cargo estaba segura me descubriría y terminaría siendo castigada. O hasta expulsada de ser el caso llevado a consejo estudiantil.

Algunos se nos quedan mirando como si fuésemos dos bichos raros mientras caminamos por los pasillos de la facultad de ciencias sociales.

Hasta siento que se han enterado de lo que hice y por eso ahora me critican, pero no habían pruebas de nada y a la final eran sus palabras contra la de nosotras, aunque ciertamente las mías no eran tomadas muy en cuenta por los profesores porque a muchos no les agradaba y si me dejaban entrar a las clases y no haber sido expulsada de la universidad se debe a que mi nombre yace en la cartelera de honor de la misma.

Si bien era cierto que mi conducta dejaba mucho que desear, mi promedio era uno de los mejores de todo el recinto y por lo tanto la universidad no se podía dar el lujo de perder a uno de sus mejores ingresos que le dará renombre en un futuro. Hasta puedo llegar a ser presidente de los Estados Unidos.

Frenamos nuestros pasos cuando vemos a George —el novio de Vanessa quien en realidad se llama Jorge pero le gusta le llamen así pues se cree un auténtico estadounidense cuando en realidad es latino, y que para ser honestas no me agrada— y mi amiga sale corriendo hacia él luego de disculparse conmigo por dejarme sola. 

Debo perdonarla porque ciertamente yo no podía darle lo que él le daba pues no tengo lo mismo que éste más abajo de mis caderas.

 Vaya, mira que ser cambiada por un pene hasta duele un poco.

Mis pasos son inciertos a la hora de retomarlos pues no sabía a dónde ir, opto por entrar en la biblioteca y así mismo salir por ser tan aburrida y esta vez me dirijo hacia las bancas que se encuentran en la facultad de Lengua, era mi lugar favorito para estar pues contaba con muchos arboles que hacían placentera la estancia cuando la brisa pegaba. 

Es una suerte que en una de las mesas que se hallan en el lugar se encuentre Jhonathan, no era mi mejor amigo pero nos llevábamos bien, tanto que nos sacábamos nuestro dinero al apostar a juegos de barajas.

— ¿Qué hay?— Pregunto sentándome frente a él.

— ¡Amiga! — alarga tanto la ultima vocal que rio. Se levanta dándome un beso en cada una de mis mejillas. —Levántate, levántate— hago lo que me dice.

Él me observa y sé lo próximo que dirá.

>>Me encanta ese vestido— Veo hacia mi ropa. Llevaba un vestido de jeans suelto que era lindo de ser visto en el cuerpo de una mujer— Toda una dama: bella, bonita y elegante.

Rio por su comentario y luego nos disponemos a jugar. Esperaba ganar porque no quería irme caminando hasta mi casa.

— Sale animal, —  grita y me doy cuenta que muy cerca de sus pies hay un perro que se dispone a hacer sus necesidades— ¡¿te vas a cagar ahí?!

Muchos ríen, me incluyo en ello, por lo absurdo de la situación al ver como le preguntaba a un animal que no iba a responderle. 

Era agradable estar con él, era gracioso y lo que más admiraba era que no se dejaba llevar por los comentarios hirientes de otras personas por tener preferencias sexuales diferentes.

— Oye, cruza los dedos para que no pueda defecar.— supongo que él cree en esas supersticiones y hago lo que dice. Y tal vez también debería empezar a creer en ellas cuando el perro se va sin hacer numero dos. Pobre.

Retomamos nuevamente el juego y no sé cuanto tiempo pasa pero cuando terminamos por tener que ir a clases salgo con la misma cantidad de dinero con la que entré. Por lo menos me entretuve.


***

Son pasada las once de la mañana cuando entro a la clase que casualmente es con el profesor a quien robé el examen hoy y que se encuentra explicando en la pizarra. 

Es un hombre pasado de los cuarenta, de tez blanca y creo que lo más resaltante eran sus ojos verdes, lo demás no valía la pena mencionarlo. Dejemoslo como una persona que jamás en su vida podría darse el lujo de decir que una mujer había sufrido por su causa porque a decir vedad se veía más como alguien a quien le rompieron muchas veces el corazón pero que no logró romper ninguno.

Mientras más copio me doy cuenta que he de ser rara o sencillamente un ser de otro planeta por gustarme matemáticas. De hecho, daba tutorías en la universidad sobre esa materia a estudiantes que no eran muy buenos en ella, que por cierto eran muchos. 

El profesor se detiene un rato para que los estudiantes copien y se dispone a entregar los parciales mientras pasa las notas sacadas por los mismos a un cuaderno. Nombre tras nombre son pronunciados y para cuando el profesor dice que es todo me sorprendo porque el mio no me había sido entregado.

En otras circunstancia hubiera dicho que había sido el Karma llegando a mi, pero nada tenía que ver en esto esa cosa que se encarga de devolverte lo que haces cuando estaba segura que fue obra de la chica sentada a dos asientos detrás del mio.

—¿Algún problema señorita? — Pregunta el profesor cuando me da por reírme por lo loco de la situación.

— Ninguno. — Respondo — Solo recordando un mal chiste.

— Oh, puede contárnoslo entonces. Digo, para reír con usted.— y sin decir más se sienta esperando a que yo empiece.

Genial. Recuerdo un poco uno de los que siempre contaba un amigo que hace un tiempo se fue del país y decido empezar.

— Bien, ya que insiste— la clase hace silencio porque al parecer para chistes si estaban dispuestos a prestar atención.

>> Estos eran un bizco y un ciego, un día al bizco lo invitaron a una fiesta pero el ciego se enteró y quería también ir. El bizco le decía que no pero de tanto el ciego insistir, terminó por aceptar y le dijo: está bien, yo te voy a guiar y cuando lleguemos a la fiesta te voy a decir para que te presentes. Pero de camino hacia la fiesta el bizco se pincha el ojo bueno con la rama de un árbol y entonces dice: ahora si, llegamos a donde teníamos que llegar.  El ciego cree que han llegado por lo que adelanta al bizco gesticulando con sus manos y dice: Buenas noches ¿Cómo están ustedes?

Chiste malo lo sé, pero la mayoría ríe, hasta el profesor. Quizá deba dejar los estudios y ser humorista.

— Bien, lo dejaré pasar por esta vez— dice para luego retomar nuevamente la clase.

De lo entretenida que estaba se me hizo que la hora pasó volando porque la clase ya había finalizado sin siquiera percatarme. Espero que la mayoría salgan del salón y voy a hablar con el profesor para preguntarle qué ha pasado con mi parcial, aunque tengo claro lo que pudo suceder con el.

—Sí, recuerdo que corregí tu parcial porque fue una de las mejores notas — dice al explicarle mi caso —. Pero comprenderás que solo por recordar ese detalle no puedo colocarte la nota ya que puedo estar equivocado.

— Profesor, mi examen tampoco me lo ha entregado.— reconozco esa voz detrás de mi.

Le sonrío a la chica que se posiciona a mi lado, Elvira, y confirmo mis sospechas cuando también me devuelve una sonrisa. 

No la veía como el tipo que hacía cosas como robar pero igualmente me gustaba el hecho de que me hiciera saber que aunque yo pudiera lanzar la pelota ella se encargaría de recogerla. Pero más me gustaba recordarle que aunque ella pudiera hacerlo yo batearía más fuerte.

—  Esto es extraño.— habla nuevamente el hombre—También recuerdo la nota sacada por usted señorita, sobretodo porque no era lo que me esperaba.— se queda callada y en serio quiero reírme a su costa, mas no lo hago porque debo resolver esto primero.

— Pues debe repetírnoslo, ya que usted es consciente de que la culpa ha sido suya por perderlos.—  Exijo. La chica asiente y casi quiero pegarle la cabeza del escritorio por reclamar que se lo hagan cuando había reprobado. 

Sé que estoy siendo cínica a la hora de exigirle que haga el dichoso parcial y echarle la culpa, pero qué más daba si no se iba a enterar que no es obligación de él hacérnoslo ya que las verdaderas culpables somos quienes hablan con él ahora.

>> Si tiene tiempo puede hacernos el parcial ahora mismo profesor.

Ella me observa y casi quiero ser infantil y sacarle la lengua.

— Un parcial es algo que no se repite pero como creo es injusto, o solo para una porque para la otra puede parecer justo, voy a hacerlo.— se avergüenza por lo mencionado por el profesor y yo sonrío— Ahora mismo tengo clase con otra sección pero pueden hacerlo ahí si quieren.

— Pero yo no he estudiado— interrumpe ella.

Claro que no ha estudiado.

— No ha pasado ni tres días desde que hicieron el examen, señorita. Esos conocimientos son algo que no se olvidan tan fácilmente. Si estudió para el parcial que se me ha perdido, entonces no debe representar problema alguno para usted presentarlo hoy.

Con eso se levanta y yo lo sigo, ya luego se une la idiota. 

Si yo fuera ella no perdería mi tiempo en algo donde no saldría bien, pero eran sus decisiones y no necesitaba inmiscuirme en ellas.

Cuarenta minutos es lo que me lleva hacer las operaciones y entregarle la hoja al profesor quien por suerte lo corrige en el lugar, una nota perfecta para mis calificaciones. 

Sonrío y salgo del lugar ignorando que la chica posiblemente esté a punto de darle un colapso por no saber qué colocar en aquella hoja, pero ese colapso al parecer viene hacia mi cuando veo a Sean caminar hacia el salón seguramente a esperar que su novia termine. Eso no es lo que duele, sino que nuevamente lo había saludado y siguió de largo y hasta creo que el pequeño beso que le propiné en una de sus mejillas al detenerme frente a él se lo había quitado con sus manos.

No importa, los besos que hoy rechaza son los que mañana anhelará

O tal vez solo soy demasiado estúpida para pensar de esa manera.



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