Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C A T O R C E


Capítulo catorce: Si eres feliz mintiéndote, allá tú.


El propósito de vida de Sean no ha de ser otro más que el de hacerme enojar. Enserio, el chico tiene un don natural para que me hierva la sangre y termine por sacarle matando de donde sea que nos encontremos. Ocurrió ayer.

Interrumpió el primer beso que me daría con Evan, dejándolo de ese modo como que nunca nuestros labios se hubieran rosado porque tenía expectativas muy altas que ese "piquito" no puede considerarse uno; fue como comer arroz con queso, insípido.

En sí no me molestó que hubiera llegado interrumpiendo la escena sino que se hubiera sentido con el derecho de reclamarle a Evan por tenerme de la forma en que lo hacía y de esa manera inició otra: La lucha en donde el trofeo al parecer eran mis dos brazos.

Parecía una pelota rebotando a los lados, porque mientras Sean me sostenía de uno de mis brazos para, a según él, protegerme de un atrevido chico que se quería propasar conmigo, a Evan también le dio por sostenerme del otro para que volviera a su lado. En resumen, terminé siendo el juguete del tira y afloja.

Lejos de emocionarme porque dos chicos se pelearan por mi o de sentirme feliz por el pensamiento de que Sean estuviera celoso, me sentí como uno de esos postes en el cual un perro alzó su pata y orinó en el para marcar territorio , pero al ver que otro pensaba hacer lo mismo terminó mostrando sus dientes rabioso por la situación.

Exploté y pedí que se largaran pero ninguno hizo caso a mi petición, pues alegaron que eran mis amigos; así fue como terminé excediendo los cupos de amistad que tenía, lo que eran tres terminaron por ser cuatro.

¡Que bonita vecindad! , todos somos amigos.

Para calmar la situación agradecí a Evan por la salida y pedí se retirara porque debía hablar con Sean de algo importante, pero sé que entendió que había puesto a éste por delante de él y eso me hizo sentir un poco mal, más cuando vi la fina línea en que se convirtió sus labios. Hasta quise que alguien me agarrara de los cabellos y estampara mi cabeza un sin fin de veces contra el suelo para ver si dejaba de ser tan estúpida al no poner por delante en mi vida a quien parece tenerme de prioridad en la suya.

En ese momento no me arrepentí, pero minutos después cuando Sean me dijo a qué había venido me di cuenta que había tomado una decisión errada, pues el motivo de su visita no era otro más que yo fuera a hablar con su novia y decirle que entre nosotros no había pasado absolutamente nada. Maldito cobarde, él me estaba pidiendo que mintiera y yo no pensaba hacerlo porque no soy una mentirosa. Estarán pensando: le mentiste a Elvira, pero déjenme decirles que esa vez no cuenta.

Me irritó tanto su pedido que terminé lanzándole mi celular en la frente y me adentré a casa. Supongo que como era tarde en la noche no quiso molestar el día de ayer, pero ahora como era temprano en la mañana se encuentra llamando mi nombre mientras toca la puerta esperando que le abra.

—Sé que estás ahí Bradley, ábreme.—Pide.

No pienso hacerlo; no deseo verlo.

Sigo viendo la tv en lo que espero a Ellen. Finalmente hemos decidido tomar unas horas de nuestro tiempo para un día en familia, en el cual mi abuela no va a estar porque le dio pena cancelar la tarde de té con las chismosas de las vecinas.

Inevitablemente llevo mi vista hacia mi vestimenta y no puedo evitar bufar. Hay algo horrible en salir con Ellen y eso era que tenías que ir glamourosa en toda ocasión y para ella la palabra glamour significaba dos cosas: Vestidos y tacones. Eso era lo que traía puesto yo, un corto vestido azul tallado a mi figura y como calzado unos enormes tacones negros.

Las únicas veces que puedo salvarme de los molestos vestidos que no hacen más que subirse cada que camino es cuando nos acompaña mi abuela porque ella viste siempre de pantalones largos, así que yo también puedo usarlos; no pasa lo mismo con los tacones, esos sí son obligatorios.

Tacones resonando por las escaleras hacen que mi vista viaje a ellas, ahí viene bajando Ellen con un sensual vestido rojo y unos enormes tacones que hacen juego con el.

— ¿Qué es ese escándalo? —pregunta al llegar al último peldaño de las escaleras.

—Ha de ser algún vendedor de enciclopedias.

La veo asentir con su cabeza antes de dirigirse a la puerta, pero apenas llegando a ella la detengo.

— ¿Y ahora qué te pasa?

— Bien, es Sean.—la veo rodar los ojos y cruzar sus brazos- No le abras, no quiero verlo.

— ¿Y cómo se supone saldremos entonces?

— No te preocupes por eso, tu puedes salir por la puerta delantera que yo lo haré por la trasera y problema resuelto.—sé que no está de acuerdo porque, como ella misma dice, a los problemas se les da la cara, pero no obstante no dice nada- Por cierto, pídele mi celular.

No espero reacción de su parte; en cambio salgo de la casa como lo tenía planeado. Pero se me había olvidado un pequeño detalle: tendría que saltar la cerca de madera para poder salir.

Ni Houdini hace la magia que yo tengo que hacer para poder saltar sin necesidad de quitarme los tacones; se me rasgue el vestido por el trasero o se me vean las bragas. Bien, la verdad es que solo tuve que quitar una de las tablas y agacharme para salir por el espacio que quedó entre dos de ellas.

* * *


Pasan de las cuatro de la tarde cuando ya hemos hecho todo lo planeado para un día tía-sobrina. Entre las mejores cosas que hicimos estuvo ir a jugar bolos; patinar estando en vestido —sobretodo cuando mi tía se cayó y algunos llegaron a ver sus bragas, pero fue tan inocente como para creer cuando le dije que no se preocupara pues nadie había visto siquiera su caída—; o solo tomar horas de nuestro tiempo para hablar sobre nuestras vidas.

Pero como toda salida tiene sus contras, el de esta fue visitar tantas tiendas cuando íbamos en tacones. Claro que lo recompensaba lo que compramos, aunque solo fueron unas pocas prendas porque mi tía se la dio de exquisita hoy y decidió entrar a tiendas de lujos, esas donde cada prenda te cuesta un ojo de la cara y la cornea del otro.

Y ahora, aunque no estaba entre los planes, íbamos en camino por las compras para la casa para finalmente tomar nuestro rumbo: Ellen a la cafetería y yo a refugiarme a la comodidad de mi hogar, donde lo primero que haría sería quitarme los tacones y esconder todos los que tengo por si acaso a mi tía se le ocurre que salgamos nuevamente.

Muestro mi descontento al ver el lugar donde piensa entrar Ellen y me quedo en el medio de toda la entrada para no avanzar ni un paso más.

— Me rehúso a entrar ahí—  señalo, viendo los enormes ventanales frente a mi— . El trato que recibes es pésimo y sus productos son incluso peor.

— No seas infantil. —es lo único que dice mi tía antes de entrar.

Joder, con tantos supermercados en la ciudad y se le ocurre precisamente entrar a este.

El supermercado Gross - o uno de los tantos de la extensa cadena que lo conforman- , es uno de los más grandes y conocidos en toda la ciudad. Tan conocido como lo era el mal trato que impartían la mayoría de sus trabajadores a clientes que no contaban con tarjetas exclusivas que aseguren eran ricos, entre esos estaba yo.

Con respecto a lo de sus productos estoy mintiendo, son unos de los mejores que existen en el país. No por nada es que las personas, aún sabiendo como los iban a tratar, deciden hacer sus compras en el lugar. Pero ni este motivo era lo suficientemente fuerte como para que se me olvide a quien pertenece: la familia de la innombrable. Como odio a la chica también debo hacerlo con todo lo que provenga de ella, por lo tanto todos sus supermercados no eran lugares gratos para mi.

Igualmente, me debato entre entrar o no y termino por dejar de ser infantil y hacerlo, aunque me quedo esperando en toda la entrada a que mi tía aparezca en mi campo de visión porque aunque pasaron solo segundos ya desapareció y yo ni loca pienso buscarla en un lugar tan extenso como este.

Dejo las pocas bolsas que cargo encima en el suelo y me doy el lujo de detallar el lugar con precisión con el propósito de encontrar algo para criticar, mas es inútil porque todo aquí parece gritar perfección. Hasta la carne picada en filete se ve elegante desde donde me encuentro observando, solo falta que le pongan corbatas y así en vez de colocar carne tan secamente le podrían colocar carnes de gala.

Aish, me enoja cuando no puedo criticar algo.

— La señorita es hermosa.—  habla quien juzgando por su uniforme es el vigilante del lugar, un señor entrado en sus cincuenta años tal vez — Creo que por eso es que muchas adolescentes la envidian y ven gracioso pintarle con marcador lentes, pecas, bigotes y hasta uno de sus dientes delanteros.

No entiendo de que demonios habla este hombre verdaderamente, pero mi cara parece hablar por mi pues él entiende que no sé de qué va esta conversación y finalmente señala con uno de sus indices hacia la sección de los embutidos en donde se encuentra una figura en tamaño real de la innombrable. Se me olvidaba que era la modelo de los anuncios de comida de los supermercados Gross.

En dicha figura ella viste elegante, aunque no se ve de esa manera con dos de sus dedos llevando una salchicha a su boca y con algunas pecas en sus mejillas, las cuales han pintado con marcador.

No voy a negar que eso de pintar dichas figuras era interesante y que ciertamente yo también lo hacía cuando tenía alrededor de los dieciséis años, pero aunque puede llegar a ser gracioso hay mejores cosas en las cuales enfocarse: estudiar, por ejemplo.

— ¿Y por qué me dice eso a mi? — es lo que pregunto.

— Solo porque te vi mirando la figura. — responde encogiéndose de hombros.

En ningún momento estaba mirando hacia ese punto, pero tal vez dado que la sección de carne está cerca a la de carnes embutidas y yo estaba viendo hacia la primera fue que el señor malinterpretó, no lo sé con precisión. Lo que si sé es que con esas sencillas palabras literalmente me había llamado envidiosa, Já. Quizá, lo estaría en el caso de que posara en ropa interior y Adam Levine la estuviera abrazando, ¿pero por una salchicha? hasta ese punto no llega mi locura.

Mantengo mi cordura y opto por no responderle en lo que sigo esperando a Ellen. Pero el señor al parecer despertó comunicativo hoy y quiere contarme su biografía.

Pienso que lo más probable es que quiera desahogarse así sea con un extraño y como también he llegado a ese punto de mi vida en el cual deseo confesar todo lo que he guardado decido escucharlo.

Treinta minutos después ya sé prácticamente toda su vida. Nada en ella me pareció tan interesante como lo fue el punto de que apenas con un día de nacida su hija fue robada del hospital. Si en estos momentos Drew estuviera aquí no dudo que hubiera dicho: Viejo, que sad.

No sé que mierda decirle, y como a veces el silencio es mejor que las palabras decido callar y me sumerjo en el pensamiento de que esta vida no es nada fácil y que lo más probable es que en ella encuentres más colinas empinadas que terrenos planos.

Son minutos solo de silencio; minutos viendo hacia un fijo punto del lugar; y luego minutos en que mi tía finalmente llega cargando muchas bolsas y dándome la mitad de ellas a mi.

Genial, más peso para Bradley.

Termino despidiéndome del señor Ramond y nos aventuramos hacia la cafetería porque hasta ahora es que Ellen se ha dado cuenta de que yo jamás he puesto un pies en esta.

* * *


La vida está llena de casualidades. Lo sé apenas entré a la cafetería de mi tía y lo primero que vi fue a quien a partir de ahora se llamará la come salchicha ocupando una mesa del lugar, eso no me sorprendió tanto como los chicos que la acompañan, entre ellos está Evan.

El chico es un maldito mentiroso. No solo me aseguró que no la conocía sino que hasta se dio el lujo de cuestionar su nombre para que ahora me lo encuentre sentado frente a ella sonriéndole de vez en cuando.

No tengo idea de cuantos minutos llevo sentada en una de las sillas altas de la barra, pues desde que llegué no he hecho más que mirar hacia ese lugar donde una cabellera naranja llama por demás la atención que se me olvidó el tiempo que transcurre.

— Pareces una loca viendo hacia allá.— habla Vanessa.

Suspiro, dándole la razón y dejando de mirar lo que sea que suceda en esa mesa para concentrarme en quien empezó a trabajar desde ayer en la cafetería pero no me había contado nada al respecto.

—Me parece una falta de respeto que no me hayas contado nada. —reclamo.

—Ya te dije que no tuve tiempo de ello.— es lo que dice antes de ir a llevar su pedido a una mesa.

Termino resoplando, no me gusta quedarme sola porque entonces tiendo a llevar mi mirada hacia lo que esta cree más interesante en el lugar y no voy a negar que lo que encuentra más interesante es lo está sucediendo en aquella mesa. Sin embargo, para no parecer más desquiciada de lo que soy decido concentrarme en evaluar los ánimos que hay en la cafetería.

En el lugar, aparte de mi tía, trabajan solo dos personas más: Vanessa y el castaño quien no ha dejado de hacerme ojitos desde que llegué. Él parece simpático sonriendo todo el tiempo, contrario a Ellen y Vannesa desbordando amargura apenas las ves.

Se me hace extraño que tantas personas vengan a pasar horas a un lugar que parece tener un cartel invisible en toda la entrada y el cual recita: Si va a entrar deje su autoestima afuera. Enserio, esto es deprimente.

Vanessa no muestra siquiera una sonrisa a los clientes y mi tía pese a estar de buen humor hace apenas minutos se carga una cara que podría espantar al mismísimo Lucifer. Ellas son como esa flor que tiene una hora específica para abrir sus pétalos y mostrar su esplendor, para después ocultarse cuando los rayos del sol empiezan a decaer en intensidad.

Para no deprimirme yo también me fijo en los detalles que rodea cada espacio de la cafetería y me complace observar que todo, desde el contorno de las sillas hasta las tazas, está perfecto.

— ¿Eres sobrina de la jefa? — pregunta una voz un poco rasposa cerca de mi.

Llevo mi vista al frente y unos ojos de un gris intenso me observan detenidamente: el chico quien trabaja en el lugar, es guapo y con esa sonrisa perfecta que me brinda lo es mucho más. Y yo pensando que los chicos guapos estaban en peligro de extinción, pero parecen estar saliendo de todas partes.

— A según yo, sí.— respondo, sorbiendo por la pajilla el batido de fresa que se encargó mi tía de traerme.

— Ya veo que la belleza se hereda.

Si eso es un cumplido no hace ningún efecto en mi más que el de hacerme reír un poco.

Como hoy me he levantado con el pie derecho no soy tan borde como para responderle secamente, aunque sí un poco mala como para no hacerlo y seguir bebiendo mi batido.

— Me llamo Barney.

Dios, él no puede soltarme ese nombre de golpe cuando estoy tomándome una bebida, la cual en parte termina por salir disparada de mi boca al imaginarme a ese muñeco morado todo feo.

— ¿De verdad te llamas Barney?— Pregunto luego de unos minutos en los cuales me dediqué a limpiar el desastre que debía ser mi rostro y mi cuello.

— No. La verdad solo quería comprobar si al igual que con la cola terminabas escupiendo el batido. —rio por su estupidez— Comprobé que sí, aunque no como con esa bebida negra.

—Si algo es lo suficientemente gracioso hasta puedes escupir el agua que estás bebiendo.- informo.

—¿Enserio? —asiento en respuesta. —Eso no lo sabía. Pero cambiando de tema, me llamo Klein.

— Bradley.— doy otro sorbo a la bebida y empiezo a sentir que alguien me mira.

Además de en el rostro, no tengo ojos en ninguna otra parte de mi cuerpo, pero no es necesario tenerlos para darme cuenta de que tengo una mirada sobre mi nuca y empiezo a sentirme incómoda ante el hecho de estar siendo observada intensamente.

— Tienes algo ahí — habla Klein señalando mis labios— , déjame quitártelo.

Pienso decirle que no hace falta que lo haga porque tengo dos manos lo suficientemente útiles para hacerlo, pero no hace falta mencionar palabra alguna cuando veo la muñeca del chico ser envuelta por una mano impidiéndole hacer lo que tenía planeado.

— Será mejor que guardes tus manos para ti. — advierte una voz un poco ronca y a la vez suave que ya reconozco muy bien, Evan.

El guapo, sexy, pero mentiroso Evan. El mismo chico atrevido que sin permiso alguno pasa su brazo por mis hombros y me atrae hacia él, haciendo que mire por segundos ese perfecto rostro endemoniado que puede hacer que muchas chicas suspiren por su causa. También haciendo sentir incómodo a Klein quien no sabe qué hacer y termina por irse sin lograr emitir palabra alguna.

— A ver. — dice, haciendo que alce un poco mi barbilla cuando dos de sus dedos son depositados en esa parte y dejándome sin habla por lo rápido que es al pasar la punta de su lengua por la comisura de mis labios para luego sonreír abiertamente al separarse. —Mmm, me gusta la fresa.

La sonrisa cínica que me regala al decir eso puede llegar a ser mi perdición en el remoto caso de decidir darme una oportunidad con el chico, pero no lo haré.

Concentración Brad, concentración.

No obstante, no puedo concentrarme cuando todo lo que quiero es besarlo. Menos ayuda la confirmación de que me gusta el pensamiento sucio que inunda mi cabeza al imaginarme su lengua pasando por otra parte de mi cuerpo que no es precisamente mis labios.

Dios, debería ponerme a leer la biblia, soy una maldita pecadora.

— ¿Te sucede algo? —pregunta.

Pestañeo un par de veces y sacudo mi cabeza tratando de controlar mis pensamientos, mas es inútil, cada vez se desvían más al tema sexual, porque cabe resaltar que aunque él sólo está frente a mi observándome inocentemente, en mi cabeza lo hemos hecho en varias posiciones. En mi defensa diré que es su culpa por estar demasiado bueno.

Es como si Dios hubiera amanecido inmensamente feliz y hubiera dicho: Hoy haré al ser más perfecto entre los demás que he hecho, y Boom, nació Evan. Joder, con el chico se pasó en hermosura.

Como sé que estoy divagando más de la cuenta opto por quedarme viendo el vaso que contiene el batido como si fuese lo más interesante del mundo. Todo con tal de no verlo a él y dañarme la cabeza con escenas subidas de tono.

— ¿Por qué no quieres hablarme?

Sé por el poco tiempo que llevo conociéndolo que no se quedará tranquilo hasta que le responda así que doy mi brazo a torcer y lo miro para hacerlo.

— Estoy molesta contigo.

— ¿Por qué?—pregunta apresuradamente.

¡Porque me haces tener pensamientos sucios! Claro que no pensaba decirle eso, no cuando se enteraría que no lo veo tan genuinamente.

Pienso en algo para tapar mi falta y recuerdo que en verdad estoy molesta con él por mentirme tan vilmente como lo hizo.

— ¿Te parece poco haberme dicho que no conocías a alguien un día y al siguiente estás sentado con esa persona en la misma mesa? — su cejo se tensa y una de sus manos viaja detrás de su cabeza.

— No entiendo de que hablas.

— Pues de la  perra que aseguraste no conocer, pero está sentada en la mesa donde estabas tú hace apenas minutos.

— ¿Es la misma Elvira de la que me hablaste ayer?—  el maldito cretino tiene el descaro de preguntar- La conocí hoy.

— No te creo. Parecías conocerla muy bien sonriéndole todo el tiempo. — eso le hace gracia.

— ¿Eso que huelo son celos?— ruedo los ojos y me ordeno a mi misma no hacerlo más porque no quiero quedar bizca con apenas diecinueve años de edad.

— Iluso.

No estoy celosa, solo me enoja que me mientan.

Reconozco que Evan me pone nerviosa, pero no se trata de que tenga sentimientos sino que nunca sé qué esperarme de él porque algunas veces resulta ser tímido y en otras descarado; eso logra confundirme un poco porque me gusta esa extraña mezcla, pero solo es eso.

— De verdad no conozco a la chica. Llegamos hace aproximadamente como media hora, luego llegó ella preguntándonos si podía sentarse con nosotros porque no había otra mesa disponible.— se defiende —Aunque yo me fijé y sí habían.

— Maldita arrastrada. — las palabras salen por sí solas de mi boca.

No conocía esa faceta de la come salchicha. Sabía que era una perra pero no tanto como para mentir tan descaradamente.

Me debato en si creerle o no y termino rindiéndome porque Evan podrá ser como sea pero no lo veo como un mentiroso.

— Bien, te creo.— llevo mi vista hacia la mesa donde estaba Evan hace poco y me complace ver que la chica se encuentra nada más que mirando hacia nosotros, así que me divierte observarla con su ceño fruncido cuando llevo mis manos detrás del cuello de Evan.

— ¿Y esto por qué?— pregunta divertido.

— Porque quiero demostrar un hecho.

— ¿Cuál?

—Lo averiguo y te respondo. — digo, antes de atreverme a juntar nuestros labios. Eso lo toma por sorpresa, creo que nunca se imaginó que lo besaría y por ello es que no reacciona, pero cuando lo hace es demasiado tarde porque separo mis labios de los suyos al escuchar que alguien tose detrás de nosotros. No es necesario decir de quien se trata.

—Ya me voy. — habla la chica apenas volteamos hacia ella.

— ¿Y?—  cuestiono, no dejando que Evan sea quien responda dado que de él es que se despiden.

—Fue un placer conocerte. Espero verte de nuevo. —ella sonríe apenas escucha las palabras de Evan y yo quiero matarlo porque ella no le puede agradar.

Joder, y tan perfecto que era ante mis ojos. Eso le resta puntos.

—   Será. — dice, sonriendo por última vez antes de empezar a caminar.

— ¿En qué estábamos?— pregunta él llamando mi atención y haciendo que lo mire.

— No estábamos en nada. — respondo de manera borde, trayendo de vuelta mis manos a mi regazo.

— Ay Bradley, Bradley  —se acerca un poco más, depositando sus manos en mis mejillas y empezando a trazar círculos en ellas con sus pulgares, eso se siente bien — puedes decirte a ti misma que no estás celosa, pero a mi no me engañas, sí lo estás.

— No lo estoy. — respondo sinceramente.

No lo estaba, solo soy lo suficientemente egoísta como para no querer que quienes me rodean le agrade la chica. Es algo así como esas personas quienes no les gusta compartir a su mejor amigo ni con sus demás amigos. No sé si me expliqué bien pero me da igual.

— Claro que lo estás.

— No lo estoy.

— Sí lo estás.

Dios, esto es exasperante. Solo falta que se ponga a exclamar mientras aplaude: Bradley está celosa, Bradley está celosa... Ya saben, como lo hacíamos cuando eramos niños y jugábamos a ser tontos.

No pienso seguir cayendo en sus provocaciones así que ordeno a mi boca que no diga otra palabra, pero no hay necesidad de ello porque cuando veo unos ojos avellanas cada vez más cerca y unos tentadores labios entreabiertos me doy cuenta seré callada por ellos.

Y esta vez no quiero confirmar un hecho, yo de verdad quiero besar a Evan y pienso atreverme a hacerlo apenas sus labios tocan los míos, pero nuevamente alguien tosiendo detrás de nosotros no los impide. No hay necesidad de decir de quien se trata.

Dios, parece ser que ni el mismísimo cielo quiere que nos besemos.

— Yo...— no sabe qué decir y me doy por enterada que esta perra solo quería interrumpir la escena.— Creo que no está bien dar tantas demostraciones de afecto en público.

¿Ah?

¡¿Y ésta de qué va?!

— ¿Estás jodiéndome verdad? —ella niega a mi pregunta y eso me hace reír.

—Solo opino que no es correcto.

— Si tus opiniones fueran alcohol me las tomaría enserio, pero no lo son así que me valen. —digo, molesta por la situación — Además, no puedes salir con eso cuando te la pasabas besando a Sean cada que podías. — su labio inferior es prensado por sus dientes tal vez para no decir más y termina saliendo a pasos apresurados de la cafetería.

— ¿Qué fue eso? —cuestiona Evan.

— El hecho que quería demostrar. — llevo mi vista hacia el frente y veo a mi tía mirándome fijamente así que le sonrío.

Ni por asomo intento besar a Evan nuevamente, eso ya perdió interés para mi. Es como cuando una pareja está en planes de tener sexo pero no hay condón, así que salen a comprar y cuando regresan ya las ganas de hacerlo se han ido. La pasión se ha esfumado. Eso mismo ha ocurrido en este caso.

— ¿Me puedes decir el hecho?— pregunta, acercando una silla para sentarse cerca de mi.

— El hecho de que la come salchicha gusta de ti.— le informo y obtengo como primera respuesta un ceño tensado.

— Voy a suponer que cuando dices la come salchicha te refieres a la pelirroja —asiento —¿Por qué la llamas así?

— Larga historia que no es importante en estos momentos. Aquí lo verdaderamente importante es que ella gusta de ti.

— Pero ni siquiera la conozco.

— Juzgando por mi experiencia, creo que tuviste algún accidente en el cual perdiste la memoria. Tu y ella se iban a casar, pero terminaste bloqueándola de tus recuerdos y ahora trata de aparecer en tu vida para que recuperes la memoria y vivan su idílico amor.

— Eso es como sacado de telenovela. Además, recuerdo toda mi vida.

— Dios, matas mi intento de ser guionista.- sonrío al escucharlo reír.

— Deja las alucinaciones y mejor te presento a mis amigos.— termino por levantarme y tomar su mano cuando me extiende la suya para ir a aquella mesa.

Cuando llegamos a ella hay dos chicos quienes ríen de lo que un rubio dice. Pero otro no presta atención y solo está con su vista perdida en algún lugar de la cafetería, sigo a donde se dirige su mirada y no es a otra parte sino hacia donde se encuentra mi tía.

— Les presento a mi novia. — habla llamando la atención de los chicos.

— Sueña.— ellos ríen y a Evan no le gusta, pues termina dándole un golpe en la cabeza a uno de ellos.

—Ellos son Rick, Deon —va señalando y cada uno se levanta para darme un beso en la mejilla — , Floit y Adam.

Este último siquiera me mira ya que está concentrado en la rubia de la barra. Me hago un espacio a su lado y me gano su atención cuando con mi rostro cubro la hermosa vista que tenía de mi tía.

— Al parecer a alguien aquí le gustan las mayores. —sus ojos verdes me analizan apenas digo eso. — Dime Adam, ¿te gusta mi tía?

— ¿Es tu tía? —  asiento y me sorprendo cuando sus manos envuelven las mías.—Dime todo sobre ella, por favor.

— Primero devuélveme mis manos—  rápidamente las suelta y bufo cuando Evan toma una de ellas —. Lo primero que tienes que saber es que le gustan los niños, pero solo para criarlos.

—No soy un niño. Tengo veintitrés años.—  reclama un poco molesto y eso hace que los demás rían y empiecen a gastarles bromas pesadas.

No sé con exactitud el tiempo que corre al estar dentro de la cafetería, pero cuando miro a través de los ventanales la noche empieza a caer así que me despido de los chicos quienes realmente me han agradado y voy en busca de todo lo que compramos Ellen y yo para volver a casa, siempre de la mano de Evan quien se invitó él mismo a acompañarme dejando de esa manera a mi tía feliz ya que no volvería sola a mi hogar porque aún quedan horas para que ella cierre.

* * *

— Gracias por ayudarme.

Evan sonríe pasándome las bolsas cuando extiendo mis manos para tomarlas. Nos encontrábamos en toda la puerta de mi casa y ya no había necesidad de que las siguiera sosteniendo. Ya hizo suficiente por mi el día de hoy al cargarlas en todo el camino y yo puedo con ellas.

Sigo sin saber qué hacer para despedirme, si sólo le digo adiós o le doy un beso en una de sus mejillas. Opto por la primera opción que al parecer se ve muy seca para él ya que se acerca y me da un beso en la frente, beso que se prolonga por unos segundos hasta que decide separar sus labios y mirarme fijamente y demasiado cerca para mi gusto, porque digamos que ahora que tengo su boca a mi alcance nuevamente siento esas ganas inmensas de besarlo y tal parece que él se ha dado cuenta pues una sonrisa se despliega por su rostro.

— A la final serás tú quien termine robándome un beso, uno verdadero. — es lo que dice antes de separarse y empezar a tomar los pasos que lo lleven seguramente hasta su casa.

Pienso en lo último que ha dicho y llego a la conclusión de que ahora que he recibido lo que a mi parecer se escuchó como una advertencia no pienso perder esta batalla. No seré yo quien lo bese primero.

Suspiro, entrando a casa y dándome cuenta que mi abuela había llegado ya que la comida estaba preparada pero salió nuevamente juzgando por la nota que yace en el mesón de la cocina, así que estoy completamente sola.

Mientras subo las escaleras, luego de haber acomodado las compras con la comida en su lugar, es inevitable que mis pensamientos se dirijan al chico quien me acompañó a casa. Evan es un buen chico que no se merece que alguien como yo termine por herirlo, por eso pienso parar de una vez por todas cualquier ápice de sentimiento que tenga por mi dejándole claro que nunca pondré mis ojos en él.

Soy feliz apenas subo el último peldaño y veo la puerta de mi habitación, porque eso significa que en segundos podré descansar en mi cómoda cama. He decidido hibernar como un oso y levantarme entre cinco años, de verdad estoy cansada.

Sorpresa me llevo cuando apenas abriendo la puerta veo a una persona acostada en mi cama, con sus manos detrás de su cabeza y sus ojos cerrados. Me daría por gritar sino fuera porque conozco perfectamente a esa persona.

— ¿Cómo entraste? — pregunto, quitándome los tacones que me dejaron los pies hinchados y haciendo que abra sus ojos apenas escucha mi voz.

— Tu abuela me permitió esperarte en tu habitación.

— ¿ Y qué es lo que quieres?— espero al lado de mi cama por su respuesta.

— Hablar contigo. — responde enderezando su cuerpo.

— Vete, no quiero saber nada de ti por estos días.

— No lo haré hasta que hablemos.

Sean es terco, por lo mismo sé que no se irá hasta que yo lo escuche, pero como no quiero hacerlo termino tomando una de mis almohadas y empiezo a darles golpes con ella.

— ¡Detente! —no hago caso a lo que pueda decir y sigo en mi intento de sacarlo de mi habitación y de mi casa —Estás demente.

— Esta demente te matará como no salgas de aquí.

De pronto todo sucede muy rápido, tan rápido que es cuando mi cuerpo toca la suavidad de mi cama que me doy cuenta de la situación en la que me encontraba: con mi cuerpo debajo del de Sean y sin poder hacer nada dado que mis muñecas están siendo rodeadas por sus manos.

— ¿Por qué nunca te puedes quedar tranquila?— pregunta.

De verdad quiero contestarle, pero cuando sus manos suben un poco y sus dedos se entrelazan con los míos un par de mariposas han decidido hacer estragos en mi estómago al dar su primer aleteo.

Su rostro está tan cerca del mio que es cuestión de moverme un centímetro para besarlo, pero no lo haré porque lo más probable es que él sólo me está provocando para hacer que me doblegue y vaya a hablar con su ahora ex-novia y eso me pone furiosa.

—Suéltame.— intento zafarme de su agarre, pero es inútil. —¿Por qué haces esto? —él solo me ve sin decir nada por largos segundos.

— Solo... —sus ojos viajan de los míos a mis labios y traga saliva—para que dejaras de golpearme.

Y tal vez ambos estamos equivocados y él no haga esto por lograr algo como hacer que vaya a hablar con su ex o para que dejara de golpearlo sino porque desea hacerlo, este pensamiento llega cuando por estar solo observándome puedo soltarme de su agarre y al colocar una de mis manos en su pecho para quitarlo de encima puedo sentir su corazón latiendo con demasiada prisa.

— Entonces, ¿Por qué tu corazón parece querer salirse de tu pecho? —pregunto acariciando su mejilla con mi otra mano.

Mi pregunta parece haberlo traído de regreso, pues se levanta muy rápido y me mira como si estuviera enojado conmigo. Aquí la única que puede estar enojada por esta situación puedo ser yo, ya que me está confundiendo con todo lo que hace.

— No malinterpretes mis actos, solo fue para detenerte.— es lo que dice, sacando mi celular de uno de los bolsillos delantero de su pantalón y dejándolo en la mesita de noche antes de salir de mi habitación a pasos apresurados.

Estuviera feliz ante el hecho de que ahora estoy segura de que a Sean le sucede algo conmigo, pero no lo estoy porque así mismo como me da esperanza me las quita. Él no desea dejar que avance una relación entre nosotros.

Mierda, este chico me da la enfermedad pero es incapaz de poner a mi alcance la cura.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro