* 49 *
La mañana de aquel día de primavera había amanecido perfecta, justo como si lo hubieran planeado, como si el cielo hubiera conspirado para que todo estuviera en orden. Hay parejas que pasan por relaciones tumultuosas, hay otras que discuten mucho, pero hay algunas, como la de Leo y Esme, que simplemente son, y desde muy jóvenes saben que simplemente serán.
Una vez que decidieron estar juntos, luego de haber pasado por sus propios tormentos y dificultades personales, las cosas simplemente se dieron. Él se mudó a un departamento cercano al de Esme y pasaban mucho tiempo juntos, no siempre haciendo algo, a veces solo estaban en el mismo sitio cada uno en lo suyo, estudiando —en el caso de Leo—, o componiendo alguna nueva melodía —en el caso de Esme—. No solían discutir, salvo por alguna que otra tontería sin demasiada importancia, todos sus amigos les decían que parecían un matrimonio y ellos simplemente sonreían. Así pasaron los meses, solían visitar a la familia, quienes ya estaban tan acostumbrados a verlos siempre unidos, que habían asumido que en cualquier momento se mudarían a vivir juntos, o como esperaba la madre de Esme, se casarían antes de hacerlo.
La relación de ellos era una mezcla entre amistad, amor y pasión, una pasión que siempre era contenida y refrenada por el deseo de Esme de esperar hasta el matrimonio. Lía solía burlarse de ella de manera jocosa por esa decisión, solía decirle que esas cosas de la religión no tenían sentido. Esme le replicaba que para ella sí lo tenía y no era una simple imposición de su religión, sino algo en lo que ella realmente creía y una decisión personal. Además, solía molestarse un poco y entrar en grandes discusiones con su amiga de la universidad, ya que Lía solía embanderarse con las causas de defender el derecho a elección de cada ser humano, y Esme solía reprocharle lo incoherente de defender algo así y criticar su decisión de hacer lo que quería con su cuerpo cuando esa decisión implicaba abstenerse del sexo. Era una discusión de nunca acabar, pero ambas se respetaban y se querían, así que una de las dos terminaba por cambiar de tema.
Leo no tenía ningún problema de esperar a su chica el tiempo que ella considerara necesario, había aprendido que el verdadero amor libera, respeta, espera y no hace nada que la otra persona no apruebe. Sin embargo, se encargaba de hacerla sentir bella y deseada todo lo que podía y Esme, disfrutaba de eso.
Hacía menos de seis meses el chico le había pedido matrimonio. Ya ella había terminado su carrera y él estaba por hacerlo, creía que una vez que acabaran la universidad podrían por fin alquilar un departamento en la ciudad y vivir juntos. No importaba lo pequeño que fuera, él ya estaba trabajando y Esme tenía proyectos con una banda que acababa de formar con unos compañeros de universidad, así que podrían solventar una vida juntos, aunque no con muchos lujos, pero sí con mucho amor. Esmeralda asintió emocionada al ver ese anillo de compromisos en forma de rosa. Y esa mañana de domingo, en medio de la primavera, ambos sellaron su unión ante el Dios en el que Esme creía, para siempre.
Esme se había puesto a dieta —como toda chica—, antes de su boda. Había aceptado que nunca sería una de esas muchachas escuálidas que eran la moda de las jovencitas, pero siempre podía intentar verse mejor.
Mientras se veía al espejo y se sentía la novia más bonita del mundo recordaba lo que solía pensar de adolescente, cuando empezó con Leo lo único que deseaba era poder ser delgada, tanto que cuando él la viera se asombrara tanto y se enamorara más de ella como para nunca dejarla. Recordó las veces que deseó ser delgada y bonita para que todos los que la vieron con maldad se enamoraran de ella o le tuvieran envidia. En ese momento se sintió tonta por haber pensado aquello, meditó acerca de lo mal que debía haber estado para desear que otra persona la amará solo por cambiar, por ser distinta a lo que era.
—¿Estás lista? —Tefi ingresó a la habitación y miró a su amiga viéndose al espejo—. Te ves hermosa, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé —sonrió Esme y miró a su amiga a través del espejo—. ¿Recuerdas cuando una vez te pregunté si acaso Leo me miraría si bajara de peso? Me dijiste que yo no necesitaba bajar de peso para que alguien me mirara, que si no eran capaz de ver lo que valía era él quien no valía la pena.
—Lo recuerdo... Siempre he sido muy sabia —bromeó Tefi acercándose y tomando asiento, Esme sonrió.
—Tenías tanta razón... ojalá las personas lo entendieran así, ojalá las chicas como yo se dieran cuenta de eso mucho antes de lo que lo hice yo...
—Lo importante es lo que te diste cuenta, Esme... Ahora deja de cavilar tonterías y dime si estás nerviosa. Finalmente ha llegado el día.
—Estoy algo nerviosa, sí... una no se casa todos los días —sonrió Esme.
—No me refiero a eso, me refiero al sexo... Por cierto, ¿ya puedes decir sexo sin convertirte en un tomate andante? —rio divertida.
—Eso también me pone algo nerviosa —admitió la muchacha.
—Solo déjate ir, amiga..., verás que es divertido... Oye, me mandaron a apurarte, en realidad, creo que Leo está un poco ansioso, no sé si será por la boda o por lo que vendrá después —dijo riendo y Esme negó—. Vamos, ya todos te esperan.
En aquella boda preparada en la playa, Leo observó a Esme ingresar por el pasillo de arena blanca del brazo de su padre y caminar hacia él. Se veía más bella que nunca, su vestido blanco, sencillo y a la vez perfecto, enmarcaba sus curvas y resaltaba el color rojizo de su cabello. El sol la hacía brillar como si ella misma fuera una joya perfecta, un diamante único. Esme sonrió al verlo tan guapo y con una sonrisa tan inmensa en su rostro, y lo único que sintió fue la certeza de que ese era su lugar en el mundo.
Luego de la boda, festejaron con sus amigos y familiares en un local del pueblo que quedaba frente a la playa, disfrutaron mucho de esa tarde y cuando la noche cayó, Leo y Esme subieron a un auto descapotable que había conseguido Héctor, y que Bea y Magalí habían adornado con muchas flores, y fueron hasta el hotel donde pasarían su primera noche de bodas.
Cuando ingresaron a la habitación, Esme sonrió al ver tanto lujo en un solo sitio. Era un hotel de cinco estrellas y la habitación era un regalo de sus amigos Adrián y Tefi. Todo estaba preparado de forma especial para ellos y en la cama había un montón de pétalos de rosas derramados.
—¿Cuántas rosas habrán matado para esto? —inquirió Esme negando.
—No las mataron para esto, ellas se sacrificaron para hacer feliz a su reina, a la reina de las rosas —dijo Leo bromeando—. Tú te mereces un colchón de rosas tan delicado como tú, como tu piel, como tu alma —añadió y se acercó a besarla.
Esme no dijo nada, dejó que él la abrazara y la besara con ternura. Por un segundo sus antiguos fantasmas quisieron despertar, justo en el momento en que Leo comenzó a bajar la cremallera de su vestido. Entonces se alejó un poco para mirarlo, para ver en sus ojos la seguridad que necesitaba.
—Sabes que te amo y amo tu cuerpo tal cual es —sonrió el chico reconociendo los miedos de su chica, ella se sintió mejor con solo saber que él podía descifrarla con solo verla, asintió y dejó que él siguiera.
Entonces dejó que el amor opacara los temores. Leo le preguntó si se sentiría más cómoda en la oscuridad, pero ella lo negó, acababa de entregarse a él para toda la vida y no había por qué temer a la luz, ella era suya y él de ella.
Por la mañana siguiente, cuando despertaron, un desayuno en la cama los esperaba. Desayunaron bajo las sábanas aún desnudos y disfrutaron de ese mundo en el cual existían solo ellos. Entonces, Leo le dio un regalo, Esme tomó el paquete y lo abrió para encontrar una copia de la película La bella y la bestia.
—Para que no olvidemos nuestras raíces —dijo Leo sonriendo.
—Ya casi olvidaba tu lado Bestia, o ¿es que solo me acostumbré? —sonrió Esme al pensar lo lejana que había quedado la noche en que habían hablado de aquella película luego de verla.
—Tú siempre serás mi Bella y yo siempre seré tu Bestia —sonrió el chico.
—No eres tan bestia —añadió Esme recostándose en su pecho y plantándole un tierno beso allí mismo.
—Pero tú si eres tan bella —sonrió él besándola en la frente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro