* 42 *
Tefi y Esme se juntaron con Luli y Camila en un centro comercial y desde allí fueron en busca del vestuario adecuado al sitio donde estas habían propuesto. Ya en el local las chicas hicieron sus elecciones y le pasaron a Esme como cinco vestidos para probarse, ninguno parecía tener nada raro ni nada que la hiciera sentir incómoda, de hecho, ella ingresaba al probador con su amiga y ambas quedaban asombradas de lo bonitas y distinguidas que se veían aquellas prendas, luego salían a mostrárselas a las otras dos porque ellas así se lo habían pedido.
Finalmente, la elección estuvo entre uno azul con detalles bordados en la pechera y uno negro con unos detalles muy bonitos en la misma tela que quedaban como rayas verticales y sin breteles. Todas finalmente decidieron por este último.
Las cuatro muchachas, bastante contentas y conformes con la elección fueron a buscar un zapato que combinara y después de aquello, fueron hasta el sitio donde sería el concurso. Llegaron algo temprano, pero esa era la idea pues allí ya las esperaba Nadia con su enorme maletín de maquillaje para iniciar su labor. Esme y Tefi se miraron asustadas, sin embargo, hasta ese momento nada malo había sucedido y ambas estaban seguras de que no existía ninguna treta.
Esme se sentó en una silla y dejó que Nadia hiciera su trabajo, mientras tanto Luli le pintó la uñas y Camila buscaba opciones de peinados.
—¿Por qué tanta bondad de repente? —preguntó Tefi que estaba sentada cerca de su amiga observando aquel despliegue de amabilidad, como si las cinco fueran parte de un mismo grupo de inseparables amigas del estilo una para todas y todas para una.
—¿Sinceramente? —preguntó Luli divertida y Tefi asintió—. Simple... queremos viajar y ella es nuestra única y última opción.
—Nada más que eso —respondió Nadia encogiéndose de hombros.
—Mmmm... —murmuró Tefi levantando las cejas con inconformidad.
—Además —añadió Camila—, no queremos que ganen las del Teresiano, no soportamos a Susana —agregó y las otras dos chicas se rieron divertidas—. Hace dos meses se puso de novia con Mateo, un chico que le gusta a Luli, por tanto, le hemos declarado la guerra, y tú eres nuestra mejor arma —dijo señalando a Esme.
—¿Solo eso? Digo... ¿es solo por eso que nos están ayudando? —preguntó Tefi algo incrédula.
—¿Te parece poco? —inquirió Luli—. ¡Es el amor de mi vida! —exclamó de forma exagerada y Tefi se contuvo para no reír.
—Y queremos viajar —añadió Camila y las demás asintieron.
No volvieron a hablar del tema y cada una siguió en lo suyo, Tefi se relajó un poco mientras se puso a leer algo en su celular, Esme se dejó maquillar y peinar por las chicas que habían puesto música y bailaban y cantaban mientras trabajaban.
Ella se rio al pensar que se sentía bien en ese momento, recordó que cuando era más chica y tenía como doce o trece, solía soñar en estar en el grupo de esas tres, ser una de ellas, sentirse parte. No podía creer que en ese momento estuviera compartiendo un instante en el que parecieran ser simplemente amigas. Por un instante pensó que quizá no eran malas, solo estaban demasiado confundidas, demasiado vacías, interesándose por cosas que en realidad para ella no valían la pena.
Ya solo faltaba una hora para el inicio de la primera prueba cuando terminaron, la verdad era que Esme se veía hermosa, se miró al espejo y sonrió conforme.
—Somos buenas, ¿eh? —dijo Camila observando la imagen de su compañera en el espejo y las otras dos asintieron chocando las manos entre ellas.
—Estás bella... —dijo Tefi sonriendo a su amiga—. Más de lo normal —añadió.
—Sí, estás muy linda —dijo Nadia dándole un pequeño retoque al maquillaje.
—Gracias... —murmuró Esme algo cohibida, se veía en realidad hermosa y no sabía cómo sentirse al respecto, además, los nervios del concurso ya la empezaban a inundar.
Las tres chicas se acercaron a ella y se despidieron con un beso en la mejilla y una especie de abrazo. Le sonrieron y le desearon suerte, además le pidieron en un lenguaje un poco más vulgar, que hiciera pagar a Susana por meterse con ellas.
Cuando las tres salieron de la habitación, Tefi y Esme rieron como tontas, se abrazaron y luego la primera hizo girar sobre su eje a la segunda y fingió un silbido.
—¡Bella! ¡Estás bella! —sonrió volviéndola a abrazar.
—Permiso...
Leo, Germán y algunos chicos del grupo ingresaron al local. Todos quedaron mirando a Esme y sonriendo.
—¡Wow! —exclamó Germán asintiendo.
—Estás preciosa —dijo Leo acercándose a ella y observándola de arriba abajo, Esme sintió sus mejillas teñirse de rosa intenso.
Luego de la sorpresa inicial, todos los chicos comenzaron a preparar sus instrumentos para un ensayo final antes del evento.
Ese día, pasaron todas las pruebas y quedaron entre los tres finalistas que al día siguiente tendrían la prueba final. Esa noche, fueron a celebrar todos juntos como un único grupo a una pizzería que había en el centro de la ciudad. De camino a casa, Leo acompañó a Esme.
—¿Vamos al barco un rato? Aún es temprano —sonrió y la muchacha aceptó.
Caminaron en silencio hasta el barco y subieron al mismo sentándose en el suelo de madera brillosa. Esme recostó su cabeza sobre el hombro de Leo y entrelazaron sus manos mientras miraban la noche estrellada que los cubría.
—¿Se te pasaron los nervios? —preguntó el chico.
—Algo... todavía queda la prueba final y tengo miedo de decepcionarlos. Todos han puesto sus esperanzas en mí, incluso Camila, Luli y Nadia... —suspiró.
—Tú solo preocúpate de dar lo mejor de ti, ya verás que lo harás bien. Deja de pensar en la gente y en decepcionar a nadie, no lo harás, ya lo verás.
—Pero ¿y si perdemos? —preguntó mirándolo.
—Si perdemos no importa, lo habrás hecho lo mejor posible —susurró besándola con ternura en los labios.
Cuando él se apartó, fue Esme la que enroscó sus brazos por el cuello de Leo y lo besó con firmeza, aquel gesto hizo que el chico se estremeciera, solía ser él quien guiaba siempre.
—Te ves preciosa hoy —dijo Leo en medio del beso—, pero para mí te ves preciosa siempre —añadió mientras con su mano derecha recorría la espalda de la muchacha.
—Gracias —respondió con un débil murmullo.
El beso fue creciendo en intensidad mientras Esme comenzó a sentir cosas que nunca había experimentado, las mariposas en su estómago abarcaron mucho más espacio mientras iban volando hacia el sur, los cosquilleos se intensificaron y de pronto su piel pareció hacerse mucho más receptiva de lo común. Leo comenzó a bajar los besos por el cuello y a jugar con su dedo índice dibujando trazos en los hombros de la chica, mientras marcaba los límites de la tela en la piel de la muchacha. Esme sintió que su sangre se convertía en lava que se derretía como cera de vela en cada parte de su cuerpo por donde él pasaba su mano, y lo peor era que el toque le parecía ínfimo y en su interior la necesidad crecía con cada roce, se encontró entonces necesitando ir más allá, dar y recibir un poco más.
Se dejó llevar por el calor del momento y metió sus manos bajo la camisa del muchacho acariciando así la piel de su espalda, esa misma que había observado tantas veces exponerse al sol mientras él trabajaba en el bote. Leo se estremeció ante el suave y delicado toque de la muchacha que exploraba por primera vez terreno desconocido.
El viento fresco de la noche los envolvía en una bruma que contrastaba húmeda con el calor de sus pieles, la música distante de alguna fiesta en la playa sonaba de fondo y las olas del mar opacaban los pequeños suspiros y gemidos que salían de ambas gargantas como exhalaciones de sus almas. Leo buscó a tientas la cremallera del vestido y la tomó entre sus temblorosos dedos, Esme se dio cuenta y aunque sintió una pizca de temor mezclándose en la excitación, no dijo nada.
El muchacho jugueteó con el pequeño metal esperando que la chica le dijera algo, pero como ella se enfocó en seguir besándolo con pasión, él se animó a tirar levemente del mismo y así la prenda se fue abriendo con suavidad, mientras él acariciaba su espalda con cuidado y cariño. Esme sintió que el fresco del ambiente chocaba con su cálida piel y se estremeció. Se apegó más al chico escondiéndose en sus brazos para evitar la vergüenza y el frío, o ambos, que se mezclaban en uno solo. Leo la contuvo un rato y luego se apartó para desabrocharse unos botones y sacarse la camisa. Esme lo observó y sus manos se movieron solas acariciando el torso masculino de manera tímida, inexperta, pero decidida. El chico sonrió.
El vestido aflojado dejaba ver parte de los pechos de la muchacha, así que Leo enfocó su vista en ellos. Esme se había olvidado de aquello mientras recorría el torso de Leo con sus dedos como si lo fuera conquistando. Entonces el muchacho llevó su mano derecha hasta el cuello de la chica y fue bajando desde allí hasta el sitio donde la tela se volvía floja. Esme se detuvo, lo observó y por respuesta solo obtuvo una sonrisa que la hizo sentir de alguna manera segura y a salvo. Cerró los ojos mientras suspiraba y Leo continuó bajando el vestido dejándola con el torso expuesto, no traía sostén pues el vestido no tenía tirantes y las chicas creyeron que no sería necesario. Leo sonrió y se acercó a besarla, abrazándola y juntando su pecho con el de ella.
—¿Te dije que eras hermosa? —preguntó en su oído haciéndola estremecer.
—Muero de la vergüenza —admitió Esme.
—No deberías —sonrió—. Me gustas toda...
Se separaron un poco y Leo volvió a mirarla, dejó que su mano dibujara trazos suaves en su piel, mientras ella volvía a cerrar sus ojos y se sumergía en ese mar de sensaciones nuevas que estaba experimentando.
Leo la acariciaba con cariño y delicadeza mientras ella se imaginaba que aquellas sensaciones la embargaban como si ella fuera la orilla y Leo las olas que la bañaban. El chico se acercó más y más y comenzó a besarla de nuevo para después ir bajando sus besos hasta su cuello y un poco más, y más... y más.
Esme se derritió en sus brazos mientras lo atraía a ella y enredaba sus manos en sus cabellos. Leo se dejó llevar y mientras mordisqueaba con ternura uno de los erectos pezones y jugueteaba con el otro, permitió que su mano derecha se colocara sobre la rodilla de la muchacha para ir moviéndose lentamente hacia arriba, franqueando algunos límites. Esme sintió cosquillas intensas en un sitio que nunca había despertado así, pero las alarmas en su mente comenzaron a sonar y entonces colocó su mano sobre la de Leo justo cuando este estaba por llegar a la frontera.
—No... —murmuró sin fuerzas. Leo asintió y retiró con delicadeza su mano para volver a enfocarse en los besos. Unos minutos después, el sonido del celular de Esme los trajo de aquel sitio donde se habían escondido del mundo.
—¿Hola? —dijo la muchacha intentando sonar normal.
—¿Dónde estás? Es tarde. —Era la voz de su padre.
—Ya estoy yendo, papá... —respondió.
—Bien... te esperamos.
Ambos suspiraron sabiendo que la magia había acabado. Esme se arregló el vestido como pudo y Leo sonrió al verla algo sonrojada y despeinada mientras él se prendía los botones de su camisa.
Durante el camino de regreso ella no dijo nada, aún le costaba pensar con claridad y asimilar todo lo que había sucedido. Leo solo la abrazó y caminó a su lado sintiendo que levitaba.
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