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Desde algún rincón onírico, sintió algo en su oído y lo espantó como pudo, volvió a sentirlo y sacudió su mano una vez más para librarse de aquello que le molestaba, entonces, oyó una risa que acabó de despertarla y abrió pesadamente los ojos.

—Despierta, princesa Fri —dijo Adler riendo mientras le hacía cosquillas en las orejas con una pluma grande de color blanco, Samuel reía muy entretenido.

—¡Idiotas! —exclamó Frieda levantándose y empujándolos a ambos.

—¡Oh! ¡Qué miedo! —añadió Adler haciendo como si temblara y ella giró los ojos molesta.

—Mamá nos llama para almorzar —dijo Samuel en medio de las risas.

Frieda no hizo caso y se metió al baño para lavarse la cara y acomodarse el cabello. Cuando salió, los chicos ya se habían retirado, así que bajó al jardín donde estaba segura estaban todos, pues el tío Niko adoraba cocinar en su parrilla.

—¡Frieda, cariño! —llamó la tía Berta que estaba junto a Carolina preparando ensaladas, la muchacha caminó hasta ellas. Adler y Samuel jugaban a la pelota en el césped.

Su tía le preguntó acerca de las clases, las amigas, los chicos, y todo lo que normalmente hacían a la vida de una adolescente normal, pero en realidad ella no tenía demasiado que contar. Su madre la miraba sonriendo, sabía que Frieda odiaba esa clase de preguntas, sin embargo contestaba todas educadamente.

—¡Princesa! ¿Quieres jugar un poco? —la llamó Adler desde el césped y ella negó.

—Anda, ve —insistió Berta haciendo un gesto para animarla—. Adler estaba muy entusiasmado por tu llegada —sonrió.

Frieda se preguntó si los adultos eran tan tontos que no se daban cuenta lo que en realidad sucedía alrededor, o si acaso solo decidían ignorar, porque aunque ellos disimularan bastante bien, a ella le parecía demasiado notorio y visible —para cualquiera— que ella y Adler no se llevaban demasiado bien. Aunque algo era cierto, a Adler le encantaba fingir que se adoraban y siempre lo hacía delante de sus padres, dejándola en una situación muy incómoda. A veces pensaba que lo hacía adrede, para molestarla, pero también creía que él era de esas personas que vivían para agradar a todos, siempre buscaba ser el bueno de la historia.

Adler era el mejor alumno de su clase desde primer grado, hablaba cinco idiomas, tocaba el piano y además adoraba leer. Era un chico perfecto, siempre iba bien vestido y bien peinado, nunca decía malas palabras ni trataba mal a nadie —salvo a ella cuando nadie los veía—. Todo eso le chocaba a Frieda, que pensaba —más bien estaba segura—, que todo Adler era una fachada, y que bajo esa carita perfecta de niño bueno se escondía alguien a quien nadie conocía. Y es que Frieda odiaba a las personas que vivían para llenar las expectativas de los demás y no eran genuinos.

Se levantó y caminó hacia los chicos para unirse al juego. No tenía ganas de escuchar a su madre pidiéndole que intentara ser amable con Adler. Ella se daba cuenta de que no le caía del todo bien a Frieda, pero pensaba que era más bien por el carácter de su hija, algo asocial e introvertida.

—Entonces, ¿te animas? —preguntó Adler acercándose a ella. Estaba sudado y se veía asqueroso a los ojos de Frieda.

—Hueles a sapo envenenado, Frog —susurró ella tapándose la nariz.

—¡Me descubriste! Me puse tu perfume hoy cuando entré en tu cuarto —dijo él haciendo un gesto divertido.

Frieda dio una patada liberando la pelota que el chico traía entre su pie y el suelo, y empezó a correr tras ella. Samuel se hizo a un lado, sabía que era un partido de a dos y no quería meterse en medio de su hermana cuando decidía retar a Adler. Aprovechó para ir a tomar algo fresco y los dejó allí para que se desquitaran. Él sí sabía que no se soportaban.

Adler corrió tras Frieda y se acercó mucho a ella.

—Si me desmayo por el apestoso olor que tienes no cuenta como triunfo para ti —amenazó Frieda riendo y Adler sonrió.

—No pongas excusas, perderás como siempre, Fri...

Cómo todas las veces que decidían competir en algo, aquel partido era como un duelo para ellos. El que ganaba siempre se burlaba del otro durante días, y ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer. En ese momento estaban empatados, tres a tres, sin embargo cuando Frieda pudo recuperar la pelota para intentar llevársela a su arco, Adler se la quitó de nuevo y pateó directo y con fuerza. Entonces Frieda al darse cuenta que perdía se echó al suelo y fingió llorar.

—¡Ay! ¡Ay! —exclamó y pronto su padre y Nikolaus la buscaron con la mirada. Adler, que estaba a punto de celebrar su triunfo, escuchó los gritos y sin entender qué había sucedido se giró para verla—. ¡Me lastimaste! —Lo acusó.

Adler frunció el ceño completamente confundido ya que ni siquiera la había tocado.

—¿Qué sucedió? —preguntó Rafael acercándose a su hija—. ¿Estás bien?

—Creo que me torcí el tobillo, él me empujó para sacarme la pelota y poder ganar. No es justo si ganas con trampas —dijo observando su tobillo derecho y sobándoselo mientras su padre se acercaba para ayudarla a levantarse. Adler la miró con las cejas levantadas, ¿de verdad le estaba diciendo eso cuando que ella acababa de hacerlo? ¡Mentía para evitar perder!

El chico odiaba cuando ella manipulaba la situación para quedar como la santa ante sus padres y sus tíos. Lo hacía siempre y no lo toleraba. Frieda se jactaba de ser una chica distinta, independiente y libre, decía que odiaba los estereotipos, pero bien que cuando quería aprovecharse de la situación se ponía en el plan de niñita débil y mimada.

—¡Yo no hice nada! —Se quejó Adler levantando las manos.

—Eres alto, Adler, a lo mejor fue sin querer... —dijo Nikolaus acercándose y ayudando a Frieda a levantarse. Entre los dos la colocaron en medio y ella se sujetó del hombro de su padre y su tío fingiendo que no podía caminar bien y sollozando.

Adler frunció los puños, enfadado, otra vez se salía con la suya.

—Traeré una pomada para los golpes. —Se apresuró a decir Berta mientras los hombres colocaban a la chica en una de las sillas y la hacían levantar la pierna.

La mujer volvió rápido con la pomada y se dispuso a pasársela por el tobillo a la chica, pero entonces apareció Adler de nuevo.

—Deja mamá, yo se la pasaré, después de todo es mi culpa —añadió y luego miró a Frieda—. Perdóname, Fri —acotó fingiendo una mirada dulzona que a Berta la derritió por completo. Ella estaba muy orgullosa de su hijo.

Frieda abrió grande los ojos en un gesto de desesperación y rogó que su tía no le permitiera tocarla, pero era obvio que se derretía ante él. Suspiró frustrada.

—No hace falta, yo la pongo —dijo intentando tomar la pomada en sus manos, pero Berta se la pasó a Adler.

—Deja que te mime un poco, así lo disculpas por lastimarte —añadió pasándole el frasco a su hijo y retirándose de allí.

Adler se sentó y se untó pomada en las manos, luego acarició el tobillo de la chica y la observó a los ojos.

—¿Dónde te duele? —preguntó haciendo presión en una zona—. ¿Aquí? ¿O aquí? —dijo presionando de forma más intensa.

—¡Ay! ¡Duele! —murmuró Frieda.

—Esa es la idea, princesa, si vas a fingir un golpe al menos que te duela en serio —susurró él sin borrar la sonrisa cínica de su rostro. Su madre y Carolina miraban la escena desde lejos—. De todas formas te gané, no vale hacer trampas.

—No ganaste porque me caí antes de que el gol entrara —se quejó ella.

—Te tiraste, querrás decir. ¡Ay, ay, ay, princesita, ya no eres tan temeraria como cuando eras una niña! —exclamó con diversión y negando con la cabeza

—Me las pagarás —musitó Frieda con los labios apretados.

—¡A comer! —gritó Nikolaus llevando una bandeja de carne a la mesa.

—¿Quieres que te cargue o puedes caminar? —preguntó Adler haciendo una reverencia ante la muchacha.

—Ni te me acerques, sapo —murmuró Frieda y se levantó para caminar hasta la mesa.

—No te olvides de fingir que te duele —susurró Adler y la chica comenzó a renguear. Adler se rio y la siguió a la mesa.

Cuando todos se habían sentado y ya se disponían a servirse, Nikolaus se dispuso a hablar y dar su discurso de siempre.

—Estoy muy feliz de que la familia esté reunida de nuevo. Quiero darles la bienvenida a esta que ya saben es su casa y esperamos que la pasen muy bien. Además, tenemos una noticia que darles, estoy seguro de que Frieda estará muy contenta —dijo y aquello a la chica le supo a problemas. Cuando su tío hablaba así, siempre tenía que ver con Adler.

—Ha sido una decisión muy difícil de tomar —añadió Berta mirando a Adler y tomándolo de la mano—. Pero creemos que es lo mejor para nuestro hijo. Él ha decidido ir a estudiar allá la universidad, así que queremos pedirles si puede quedarse en su casa, sabemos que es como un hijo para ustedes y consideramos que es lo mejor para él.

Rafael sonrió y asintió con entusiasmo, Samuel aplaudió feliz y Carolina, emocionada, se levantó para abrazar al chico, ella lo adoraba en verdad, lo quería como si fuera su propio hijo. La única que se quedó petrificada en su asiento, conmocionada con la noticia fue Frieda. Tenerlo en su casa, bajo el mismo techo durante unos cuatro o cinco años, no le parecía nada divertido. Suspiró con impotencia mientras veía a toda la familia feliz.

Su peor pesadilla no sería ese verano, como había pensado, serían todos los días de los siguientes años. 

Gracias por tan bellos mensajes. Y 3k!!! Y por estar aquí también gracias!

En Multimedia Frieda :)

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