* 12 *
Frieda estaba ansiosa, ya solo quedaba una hora para que Adler llegara, estaban de camino al aeropuerto para recibirlo y ella sentía que las manos le sudaban así que las movía de un lado al otro bajo la atenta y divertida mirada de Samuel. Cuando se percató de la forma en que su hermano la estaba viendo lo miró con odio y él solo negó y se rio.
—Mamá, Samuel me está molestando —dijo Frieda y Carolina se volteó a verlos.
—¿Qué hace? —preguntó.
—Solo la estoy mirando —se quejó Samu con cara de inocente.
—Eso me molesta —dijo la muchacha.
—Dios, por un minuto pensé que volvieron a tener ocho años —dijo Carolina y se volvió a voltear ignorándolos. Frieda hizo un gesto a su hermano para que dejara de verla y Samuel riendo divertido observó la ventana.
Cuando llegaron al aeropuerto, ya no quedaban ni veinte minutos para que el vuelo aterrizara. Durante todo ese tiempo ellos habían conversado ocasionalmente, siempre entre bromas y chistes en los que pretendían molestarse el uno al otro pero ya no lo lograban. Cuando lo vio salir de la puerta de desembarque sintió unas cosquillas que le invadieron todo el cuerpo y eso la alertó, no quería sentirse así y menos por Adler.
—¡Hola familia! —saludó el chico siempre tan entusiasta abrazando a Carolina y luego a Rafael, Samuel se puso en lista para los abrazos mientras Frieda permanecía quieta y expectante. Ella traía puesto el gorro que él le había regalado en Alemania—. Hola, Fri —dijo dándole un golpe en la visera.
—Hmmm, menos mal que llegaste, me estaba aburriendo —respondió ella fingiendo un bostezo—. ¿Ya nos podemos ir? —añadió mirando a sus padres. Rafael solo sonrió, su hija estaba haciendo un espectacular trabajo de actuación.
Salieron de allí y subieron al auto, durante el camino Adler contó sobre el viaje y sobre la despedida en Alemania, su madre había llorado muchísimo y Carolina sentía mucha pena por eso, se imaginaba como se sentiría su amiga.
—Estarás bien aquí, te cuidaremos como a un hijo, ya lo sabes —dijo la mujer sonriendo.
—Lo sé, y ellos también... solo... es que despedirse de mí no es sencillo, tía... soy inolvidable —bromeó—. ¿No es así, Frieda? —preguntó mirando a la chica que fingió una sonrisa irónica.
—Sí, ya ves que lo baboso siempre se queda pegado... —Adler rio.
Cuando llegaron a la casa, Carolina llevó a Adler hasta el cuarto que ocuparía, Samuel había insistido que se quedara con él en la habitación, pero sus padres pensaron que era mejor que tuviera su propio espacio, después de todo se quedaría por mucho tiempo.
—Espero te guste —dijo la mujer—, si necesitas algo solo me avisas... Y bueno, Adler, sé que no necesito decirte estas cosas pero acá tenemos reglas, seguro no muy distintas a las de tu casa... pero no quiero chicas en la habitación y demás cosas... ya sabes —añadió.
—No te preocupes tía, soy gay —respondió el muchacho con seriedad y entonces Carolina frunció el ceño confundida. Frieda que estaba parada en la puerta observando la escena se largó a reír.
—No es eso, mamá, pero ni te preocupes por eso, pasa que ni las chicas ni los chicos lo miran... Pobre, deberías darle permiso de traer a alguna chica o algún chico... de hecho deberíamos agradecer si alguien lo mirara aunque sea, ¿no crees? —bromeó la muchacha y Adler se echó a reír.
—¿Adler? Ni chicos, ni chicas... No en ese plan —sentenció seria Carolina y Adler la abrazó.
—No te preocupes, tía... soy un santo —añadió.
—Sí, no sabes má... él solo quiere leer, ama las bibliotecas —exclamó Frieda y Carolina tampoco entendió pero se dio cuenta que se estaban echando flores, como siempre.
—Bueno, los dejo con sus bromas en código —dijo saliendo del cuarto.
—Por cierto, tía. ¡No soy gay! —gritó este y Carolina solo movió una manos sonriendo—. Oye, princesa... lo de la biblioteca no lo olvidas, ¿eh? ¿Tanto te molestó? ¿De verdad que estás tan celosa? Si quieres puedo solucionar tu problema y llevarte a leer —bromeó acercándose.
Frieda caminó hacia un costado para alejarse y sintió que las piernas se le aflojaban, sabía que bromeaba, pero la idea de pronto la hizo sentir extraña.
—Oye. ¿Qué tal si te das un baño? Como que apestas a sapo viejo y puerco —intentó bromear cuando el chico se acercaba.
—Y tú hueles a flores, como siempre —dijo bajando su tono de voz y acariciando una mejilla. Frieda sintió toda su piel estremecerse y se quedó quieta, no sabía cómo reaccionar—. Creo que esta gorra me recuerda algo que quedó inconcluso —murmuró Adler ya muy cerca.
—Basta, Ad... —pidió Frieda de forma no muy convincente—. No chicas en el cuarto, dijo mamá —susurró.
—Tú no eres una chica, ni un chico... no sabemos qué demonios eres —dijo el chico riendo y cortando el momento. Frieda lo odió por ello y lo empujó tan fuerte que lo tumbó en la cama. Luego se acercó a él y mientras Adler se reía ella tomó una pelota de tenis que reposaba en una de las mesitas de noche.
—Idiota —dijo la chica y entonces apuntó la pelota tirándola con fuerza hasta la entrepierna del chico—. ¡Gol! —gritó mientras este se retorcía de dolor.
—¡Me explotaste un huevo! —se quejó el muchacho.
—Eso solo significa dos cosas, una, que tengo buenísima puntería y otra... que ahora me queda solo uno más por explotar —rio saliendo del cuarto.
—¡No les daremos nietos a mis padres ni a mis tíos por tu culpa! —gritó el muchacho al verla salir, Frieda lo oyó pero ingresó a su habitación y cerró tras ella. Se recostó entonces por la puerta y suspiró...
Idiota, Adler era un idiota y ni siquiera la veía como a una chica, necesitaba como fuera volver a odiarlo para su propia salud mental... y lo lograría, teniéndolo cerca sería mucho más sencillo.
A la mañana siguiente Adler fue a la Universidad, Rafael lo acompañó y lo dejó allí para que revisara sus clases y horarios, ya solo quedaba una semana antes del inicio de clases y en esos días habría una reunión de integración entre todos los alumnos de primer semestre de todas las carreras. Adler averiguó todo lo que debía y cuando iba saliendo para volver a la casa, se topó con una chica de cabello oscuro con mechas verdes, que le pareció adorable. Era hermosa, auténtica, diferente, interesante. La chica lo miró y le guiñó un ojo, él le devolvió la sonrisa y se acercó galante.
—Hola, soy nuevo aquí, vengo de Alemania y me llamo Adler... ¿Tú? ¿Qué tal si me muestras un poco la Universidad? —preguntó.
—Hola, soy Renée y no conozco mucho esto, ya que vengo de Francia —explicó con un español con acento extranjero.
—Entonces podemos conocer todo juntos —propuso Adler y la chica rio asintiendo.
Caminaron por los pasillos desiertos de la universidad y visitaron el área de deportes y la cantina, las aulas y la biblioteca hasta que la muchacha dijo que se le hacía tarde y la esperaban para almorzar. Adler la acompañó hasta la puerta y la vio partir luego de despedirse e intentar fallidamente obtener su número de teléfono. De todas formas esperaba verla en la jornada de integración e intentaría de nuevo insistir.
Cuando regresaba caminando pensó en Renée y lo bella que era, pero entonces sin previo aviso sus pensamientos volvieron a Frieda. Esa niña lo traía vuelto un manojo de confusión desde hacía unos cuantos meses. Era cierto que él había estado inocentemente enamorado de ella cuando eran niños, pero luego aprendió a verla como a una prima molestosa y lejana. Sin embargo, las últimas vacaciones cambiaron la perspectiva entre ellos y la relación se volvió confusa. Del odio y las bromas pasaban a treguas que eran divertidas y exquisitas, ella lo hacía despertar, le hacía buscar respuestas a sus continuos ataques, lograba hacerlo enojar al máximo para luego sentir una increíble ternura hacia ella. Frieda lo tenía pensando en ella cuando no quería hacerlo, imaginando lo que estaría haciendo o simplemente recordando aquel beso que no llegó a ser y preguntándose si sus labios sabrían tan bien como olía su cabello y su piel en general. Ella lo tenía recordando su cuerpo y sus tímidas curvas la noche en la que borracha dejó caer la toalla, mientras se preguntaba cómo sería tocar su piel, recorrer su cuerpo que parecía tan dulce que prometía empalagarlo.
El día anterior la había tenido allí, entre sus brazos, habría podido besarla, ella no opuso resistencia, sin embargo sabía que no podía hacer aquello. Ella no era una chica a la que pudiera lastimar, herir, con la que pudiera jugar, no solo porque era hija de su tía Carolina —que era como su madre—, no solo porque los habían criado como primos, sino porque él no podía contemplar la idea de que alguien —ni siquiera él— dañara a esa niña con cara de ángel, a la princesa de sus cuentos encantados... a aquella a la que de chico adoraba y con la cual soñaba. Esa chica que despertaba lo mejor y lo peor de él, que a la par que despertaba su lado protector y galante, lo sacaba de sus casillas y lo hacía enojar hasta hacerle sentir que explotaría. Frieda era única, cómo único era lo que le hacía sentir.
Sin embargo ella lo odiaba, él le daba asco y se lo hacía saber... y eso le dolía, pero no dejaría que ella lo notara... no le iba a dar ese placer. Además Adler pensaba que sus padres y sus tíos no aceptarían jamás una relación entre ellos, lo verían como algo parecido al incesto, y eso sería un gran problema. Sin embargo, ni siquiera valía la pena pensarlo, no tenía esperanzas con Frieda, así que no le quedaba otra que ponerla en algún sitio donde se guardaban a las hermanas, las primas o las personas intocables, y tratar de mantenerla allí. Eso sería lo más sano para los dos, más ahora que vivirían juntos.
Bueno, hemos pasado ya los 50K y aun no estamos cumpliendo un mes desde el primer capítulo. ¡Gracias por tanto! En el grupo de Facebook "Historias de Lunna" hemos superado los 1000 miembros... y por ello vamos a festejar. Este domingo haré una transmisión en vivo que la podrán ver todos los que estén en el grupo. Pueden ir dejando sus preguntas en el grupo y yo las contestaré en la transmisión. ¡Los espero!
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