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Extra 2 ✔️ [Corregido]

Boda de Rose y Marcus💖

Se necesitan 10 números para hacer una secuencia infinita; yo solo necesite un segundo a tu lado para amarte infinitamente.

Aixa de Alsina🌙

Posdata: Esa fue la canción que mi esposo y yo bailamos en nuestra boda, un amigo la cantó en español para nosotros. Escúchenla, es hermosa.


Narra Rose.

 Ahora puedo entender perfectamente los nervios que sentía Rodolfo semanas atrás. Siento que mi cabeza explotará en cualquier momento.

El vestido que elegí es sumamente sencillo y suelto, pero incluso eso siento que me hará asfixiarme en cualquier segundo.

Lo escogí del mismo color que el anillo que Marcus me regaló: Rosa gold. Volví a mi cabello rubio natural y me siento muy bien con el resultado al verme en el espejo, la chica que me maquilló acaba de irse un momento, pero si no dejo de sudar, entonces habrán grandes problemas.

Tengo un nudo instalado en el estómago, por mi mente solo pasan dos cosas: Me casaré con Marcus, mi Marcus. Y la segunda: Quiero vomitar. No debí haber cenado toda esa pizza anoche, ni desayunado y almorzado lo mismo, pero en mi defensa: Era lo que quería. Los nervios no me dejaban dormir o pensar en otra cosa.

Estoy en una de las habitaciones del primer piso del hotel donde trabajé por años y ya falta muy poco para que mi madre venga a avisarme que ya va a comenzar y, ¿saben qué? No estoy lista.

Sí estoy lista para convertirme en la esposa de Marcus, no he podido dejar de pensar en eso desde que me lo pidió, pero me refiero a que no estoy para salir y caminar hasta él.

¿Por qué no podemos casarnos los dos solitos aquí y después salir juntos? Así sería más fácil.

Dos toques en la puerta se oyen, cojo aire.

—Adelante. —La puerta se abre y por ella entra Ian. Me sonríe aliviador, pero yo hago una mueca extraña.

—¿Nerviosa? —pregunta cerrando la puerta detrás de él. Asiento.

—Como no tienes idea —confieso.

Ian ríe bajito y observa sus zapatos. Aprovecho para detallarlo, lleva puesto un traje gris con la camisa azul acuarela, ese fue el tono que elegí para la decoración.

—No lo vayas a dejar plantado —pide. Lo miro como si estuviera loco y vuelve a reír—. ¿Tendré que decirte madre? —bromea. Golpeo su hombro de lo cerca que está y ambos reímos.

»—Vale, está bien. Solo venía para preguntarte algo —confiesa. Hago señas con los ojos para que prosiga—. ¿Podría entregarte a mi padre? —Su pregunta me coge de sorpresa y lo nota—. Tus mujeres dijeron que no habría problema —asegura. Cojo aire.

—¿No sería extraño? —cuestiono. Ian se encoge de hombros.

—No lo es tanto como que te cases con el abuelo —acota divertido. Vuelvo a golpearlo, aunque no suena acusatorio.

Estas semanas realmente se ha comportado muy bien con ambos, nos ayudó mucho a organizar la boda e incluso, está saliendo con una de las amigas de Rodolfo que conoció en su boda, no sé si sea algo formal, pero he visto como se miran.

—Está bien —accedo. Ian sonríe y se endereza.

—Deberíamos ir andando entonces. —Extiende su brazo para que lo tome. Me miro una vez más en el espejo antes de hacerlo—. Estás hermosa —me asegura. Le sonrío agradecida y salimos de la habitación.

La boda será en el restaurante. Cuando le dije a Marcus que nos casaríamos dónde nos conocimos, creyó que sería en el salón de fiesta que tiene el hotel, pero no, le pedí a Maximus que nos cediera el restaurante, porque fue justo allí donde vi a Marcus cruzar la puerta por primera vez y robarme el aliento, no podría casarme en otro sitio que no fuese ese.

A medida que nos acercamos al restaurante, mi corazón bombea más sangre, alertando todos mis nervios. Ian se detiene frente a la puerta doble de madera y me mira. Le sonrío y toca dos veces la puerta, estas se abren dejando ver el camino con la alfombra verde acuarela iluminada con luces blancas.

Todos se colocan de pie en sus mesas. Suspiro hondo centrando mi mirada en una sola persona: Marcus. Sonrío nerviosa y se escucha la canción de fondo que da inicio a mi marcha.

Ian da el primer paso y yo lo sigo, camina lento, muy lento, acelerando aún más mi corazón. Marcus me mira con los ojos cristalizados, no quiero llorar, por lo que mantengo los míos a raya.

Mis bebés están delante de Marcus, ambos paraditos, me encanta ver como ya caminan solos y no hay quién los detenga. Marcus extiende su mano para que la tome, miro a Ian agradeciéndole con la mirada y él asiente sonriente. Acepto la mano de Marcus y me coloco justo frente a él.

El corazón me late desbocado.

—Respira —susurra bajo. Sonrío y suelto el aire contenido para coger nuevo.

El juez comienza con la ceremonia y el momento de los votos llega. Yo comienzo, tomo el anillo que mis bebés me ofrecen, ya entrenados por Rodolfo y lo coloco en el inicio del dedo de Marcus para comenzar a hablar.

—Mi Marcus, debo empezar diciendo que te tardaste mucho —reclamo, los invitados ríen y nosotros sonreímos—. Te prometo amarte a partir de hoy mucho más de lo que te amé ayer y mañana mucho más que hoy. Prometo respetarte y serte fiel por la eternidad. Prometo que cuando ya no quede en ti esperanzas, te daré de las mías, que cuando creas que todo está perdido, dibujaré un camino para ti.

»—Te prometo, amor mío, que en los días lluviosos, seré tu chocolate caliente y en el verano, tu mar. —Una lágrima traicionera resbala por mi mejilla cuando veo a Marcus derramar una también—. Quiero recorrer el infinito contigo, sin tiempo que nos limite cuánto amarnos, sin espacio que nos oprima. Quiero y prometo amarte infinitamente, incluso si muero, mi corazón seguirá contigo y mi alma se unirá a la tuya. —Concluyo.

Termino de colocar el anillo en su dedo y Marcus no se espera, coge mi mano y besa mis labios. Se escuchan gritos de parte de los invitados y regaños de parte del juez que nos obliga a separarnos.

La mia regina, Mi Rose. —Saborea mi nombre en sus labios, sonrío por eso—. Te prometo que te cuidaré cada día que me queda de vida, te recordaré diariamente que eres el amor de mi vida y que soy el hombre más afortunado por tener tu amor, te prometo serte fiel, darte todo de mí e incluso más, prometo que vivo y viviré por y para ti y estos pequeños. —Señala a mis bebes tomando de una vez el anillo para empezar a colocarlo en mi dedo.

»—Había olvidado el anillo —confiesa, haciendo que todos rían de nuevo, yo ruedo los ojos sonriente—. Prometo que te seré fiel y eso será muy fácil, solo tengo ojos para ti —asegura. Paso la lengua por mis labios deseando ya poder besarlo. Prosigue—. Prometo que te amaré, veneraré y adoraré como mi mujer todos los días, encenderé tu luz cada vez que te sientas cansada y quieras apagarla. Te prometo, reina mía, que trabajaré todos los días para que te sientas justo eso: mi reina, y no descansaré de amarte nunca.

»—Si corres, yo corro; si te caes, me acostaré a tu lado hasta que estés lista para levantarte; si mueres, yo muero —sentencia con determinación. Suspiro ya dejando que las lágrimas caigan—. Y créeme, amada mía, sería un honor morir a tu lado. Te amo, Rose y te amaré por siempre. —Termina de colocar el anillo en mi dedo y esperamos a que el juez nos declare marido y mujer.

Al hacerlo, Marcus me alza y une nuestros labios en un necesitado y merecido beso. Me aferro a su cuello como si mi vida dependiera de eso.

Me coloca de nuevo en el suelo al separarnos y susurra sobre mis labios.

—Eres mía. —Mi piel se estremece, sé muy bien en qué forma lo dice.

El resto de la noche transcurre de la mejor manera, podría decir que es sin duda, la segunda mejor noche de mi vida, sigo creyendo que cuando besé a Marcus por primera vez, fue la mejor noche para mí.

Cerca de las 03:00hrs ya solo quedamos mi pequeño grupo de amigos.

El ramo, por cierto, se lo ha ganado Rocío. Sí, señores, Rocío se nos casa. ¿Cuándo? Aún no se sabe, primero hay que encontrarle novio. Ya nos encargaremos de eso luego.

—Quiero agradecerles a todos por haber hecho de esta noche una noche perfecta —hablo cuando estamos todos reunidos en un pequeño círculo. Marcus besa mi cabello y me abrazo más a su cuerpo—. Gracias por todo, de verdad, nada de esto hubiera sido posible sin su ayuda —insisto.

—Cariño, se merecen esto y más —declara Rodolfo. De a poco se terminan de ir todos a sus habitaciones y mis mujeres a su casa, llevándose a mis mellizos para que "Marcus y yo tengamos nuestra noche de bodas".

Alcahuetas...

—¿Llegó la hora? —pregunta seductor en mi oído. Me hago la inocente y sonrío.

—¿La hora de qué, cariño? —cuestiono viéndolo inocente. Marcus muerde mi labio inferior, robándome un gemido.

—De consumar nuestra unión —susurra sobre mis labios.

—Quiero ir a la alberca —le pido. Marcus me mira sorprendido.

—¿A esta hora? —cuestiona. Asiento y me toma de la mano dirigiéndonos a la piscina.

La brisa me estremece de inmediato, haciendo mover mi vestido. Me detengo un momento para quitarme los tacones. Marcus me ayuda sosteniéndome con su mano. Al quitarlos, los dejo allí mismo y seguimos caminando.

—¿Me amas? —le pregunto a Marcus cuando nos detenemos a unos metros de la piscina.

—Más que a nadie en este mundo. —Me coloco de puntitas para atrapar sus labios con los míos. Marcus me arropa con sus brazos intensificando el beso, jadeo en sus labios—. Esposa mía, si no nos apuramos en llegar a la habitación, te tomaré aquí —advierte. Sonrío encantada.

—¿Y qué esperas para hacerlo? —inquiero. Marcus gruñe antes de volver a besarme mientras me acomoda en el suelo.

Me desviste despacio, dándome tiempo de acostumbrarme al frío de la madrugada, la luna nos alumbra en todo el proceso.

Cuando Marcus se hunde lento, sin prisas, de ahora en adelante tenemos todo el tiempo del mundo para amarnos, todo en mi interior acopla el suyo a la perfección.

Estamos hechos el uno para encajar en la vida y cuerpo del otro.

Nací para él y él para mí.

Hacemos el amor como nunca lo habíamos hecho y espero de corazón, que no haya ninguna cámara grabándonos.

Cuando terminamos, Marcus rueda quedando a mi lado. Este es nuestro infinito y solo nuestro.

Duramos un rato acostados mirando las estrellas y haciendo formas con ellas, hasta que el frío me gana y mis dientes castañean.

—Es hora de volver o te enfermarás y te necesito muy sana para nuestra luna de miel —exige Marcus. Rio mientras me coloco de pie. Marcus me entrega su saco y me lo pongo sin colocarme el vestido, el saco me cubre hasta las rodillas.

Marcus agarra mi vestido con su mano izquierda y con la derecha toma mi mano. Regresamos por donde vinimos y aprovecho para coger mis sandalias.

Para cuando llegamos a la habitación, ya hemos sido protagonistas de miradas de confusión, sugerentes y divertidas de parte de los pocos empleados que quedan en el hotel a esta hora. Mis mejillas están ardiendo.

No nos detenemos en la habitación, sino que seguimos directo al baño, pedimos justo la habitación en la que Marcus se hospedó cuando lo conocí y fue justo este baño donde nos besamos por segunda vez.

Marcus me sienta sobre el lavado y coloca la tina a llenarse. Al estar lista, me coloca de pie de nuevo y me quita su saco dejándome desnuda delante de él. Ambos suspiramos.

—Te amo —dice, sonrío. No me cansaré nunca de escuchar esas dos palabras de sus labios. Lo prometo.

—Yo te amo aún más —le aseguro. Acepto la mano que me ofrece y entro en la tina después de él, quedando cara a cara. Marcus coge la esponja y comienza a pasarla por mi cuerpo con suavidad.

Cierro los ojos disfrutando de su caricia. Le arrebato la esponja para limpiarlo ahora yo a él, al llegar a su estómago algo me recibe bien firme. Rio bajito, suelto la esponja y lo atrapo con mi mano. Marcus gruñe en respuesta.

Subo y bajo durante un par de segundos hasta que ya no puedo más y me subo sobre él dejándome caer. Cierro los ojos al sentir como mis músculos se contraen para recibirlo.

Esta vez soy yo quien marco el ritmo y lo marco completamente distinto al de hace un rato. Este es hambriento, lleno de pasión y deseo.

Marcus atrapa cada uno de mis gemidos y jadeos en sus labios, mientras aprieta con suavidad y fuerza mis senos, el orgasmo que me atraviesa es arrebatador, demoledor. Marcus deja de tocar mis senos para apoyar sus manos en mis caderas y dejarme caer un par de veces más con gran brusquedad y correrse dentro de mí.

Apoyo mi cabeza sobre su hombro jadeando con desenfreno. Este sin duda es el único lugar donde quiero estar, en sus brazos. En los brazos de mi sr. Lombardi, siendo yo, su sra. Lombardi.

***

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