Capítulo 5 ✔️ [Corregido]
"Algunas despedidas son necesarias, para crecer, para entender y aprender más en el Después que en el Antes"
Mi viaje sin ti.
Parte 1 de 2.
Domingo por la mañana y la cabeza no deja de martillarme. No puedo concentrarme, he sacado la ropa y la he vuelto a meter en la maleta unas cuatro veces, en realidad, no sé que debo llevar para el viaje, sé que es un viaje de negocios, pero no me siento del todo cómoda llevando vestidos, no después de cómo ese hombre me desvistió con la mirada durante la videoconferencia.
Llevar pantalones tampoco me agrada, para vestir pantalón debo llevar camisas de vestir y no hay algo que odie más que las camisas de vestir. Resignada le marco a la única persona que puede ayudarme justo ahora. Al segundo tono contesta.
—Princesa, ¿para qué me llames un domingo tan temprano? —Creo que lo he despertado, sonrío como si pudiera verme.
—Rodo, no sé qué llevar para Cancún. —Suspiro cansada.
—Pues, con que lleves tu trasero será suficiente. —Ruedo los ojos.
—Hablo enserio, no sé qué llevar de ropa, necesito ayuda. —Utilizo ese tono de voz que nunca falla con él, lo escucho resoplar.
—Dame una hora y me das desayuno, he —advierte.
—Sí, sí, sí.. te quiero. —Cuelgo tras escuchar un yo te quiero matar y más tranquila ahora, camino hasta la cocina por una taza de café.
La casa se escucha completamente en silencio y es de imaginarse, pues apenas son las siete de la mañana y ayer nos acostamos muy tarde, yo me desperté porque los bebés al parecer querían que los cambiaran de pañal y eso hice.
—Me asustaste. —Llevo la mano a mi pecho cuando me encuentro con Marcus sentado en la cocina con una taza de café.
—Buenos días para ti también y gracias por decirme feo. —Rio bajito por su drama y me acerco a él para saludarlo. Dejo un casto beso en su mejilla y sirvo mi taza.
—¿Tampoco podías dormir? —inquiero cuando me siento del otro lado de la mesa.
—Steve viene por mí, debo ir a hacer maletas. —Asiento.
—Ya somos dos, acabo de llamar a Rodolfo para que me ayude con la mía, no tengo idea de que debo llevar de ropa. —La mirada socarrona que me dedica Marcus, hace que me remueva incómoda, es increíble como una simple mirada me enciende.
—Si quieres, me modelas lo que quieres llevar y dependiendo del tiempo que me tome quitártelo, te lo llevas o lo dejas. —No consigo reprimir un jadeo. Marcus rodea la mesa hasta que llega a mí, me levanta la falda que aún no me quito y toca mi feminidad—. Nunca me decepcionas, tan mojada como siempre. —Calla otro gemido con su boca, mientras aumenta sus movimientos.
Me desespero e intento desabrochar los botones de su camisa sin dejar de besarlo. Marcus me sube a la mesa y cuando está desabrochando su pantalón, tocan el timbre, bufo.
—No vayas —le suplico, Marcus besa mis labios y se acomoda la ropa.
—Debe ser Steve, debo irme ahora o sino, no me dará tiempo. —Lo fulmino con la mirada y él ríe, vuelve a besar mis labios, pero esta vez no le correspondo el beso, ríe de nuevo—. Nos vemos en el aeropuerto. —Ruedo los ojos y él se va riendo.
Molesta, indignada y decepcionada, bajo de la mesa y camino hasta mi cuarto, me quito toda la ropa y me acuesto. Dormiré otro rato hasta que llegue Rodolfo.
No me molesto en arroparme, desabrocho mi sujetador y siento la libertad apoderarse de mis chichis. Sonrío y cierro los ojos, no tardo mucho en dormirme.
Despierto sintiendo miles de corrientes por mi cuerpo, gimo fuerte cuando muerde mi clítoris con suavidad. Marcus se está comiendo, no, mejor dicho: está devorando mi feminidad y juro por mi colección de los Avengers, que lo hace de maravilla, me apoyo en mis hombros para verlo y me alejo como si quemara.
No es Marcus, es Ian.
—¿Qué haces? —En un intento por cubrirme, me tapo con la cobija e Ian me mira con los ojos encendidos en deseo.
—Te estaba gustando, déjame terminar. —Intenta acercarse y lo alejo levantando la mano.
—No quiero, no tienes derecho de entrar en mi habitación, vete. —Señalo la puerta, pero no se inmuta.
—¿Por qué? ¿Por qué no soy mi padre? ¿Conmigo no quieres tener sexo? —Ruedo los ojos, pensé que habíamos hecho las paces, parece que me equivoque.
—Porque no quiero, no quiero tener sexo contigo, quiero que te vayas de mi cuarto ahora mismo. —Intento mantenerme calmada, cosa que se me dificulta viéndolo tan relajado.
—Dime por qué no, lo estabas disfrutando, ¿cierto? —Froto mi frente con desespero.
—Sí, lo estaba disfrutando, pero porque creí que era Marcus quién lo hacía, no tú. —Sé que lo he lastimado y eso es lo que quiero, quiero que entienda que no volverá a existir un nosotros, ni siquiera sexualmente hablando.
—¡Maldición Rose, necesito que por lo menos me dejes tener tu cuerpo una vez más! —¿Está suplicando que lo deje follarme? Parpadeo varias veces confundida.
—Ian, escuchate, estás diciendo locuras. —Me levanto de la cama aun sosteniendo la cobija alrededor de mi cuerpo.
—¿Locura por qué es conmigo? Vamos Rose, ya a mi padre lo dejas follarte, déjame follarte a mí. —Abro los ojos sorprendida, y justo cuando pienso que no puede decir una idiotez más grande, habla—. Hasta un trío podemos hacer con mi padre, no me importa con tal de tenerte de nuevo sobre mí. —Menos mal y está lejos, sino le hubiera abofeteado ya.
Invoco a mi yo tranquila y serena para mantenerme calmada y no gritar como loca.
—Eso no sucederá, además, ya te expliqué que lo que tengo con tu padre es solo una tensión sexual, cuando la tensión sexual desaparezca, cuando ya estemos satisfechos el uno del otro, lo dejaremos. Pero... —Callo buscando las palabras adecuadas—. Contigo no siento eso Ian, si quieres saber la verdad, ni siquiera siento respeto hacia a ti, no siento nada, ni amor ni odio, ni rabia ni compasión, no siento nada por ti, Ian y ahí radica el problema, que no me inspiras a sentir nada por ti, ni siquiera deseo. —La mirada que veo en sus ojos es tan triste, apagada y decepcionada, como la que yo tenía ese día al salir de su casa—. Lo siento. —Doy vuelta y entro en el baño con el corazón en una mano.
Me ducho para quitar todo rastro de él de mi cuerpo y me coloco un jumper con unas deportivas y listo, si voy a viajar no sé cuántas horas, mejor estar cómoda, ¿cierto?
Rodolfo me espera en mi habitación y tiene una enorme pila de ropa doblada.
—No me digas que llevaré toda esa ropa, por favor. —Hay mínimo unos diez conjuntos de ropa—. ¿No crees que exageras? Son solo unos días —le recuerdo, Rodolfo me mira mal y sigue doblando ropa.
—Querida, siempre es bueno llevar ropa de sobra, nunca sabes si te invitan a una cena, una escapada romántica o sí tienes sexo duro con un madurito sexy. —Cierro mis ojos entre risas cuando Rodolfo muestra un sexy conjunto íntimo gris con rosa.
—Deja eso ya, solo será trabajo —aseguro más para mí que para él.
—Sí, claro. Te aviso que solo reservé una habitación. —Abro la boca para protestar, pero Rodolfo por supuesto, no me deja—. Ni me agradezcas. Aprovéchenla. —Niego sonriendo.
—Ian me propuso hacer un trío con Marcus. —Lo suelto por fin, necesitaba contarle a alguien.
—¿Qué? —Rodolfo deja de doblar un vestido turquesa y me mira soñador—. Dime que aceptaste y ahora te los gozarás a los dos a la misma vez. —Le doy un pequeño golpe en el hombro y él se queja.
—No seas tan cochino, por supuesto que no haré tal cosa —declaro asqueada. Solo de pensarlo me da náuseas.
—No te hagas la mojigata. ¿Te imaginas a esos dos en acción? Yo sí me anoto para eso. —Rio a carcajadas limpia y dejamos de reír cuando tocan la puerta.
—Adelante. —Mis mujeres favoritas entran cada una sosteniendo en brazos a Jordy y a Zoe.
—Hemos decidido quedarnos con estas preciosuras mientras tú vas de viaje, Ian no está en condiciones de quedarse con ellos. —Intento asimilar todo y no puedo.
—¿Qué? —Rodolfo me golpea en el hombro. Me sob—. ¿Qué paso con Ian? —Ahora si razono.
—Pues, está hasta el cielo lleno de alcohol, dice puras incoherencias e insiste en que no saldrá de la piscina más nunca. —Froto mi cien con desespero. ¿Con qué clase de idiota infantil, estuve por casarme?
—Yo no iré a hablar con él —advierto, todos asienten resignados—. Está bien, pueden quedarse aquí, si quieren —les ofrezco, ambas asienten de nuevo y yo aprovecho para besar a mis bebés.
Ambos ríen cuando les hago cosquillas y juro que si pudieran escuchar sus risas, también se enamorarían de ellos.
—Bien, es hora de irse, princesa. Marcus ya está en el aeropuerto. —De pronto una ansiedad por no dejar a mis bebés y por viajar con Marcus por primera vez, hace un hueco en mi estomago y tengo la necesidad de sentarme en el suelo y hacerme un ovillo.
Termino asintiendo y beso de nuevo a mis bebés para salir con Rodolfo. Logro no llorar y subo a su auto.
—Solo serán unos días, ¿cierto? —Rodolfo coloca su mano sobre mi pierna para darme ánimo y me mira sonriente.
—Tranquila, princesa, no soportaría tenerte más de unos días fuera de la oficina, me volvería loco y volvería loca a Mony. —Sonrío imaginando a la pobre Mony caminando de un lado a otro para obedecer a Rodolfo, pobrecilla.
El resto del camino lo pasamos en silencio, escuchando música y tarareando una que otra. Sigo nerviosa, estoy segura que lo que dijo Rodolfo en la habitación es cierto y solo reservo una habitación para ambos, además de que me avergüenza un poco verle la cara a Marcus después de que Ian me hiciera sexo oral, claro que yo pensé que era él, pero ajá.
—Si sabes que dormir varios días con Marcus le quita lo de sexo casual, ¿cierto? —Rodolfo me mira como si me hubieran salido tres cabezas y después sonríe malvado.
—¿Y quién dijo que dormirán? —Ruedo los ojos, un tanto divertida.
—Eres insoportable —le espeto, Rodolfo ríe satisfecho y me lanza un beso, río con él.
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