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Capítulo 41 ✔️ [Corregido]

Mantengo largas conversaciones conmigo mismo y, soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo.

-Oscar Wilde.

Narra Rose. 

 Antes de ir al spa, le pedí a Rodolfo —en realidad él insistió en ir él, para que Ian, no me viera aún— que buscara a mis bebés en la habitación de Ian.

Les di una ducha y les puse la ropa que Rocio preparo para ellos, Jordy luce un hermoso esmoquin rojo con una camiseta negra y mi Zoé, tiene un vestido de princesa del mismo color del trajecito de su hermano. Ellos son mi vida entera.

Ahora ya estoy perfectamente maquillada y lista. Aún tenemos veintidós minutos para llegar al negocio y estar a tiempo para la inauguración.

La chica que está maquillando a Arianna, le coloca el labial y estamos todas listas. Rodolfo se fue hace un rato, para ir recibiendo a sus invitados.

—¿Lista? —pregunta Rocio. Asiento—. Me refiero a que si estás lista para inaugurar tu siguiente negocio —explica. Niego, aunque no la formuló como una pregunta.

—Para eso no, pero espero no meter la pata —confieso. Rocio me sonríe tranquilizadora y toma en brazos a Jordy, mientras yo me quedo con Zoe.

—Todo saldrá bien, mi niña —asegura. Arianna llega hasta nosotras y salimos todas del spa, luego del centro comercial y subimos al auto que Rodolfo mandó por nosotras para que nos recogiera.

—Tranquila, imagina que solo estaremos nosotros y ya —habla Arianna tocando mi hombro desde el asiento de atrás. Asiento, el auto para frente al negocio y hay alrededor de unas treinta personas, todas visten trajes elegantes y las mujeres hermosos vestidos, el pánico me invade.

Esto sin duda no es como cuando inauguramos la pizzeria.

Cojo aire fuerte, la puerta de mi lado es abierta y Marcus me ofrece su mano, en vez de darle mi mano que tiembla, le entrego a Zoe, este sonríe de oreja besando su cabeza y me vuelve a ofrecer la mano, la acepto y bajo del auto.

—Gracias —le digo y estiro las manos para que me devuelva a Zoe, niega.

—Estás demasiado hermosa como para que te escondas detrás de esta otra hermosura, me quedaré con ella un rato —sentencia. Sonrío agradecida, pero avergonzada. Mis mejillas están calientes, espero que no me hayan puesto mucho colorete o sino, pareceré un payaso toda la noche.

—De eso nada, ustedes son los socios, mi princesa estará con su padre. —Ian llega y le quita a Zoe de los brazos a Marcus. Zoe por otro lado, no deja de reír, imagino que le encanta que se peleen por tenerla en sus brazos.

Arianna y Rocio también salen del auto con la ayuda de Marcus y Rocío se niega a entregar a Jordy. Sin duda a mis hijos les sobran brazos que se pelean por tenerlos.

—Vayan —nos ordena Ian señalando el frente dónde están Xavier y Rodolfo hablando con sus invitados. Cojo aire y Marcus me ofrece su brazo, lo cojo y caminamos hasta ellos.

Siento la mirada caliente de Ian en mi trasero y la de Xavier me recorre el cuerpo entero, me coloco nerviosa, en realidad, más de lo que ya estaba.

—Estás hermosa. —Xavier pide mi mano y se la entrego, la lleva a sus labios y deja un beso en ella. Me sonrojo de nuevo.

—Gracias —digo tímida.

—Preciosa, mi reina —asegura Rodolfo sonriéndome. Le sonrío de vuelta—. Bien, que empiece entonces —habla fuerte y una chica alta —muy alta—, de ojos oscuros y cabello liso largo igual de oscuro, se acerca y le entrega una tijera y unas llaves. Rodolfo le agradece y la pierdo de vista

»—¿Quieres hacerlo tú, princesa? —pregunta viéndome a mí. Niego con la mirada aterrada. La sonrisa que me dedica Rodolfo la conozco a la perfección, es la que utiliza cuando quiere hacer una maldad y ahora me la está dedicando a mi, ¿debería asustarme?—. Ven aquí, boba, los cuatro lo haremos —sentencia.

Coloca su mano sosteniendo la tijera y con la otra me obliga a colocar la mía sobre la de él, Xavier coloca la suya sobre la mía y Marcus sobre la de Xavier. El problema en realidad no es las manos unas encima de otras, el problema es que Xavier ha quedado en mi espalda y su bulto está presionado sobre mi trasero, mi sonrojo llega a niveles elevados.

Marcus está a mi lado y su aliento mueve el cabello de mi nuca. No sé qué me pone más nerviosa, si debo ser sincera.

El conteo comienza desde el número cinco, al llegar al cero, Rodolfo corta la cinta y las personas aplauden. Después Rodolfo abre las puertas dobles y me siento orgullosa por la decoración.

Las personas comienzan a entrar y miran todos los cuadros con las fotografías de los otros negocios de Marcus, desde sus fábricas de tela, hasta las fachadas de sus edificios. Los meseros que contratamos comienzan a repartir las bebidas y bocadillos a todos.

Xavier, Marcus y Rodolfo hablan con todos los posibles clientes, mientras que yo solo soy la cara bonita que ellos llaman para que me conozcan, me siento como un pez fuera del agua. Esto no es lo mío.

Cuando alguno de los tres me presentan a sus clientes y amigos, no sé qué decir, hablan de cosas que no entiendo.

En la empresa de Rodolfo, yo solo soy quien se encarga de que todos los contratos y estados de la empresa se encuentren en orden y quién decide las decoraciones de sus otros negocios, pero más nada. Yo no sé de textura, de telas, mucho menos de ropa linda.

Para mí una camisa larga es el pijama perfecto, lo que sí es cierto, es que varias mujeres se me han acercado y me han felicitado y halagado mi vestido. Aunque eso tampoco fue elección mía.

A las 22:16 hrs, ya estoy cansada y tengo sueño. La música suave de fondo me tiene cabeceando. Mis bebés por otro lado, tienen más energía que cualquiera en este lugar, han cambiado de brazos y todos quieren cargarlos y hacerles caras locas. Ellos solo ríen y gritan felices.

—Felicitaciones, pequeña. —Ian llega hasta mí y le sonrío.

—Gracias, aunque la verdad no las merezco —digo sincera.

—¿Cómo que no? Trabajaste muy duro en esto, dejaste tu huella y te mereces cada una de las felicitaciones que has recibido hoy y más —asegura con tono molesto. Suspiro.

—Ian, no nos engañemos, solo estoy siendo socia de esto porque Xavier así lo exigió, no porque Rodolfo o Marcus creyeron que estaba lista y, ciertamente no los juzgo, yo no me siento lista para serlo —confieso. Ian niega con el ceño fruncido.

—No te permitiré que te denigres de esta manera, no importa quién quiso que fueras socia y quién no, lo importante es que ya lo eres y que te has esmerado para ganarte ese título, así qué, quiero que vayas allá. —Señala a Rodolfo quién está con Marcus y Xavier mientras charlan con un grupo de personas—. Les demuestres que eres más que la cara bonita y te comportes como una socia y no una invitada más —exige. Cojo aire.

—Tienes razón —concuerdo con él. Ian sonríe. Tiene razón, no soy una invitada más y sí, puede que no sepa nada de moda o de telas, pero aprenderé y si no me involucro con los que saben, eso no sucederá. Ian sonríe alentador y yo doy vuelta para acercarme a ellos. Los tres me reciben con una sonrisa y me presentan con las personas que hablan.

—Te ha quedado muy bella la decoración, ¿te molestaría darme tu opinión para un proyecto que tenemos en mente? —Señala un hombre a su lado y luego a sí misma. Le sonrío amable.

—Por supuesto que no, estaría encantada —digo sincera. La mujer me sonríe feliz.

—Muchas gracias. Por cierto, tienes unos hijos preciosos. Salieron al padre, ¿no es así? —inquiere viendo hacia los niños que juegan con Rocío y Arianna.

—Si, en realidad se parecen mucho a él —le doy la razón.

—Y que se conserva muy bien a pesar de su edad. —Arrugo las cejas confundida. La mujer lo nota—. ¿El padre no es el otro socio, Marcus? —pregunta bajito para que no lo escuche el resto. Rio bajito y niego.

—Es su abuelo —explico. La mujer abre la boca formando una o perfecta.

—Disculpa. ¡Qué vergüenza! Creí, por cómo se miraron..., ¿sabes qué? Olvídalo. Estoy loca. —Me sonríe y se da vuelta dándome la espalda avergonzada. Cierro los ojos, ¿qué ha sucedido?

—-Una foto, Rose, ven —me pide Rodolfo. Sonrío y me acerco a él.

Nos colocamos en la pared que tiene el logo de la empresa y me acomodo junto a Rodolfo, Marcus junto a mí y Xavier junto a Rodolfo, al otro lado. Siento la mano de Marcus en mi espalda haciendo círculos, mi cuerpo se estremece y él lo nota. Sonreímos y el flash por un momento me ciega.

—Muero por quitarte el vestido con los dientes —susurra Marcus en mi oído, volteo para mirarlo con los ojos encendidos, los suyos están igual. Siento un segundo flash.

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