Capítulo 37 ✔️ [Corregido]
Eres demasiado arte para alguien que carece de sensibilidad.
-Quetzal Noah.
Narra Rose.
Entro de nuevo a la habitación de Xavier para lavarme el rostro y lo encuentro sentado en la cama con una bolsa de papel en sus piernas.
—Hola —saludo tímida.
—¿Cómo sigue él? —Deduzco que se refiere a Marcus, que imagine que estaba con él me hace sentir mal.
—Mejor, creo. —Xavier asiente.
—Compré el desayuno —dice mientras señala la bolsa. Sonrío.
—Iré a lavarme el rostro y vuelvo —le aviso. Xavier asiente y camino hasta el baño.
Mis ojos están hinchados y rojos por llorar, me quito todo el labial y decido que después de comer compraré unos lentes oscuros.
Salgo de nuevo a la habitación y camino hasta la cama junto a Xavier, me ofrece un golfeado que acepto encantada, esto es una delicia, y un vaso de café.
—Ya está frío, espero no te moleste. —Me siento mal porque no sé cuánto tiempo estuvo esperando que volviera de hablar con Marcus. Niego con la cabeza.
—¿Qué planes hay para hoy? —pregunto buscando un tema de conversación.
—No lo sé, no tengo planes. Puedes salir, si quieres, yo haré varias cosas y volveré a la noche. Mañana ya podrás comenzar con las remodelaciones. —No habla decaído, pero tampoco muy animado. Asiento.
No le preguntaré qué hará, ni a dónde irá, porque intuyo que lo que quiere es alejarse de mí.
—Está bien, yo iré a la playa un rato —le cuento por si se anima, pero solo asiente y seguimos comiendo en silencio, no cruzamos más palabras. Termina de comer y se levanta.
—Nos vemos a la noche —avisa, deja un casto beso en mis labios y se va. Suspiro con pesadez.
¿Cuándo dejaré de lastimar a todos?
Recojo todo y lo boto en la papelera, me limpio nuevamente el rostro y me cambio de ropa.
Me vestí así por si Xavier tenía planes de salir, pero ya que no es así, busco uno de los bikinis que traje y me coloco uno de color negro con bolitas azul turquesa, me encanta. Encima, me coloco un vestido suelto corto, es un poco transparente, en realidad es un vestido playero.
Me cambio los tacos por unas sandalias bajas y no me coloco labial, cojo mi protector solar y mi paño y salgo de la habitación.
En la puerta de salida del hotel me encuentro con Marcus.
—Disculpa por dejarte desayunando solo, Xavier ya había comprado desayuno —le explico apenada.
—No hay problema. ¿Irás a la playa sola? Vi a Xavier salir hace un rato. —Suspiro y asiento.
—Sí, tenía cosas que hacer. —Le resto importancia encogiéndome de hombros. Marcus asiente y aunque sé que quizás no sea buena idea y me arrepienta luego, abro la boca—. ¿Quieres ir conmigo? —le pregunto. Marcus arruga las cejas.
—¿A la playa? —replica dudoso. Ruedo los ojos.
—Obvio que a la playa, ¿A dónde más? —Marcus se encoge de hombros.
—No creo que sea buena idea —comenta. Bufo.
—Y eso, ¿por qué? —cuestiono.
—Porque tener tu cuerpo con poca ropa cerca del mío no es bueno para mi corazón —confiesa. Una risita tonta se apodera de mí por la vergüenza.
—No eres un crío, puedes controlarte —le regaño al dejar de reírme. Marcus abre los ojos.
—Desde aquí estoy viendo tu ombligo y ya mi corazón está acelerado, ¿cómo esperas que no sufra un infarto si te veo en bikini? —pregunta burlón. Rio.
—Vale, como quieras. —Dejo de insistir y lo rodeo. Marcus no me sigue, así que cruzo la calle y llego a la playa. e
Escojo una sombrilla y me siento para comenzar a ponerme mi bloqueador. Las olas golpean sin tanta fuerza la orilla y aunque es temprano, ya hay varias familias y turistas como yo disfrutando del mar.
No espero más y me quito el vestido, guardo bien debajo de la silla el paño y el vestido para que no se vuele con la brisa y camino hasta el mar.
Disfruto toda la mañana de las delicias del mar y cuando veo que el sol se ha puesto más caliente, decido que es tiempo de volver. Recojo mis cosas y me coloco el vestido, pegándose enseguida a mi cuerpo mojado. Regreso hasta el hotel y subo de una vez.
Me ducho para quitarme toda la sal del cuerpo y me coloco un short con una franela corta y vuelvo a bajar a recepción para pedir una habitación nueva para mi, no creo que sea buena idea seguir durmiendo con Xavier, no mientras no pueda hacer cualquier cosa sin lastimarlo.
Me dan mi tarjeta y me indican cuál es, le agradezco y cruzo a mano derecha para entrar al restaurante del hotel, veo a Marcus al fondo comiendo y no lo pienso dos veces para caminar hasta él. Total, comer sola no me gusta.
—¿Puedo acompañarte? —pregunto apenas llego. Marcus levanta la vista de su plato.
—Por supuesto. —Tomo asiento frente a él y enseguida una chica morena llega hasta nosotros.
—¿Qué se le ofrece a su acompañante, sr. Marcus? —La chica ni siquiera me mira a mí, solo mira a Marcus. Siento como la rabia me recorre y carraspeo.
—Creo que eso deberías preguntármelo a mí, ¿no crees? —le digo. Marcus esconde su sonrisa tras su dedo. La chica abre los ojos y me mira de arriba abajo.
—¿Qué desea, srita? —pregunta con notable molestia en su voz.
¿Qué se cree?
—Señora —aclaro—. Y quiero unas enchiladas. —Ni por favor le digo y le entrego de mal manera el menú, quizás esté actuando mal, pero me molesta esta chica. Ella se va y nos deja solos—. ¿Sr. Marcus? —cuestiono con cierta molestia e ironía. Marcus ríe bajo.
—¿Qué te puedo decir? Vengo todos los días para comer —explica.
—Eso no le da derecho de tutearte —reclamo.
—¿Acaso está celosa, señorita Alsina? ¿O debo decir, señora? —pregunta burlón. Bufo, porque sí estoy celosa, pero jamás lo admitiría.
—No es eso, pero no creo que debas dejar que te tutee. ¿Cómo es que sabe tu nombre? —inquiero.
—Recuerdo que tú me tuteaste el mismo día que nos conocimos y besamos. Pero respondiendo a tu pregunta: Se lo di en uno de los tantos días mientras comía, supongo —dice relajado y sigue comiendo.
—No es lo mismo, lo de nosotros fue diferente. No lo compares —ordeno. Marcus ríe y toma mi mano por encima de la mesa.
—Claro que fue diferente, tú llegaste para cambiar mi vida. —Me mira unos segundos antes de seguir—. Me encantas celosa, tus mejillas se encienden y tu boca se para como un pico —dice suave, ruedo los ojos, pero sonrío.
—No estoy celosa —le aseguro.
—Bien, entonces no te molestara si le pido su número, ¿o sí? —pregunta descarado. Abro la boca ofendida. ¿Cómo se atreve?
—Si quieres puedo irme y así la invitas a que se siente contigo —propongo, soltando su mano. Marcus ríe.
—Menos mal que no estás celosa, si lo estuvieras sería peor —asegura divertido. Es un idiota.
—Marcus Lombardi, no juegues conmigo —le advierto. Marcus ríe.
—No lo haría nunca, solo admite que estás celosa. Ahí viene Laura. —Volteo y veo que la chica viene hacia nosotros, no lo pienso dos veces y cojo la mano de Marcus que solté hace un momento, él ríe por eso.
—Tenga, señora. —Laura coloca el plato en la mesa sin dejar de ver nuestras manos unidas.
De nuevo la mala educación me gana y no le agradezco, la chica se da vuelta y se va.
—Eres un idiota —le aseguro soltando su mano. Marcus ríe con ganas mientras que yo me dedico a comer mi enchilada con las mejillas encendidas.
Al terminar, la chica regresa con la cuenta. Marcus paga y nos colocamos de pie. Entramos en el ascensor y Marcus marca el número de su piso, no digo nada porque debo buscar mi equipaje y subir un piso más arriba. Nos despedimos en la puerta de cada habitación y entro.
Recojo toda mi ropa y salgo de nuevo.
—¿Dónde irás? —pregunta Marcus apenas salgo.
—Me asustaste —confieso, siempre aparece de repente. Marcus sonríe—. Pedí una habitación para mí —explico. La mirada de Marcus no miente, y en ella se nota una notable alegría y tranquilidad.
—¿Arriba? —pregunta, pero creo que lo hace más bien por no saber qué decir, asiento—. ¿Te acompaño? —insiste. Niego.
—No creo que sea buena idea. —Utilizo sus mismas palabras de esta mañana. Marcus mete las manos en sus bolsillos y me mira.
—¿Por qué? —Sonrío porque ahora estamos utilizando las mismas palabras que dijo el otro.
—Sabemos que tú y yo solos en una habitación no es una buena idea para tu corazón y el mío —argumento. Marcus ríe con ganas, yo no lo hago, pero sonrío satisfecha.
—Esta mañana estuvimos solos en mi habitación y no sucedió nada —contraataca.
—Esta mañana hubo muchas lágrimas y definitivamente mucha ropa, al menos de mi parte. —Recuerdo que él tenía solo la bata de baño. Marcus no deja de reír.
—Vale, tienes razón. Mejor así, ¿no? —Pasea su lengua por sus labios e intento no observar todo el recorrido, pero fallo estrepitosamente y me descubro cogiendo aire.
—Debo irme. —Doy vuelta y me toma del brazo, impidiendo que siga.
—Creo que nos merecemos un beso de despedida, ¿no lo crees? — cuestiona.
«Nos merecemos más que un beso» Pienso, pero no lo digo.
De pronto mi corazón comienza a bombear sangre más rápido y mis manos sudan.
—Sí lo creo, pero no ahora y no aquí —zanjo.
—¿Entonces cuándo? —pregunta, soltándome. Enseguida extraño su tacto.
—Cuando llegue el momento, lo sabrás —le aseguro. Marcus asiente confundido y yo sigo mi camino hasta el ascensor..
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