Capítulo 36 ✔️ [Corregido]
A veces una vida entera no es suficiente para olvidar un solo beso.
-Lo leí por ahí.
Narra Xavier.
Apenas Rose sale del baño con una pijama puesta, camina hacia mi.
Cuando está lo suficientemente cerca noto sus ojos hinchados y rojos, no lo pienso dos veces y la abrazo. Rose se aferra a mí.
Creí que lloraría, pero supongo que ya ha llorado todo lo que debía hacerlo.
Mis planes se ven cambiados completamente y me acuesto a su lado abrazándola. No necesito hacerle el amor esta noche, tendré otras noche para hacerlo, entiendo que lo que sea que le haya dicho Marcus, le afectó y lo mejor ahora es demostrarle que no está sola.
Espero que mañana pueda volver a sonreír como lo hacía al bajar del avión.
Noto cuando su respiración cambia para ser constante y suave y sé que se ha dormido. Me separo de ella sin moverla mucho y cojo un abrigo para salir a la terraza.
No quiero pensar que Marcus tomó de esa manera por Rose, recuerdo que hace unos días me dijo que había conocido a alguien, quizás las cosas con esa persona no salieron bien y por eso se puso así, pero, ¿entonces porque le afectó tanto a Rose?
En estos momentos me provoca encender un cigarrillo y fumarlo despacio, pero no tengo ninguno a la mano.
Veo las playas de Cancún, como las olas se estrellan contra la arena y eso poco a poco me relaja. No sé cuánto tiempo me quedo observando el mar, hasta que siento unos pequeños brazos abrazarme desde atrás. Suspiro y tomo sus manos entre las mías.
—¿Estás bien? —pregunta Rose contra mi espalda. Asiento.
—¿Y tú? —inquiero dándome vuelta para verla de frente, Rose coge aire y asiente.
—¿Me haces un favor? —pregunta bajito, la miro y asiento. —¿Me puedes volver a abrazar en la cama? Me gustaría dormir entre tus brazos. —Sus mejillas toman ese color rojo que me encanta y su voz es apenas un susurro. Suspiro fuerte.
La alzo para que enrolle sus piernas a mi alrededor y lo hace. No cierro la puerta corrediza, el sonido del mar es el fondo perfecto.
La acuesto con delicadeza sobre la cama e intento ser lo más delicado posible. Si necesita sentirse amada, yo haré que se sienta así.
Rose cierra sus ojos y yo aprovecho para besarle los labios.
Dejo sus labios y me acuesto junto a ella, cubriéndonos a ambos con la cobija.
Nos quedamos viendo hacia la ventana, su cuerpo caliente me recuerda la chimenea al llegar a casa.
Ella se siente como mi hogar.
***
Despierto por el sol que entra por la ventana y me cercioro de que Rose siga dormida. Me doy una ducha extremadamente rápida y salgo del baño ya vestido, veo que Rose sigue dormida y salgo de la habitación con la intención de comprar desayuno para ambos.
Sé que deberíamos desayunar los tres juntos, pero la verdad, después de lo de anoche, dudo que alguno de los dos quieran desayunar juntos.
Salgo del hotel y camino unas calles hasta una panadería que me gusta mucho sus golfeados.
Narra Rose
Despierto por la claridad que entra por la ventana, volteo dándome cuenta de que estoy sola en la cama, cojo mi celular y aún es temprano, pero a diferencia de Roma, acá el sol sale más pronto.
Salgo de la cama con la intención de lavar solo mis partes y vestirme.
Me desencanto por un pantalón de blue jean oscuro y una camisa de vestir con volanes en las mangas y cuello, de color rojo. Desde que la compré hace ya varios meses, no la había estrenado y es realmente hermosa.
Lo acompaño con un reloj dorado y unas sandalias de tacón alto y punta fina, también rojas.
Aunque sé que debemos desayunar en un momento, me coloco un fuerte rojo en los labios y salgo de la habitación.
Respiro varias veces antes de tocar dos veces la puerta de Marcus. Necesito saber que está bien, anoche estaba realmente mal.
No espero más de cinco o siete minutos antes de que la puerta se abra. Marcus me mira con una mirada triste y avergonzada, trago saliva para hablar.
—Buogiorno —digo bajito.
Marcus se cierra mejor la bata de baño que tiene puesta y me invita a entrar con una mano. Medito unos segundos si es buena idea hacerlo y entro.
La habitación no está tan desordenada, pero sin duda no está ordenada; la ropa que tenía puesta anoche está tirada a un lado de la cama y otras prendas más de ropa están en el sofá y la mesa.
—Disculpa el desorden. ¿Café? —pregunta cogiendo una taza de la mesa, asiento y comparte el café en un vaso de plástico y me lo ofrece.
—Gracias. —Marcus asiente y me ofrece un panecillo que también agradezco—. ¿Cómo estás? —La verdad no tenía muy claro qué haría o diría cuando lo viera y creo que sí debí pensarlo, ahora no sé qué decir. Marcus se sienta sobre la cama y yo hago a un lado la ropa que había en el sofá y me siento.
—Avergonzado, si te pido que olvides lo sucedido anoche, ¿lo harías? —pregunta viéndome fijamente. Niego con la cabeza—. Lo imaginé. —Me sonríe resignado y come su pan.
—Nunca te había visto beber tanto y la verdad preferiría no volver a verlo —aseguro.
—No acostumbro hacerlo, tranquila —promete.
—¿Me dirás que sucedió? ¿Por qué ahora? —Necesito respuestas. Marcus coge aire.
—No lo sé, me traicionaron los pensamientos —confiesa. Miro mi pan y la verdad tengo el estómago cerrado—. Normalmente logro controlarlos, pero no es fácil hacerlo cuando ya sabes lo que sucederá. —Sigue hablando.
—No entiendo —confieso, no entiendo a qué se refiere.
—Rose, no puedes pedirme que se me haga fácil imaginar o verte en las manos de otro hombre. Menos sabiendo ya lo que se siente tenerte. —Su voz no es alegre como siempre, esta es una tristeza que arruga mi corazón.
—¿Por qué nos haces esto, Marcus? —le reclamo.
—Porque no había pensado en la posibilidad de perderte para siempre. —Agacho la mirada para que no vea mis ojos llenarse de lágrimas.
—Tú mismo lo dijiste, no podemos estar juntos —le recuerdo aún con la mirada gacha.
—Que lo tenga claro no quiere decir que no me afecte, Rose —argumenta.
—Entonces, ¿qué? ¿Nos vamos lejos tú y yo sin importar cuánto daño le hacemos a los demás, a Ian? ¿Cómo le explicaremos a mis hijos, tus nietos —recalco—, que su mamá está con su abuelo y no con su papá? Dime, porqué cuando te veo solo puedo pensar en eso. —Para este momento ya no me importa si me ve llorar y ya he alzado la voz un par de tonos. Marcus me mira atento.
—No tengo una respuesta para eso, Rose. ¿Quién puede tenerla? Pero dime entonces, ¿qué hago con esto que siento por ti? No puedo hacerme la vista gorda, Rose, no puedo. ¿Cómo puedo dejar de amarte si te tengo presente siempre?
»—¿Cómo puedo amar a alguien más, si eres tú a quién quiero a mi lado cuando despierte y cuando vaya a dormir? ¿Cómo, Rose? Porque ya lo he intentado todo y nada me funciona. —Las lágrimas no dejan de salir de mis ojos y mi maquillaje ya debe parecer el de un payaso bajo la lluvia.
—¿Crees que para mí fue fácil superarte? —cuestiono.
—No lo sé, pero tampoco te tomó mucho tiempo hacerlo, mi hijo te ayudó, ¿no es así? —Su pregunta suena como un reclamo y eso hace que me enoje.
—¿Qué esperabas? ¿Qué te esperará eternamente? Me regalaste el mejor/peor cumpleaños que he tenido. ¿Cómo puedes tan siquiera reprocharme algo de la relación que tuve con tu hijo, si fuiste tú, el que se fue diciendo que no volverías?
»—Entiendo que tenias problemas en Italia, pero, ¿era realmente necesario dejarme para resolverlos? Porque desde donde yo lo veo, podías haberlo resuelto estando aún conmigo y, disculpa si esto sonará egoísta, pero todo esto está sucediendo por la decisión que tomaste sin mí ese 25 de Septiembre de hace tres años atrás. Si no hubieras decidido dejarme, seguiríamos juntos Marcus y eso te lo aseguro, porque realmente no he amado a nadie como a ti. Nunca podré hacerlo. —Cojo aire para poder llenar mis pulmones y sigo llorando desenfrenada.
Nunca le había reprochado el hecho de abandonarme, nunca se lo cuestioné, nunca le pregunté el porqué y ya sé porqué no lo hice, quería evitarme este dolor que estoy sintiendo ahora. Marcus se sienta a mi lado y toma mis manos.
—Lo siento, mi reina. Nunca quise dejarte, nunca había deseado estar con alguien como deseaba y deseo estar contigo, pero no puedo cambiar lo sucedido aunque quisiera y tienes razón, ahora hay dos personitas que no entenderán nunca lo nuestro, pero de verdad no puedo dejarte ir sin sufrir. Dame tiempo y lo asimilaré. —Niego con la cabeza viendo cómo mis lágrimas mojan mi pantalón, menos mal y es oscuro.
—No quiero que sufras, Marcus —le aseguro con el alma en una mano y el corazón en la otra—. Te entregué todo de mí. Lo tienes todo de mí —me rectifico, Marcus levanta mi rostro y seca mis lágrimas con sus dedos, aunque es en vano.
—Lo sé y lo agradezco. —Me regala una sonrisa triste que no correspondo, las lágrimas nublan no solo mi vista, sino también mi mente—. Y ya es hora que le entregues todo ahora a alguien más —me alienta. Niego.
—Ese es el problema, ya no hay parte de mí, que no sea mi cuerpo, que pueda entregar. Tú te quedaste con mi corazón e Ian con mi vida al darme a los niños —explico—¿Qué puedo ofrecerle a Xavier que valga la pena? Solo mi cuerpo. —Sentencio.
—Tu amor. Con eso le bastará, créeme. —Niego nuevamente con la cabeza.
—Esto es lo que odio de ti —espeto enfadada—. Primero me dices que me amas, que no puedes dejarme ir y luego me instas a lanzarme a los brazos de Xavier. ¿Por qué disfrutas jugar conmigo? —cuestiono con rabia, alejándome de su tacto y colocándome de pie.
—Porque aunque te ame y no quiera dejarte, debo dejarte ser feliz con quién puede hacerlo. —Llega hasta mí y lo empujo cuando intenta tocarme.
—¿Por qué no hacerme feliz tú? ¿Por qué debes dejar que otro lo intente si no sabes si lo logrará? —inquiero furiosa. Odio tanto que siempre quiera decidir dónde está mi felicidad, pero nunca a su lado.
Odio tanto a los Lombardi, de verdad que sí
—Ya tuve mi oportunidad y, como dijiste hace un momento: no la aproveché. Ian igual. ¿Qué te hace pensar que Xavier será igual? —Me encojo de hombros.
—No lo sé, pero tampoco quiero averiguarlo —confieso—. ¿Sabes por qué no me acosté con Ian? ¿Por qué no dejé que me hiciera el amor? —cuestiono enfadada. Marcus niega con la cabeza.
—Por ti. Porque estaba segura que mientras él me tocara, yo estaría pensando en ti. ¿Por qué es tan difícil darte cuenta de que te amo? ¿Qué te sucede? ¿Acaso no te demostré en diciembre que no importaba contra quién me enfrentara por estar contigo? —Marcus asiente e intenta acercarse de nuevo, esta vez no se lo impido, toma mis manos.
—Te amo, Rose. No sabes cuanto te amo, y creí que esa vez sería para siempre, pero entonces, Xavier habló conmigo y volví a la realidad, a esa realidad en la que soy el abuelo de tus hijos, no su padre. —Suspiro.
—¿Entonces, estamos destinados a amarnos y no poder estar juntos? —le pregunto, volviendo a admitir que también lo amo.
Mi corazón cada vez late menos y eso no me preocupa. Marcus cierra los ojos con pesadez, al abrirlos puedo ver en ellos el dolor que mi alma esconde.
—Me temo que sí, la mia regina. —Marcus me envuelve en un abrazo que no rechazo. Ya no estoy llorando, no resolverá el mar de emociones que tengo en el interior.
—Debo irme. ¿Nos vemos abajo para desayunar? —cuestiono, necesitando de pronto alejarme de él.
—Creí que ya habíamos desayunado. —Señala las tazas de café que ni probé, le sonrío sin ánimos.
—Hablo enserio, te veo abajo en diez —advierto. Marcus asiente y salgo.
***
¿Uno más?
Lloré mientras escribí la segunda parte de este capítulo.
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