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Capítulo 35 ✔️ [Corregido]

Un famoso explorador dijo, que la grandeza no está en lo que hacemos,
sino en quiénes somos.

-Lara Croft. Película: Tomb Raider.

Narra Xavier.

Espero atento a que el avión termine de aterrizar, ansioso por ya poder verla y besarla.

Sé que debo hablar con ella y que me diga qué decisión tomó con respecto a nosotros, pero primero debo besarla y si es posible, hacerle el amor hoy toda la noche, ya mañana entonces escucharé lo que tenga que decir y si decide no seguir conmigo, por lo menos la habre tenido en mis brazos nuevamente.

El avión aterriza, pero me prohíben salir para recibirla en la pista, por lo que camino hasta la puerta de desembarque y la espero con un ramo de flores que compré temprano, la mantuve en agua todo la tarde y aún se ven bien.

Ojalá y se conserven más tiempo.

Rose baja del avión enfundada en su abrigo, al llegar abajo, la azafata le entrega su maleta e imagino que Rose le agradece.

Por fin comienza a caminar por el pasillo y la pierdo de vista un momento hasta que sale por la puerta y en su rostro se dibuja una sonrisa al verme, se la correspondo.

Camina hacia a mí y antes de que pueda entregarle el ramo de flores, me coge por el cuello y estampa sus deliciosos labios sobre los míos, no dudo en corresponder su beso y la abrazo por la cintura con una sola mano, con la otra sostengo las flores lejos de nuestro cuerpos para que no se arruinen.

Al separarnos, Rose está completamente sonrojada, lo que no ayuda a que la desee menos. Le entrego las flores y se sonroja aún más mientras agradece.

—No era necesario, pero están preciosas. Gracias —comenta admirándolas y juro que todo lo que pasé con esas flores ha valido la pena solo con ver la felicidad reflejada en su rostro.

—Te mereces más que eso —le aseguro. Rose se inclina un poco y deja un pequeño beso en mis labios. ¿Cómo les explico la maravillosa sensación que es sentir sus labios contra los míos?—. ¿Tienes hambre? —pregunto cuando subimos al auto.

—No mucho, la verdad, hace como dos horas desayuné en el avión. —Comenta divertida. Rio, la diferencia horaria es mucha, un cuarto del día para ser exactos.

—¿Te apetece un taco? La verdad yo si no he cenado —confieso. Rose asiente.

—Vayamos a comer, entonces —acepta. Le agradezco con una sonrisa y cojo su mano durante todo el camino. Ella traza pequeños círculos sobre la mía.

Paro frente a una venta de comida rápida y ordeno dos tacos. El chico no demora mucho en prepararlos, le cancelo y cojo la bandeja y las dos Coca-Colas de botella y subo al auto. Rose tiene la puerta de su lado abierta y la brisa mueve su cabello libremente. Le entrego el taco y agradece.

—¿Qué tal el vuelo? —pregunto mientras comemos para romper el silencio, la verdad estoy deseando poder llevarla al hotel y desnudarla, pero a la misma vez quiero que ella se sienta cómoda.

—Eterno. No veía la hora de por fin aterrizar, fue de lo más aburrido viajar sola y esa azafata solo la veía cuando me llevaba la comida, de resto no sé dónde se metía. Me estaba volviendo loca, ya hasta le estaba poniendo nombre a las nubes. —Se estremece recordando y yo río por su drama.

—No es tan malo, te acostumbras. Solo debes pedirle a Sabrina, por cierto, así se llama la azafata —le cuento. Rose asiente y yo continúo—, que te encienda el televisor y podrás ver cualquier película desde Netflix, le pides que te sirva algo fuerte para beber y las horas se pasan más rápido —le aseguro. Eso es lo que hago cada vez que debo viajar. Rose abre la boca sorprendida.

—¿Tiene TV? Yo no lo vi. —Hace puchero y yo vuelvo a reír. Asiento—. Qué tarde me has contado, ¿he? Ahora quiero volver a viajar solo para ver la TV —confiesa. niego con la cabeza.

—Podremos viajar todo lo que quieras después de inaugurar el negocio —le aseguro. A Rose le brillan los ojos de emoción.

—¿Me llevarías a conocer Inglaterra? —pregunta con notable alegría en su voz, asiento.

—Por supuesto que sí, ya quiero que conozcas mi ciudad y mis negocios —confieso. Rose sonríe feliz.

—Algún día te llevaré a conocer Madrid. —Asiento sin decirle que ya conozco Madrid. Total, conocer Madrid solo, es muy diferente a conocerla de su mano. Sí, ya estoy ansiando ese momento.

—¿Lista? —le pregunto. Rose limpia sus manos y boca con la servilleta y asiente. Se termina de beber lo que le queda y me entrega la botella. Salgo de nuevo del auto y le devuelvo al chico las dos botellas después de agradecerle.

El camino al hotel lo hago en menos tiempo del que debería, le agradezco también al tráfico que no era mucho. Al llegar, estaciono el auto en mi puesto habitual y ayudo a Rose con su equipaje, como no ordené una habitación para ella —aún—, hoy dormirá conmigo.

No creo que le moleste, pero igual le preguntaré. Entramos al ascensor y al cerrarse las puertas la miro.

—¿Te importaría dormir conmigo esta noche? —Rose se sonroja y niega con la cabeza.

—Estoy deseando poder hacerlo —confiesa bajito, la beso y al abrirse las puertas del ascensor nos separamos.

Lo primero que veo es a Marcus sentado afuera de su puerta con el saco en las piernas y la camisa suelta. Arrugo el entrecejo, Rose me mira igual de confundida y caminamos hasta él, al percatarse de nuestra presencia levanta la vista.

—Rose. —Es lo primero que sale de sus labios y que se le entiende. Está completamente ebrio y apesta a alcohol.

—Marcus, ¿qué sucedió? —Rose se coloca de rodillas acercándose a él. Marcus suspira viéndola.

—Perdí la tarjeta de mi habitación —explica con tranquilidad. Rose asiente y levanta la mano para acariciarlo, me recuerdo a mi mismo que es el abuelo de sus hijos y que necesita ayuda en estos momentos.

—¿Quieres que vaya y pida otra en recepción? —Rose habla con un tono muy suave que solo la había visto utilizar con los pequeños mellizos. Marcus asiente y toma la mano de Rose con la que le acariciaba el cabello. Rose le sonríe y se coloca de pié, me mira y asiento entendiendo lo que quiere.

Dejo la maleta junto a ellos y doy vuelta para regresar por el ascensor, me fijo bien en el número de habitación de Marcus y presiono el número de la planta baja.

Narra Rose.

—¿Qué sucede, Marcus? ¿Por qué has bebido tanto? —le pregunto volviendo a hincarme a su lado. Marcus me esquiva la mirada, le cojo el rostro y lo obligo a que me mire.

—¿Dormirás con él? —pregunta de vuelta. Suspiro con pesadez y asiento.

Marcus se zafa de mi agarre y agacha la cabeza, no soy consciente de que está llorando hasta que veo como caen las gotas en su pierna. Vuelvo a levantarle el rostro con mis ojos cristalizados.

—Recuerda que fuiste tú quien me alentó a estar con él. —Le reclamo con cierta molestia. Marcus seca sus lágrimas, pero es inútil porque siguen saliendo. De mis ojos también comienzan a salir sin poder evitarlo—. No quiero verte así, Marcus —le aseguro. Marcus coge mi mano y la besa.

—Perdóname, la mia regina, perdóname por no saber dejarte ir. —Su voz es áspera y su aliento está impregnado en cerveza. Jamás lo había visto de esta manera.

—Marcus, por favor, no me hagas esto —le pido. Marcus seca sus lágrimas cuando se escucha que el ascensor llega hasta nuestro piso.

—Te amo, espero puedas ser feliz con él. —Es lo último que dice antes de que Xavier llegue hasta nosotros. Ayuda a Marcus a colocarse de pie y abre la puerta de su habitación—. Cuídala —le advierte. Xavier asiente y entra con él hasta la habitación.

Observo desde afuera como lo ayuda a recostarse en la cama y a quitarle los zapatos ante las quejas de Marcus de que él puede hacerlo solo. Xavier regresa hasta mí y veo una vez más a Marcus tirado en su cama viendo al techo, antes de que Xavier cierre la puerta.

—Debiste meterlo en la ducha y abrir el agua fría para ver si así le baja la borrachera —le digo a Xavier, apenas sale. Él besa mi frente y ríe.

—Podría haberse enfermado. ¿Te ha contado por qué se ha puesto así? —No quiero mentirle, pero tampoco puedo decirle que se ha puesto así por saber que dormiría hoy con él.

—No debería ser yo la que te cuente, quizás y mañana él mismo te lo diga. —Xavier asiente y abre la puerta de su habitación, justo al frente, me indica que entre mientras él coge mi maleta y entra detrás de mí.

»—Me gustaría ducharme. —Xavier me dice dónde queda el baño y antes de tomar mi maleta y entrar, le doy un corto beso en los labios.

Al entrar al baño abro el chorro de la ducha y mientras me desnudo, las lágrimas salen a montones de mis ojos.

Ver a Marcus así de destruido por mi culpa es algo que no me perdonaré nunca, jamás lo había visto llorar y sin duda, espero no volver a verlo nunca, ni ser yo la causante de ellas.

Entro a la ducha y el agua caliente no logra relajarme como siempre lo hace.

No sé lo que pase por su mente en este momento, pero si Marcus está así, que creí que era el menos afectado por mi decisión, ¿cómo estará Ian?

¿Cómo podré hacer el amor con Xavier ahorita sabiendo el daño que le he causado a Marcus y a Ian?

La respuesta es fácil: No puedo hacerlo.

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