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Capítulo 3 ✔️ [Corregido]

Ser valiente no es el punto,
eso es imposible.
Se trata de aprender a controlar tu miedo y cómo ser libre de él.
Divergente💕

El constante ruido de la alarma hará que me explote la cabeza en cualquier momento.

Intento levantarme para apagarlo, pero unos brazos me lo impiden.

Fragmentos de la noche anterior vienen a mi mente y ruego a los dioses del Olimpo que no sea quién estoy pensando, volteo y veo a Marcus, dormir plácidamente.

Su boca está entreabierta, un hilito de baba recorre su barbilla y muere en mi almohada. Sonrío, intentando no reír, muevo su brazo despacio y salgo de su agarre. Apago el cacharro del diablo y salgo de la cama, estoy completamente desnuda, excepto por mi panty rosa, recojo su camisa del suelo —para recordar viejos tiempos— y me la coloco encima.

—Te sigue luciendo mejor a ti que a mí. —Brinco de la sorpresa. Doy vuelta, Marcus también está completamente desnudo. Está sentado sobre la cama y culpo a la diablilla de mi interior, por no aguantarme y recorrer todo su cuerpo con mi mirada, paso desde su pecho hasta su amiguito que se encuentra listo para otro round, muerdo mi labio—. Pensé que estarías arrepentida hoy. —Subo mi mirada hasta su rostro y niego.

—Yo también lo pensé, pero ambos somos adultos solteros, no le veo lo malo. —Abre la boca para decir algo, lo callo levantando mi mano—. Ya sé que eres el abuelo de mis hijos, pero arrepentirnos no servirá de nada, además, no tengo nada con Ian, así que no me sentiré mal por esto. —Dicho eso, salgo de la habitación, ya sé que acabo de decir que no me sentiré mal, pero sí me siento un poco, ¿cómo decirlo? ¿Avergonzada? Si alguien se entera, no lo sé, creo que no estoy lista para ser juzgada.

Al llegar al comedor, me encuentro a un gentío: Rocío, mis bebés e Ian. Esperen, ¿Ian? Me asusto, todos miran mi atuendo y yo me golpeo la cabeza cuando Marcus, aparece detrás de mí, diciendo mi nombre y sin camisa.

Señores y señoras, no le deseo esto a nadie, a nadie.

—Buenos días. ¿Desayunan? —Rocío es quien habla, Ian no ha dejado de intercambiar su vista de Marcus a mí y viceversa. Trágame tierra y escupeme en Alemania, por favor.

—¿Dónde están los cumplañeros de mami? —digo para romper la tensión creada, me acerco a mis bebés y beso sus cabecitas incontables veces—. Los amo, son lo mejor de mami. —Ambos ríen felices y estiran sus manitas diciendo ma.

Esa fue su primera palabra y no se imaginan la felicidad que sentí, ya dicen Pa, agua, ta —así le dicen a Rocío, en vez de tía", "ta"—, son muy inteligentes.

Marcus y yo tomamos asiento uno al lado del otro, no porque queramos, sino porque ya no hay sillas disponibles.

Rocío sirve el desayuno, que consiste en tostadas con huevo revuelto, salsa y tocino. Yo quedé con una adoración por la leche caliente, así que mientras el resto toma chocolate caliente, yo disfruto mi lechita.

—¿Qué tal la reunión de ayer? —Agradezco que Ian se mantenga en silencio y Rocío saque solo temas neutrales.

—Peculiar. Ese hombre no dejaba de verme y fue algo incómodo, pero por otro lado, está todo listo para que el lunes nos reunamos y organicemos todo en persona. —Estoy emocionada y mi voz me delata.

—Me alegra mucho, mi niña. Cancún es precioso, te encantará —comenta Rocío.

—¿Has ido? —Rocío asiente feliz.

—Sí, de joven fui y quedé enamorada de Cancún, de hecho, el difunto padre de mi hija, lo conocí allí. —Asiento, por fin, Rocío cuenta algo de su vida, normalmente soy yo la que habla.

—¿Cuándo conoceré a tu hija? —Rocío sonríe triste. Me siento mal por haber preguntado eso.

—Pronto, esperemos que para navidad pueda venir, ya sabes que la universidad la tiene esclavizada. —Asiento, terminando mi desayuno.

—Ojalá que sí. —Rocio sonríe y antes de que ella se levante, yo lo hago y recojo la mesa—. Iré a cambiarme —les informo y ni siquiera sé porqué lo hago. Todos asienten, pero Ian ni me mira. Lo ignoro y sigo hasta mi habitación.

Apenas entro, me recuesto sobre mi puerta, soltando el aire contenido. Creí por un momento que sería juzgada y sentenciada a quemarme en el infierno por perra.

Cojo una ropa de andar en casa, junto a mi paño y camino hasta el baño. Pongo a llenar la tina y vierto mis esencias favoritas.

Mientras espero que se llene, me quito la camisa de Marcus y mi ropa interior, quedando desnuda. Me sumerjo en la bañera, dejando que el agua acaricie mi cuerpo y me libere de toda tensión, le doy play al equipo de sonido junto a la tina y la hermosa voz de Shawn Mendes, me hace sonreír. Tarareo la canción de Sticher, y soy feliz.

—Podría verte bañar sola, pero prefiero bañarme contigo. —Trago hondo, de pronto la espuma no parece cubrir suficiente mi cuerpo y me siento expuesta, cosa tonta, porque hace unas horas dormía desnuda junto a él—. ¿Pudor ahora? —Ríe bajo.

Le hago un espacio para que entre, está tan desnudo como lo estaba cuando despertamos, entra a la tina y me sube a su regazo, haciendo que un poco de agua se derrame por los lados. Siento su hombría golpear mi vientre y el calor que se concentra en mi feminidad, es desesperante.

Bajo mi mano y agarro su miembro con fuerza. Marcus gruñe, subo y bajo mi mano lento, pero no me aguanto y alzo mi cuerpo para introducirlo en mí y bajar despacio. Gozo y disfruto cada segundo.

Apoyo mis manos en sus hombros y lo beso mientras me muevo. Marcus aprieta mi trasero y durante ese momento, me olvido de que en algún lugar de la casa se encuentra su hijo; el padre de mis hijos, me olvido de todo y solo disfruto lo rico que se siente tenerlo dentro de mí. Marcus me alza, levantándose de la tina, me asusta que se resbale, así que dejo de besarlo y lo miro.

—¿Qué haces? —pregunto asustada.

—Quiero darte duro. —El rubor cubre mis mejillas, sale de la tina conmigo encima y aún dentro de mí, me sienta sobre la encimera del baño y tal como dijo: me da duro y sin compasión.

Ahoga cada una de mis gemidos en su boca.

¡Joder, en cualquier momento estallaré en mil pedazos!

Marcus deja mis nalgas para adueñarse de mis senos, sus dedos torturan de una manera agradable cada uno de mis pezones, no disminuye el ritmo en ningún momento y os aseguro, que este ha sido el mejor polvo que hemos tenido juntos.

Llego al orgasmo seguida por Marcus. Nuestras respiraciones son agitadas, me ayuda a bajar de la encimera y volvemos a entrar a la tina, ahora sí nos duchamos.

—¿Si te estás cuidando? —Dejo de vestirme para pensar unos segundos en lo que Marcus acaba de decir, que irresponsable soy, niego—. Recuerdo algo así, hace tres años atrás. —Le lanzo el paño, ríe más fuerte.

Termino de vestirme y me miro al espejo, llevo puesto un simple shorts blanco con un suéter lila y mis infaltables deportivas blancas.

—Compraré las de emergencia y cuando llegue de viaje, me pondré en control —digo más para mí que para él. Marcus asiente y se acerca a mí, besa mis labios y sale de la habitación, termino de desenredar mi cabello y salgo también.

Alrededor de unas seis o nueve personas, se pasean por la casa, trayendo y llevando cosas. Como aún no tenemos muchas amistades acá, será algo pequeño. La fiesta será de Blancanieves y su príncipe, camino hasta la habitación de mis pequeños y veo que están vestidos con un enterito.

—Los sacaré a pasear al parque mientras organizan todo. —Miro a Rocío con amor puro. La abrazo.

—Gracias Ro, eres la mejor —sentencio y beso las cabezas de mis angelitos.

—Lo sé, pero me tendrás que contar luego como estuvo tu noche, tus ruidos se escuchaban hasta en el jardín. —Me cubro el rostro avergonzada. Rocío ríe a carcajadas mientras sale de la habitación. Sí ella escucho eso, de seguro Ian también. ¡Joder!, ¿habrá algo mas vergonzoso que eso?

Salgo de la habitación y el día se me va ordenando diferentes cosas para la fiesta, me relajo cuando veo que ya todo está listo y se ve genial. Al ver la hora, entiendo porque tengo tanta hambre, van a ser las cinco de la tarde. Llego a la cocina y encuentro a Ian encendiendo un cigarrillo.

—¿Ahora fumas? —Ian se sorprende al verme, pero lo disimula bien.

—¿Ahora te revuelcas con el abuelo de tus hijos? —Y toma tu tomate por meterte donde no te llaman, lo miro mal.

—¿Ahora eres un idiota? —Estoy que echo chispas.

—No me hagas preguntarte lo que pienso que eres tú ahora. —Abro la boca, pero la cierro nuevamente.

—No vales la pena —zanjo y me doy vuelta para irme.

—Poco a poco descubro que tú tampoco lo haces. —No me resisto y le doy una bofetada, dándole frente.

—Me importa poco tu opinión —aclaro, más que enojada.

—Si así fuera, no me hubieras abofeteado. —Sonrío malvada.

—Eso lo hice por mero gusto —confieso, Ian bufa, apagando el cigarrillo con la punta de su zapato. Se acerca mucho a mí.

—Luego no te quejes cuando yo haga lo que quiera contigo, solo por mero gusto. —Mi ira aumenta por segundos. Lo veo caminar fuera de la cocina y antes de que se vaya, hablo.

—Eso ya lo hiciste y te fue muy mal. —Sin más, se va. Furiosa, marco el número de una pizzería cercana y pido pizza para todos.

Camino hasta mi habitación, cierro la puerta de un portazo y llamo a Rocío para informarle que ya puede volver, cuelgo cuando asegura que ya viene cerca.

La fiesta empieza a las 19:00hrs, voy a ducharme de una vez para estar lista cuando Rocío llegue y ayudarla con los bebés, para que ella se arregle.

Busco en el armario que ponerme, decido colocarme una falda larga floreada, con un top blanco y unos tacos no muy altos, amarillo mostaza. Mi cabello volvió a ser rubio natural y está más o menos largo, me llega un poco más abajo de los hombros, me hago unas pequeñas ondas con la máquina y de maquillaje, lo de siempre: labial, levantador de pestañas y listo.

Escucho el timbre y sé que debe ser el repartidor, cojo dinero de mi cartera y salgo, ya afuera no está nadie, imagino que todos deben estar preparándose para la fiesta. Marcus está pagando la cuenta, le agradece al repartidor.

—Yo la iba a pagar —replico, Marcus da vuelta al escucharme y ahí está de nuevo su mirada desnudándome. Me pongo nerviosa, meto un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—No lo dudo, pero llegué primero a la puerta. Estás preciosa. —Besa mis labios dulcemente y yo lo profundizo. Adiós labial.

—¿Y ahora se besarán delante de todos? —Nos separamos y con la rabia que siento hacia Ian, en este momento, vuelvo a besar a Marcus, ahora mucho más intenso.

—¿Y ahora te dedicas a hacer comentarios que nadie te pide? —Lo enfrento, dando vuelta. Marcus no dice nada, solo se queda parado sosteniendo las pizzas.

—Me importa muy poco con quién te acuestes, Rose, pero con mi padre, ¿en serio? —Rio irónica.

—¿Si recuerdas que primero me revolqué con él y luego contigo? —Sé que estoy siendo una perra y la mano de Marcus en mi hombro me lo certifica. Ian me mira con los ojos encendidos en llamas.

—¿Y eso te hace más mujer? —Su pregunta me da risa, por lo que no evito reír.

—¿Y lo que me hiciste te hizo más hombre? Porque yo sigo viéndote aun más idiota que en ese entonces. —Ian camina amenazante hasta nosotros, hasta mí.

—Disfruté tanto acostándome contigo. —El odio en sus palabras no son ni la milésima parte de lo que yo siento por él, ahora mismo.

—No más que lo que yo disfruto acostándome con tu padre. —Marcus hace más presión, entiendo que para que me calle, pero su hijo empezó.

—¡Perra! —Abro la boca para decirle sus verdades, pero Marcus se me adelanta.

—No te permitiré que la insultes, hijo. —Ian ríe a carcajadas.

—¿Hijo? ¿De verdad, Marcus? Porque yo lo único que veo es que te revuelcas con la madre de tus nietos. ¿Y te atreves a llamarme hijo? —Sé que ha tocado una tecla sensible en Marcus, sus ojos son como un espejo, cuando está feliz se nota, igual cuando está lastimado.

—Fuiste tú, el que provocó esto. ¿De qué te quejas ahora? —Ian deja de mirar a su padre con rabia, para verme a mí.

—¿Yo? Disculpa por creer que tendrías más decencia que esto. —Sus palabras le quedan grandes.

—¿Realmente quieres hablar de decencia? Que yo recuerde, no fui yo quien viajó a otro país solo por celos a su padre, enamora a la misma chica que su padre se follaba y luego le cuenta todo. —Me odio por ser débil y derramar lágrimas. Ian parece bajarle a su enojo e intenta acercarse, pero lo alejo. Seco mis lágrimas, mirándolo con la cabeza en alto—. Lo único que nos une son los bebés, pero de resto, Ian, por mí podrías irte a la mismísima mierda y no te ayudaría a salir de ella. —Dicho eso, cojo una de las cajas de pizza que Marcus sostiene y camino lejos de ellos.

—Ya estoy en ella por tu culpa. —Me detengo y giro una vez más.

—Estás ahí por ser un imbécil que no supo valorar lo que tenía. —Llego a mi habitación, me olvido por completo del maquillaje y lloro como no lo hacía en mucho tiempo.

Recuerdo los primeros días luego de irme de la casa de Marcus, no quiero volver a eso.

No sabía qué hacer, solo podía llorar y llorar.

Lloraba por estúpida, por no merecer ser feliz.

Lloraba por los malditos Lombardi, que siempre me destrozaban el corazón, el alma y el espíritu.

Lloraba por no conocer nada de Florencia y no tener dinero para volver a España.

Sé que si se lo pedía a Marcus, él me daría el dinero, pero ¿para qué volver a España? Me fui de ahí feliz, enamorada y contenta, regresar destrozada, no era opción. Cuando me enteré del embarazo, me prometí que no lloraría más por un Lombardi y me propuse olvidarlo y sí, me tomó meses hacerlo, pero lo hice y no tiene derecho de venir ahora a juzgar lo que hago.

Corregido: 18/04/21

Jey, ¿Les gusta como va la novela? Poner a Ian, así de bastardo me duele, pero ajá.

Comenten porfisss.

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