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Capítulo 29 ✔️ [Corregido]

"El pasado puede doler, pero, tal y como yo lo veo, puedes: o huir de él o aprender".

Película: El Rey León.

Narra Rose.

El mesero vuelve con nuestra orden y es entonces cuando dejo de darle vueltas en la cabeza a lo que acaba de suceder minutos atrás. Esos besos, las palabras de Ian tienen mi mente nublada y no puedo pensar con claridad.

Realmente estoy muy confundida, no sé qué sucederá ahora.

¿Qué pasará con Xavier?

¿Realmente quiero darle una oportunidad a Ian?

¿Qué hago?

¿Por qué no dejo de pensar que he traicionado a Marcus?

¿Por qué no siento eso mismo con Xavier?

Mi intención al tener esta cena era aclarar todas mis dudas y poder seguir adelante con mi vida dejando lo que viví con Ian en el pasado, pero ahora mismo soy todo un torbellino de emociones.

Nunca pensé que Ian me hubiera buscado y siendo sincera, si me hubiera encontrado en ese entonces, dudo mucho que lo hubiera escuchado, estaba lo suficientemente molesta y dolida con él, como para tan siquiera verlo sin querer estrangularlo.

Comemos en silencio sin decir nada, al terminar, limpio mis labios con la servilleta y levanto la cara para ver a Ian a los ojos.

—Estaba deliciosa, gracias —le agradezco, Ian coge su copa, la mueve y luego bebe un trago, todo sin dejar de mirarme a los ojos.

Una gota resbala por su labio y mis ojos no pierden de vista el recorrido de la gota. Suspiro.

A esto me refiero cuando digo que estoy confundida, mi cuerpo reacciona de una forma diferente a la que debería hacerlo.

—Lo estaba, pero no tienes nada que agradecer. ¿Qué quieres hacer ahora? —pregunta dejando nuevamente su copa sobre la mesa. Niego con la cabeza.

—No lo sé. —Ian sonríe de lado.

—¿Quieres caminar por el parque? —Veo por la ventana y aún hay varias personas caminando por el parque, pero yo no he traído abrigo y sé que hace frío afuera.

—No traje abrigo —confieso. Ian asiente.

—¿Quieres nadar? —Abro los ojos sorprendida, ¿Se ha vuelto loco? ¿Quién quiere nada con este frío?

—Hace mucho frío —digo obvia. Ian ríe.

—Está techada y puedes regular la temperatura del agua —explica dejándome como una tonta. Asiento para hacerle ver qué entendí, pero él lo toma como un acepto a ir a la piscina.

Ian se coloca de pie y me ofrece su mano, la acepto y me coloco de pie, también.

Regresamos al ascensor y presiona un botón. El ascensor se coloca en movimiento, el ambiente en el pequeño cubículo es denso, casi puede cortarse la tensión con una aguja. Pero no es una tensión mala o sexual, no, es solo una tensión de miedo a lo desconocido.

Las puertas se abren e Ian aún tomado de mi mano, me hace salir, caminamos por un extenso pasillo y abre unas puertas corredizas al final, del otro lado, la enorme piscina techada nos recibe.

Sonrío recordando cuando fuimos a una piscina también techada en Hong Kong, al día siguiente fue cuando me propuso matrimonio.

¿Cómo olvidarlo?

—¿Recordando? —pregunta Ian, lo veo y ya está en calzoncillos. ¡Santo Dios! Este hombre planea matarme. Me sonrojo e intento mantener mi mirada solo en su rostro.

Ian me ofrece su mano, camino hasta él y la tomo. Nos dirigimos hasta el borde la piscina, donde Ian me suelta y entra de un solo salto mojándome un poco.

—Está deliciosa, vamos, entra —me alienta. Río por como luce dentro de la piscina y comienzo quitándome los tacones. Me siento en la orilla de la piscina y dejo que mis pies cuelguen hacia adentro. Como dijo Ian, la temperatura del agua es perfecta. Está deliciosa.

—¿Lo recuerdas? —Imagino que se refiere a aquella vez, asiento—. ¿Recuerdas lo que hicimos? —Ian se acerca a donde estoy yo y coloca sus manos en mi cintura. A pesar de que están mojadas, no me quejo.

—Sí, lo recuerdo —respondo bajito, mirándolo. Me repito una y otra vez en mi mente que si dejo que me tome acá, no habrá vuelta atrás.

Caeré de nuevo en sus manos y aún no estoy segura de querer eso.

—Déjame hacerte el amor una vez más, por favor —pide Ian sin apartar sus ojos de los míos. Suspiro.

—Si lo hago, caeré de nuevo —digo con un profundo miedo.

Xavier viene a mi mente y sé que él no se merece que haga esto.

Así aún no seamos nada, si dejo que Ian me haga el amor, le estaría faltando el respeto a lo que sea que esté surgiendo entre nosotros, ya con el simple hecho de habernos besado, ya se lo falté.

Pero entonces pienso en Marcus y la culpa es peor. Un dolor inmenso se instala en mi pecho y me dan ganas de llorar. Cierro los ojos con fuerza para no hacerlo.

—No te dejaré caer, lo prometo. —Ian insiste—. Regalame esta noche y después te dejare intentarlo con Xavier, no te molestaré, no te seduciré más, lo prometo. —Sé que no miente, pero no sé qué hacer.

—¿Cómo podré verle la cara? —Sacudo la cabeza en una negativa sintiéndome mal conmigo misma porque sé que no me refiero a Xavier en esa pregunta, sino a Marcus. ¿Cómo podré verlo a la cara si dejo qué Ian me tome?

La respuesta es fácil, no podré hacerlo.

—Dile la verdad, lo entenderá, te lo aseguro. —Ian intenta convencerme. Lo veo de nuevo.

—No puedo hacerlo, Ian. No es por Xavier, es porque aunque una parte de mí, desea que me hagas el amor, sé que no es lo correcto y que mientras tú lo hagas, yo estaré pensando en otra persona. Cosa que tú no mereces —declaro. Ian me mira con los ojos tristes. Lo he lastimado, pero sería peor dejar que se cree una falsa ilusión en su mente.

—Entonces, ¿eso es una definitiva para saber que estoy fuera de tus opciones? —inquiere decaído. Suspiro lento. Las lágrimas siguen picando en mis ojos.

—Por ahora es un no, pero ten en cuenta que siempre te tendré en mi vida y tú a mí en la tuya. Sé que tal vez no de la manera que tú esperas, pero también sé que encontrarás a alguien que te ame mucho más de lo que yo lo hice en su momento —aseguro. Ian asiente y desvía su mirada con sus ojos húmedos.

—Solo quiero que sepas que te amo y que espero que seas feliz con quien decidas serlo, ¿de acuerdo? —Lo abrazo sin importarme qué me moje y lloro en sus hombros.

—Yo siempre voy a quererte, Ian —prometo en su oído. Me presiona más fuerte, durando así un rato largo—. Vamos a casa —le pido. Ian asiente y se separa de mí para luego salir por completo de la piscina.

Observo con las mejillas encendidas cuando se quita el bóxer mojado y lo guarda en una bolsa que saca del bolsillo de su pantalón. Si ya tenía eso planeado, ¿por qué no planeó traer otros calzoncillos?

Al terminar de vestirse, me ofrece su mano para que me levante de la orilla y me ayuda a colocarme los tacones, apoyando mis brazos sobre sus hombros mientras me hace subir primero una pierna luego la otra mientras me calza los tacones. Le agradezco en un susurro.

Salimos del hotel tomados de la mano y subimos directamente en su auto luego de Ian colocar sobre mis hombros, su saco porque no dejaba de estremecerme por el frío.

—¿No vas a bajar? —le pregunto cuando llegamos a mi casa. Ian me mira sorprendido.

—¿Quieres que entre? —cuestiona confundido.

—Me pediste esta noche —le recuerdo. Ian forma una O con sus labios. Tal vez no deje que me haga el amor, pero podemos pasar una noche juntos como lo hice con Xavier la otra vez.

La verdad es que no dejo de sentirme mal por ya no amarlo.

—¿Me dejarás dormir contigo? —pregunta aún más sorprendido que antes. Parece menso.

—Si lo vuelves a preguntar, me lo replanteare —advierto. Ian sonríe y apaga el motor del auto. Suelta mi mano para abrir su puerta y bajar, no espero que abra la mía y bajo. Me mira mal.

—Yo iba a hacerlo —reclama. Le sonrío.

—Lo sé —confieso.

Abro la puerta de la casa lo más rápido que puedo para no congelarme afuera y entramos.

Cierro la puerta de nuevo y todo está en silencio y apagado. No sé qué hora será, pero imagino que debe ser cerca de las diez u once de la noche.

Antes de ir a mi habitación, paso por la cocina para ver que puedo comer, me ha dado hambre de nuevo. Encuentro unos tarros de helados, agarro los dos sabores y los llevo al cuarto.

Ian me espera afuera de la habitación, le hago señas para que abra la puerta, porque yo tengo las manos ocupadas y lo hace. Entramos y le entrego un tarro para él, lo acepta y agradece.

Enciendo la luz y todo está como lo dejé, recojo la ropa que está sobre la cama y la coloco en el sofá. Dejo el tarro de helado en la mesa de noche y camino hasta el armario, me detengo frente a él y dándole la espalda a Ian, busco una pijama para cambiarme. Cuando consigo una, camino hasta el baño para cambiarme, pero es realmente imposible qué yo pueda quitarme este vestido sola. Bufo.

—¿Puedes ayudarme con algo? —pregunto con las mejillas calientes, asomando mi cabeza por el espacio entre la puerta y el marcó. Ian parpadea un segundo y luego camina hacia mí—. No puedo quitarme el vestido sola. Es muy ajustado y no quiero despertar a Arianna para eso —explico. Ian asiente y me doy la vuelta.

Me estremezco al sentir sus manos en mi cintura y su aliento contra mi cabello.

Luego de batallar un poco, levanto las manos por encima de mi cabeza para que Ian termine de quitar el vestido del todo.

Lo escucho coger aire y lo imito. Siento un beso en mi hombro derecho, luego de eso la puerta del baño es cerrada por completo. Me giro solo para comprobar qué efectivamente se ha salido del baño. Suspiro.

Me coloco la pijama encima, quitándome el sostén porque realmente dio usarlo. Además, no es como que Ian no me conozca el cuerpo.

Salgo de nuevo a mi habitación y encuentro a Ian que ya se ha quitado la camisa y los zapatos y ahora está sentado con la espalda apoyada en el espaldar de la cama y con una pierna extendida sobre el colchón y la otra guindando a su lado. Suspiro.

Regreso a mi armario y busco un short de mi abuela. Siempre tengo ropa de mi madre y mi abuela entre la mía porque ellas siempre se encargan de dejar algo acá cuando vienen. Esta vez no es diferente. Se la lanzo a Ian que la coge en el aire.

—¿Quieres ver una película o solo dormir? —cuestiono tomando mi portátil que casi la dejo caer cuando Ian vuelve a desnudarse delante de mí—. Tienes que dejar de hacer eso —le acuso. Ian ríe ronco.

—Mi bóxer sigue mojado, no puedo usarlo y no es como que no me hayas visto desnudo antes —argumenta. Suspiro y decido ignorarlo.

Me siento en la cama con la portátil en mis piernas para ignorar su cuerpo desnudo a unos metros de mí. La cama se hunde a mi lado cuando se sienta y me arrebata el portátil de las manos. Me quejo.

—¿Qué vas a hacer? —cuestiono cuando sale de Netflix para entrar en Youtube.

—No vamos a ver a tu amado Lucifer. ¿Cuántas temporadas más piensan sacarle? ¿Es que no se cansan? —Rio por su drama.

—No iba a poner Lucifer, pero me alegra que no se cansen de sacar nuevas temporadas. Ese hombre está demasiado bueno como para no verlo más —declaro. Ian me mira mal y yo vuelvo a reír.

—Estás enferma, Rose —acusa. Sonrío e Ian regresa su atención a la portátil, coloca una balada de Alejandro Fernandez e inmediatamente mi corazón se achica al escuchar la letra—. Sé qué te pedí esta noche, Rose, pero me niego a dormirme y no poder disfrutarla. No voy a hacerte el amor como me gustaría, pero al menos permite que te haga el amor con cada parte de mi cuerpo. Baila conmigo —pide y se levanta de la cama. Suspiro y salgo de la cama, tomando su mano y en la otra, sosteniendo mi corazón.

Coloco la cabeza sobre su hombro mientras nos movemos por todo el espacio de mi habitación, dejando que Alejandro Fernandez nos cante al oído. Esto es como una despedida, lo sé.

****

Para quiénes querían una escena así entre estos dos, allí la tienen. Para quiénes no la querían, perdónenme.

Aixa🌙

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