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Capítulo dieciocho

Por culpa del estúpido Dr. Gray, Tsukiku, de apenas ocho años, había acabado con tres bebés bajo su cuidado: su hermana de casi siete meses, su madre y su padre.

Sobraba decir que Tsukiku estaba muy enfadada y no tenía ni idea de qué hacer.

¡¿Cómo iba a cuidar ella a tres bebés?! ¡Ni siquiera la dejaban cuidarse sola!

Su hermanita Shizuku estaba en su cesto. Había dejado de llorar al verla, pero sus ojos seguían vagando por la habitación, buscando a sus padres.

Las versiones bebé de sus padres estaban sentados en el piso. Ellos parecían ser más grandes. ¿Quizás de ocho o nueve meses? Agh, ¿qué iba a saber ella? No le interesaban mucho los bebés, solo su hermanita, y ellos se veían más grandes que ella.

Ellos podían gatear, la versión bebé de su madre hasta parecía poder caminar un poco, o al menos pudo pararse y dar dos pasos antes de caerse sentada y empezar a intentar comerse su pie.

La versión bebé de su padre era... rara. Parecía estar buscando a alguien con la mirada, tenía el ceño fruncido y no dejaba de abrazarse a su ropa.

Ropa. Todavía tenían solo sus ropas de adultos haciendo un muy mal trabajo en cubrirlos, probablemente debería ir a buscar algo para vestirlo, ya que su madre guardó toda la ropa que ella usó cuando era bebé, pero no quería dejarlos solos.

—¡No, mamá! ¡Eso no se come! —Le quitó un cable de la mano a la versión bebé de su mamá, que de inmediato empezó a hacer pucheros, antes de largarse a llorar de forma desconsolada—. Agh, ¿es en serio? —La cargó como pudo y le dio palmaditas en la espalda. Por suerte, ella se calmó rápido.

Volvió a dejarla en el suelo y miró con preocupación a Shizuku, que estaba chupándose el pulgar ansiosamente. De seguro tenía hambre, y Tsukiku no tenía idea de qué hacer sin su madre allí. ¿Serviría darle la leche de vaca que tenían en el refrigerador?

Miró también a la versión bebé de su padre, que ahora parecía empecinado en gatear por toda la sala, como si estuviera inspeccionando el lugar.

Cuando escuchó un sonido de golpeteo en la puerta, jadeó de felicidad. ¡¿Acaso sería su salvación?!

Corrió a abrir la puerta, sonriendo al ver a su tía Minami allí. ¡Sí, ella debía saber de bebés!

Afuera estaba lloviendo de forma torrencial, pese a que hace solo media hora apenas estaba nublado, y su tía Minami parecía muy apurada, sosteniendo las puntas de su largo abrigo para que no se salpicara con las gotas que caía del suelo.

—¡Hola, Tsukiku! Te traje a Haishi y a Umi para que juegues hoy como acordamos con tus padres. —Colocó a ambos frente a ella, empujándolos levemente para que entraran a la casa—. ¡Debo irme ahora, dile a tu madre que los cuide bien!

—¡Espera, tía, tengo que...!

—¡Pórtense bien, adiós! —Corrió al auto donde ya la esperaba la mamá de Umi y ambas se fueron acelerando, escuchando música a todo volumen.

Tsukiku se quedó en blanco.

—¡Hola, Tsukiku! —Umi la saludó alegremente.

—¿Y a ti qué te pasa? —Haishi entrecerró los ojos al ver su rostro pálido.

—Mamá me dijo que no dijera palabrotas... —Cerró los ojos solemnemente, antes de estallar—. ¡Pero mamá no puede entenderme! ¡Mierda!

Umi jadeó ruidosamente, mientras que Haishi contuvo una risa.

—¿Y ahora por qué estás tan molesta? ¿De nuevo no te dejaron tener un gato? —preguntó el niño de diez años.

—¡No deberías decir palabrotas, Tsukiku! —Umi, de once años, la miró con desaprobación.

—Vengan conmigo. —Los guio a la sala arrastrando los pies.

Al ver a las versiones bebés de Senku y Kohaku, Haishi y Umi, que tampoco eran idiotas, jadearon.

—Mierda —soltó Haishi.

—¿El Dr. Gray, verdad? —Umi no se molestó en regañar a Haishi, también conmocionada.

—Sí, dejó aquí un jugo extraño, mis papás se lo bebieron ¡y ahora son bebés!

—Debemos llamar a nuestros padres —dijo Umi de inmediato—. ¿Alguno tiene celular? Porque yo no.

—Mamá me regaló uno para mi cumpleaños, pero papá no me deja usarlo. —Haishi bufó, descontento.

—Papá solo me deja desmantelar celulares, no usarlos. —Tsukiku también bufó.

—Bueno, entonces busquemos un teléfono de línea. —Empezó a mirar a su alrededor, cuando el sonido de leve llanto llamó la atención de los tres.

—Ah, sí, creo que Shizuku tiene hambre. —Tsukiku fue a cargar en brazos a su hermanita, intentando consolarla.

—Es terrible, no podemos dejarla con hambre. ¿Tienen leche de formula? —preguntó Umi.

—¿El qué cosa de quién?

—Aquí hay leche normal. —Haishi abrió el refrigerador y señaló un envase de leche de vaca.

—No podemos darle eso. —Umi lo hizo a un lado y comenzó a examinar el contendido—. Mmm... no. ¿Y aquí? —Intentó llegar al frízer, pero, aunque tenía once años, era bastante bajita para su edad y apenas llegaba a rozar la manija con la punta de los dedos.

Haishi rio por lo bajo y le abrió el refrigerador parándose en la punta de sus pies.

—Gracias. —Umi rio nerviosa, antes de alejarse unos pasos para mirar el contenido—. ¡Ahí! ¡Hay biberones al fondo!

Con un banquito lograron llegar a tomar tres biberones, pero entonces se encontraron con otro problema: estaban hechos hielo.

—El microondas está allá. —Tsukiku señaló a la izquierda.

—Muy bien, lo calentaré. —Umi se encaminó hasta el aparato.

—Espera —Tsukiku la frenó, entrecerrando los ojos—. No creo que sea buena idea, siempre que calientan pizza allí algunas partes salen frías y otras todas quemadas. Si Shizuku se quema me matarán.

—Lo pondré en temperatura baja e iremos controlando la temperatura minuto a minuto —la tranquilizó Umi—. No la calentaremos mucho. Creo que se puede calentar en olla, pero no estoy segura de cómo se hace eso.

—Ok... —No teniendo más opción, Tsukiku se resignó—. Bueno, mientras se calienta iré a buscarle ropa a mis padres. Sostén a la pulga, Haishi. —Le dio su hermanita al niño, que se tensó por completo, sosteniéndola con los brazos totalmente rígidos—. Si se te cae te echaré a un pozo de ácido —lo amenazó, antes de correr escaleras arribas—. ¡Y vigilen a mis padres! —gritó mientras se iba.

Entró en la habitación de sus padres, arrugando la nariz al ver ropa regada por todo el piso. ¿Y luego la regañaban por tener su habitación hecha un desastre?

Ignoró las prendas y se acercó al armario de su madre, que era una mini-habitación con ropa de su madre y llena de cajas que contenían la ropa vieja de Tsukiku. Lo peor era que ni siquiera la usaron con Shizuku, su madre probablemente la conservó porque era "adorable".

Midió a ojo las prendas y encontró pronto un vestidito para su madre, para su padre solo tomó un pantalón rojo con corazones y una camisetita amarilla con figuras de unicornios. Había cosas menos femeninas en las cajas, pero ¿cómo desperdiciar esta oportunidad para burlarse de él después?

Bajó justo a tiempo para ver a Umi probando la temperatura del biberón derramando gotas en su mano.

—Creo que ya está tibia.

Haishi se había sentado con Shizuku en sus brazos y parecía menos tenso, mirando con curiosidad como ella le balbuceaba algunas cosas inentendibles.

—Deja que Haishi le dé de comer, ayúdame a vestir a estos dos, por favor, Umi-nee —le pidió al ver que tenía problemas atrapando a su madre. ¡¿Cómo una bebé gateaba tan rápido?!

—¿Tengo qué hacer todo yo? —Haishi parecía muy disgustado.

—¡Solo sostén el biberón, no se te caerá un brazo! —Le sacó la lengua, antes de ponerse delante de su madre, que pasó entre sus piernas a toda velocidad—. ¡Vuelve aquí, mamá!

Muy a regañadientes, Haishi acabó alimentando a Shizuku.

Umi capturó fácilmente a la versión bebé de Senku, mientras que Tsukiku estuvo varios minutos batallando hasta que pudo atrapar a la versión bebé de Kohaku. Vestir a Senku fue fácil para Umi, mientras que Kohaku no dejó de dar patadas, revolverse y morder a Tsukiku.

—Recuérdame no tener bebés nunca —murmuró Tsukiku recelosa mientras dejaba a su madre ya vestida en el suelo.

—Pero si son una ternura. —Umi besó la mejilla del bebé varón antes de dejarlo en el suelo también.

—¡Ja! Lo dices porque no te tocó la peor, compadezco a mi abuelito Kokuyo. —Rascó su oído con fastidio—. Bueno, iré a buscar un teléfono. ¿A quién deberíamos llamar?

—¿Podrías tomar a tu hermana de una vez? —Haishi se le acercó y le devolvió a la bebé más pequeña—. Creo que necesita un cambio de pañal.

—¡Yo no voy a cambiar pañales! ¡Además no sé cómo se hace!

—Creo que solo se orinó, pero dudo que sea bueno dejarla así —señaló Haishi.

—Claro que no es bueno, pero solo llamemos a nuestros padres. Sabrán qué hacer —enfatizó Umi.

Buscaron por toda la sala y comedor, pero no hallaron ningún teléfono.

—Quizás en la oficina de mi papá... —masculló Tsukiku, pensativa—. Bueno, cada uno tome un bebé y vamos.

Como Kohaku era tan inquieta, Haishi se negó a cargarla, Tsukiku recibió una pequeña patada en la barbilla y casi tira a la bebé, hasta que acabó en brazos de Umi que empezó a tararearle, eso la dejó tranquila.

—¿Qué clase de hacks tienes tú? —preguntó Tsukiku, disponiéndose a cargar a la versión bebé de su padre. Él era mucho más tranquilo, pero parecía un poco desconfiado.

—Quizás sea porque canta bien —supuso Haishi, cargando a Shizuku.

Subieron las escaleras y, antes de que pudieran entrar a la oficina de Senku, el amiguito robot de Tsukiku, Reimi, salió volando de la habitación de la niña.

—¡Tsukiku, ahí estás! —Voló hasta ella—. ¡Te extrañé! ¡Tardaste mucho tiempo desayunando! ¡Ha pasado más de una hora y ya empezará tu programa favorito!

—No podré verlo —lloriqueó, gruñendo frustrada cuando la versión bebé de su padre de repente tomó un mechón de su flequillo y empezó a jalonearlo—. El estúpido Dr. Gray arruinó todo.

—¿Y tus padres?

—¡Se convirtieron en bebés! ¡Y creo que la pulga necesita un cambio de pañal y yo no voy a hacer eso!

—¿Necesitas que llame a la policía o a alguno de tus tíos?

—¿Puedes hacer eso? —Su mandíbula se aflojó—. ¡Llama a todos mis tíos, entonces! ¡Esto es el infierno!

Pasaron quince minutos para que pudieran tener a varios adultos en la casa, y por fin los tres niños se vieron relevados de tener que cuidar a tres bebés.

—Aw, Senku-kun era un bebé tan lindo. —Yuzuriha decidió encargarse del bebé masculino—. ¡Se parece mucho a sus hijas!

—Voy a tomarles fotos a los dos, pero no vayan a decirles. —Minami no resistió la tentación de comenzar a fotografiarlos como loca.

—Yo quiero diez copias, por favor. —Gen rio malvadamente—. Será un buen material de chantaje.

—¡JA, JA! En ese caso también me llevaré algunas. —Ryusui chasqueó los dedos con una mirada maliciosa.

Ruri, mimando a Kohaku en sus brazos, solo pudo negar con la cabeza.

—¿Mamá? —La versión bebé de Kohaku parecía encantada con Ruri, que solo pudo reír enternecida.

Shizuku ahora estaba en brazos de Francois, totalmente calmada, bien alimentada y bien vestida.

Al poco tiempo Tsukasa llegó a la escena también, arrastrando al Dr. Gray del cuello de su bata.

—¡TÚ! —Tsukiku corrió a querer patearlo, pero Haishi la sostuvo por los brazos.

—Dice que el efecto se pasará pasado mañana —aseguró Tsukasa, mirando con cansancio a Gray.

Todos los adultos suspiraron con resignación.

¿Cuánto más tendrían que aguantar a ese lunático?

Hasta los niños estaban empezando a hartarse de él.

—¡Por favor, no me odien! —El Dr. Gray estaba soltando gruesos lagrimones detrás de sus lentes—. ¡Yo solo quería más protagonismo! ¡Además, necesito algo para entretenerme desde que el manga terminó!

—¿Y ahora de qué estás delirando? —Chrome lo miró con extrañeza, pero él solo siguió lloriqueando.

Tuvieron que cuidar de los tres bebés por dos días hasta que finalmente Senku y Kohaku volvieron a la normalidad.

Apenas le dijeron todo lo que sucedió, ambos marcharon al laboratorio de Gray, lo arrastraron de una oreja al jet privado de Ryusui y lo mantuvieron atado en el suelo mientras el ambicioso rubio los llevaba a Estados Unidos, donde el Dr. Xeno los recibió con sorpresa.

—Todavía no pasaron cinco años, Senku —le reclamó al ver a Kohaku arrojar a Gray a sus pies.

—Bueno, pues te lo quedas por cuatro años, ya lo he aguantado lo suficiente. Si se queda en Japón un solo día más voy a cometer homicidio. —Estiró su rostro exageradamente, casi como si quisiera abrirse las cuencas y dejar escapar sus ojos.

—Muy bien, tendré piedad de ti solo porque sé que ahora tienes dos mocosas. Además, tengo algunos proyectos muy elegantes con los que puedo mantenerlo ocupado. —Por suerte para ellos, Xeno accedió fácilmente, aunque Stanley detrás de él no parecía muy contento—. Aunque tengo que viajar continuamente a Japón para ayudarte a construir la máquina del tiempo, y puede que tenga ganas de llevarlo conmigo cuando eso suceda. —Aunque claro, Xeno nunca era tan compasivo.

—Bien. —Senku no tuvo de otra más que conformarse.

—¿De qué máquina del tiempo hablan? —preguntó Kohaku, confundida.

—Para llenar agujeros de guion por el final del manga, vamos a hacer una especie de combinación extraña en la que solo incorporamos cosas del final sin modificar nada de la historia hasta el momento —aclaró Gray.

—Oh, ya veo. —Kohaku asintió felizmente, antes de abrir mucho los ojos—. Espera, ¿qué acabas de decir?

—¡Que me gusta comer guayaba! ¿A ti no?

—De hecho, sí. —Asintió, antes de patear su cara—. Eso fue por alejarme dos días de mi bebé, por cierto.

Después de eso, Senku y Kohaku volvieron a Japón junto con Ryusui, bajando en la mansión Nanami donde de paso saludaron a Sai y a otros personajes recién incorporados que no tenían mucha importancia.

Volvieron a casa con sus hijas y pasaron el resto del día cuidando de ellas, incluso permitiéndole a Tsukiku faltar ese día también a la escuela, igual que el día anterior.

Al día siguiente, no obstante, Tsukiku no pudo zafarse de tener que ir a la escuela.

Cuando llegó a su clase arrastrando los pies, se sorprendió al ver su asiento ocupado por un niño con mascarilla.

—Ese es mi asiento. —Se acercó ceñuda a él.

—Ah, entonces Shirosawa no mentía. —La miró con aburrimiento—. Muy bien, entonces. —Se pasó al asiento detrás de ella.

Tsukiku se sentó en su lugar y miró con curiosidad a su amiga Shirosawa Misaki, que sonrió nerviosamente ante su mirada confundida.

—Lo acaban de cambiar de salón, parece que le robó dinero a otro niño en su antigua aula, aunque no pudieron probar nada así que lo cambiaron a nuestro salón —le susurró—. Como no viniste estos días, tomó tu asiento y dijo que no pensaba dártelo, pero lo soborné con la mitad de mi almuerzo.

—¿Eh? —Frunció el ceño todavía más, pero antes de que pudiera quejarse la maestra entró al aula.

Fue recién a la hora del almuerzo que se sentó con Misaki en su mesa de siempre y ella le contó que el niño con mascarilla la creía una irresponsable por faltar a clases y pensaba quitarle su asiento, pero Misaki le dio la mitad de su almuerzo y accedió a que, si decía la verdad, le dejaría el asiento a Tsukiku.

—Eso es ridículo. —La miró con desaprobación—. No tenías por qué darle nada. ¡Simplemente le patearé el trasero y ya!

—Vamos, no me molesta. —De repente el niño vino a la mesa y se sentó junto a Misaki.

—El trato era que me darías la mitad por una semana —le recordó.

—Sí, lo sé. —Suspiró resignada, dándole un par de bollos y onigiri envueltos en una tela rosa.

—Te dije que no tienes que darle nada. —Tsukiku se levantó de su asiento y le plantó cara al niño con mascarilla—. ¡Si quieres el asiento, tendrás que pelear por él! —Preparó su puño para darle en la cara.

—Tenías que ser una niña rica. —El niño solo rodó sus ojos verdes.

—¡¿Qué se supone que significa eso?! —Estuvo a un pelo de golpearlo, pero Misaki la detuvo.

—Como sea, solo me llevaré esto y ya. No tiene que darme nada más si no quiere. —Tomó la bolsa rosa y se marchó de la mesa.

—¡JA, y será mejor que ni lo intentes! —le gritó, llamando la atención de todos en la cafetería.

—Tsukiku. —Misaki la hizo sentarse y le sacudió el hombro de forma insistente—. No tenías que hacer eso. Te dije que no me molesta.

—Tú eres la que no tiene que hacer cosas por mí. —Cruzó los brazos—. ¿Qué es esa tontería de sacrificar tu almuerzo de una semana por mi asiento? Claro que no te dejaré hacerlo.

—Es que no es solo por eso. —La miró tristemente—. Él solo me pidió mi almuerzo una vez, yo le ofrecí dárselo por una semana, porque nunca trae almuerzo.

—¿Qué? —Se quedó en blanco.

—Es huérfano, como yo —le explicó—. Solo que él no tiene tíos ni nada. Creo que le dan dinero para el almuerzo y lo ahorra.

Tsukiku infló una mejilla.

Al día siguiente, apenas dio la hora del almuerzo, Tsukiku se giró, tomó la muñeca del niño con mascarilla y lo arrastró a la mesa que compartía con Misaki en la cafetería, mientras su amiga pelirroja la seguía riendo nerviosamente.

—¡¿Qué crees que haces?! —se quejó el niño—. ¡No me toques, no me gusta!

—Cállate. —Lo sentó en una banca y le dio una lonchera con un almuerzo entero—. Mi mamá lo hizo para ti, comételo o lo arrojaré a tu cara.

Él abrió mucho sus ojos verdes, antes de entrecerrarlos y mirarla mal.

—No recibo órdenes. —Se cruzó de brazos tercamente.

—Comételo o te voy a... —Quiso tomar su hombro para jalonearlo, pero él apartó su mano de un manotazo.

—No me toques.

—¿O qué? —Sonrió malvadamente y picó su brazo con su dedo.

—¡Deja de tocarme!

—¡Lo haré si comes! —Comenzó a picarlo con los índices de sus dos manos.

—¡Bien, ya! —Por fin cedió y abrió la lonchera, pero no probó bocado.

—Te dije que...

—Déjalo. —Misaki tomó su hombro y la hizo mirarla—. Ya comerá, nosotras debemos almorzar también.

—Pero... —Justo cuando Tsukiku iba a quejarse, volteó, dándose cuenta de que misteriosamente uno de los onigiris había desaparecido y el niño con mascarilla parecía estar masticando—. ¡¿Eh?! ¡¿Cómo hizo eso?! —¡Si solo volteó un segundo!

—Te lo dije, déjalo. —Misaki rio divertida.

Estuvieron todo el almuerzo juntos, pero, por más que intentó, Tsukiku no logró verlo llevarse bocado a la boca en ningún momento, aunque al final de la hora su lonchera estuvo vacía.

—¿Y cómo te llamas? —le preguntó con curiosidad mientras volvían a clases.

—Mijow Yok —se presentó con desgano—. Tú eres Ishigami Tsukiku, ¿no? Todo el mundo te señala cuando pasas por los pasillos, eres hija de los astronautas héroes o algo así, creo.

—Algo así. —Rascó su oído con desinterés—. ¿Y si es cierto eso de que robaste dinero?

—No. —Tsukiku sonrió—. Bueno, si se lo quité cuando no estaba viendo, pero me lo debía.

La sonrisa de Tsukiku desapareció por un segundo, antes de que empezara a carcajearse.

¡Este chico le caía bien!

Cuando a su padre le tocó recogerla de la escuela y la vio despedirse de su nuevo amigo, sin embargo, él no pareció tan contento.

—¿Y ese mocoso quién es? —preguntó.

—Es un nuevo amigo. Se llama Mijow Yok.

—¿Está en tu clase?

—¡Sip! ¡Lo cambiaron de salón porque le robó dinero a un niño y no pudieron probarlo! —Senku casi estrella el auto contra un poste.

—¿Pero con qué clase de niños mafiosos te juntas ahora? —La miró con espanto.

—No es tan malo —le aseguró—. A Misaki le agrada.

—Muy bien... si tú lo dices. —Le acarició la cabeza, antes de seguir conduciendo.

Mientras conducía, Senku miró de reojo a su Tsukiku, que miraba soñadoramente por la ventana, quizás pensando en cosas científicas, o quizás en sus amigos.

Le dio la impresión de que cada vez se hacía más y más grande.

Solo pudo suspirar, antes de sonreír.

A pesar de todo, siempre la vería como su pequeña princesa.

Continuará...

Holaaaa :D

Extrañaba escribir este fic, es bien loco XD Pero igual es bien cute tambien uwu

Lamento la gran demora, espero aun se acuerden de este fic y de las locuras del Dr. Gray X'P

Ojala que este capitulo rarito les haya gustado ;D

No olviden q se les ama!

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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