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VII

Después de que la emoción se relajara, el padre de Miguel lo colocó nuevamente de pie en el suelo y lo invitó a sentarse, mientras él también se acomodaba en su respectiva silla.

—Ay, mi querido primogénito. ¿Qué tal la vida, Mikie? —inquirió para entablar una conversación.

—Pues... Supongo que todo bien, excepto que tuve que dejar mi hogar para venir a respaldarlos —comentó algo enfadado y cruzando los brazos; directo al grano.

—Oh, sí, lo lamento por eso, hijo. Para mí tampoco fue sencillo abandonar a tu madre y a ti, pero si nosotros no protegemos nuestra nación, ¿Quién lo hará?

—Por un lado tienes razón —encogió los hombros—, aunque no puedo dejar de pensar en las familias que se quedan sin un integrante de esta.

—Muchas de las veces los soldados vuelven a casa sanos y salvos, solo con secuelas mínimas.

—Bueno, supongo que por ser híbridos, nuestro cuerpo es más resistente al combate, ¿No?

—Adicional a eso, las habilidades que se nos presentan son un complemento de lo que biológicamente somos.

Tomando una postura calmada, el más chico decidió continuar la charla.

—¿Ha habido algún humano que participara en la guerra? —preguntó bastante curioso.

—Mmm, sí, al inicio —le contestó—. Después empezaron a aparecer los híbridos, los criaron como armas y se convirtieron en el reemplazo de los "normales" —remarcó los signos con sus dedos.

—Entiendo —suspiró.

Ese escape de aire le picó un poco el instinto al mayor, pues podría decirse que lo conocía a la perfección. Queriendo no acabar la plática e interesarse en su pequeño, le cuestionó:

—¿Qué? ¿Ya hay alguien de por medio? —su rostro expresó superioridad—. ¿Alguien por quien cambiarás a mamá y papá?

—¿¡Eh!? —reaccionó nervioso en exceso, haciendo notar un sonrojo en sus mejillas.

—Jaja, tengo razón, ¿Verdad? —levantó una ceja.

—E-este... P-pues... A ver... Q-quizá —tartamudeaba sin control e incluso transpiraba por las palmas de sus manos.

El progenitor prolongó su risa.

—Ya deja de esconderlo, Mike. Anda, dime, ¿Cómo se llama?

—Ehh... No sé si te guste saberlo, papá.

—¿Por qué no?

—Porque no sé en qué crees o cuáles son tus perspectivas. ¿Qué tal si te molestas?

—¿Pues con quién sales? ¿Con un caballo? —preguntó sarcásticamente.

—No tan así —desvió la vista a otro sitio.

—¿Entonces?

El híbrido más chico al fin contrajo agallas.

—S-se llama Andrés, es un humano; ho-hombre.

—¡Ahh, bueno! —exclamó con tranquilidad y relajado, recargándose en el respaldo de su asiento—. A este punto pensé que tenías por pareja a un tronco de árbol.

—¿¡Qué!? ¡No! —resultó ofendido y colocó una expresión de extrañez.

—JAJAJA, ay. Lástima que no sé si pueda llegar a conocerlo.

El menor solo sonrió y su padre emitió palabra otra vez.

—Bueno, esta interacción se está alargando un poco, así que mejor te llevo a donde dormirás —se levantó de la silla y caminó a la salida de la tienda.

Miguel realizó lo mismo, acompañando a su padre, andando ya no detrás, sino a un costado del más alto. 

—Yo creo y tengo esperanza en que te vas a adaptar rápido aquí. Todos son híbridos y hay excelente unión.

—El que todos seamos de la misma especie, no garantiza que haga amigos en un segundo —alegó recordando la pelea que tuvo siendo recién llegado.

—Mmm, quizá nos equivoquemos.

—Eso espero.

—De todos modos, cualquier cosa me avisas y vemos cómo lo resolvemos.

—Lo único que no quiero, es que por ser mi padre, vayas a tener favoritismo conmigo —le advirtió Mike.

—Claro que no, o bueno, será difícil, pero prometo ser lo mas neutral posible.

—... Confío en ti, pa'.

Ambos, después de rondar un rato por el campamento, finalmente consiguieron hallar el alojamiento del híbrido menor y el superior lo presentó con los otros, ya que compartiría techo con tres personas más.

—Buenas tardes, cadetes.

Los nombrados pararon con sus actividades y saludaron al cabo.

—Descansen.

Los jóvenes bajaron la mano de su frente y se mantuvieron firmes.

—La visita que les otorgo el día de hoy, es debido a la integración de un nuevo miembro en las filas —mostró a su hijo señalándolo con la palma—. Él es Miguel y, así como siempre, deseo que exista respeto mutuo, por favor —les pidió.

Ellos asintieron y el señor Bernal le susurró algo a Mike antes de irse:

—Cuídate mucho, hijo. Te veo en la cena.

Con eso, el mayor se marchó a cumplir con más de sus obligaciones.

Miguel iba a proceder a acomodar sus pertenencias, pero inmediatamente fue interrumpido por una voz conocida.

—¡Vaya! ¿Con qué papi debe llevarte de la manita? —se burló Acenix y les dió un codazo a sus compañeros, tratando de que también se rieran del chiste.

—Ya cállate, Acenix —le regañó leve su rival—. Se nota a leguas que en tu casa no te brindaron la atención necesaria, por eso vienes a buscar encajar aquí —dejó su mochila en una cama.

—No puedes usar esa, ni ninguna de las que ves.

—¿A sí? ¿Y por qué?

—Porque no perteneces con los nuestros; eres solo un debilucho con aires de grandeza.

—Pues este debilucho te acaba de partir la cara hace casi una hora, ¿O ya lo olvidaste? —dijo, formando otra bola de lodo en su palma.

—Tsk, ese solo fue un golpe de suerte.

—Golpe el que te voy a volver a dar si no cierras el hocico —le reclamó, apoderándose por fin de su futuro lugar de reposo.

Horriblemente fastidiado, el híbrido gato salió de la tienda haciendo rabietas, maldiciendo a Mike en el camino.

—Je, lamentamos la actitud de nuestro amigo —enunció otro de los presentes.

El mitad perro se sobresaltó por oír la voz. Con el pleito, ni siquiera se había percatado que los demás se hallaban expectantes.

Para no ser maleducado, se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas y escuchó atento a sus iguales.

—Desde tu padre, no se enlistó otro con tus características, así que no surgieron estas situaciones... Hasta ahora, claro —explicó, siempre con una sonrisa.

—Dejando eso de lado, yo me llamo Carlos, o Flex, como prefieras —extendió su mano a él—. Un gusto.

Miguel se puso de pie y aceptó el apretón, mostrándose más calmado.

—Un gusto también. Pueden decirme Mike; estoy acostumbrado al apodo —mencionó.

—Por supuesto.

Ellos dos se soltaron.

—¡Y yo me llamo Ari, o Raptor, es igual! —con un gran entusiasmo estrujó bastante fuerte la mano ajena con ambas suyas y la sacudió.

—¡Ayyy! —habló con la voz temblorosa por el movimiento—. ¡Cuánta energía, jaja!

—Él es así —comentó sin drama el otro.

—Entonces me supongo que tendré que acostumbrarme.

—¡No! ¡También es porque me gusta hacer amigos y conocer gente nueva! —luego de unos segundos más, se alejó.

—Gracias por recibirme bien —enunció Mike, complacido—. Aunque no parezca, realmente me afecta el percance que tuve con Acenix hace rato. No quiero que más tarde me odie.

—Nah, relajado, compañero —le restó importancia a la situación el reconocido como Raptor—. Acenix es bastante orgulloso, pero llega a ser buen amigo una vez que se traten bien.

—Admito que parte de la culpa me pertenece, ya que tampoco fui muy tolerable.

—Mike —llamó Flex—, tranquilo, ya te dijimos. Mañana podrán empezar de nuevo y ahora sí presentarse como se debe.

—Creo que tienen razón.

—En fin. Tenemos un último entrenamiento más tarde, así que permítenos mostrarte el campamento —ofrecieron saliendo de la tienda.

El último híbrido suspiró y, sintiéndose en confianza, comenzó a seguir a los dos individuos que, sin saberlo, formaría un gran lazo con ellos en el futuro.

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¡¡¡Bye!!!

-AshleyHgoRdz

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