V
Al día siguiente, justo cuando el sol comenzaba a elevarse e iluminar el campo, la puerta de la casa de Mike resonó y su progenitora fue quien abrió, notando la presencia del supervisor del ejército.
—Oh, buenos días, señor. ¿Qué se le ofrece?
—Vengo a ver a Miguel Bernal. Traigo un comunicado para él.
—Claro. Pase y en un momento lo llamo.
El mayor entró a la casa, tomó asiento en una silla y la señora corrió a despertar a su hijo.
—¡Miguel! ¡Miguel! —llamó y lo sacudió desesperadamente.
—¿Qué, mamá? —contestó entre dormido—. ¿Por qué tanta urgencia?
—V-vino el supervisor... El comandante, ¡Alguien muy importante del ejército! —habló en voz alta, nerviosa.
—¿¡Cómo!?
De inmediato, el híbrido se levantó de su cama y aún vistiendo su pijama, se reunió con el anterior mencionado.
—¡S-señor! ¿Q-qué está haciendo por aquí? —preguntó nervioso y adoptando una postura recta.
—Tu desempeño de ayer... Hablé con tu padre.
—¿Q-qué? Y... ¿Qué le dijo?
—Antes que nada —miró a la mayor—, él está bien, señora, aún se encuentra en excelentes condiciones y sigue siendo el mejor de nuestros soldados.
Ella suspiró, relajándose.
—También me mandó a entregarle esto —le dió un sobre; contenía una carta y algo de dinero.
—Ow —recibió y abrazó el paquete—. Muchas gracias, señor.
—No hay de que. En cuanto a Miguel —ahora dirigió su vista a él—, el señor Bernal lo manda a llamar lo antes posible.
—¿Cómo? ¿A qué se refiere? —inquirió la madre.
—Si es viable, Miguel debe enlistarse hoy en el ejército, con todos los demás.
—¿¡Eh!? Eso n-no puede ser, ¡Es muy pronto!
—La cuestión aquí ya no es de voluntad, es obligatoria. No sé si se enteró, pero su hijo tropezó en su rutina demasiadas veces y eso no está permitido en nuestras filas, así que su padre lo quiere al frente lo más rápido que se pueda.
—¿Es como una especie de castigo, me quiere decir?
—No para usted, sin embargo es parecido.
Con la noticia, el silencio invadió el hogar y el menor quiso pedir ayuda a su madre empleando su mirada, aunque no funcionó, porque ella ya sabía que llegaría el día en el que tendrían que decirse adiós.
—Lo siento, Miguel, pero si tu padre lo exige, tienes que obedecer —suspiró la mujer—. Empaca tus cosas.
—Mamá, aún no me siento listo, por favor —suplicó juntando sus palmas.
—No y entre más larga sea la despedida, más difícil será para ambos.
—Es que todavía debo hacer algo.
—¿Qué?
—Ayer discutí con Sparta y no quiero irme sin antes pedirle perdón. Tampoco deseo desaparecer de su vida sin avisarle.
La mayor exhaló otro suspiro y como acto de amor, se ofreció a guardar las pertenencias de su primogénito.
Por su parte, Mike pidió una hora para permitirse buscar a su pareja y hablar claramente con él.
Al concederle la solicitud, cambió su vestimenta y salió rápido de su hogar, dirigiéndose al de Andrés. Llegando, golpeó la puerta con desesperación y quien salió a recibirlo, fue la madre.
—¿Mike? ¿Qué haces aquí? —cuestionó confundida.
—S-solo diré que acaba de venir el señor que me supervisaba en mis entrenamientos y es preciso enlistarme hoy al ejército, pero ayer peleé con Sparta, entonces debo encontrarlo —explicó deprisa.
—Un segundo, ¿Peleaste con mi hijo?
—No de forma física; discutimos —aclaró.
—Sí, no desconfío de ti, el problema es que Andrés no me contó nada de eso —pensó—. Se bañó muy temprano, no desayunó y mencionó que iba a dar un paseo, aunque ya pasaron dos horas. Seguramente se desvió a otro lado.
—¿De verdad ya estaba despierto hace rato? No es común en él.
—Lo sé. Ve a buscarlo, por favor. Me da miedo que se pierda o haga cosas que no debe.
—Por supuesto. Agradezco su confianza, suegra.
Con el apoyo de su madre y ahora el de la mamá de Andrés, el híbrido se sentía bien consigo mismo, creyendo que podría enmendar el error que cometió en contra de la persona que amaba.
Como pareja, ambos eran fuertes y superaban las dificultades juntos, solo que al momento de separarse por alguna disputa, se volvían menos resilientes ante aquellas situaciones.
[...]
Mike, después de mucho esfuerzo de su parte, consiguió localizar a Sparta, quien se encontraba sentado en la playa, a la orilla del mar, abrazando sus piernas y escondiendo su cara mientras pensaba en el día anterior.
La mirada de decepción que vió en el rostro de su amado recorría incontables veces su cabeza y eso hacía que se sintiera peor. Anhelaba ir corriendo a abrazarlo, besarlo y pedirle en un sinfín de lágrimas que le perdonara, pues su única intención era que convivieran juntos un poco más.
Con exceso de ideas atormentándolo, ni siquiera prestó atención cuando Miguel se colocó a su lado.
—¿Qué haces aquí, cielo? —le preguntó este.
—E-es que... Peleé con mi novio y —sollozó— ahora no sé si nuestra relación está bien.
—Je, entiendo. ¿Él te ama? —siguió normal la conversación.
—S-sí. Me lo demuestra siempre y yo a él, también lo amo demasiado.
—Entonces si hay tanto cariño de por medio, ¿Por qué preocuparse?
—P-porque es un híbrido y sabes que ellos van a la guerra. Mi Mike ha estado entrenando sin descanso, para que venga yo y arruiné todo lo que logró; mi egoísmo me cegó.
—¿Te da miedo que muera?
La emoción de Andrés se volvió más intensa y la exteriorizó en forma de gotas saladas que recorrieron sus mejillas hasta su mentón.
—¡Sí! —gritó—. No querría vivir sin él porque le dió soporte a mi vida y estando lejos, me sentiré aislado; no tengo amigos en este pueblo, tampoco.
—Mmm, no voy a morir, amor —afirmó—. Las ganas de volverte a ver me mantendrán con vida, te lo aseguro.
Le costó tiempo reconocer que esa se trataba de la voz de su pareja, así que cuando la escuchó otra vez, alzó su cabeza e hizo contacto visual directo con él. De inmediato se abalanzó sobre su contrario y los dos cayeron sobre la arena. El peso los obligó a dar una vuelta y después Andrés quedó arriba de Mike.
—¿¡Por qué no me dijiste que eras tú desde el principio!? —le reclamó.
—Je, porque quería darte una sorpresa más elaborada, pero te diste cuenta rápido.
—Idiota.
—¿En serio? ¿Yo soy el idiota? —inquirió con algo de sarcasmo.
—Lo siento, amor, sé que no fue la opción más viable arruinar tu entrenamiento.
—¿La opción más viable? ¡Esa ni siquiera debería considerarse como opción, Sparta!
—E-es que no sabía qué más hacer.
—Dejarme ir, quizá.
—Me está costando demasiado aceptarlo.
—Y te va a costar más si te digo lo que me acaba de pasar.
—¿Qué, amor?
—El... E-el supervisor llegó a mi casa y d-dijo que mi padre ya está solicitando mi presencia e-en el frente.
—¿E-entonces? —dudó el mayor, nervioso.
—Hoy me tengo que ir, mi vida —le notificó y pequeñas lágrimas brotaron.
—Ay, no —se quejó en voz baja y jaló al otro del brazo para sentarse, cada quien encima de sus piernas—, ¿P-por qué así?
—Es una orden. Podría negarme...
—No —lo interrumpió—, no lo hagas. Esto es por lo que has entrenado tanto tiempo y botarlo a la basura es una gran pérdida. Es difícil, sí, pero la despedida está siendo peor.
Debido a que la hora requerida se había agotado, ambas madres junto con el superior, fueron a la playa y vieron que los jóvenes ya estaban hablando.
—Agh, no es tan complicado. ¿Por qué lo prolongan de esa manera?
—¿Puede callarse? Aún son más pequeños que nosotros y mandar a un niño a la guerra, no me parece apropiado —reclamó la progenitora de Andrés.
En unos segundos, Sparta observó a los tres recién llegados y le comentó al híbrido, lo que les incitó a ir con los mayores.
—¿Listo, hijo? Empaqué tus cosas —mencionó la mamá de Mike, otorgándole una mochila.
—La verdad no, sin embargo, ya no quiero pensarlo demasiado —agarró sus pertenencias, colgando el equipaje en su espalda.
Miguel suspiró y volteó nuevamente a ver a su pareja.
—Cielo, creo que no hay suficientes palabras para expresarte lo mucho que te amo y... Lo mucho que voy a extrañarte, también.
—Je, sí, d-digo lo mismo. A pesar de que te vayas tan lejos, siempre te sentiré cerca, recordando la calidez que transmites.
—Deseo que te cuides y tengas presente que yo estoy bien.
—Si les reconforta—interfirió el hombre—, semanalmente permiten a los reclutas escribirles cartas a su familia y luego recibir las respuestas.
Las mayores lo vieron, levantando una ceja.
—¿Qué? Me conmovieron —aclaró su garganta y enfocó su vista a otra dirección.
—Bien, entonces te escribiré siempre, amor —prometió Miguel.
Ellos ya no aguantaron más y en un momento colapsaron. Llorando, se abrazaron fuerte y las gotas empapaban el hombro ajeno. Después de casi desahogarse por completo, se alejaron un poco para ahora acercar sus labios y besarse; iba a ser el último que se darían en un periodo extenso.
Sabían eso, por lo tanto fueron 3 besos largos los que realizaron. Al final, las señoras se encargaron de separarlos.
—Mi amor, no me gusta quitarte de Sparta, pero todavía falta que te despidas de mí.
—Oh, perdón, mamá —expresó Mike e igual la abrazó—. Te voy a extrañar mucho a ti también. S-solo hay algo que me inquieta.
—¿Qué es?
—... ¿E-estarás bien sin compañía?
—No te preocupes, Mike —intervino la otra mujer—. Nosotros vamos a cuidarla muy bien y visitarla seguido.
Madre e hijo se soltaron.
—Gracias. S-se las encargo mucho.
—Por cierto, salúdame a tu papá, ¿De acuerdo?
—Claro.
Los dos se dieron un beso en la mejilla y notaron que una carreta llegó.
—Bueno, este será el transporte, Miguel —informó el supervisor.
Habiéndose despedido de todos, el híbrido suspiró y subió seguro al vehículo. Sonrió a su familia y el conductor recibió la orden de avanzar.
Los presentes miraban cómo Mike se iba alejando de a poco y cuando se perdió en la distancia, otra vez Andrés exteriorizó su llanto. Las dos madres se dieron a la tarea de consolarlo y asegurarle que en un futuro se reencontrarían.
Al cabo de un rato, la situación se relajó y emprendieron el camino a su respectivo hogar.
Ahora solo les quedaba esperar las noticias que les relataría el nuevo recluta.
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¡¡¡Bye!!!
-AshleyHgoRdz
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