CAPÍTULO 6:
Después de desayunar el pez (que por cierto, tenía una buena mordida en el cuerpo, culpa mía) escribimos un SOS gigante en la arena, sólo mientras buscamos las piedras para la versión mejorada.
Ahora estamos en la selva, sí, el sitio verde al que usamos como baño. ¿Algún avance?Dejen que la expresión aburrida, desesperanzada y gruñona de Derek se los explique:
—Oye, es más probable encontrar piedras en mis riñones —se sienta en un tronco a descansar—. Creo que deberíamos volver, ¿quién sabe?, tal vez haya un helicóptero esperándonos —.Sarcasmo, el muy sucio está usando sarcasmo.
—Si quieres vuelve tú, de seguro algún rescatista sexy te da su número—. Le doy la espalda al tiempo que aparto algunas ramas entrometidas.
—En serio...podríamos perdernos más de lo que ya estamos —al ver que no le hago caso llega hasta mí y apoya una mano en mi hombro —. Pen...
—¡No me rendiré!, ¿entiendes? —Le grito, dándome la vuelta— ¡No pienso morir en esta mugre de isla sin haber hecho nada! ¡Así que mejor cállate y déjame en paz!
Sus cejas se inclinan hacia abajo por sí solas y noto como el cuerpo se envara cual gato refunfuñando:
—¡Ya basta de mandarme a callar!, ¿quién te crees? ¡Los dos estamos metidos en esto! —Alza la voz con cada segundo que pasa— ¡Yo también odio este lugar, pero al menos no soy una princesa idiota que se la pasa quejando!
Abro los ojos a no poder más:
—¿Princesa? —Las lágrimas se acumulan de forma silenciosa— Yo no elegí mi vida Derek, es más... ¡Tú no sabes nada de ella! Pedazo de imbécil—. Lo último lo agrego entre dientes, resoplando para evitar llorar frente a él.
Me aparto echando humo por las orejas y lengua, juro que si vuelve a abrir la boca, yo misma se la cerraré.
—¿Por qué, de todas las personas en ese avión, tuvo que ser ella?— Le oigo murmurar.
Siento como mi garganta se entrelaza en un gran nudo, luego, no sé de dónde, el calor comienza a surgir por todo el cuerpo, llegando incluso al rostro. Cierro mis puños con fuerza, tanto que se ponen rojos y hasta hago sangrar la mordedura del pez. Bien Pen, adelante, el tarado se lo merece:
Me giro sobre mis talones y lo golpeo directo a la mandíbula. Ambos caemos al suelo y rodamos entre gritos y gruñidos.
El problema no es que haya golpeado a un chico, ni que estemos desparramados por el suelo, el problema, el pequeño inconveniente...es que lo hicimos sobre hiedra venenosa.
Bien, la situación es esta:
A) Un chico.
B) Una chica.
C) Hiedra venenosa.
D) El chico y la chica se pelean.
E) La hiedra interviene.
F) El chico y la chica terminan en la costa, sentados debajo de una palmera, con urticaria nivel Dios.
Fin.
—Te...mataré —.Mustia mientras se rasca las ronchas con una rama una y otra vez.
Lo observo con desdén, apenas si volteo la cabeza:
—Ya lo hiciste, ¿no recuerdas? Dijiste que de todos los que estaban en el avión, por qué tenía que ser yo.
—¿Y? ¿Eso qué tiene que ver?
—Que todos murieron, Derek.
La simpleza con que lo digo le sorprende, pero es la verdad, lo entendí en el momento en que no hubo nadie más a nuestro lado, en el momento en que ese señor clavó sus ojos en mí de esa manera. ¿A caso tendría hijos? ¿Por qué habrá tomado ese avión? ¿Cuál era su nombre? Miles de interrogantes que nunca podré deshacer...y los niños, habían niños allí, a ellos sí que les quedaba por vivir, y no los conocí, no podré recordarlos porque no tengo con qué. Eso, eso es lo más desesperante de todo. Fantasmas sin rostro culpándome por estar aquí, respirando aire que debió haber sido suyo.
—Escucha, yo...—habla transcurrido un rato, viendo a la lejanía.
—Tranquilo —le digo con la voz rota, no me había percatado de que la tenía así, por lo que aclaro la garganta para que mejore—, tienes razón, tal vez sí debí haber muerto, tal vez todos debimos haber muerto...
Veo por el rabilo del ojo como recuesta la cabeza al tronco y cierra los ojos liberando el aire.
—No seas así...la vida es la comida de cada día, y la muerte sólo su fecha de vencimiento, sí te toca, te toca.
—Ok...esa es la frase más horrible que he escuchado —al menos consigue sacarme una pequeña risa— ¿quién te la dijo?
Tarda un poco en responder:
—Mi padre.
—Pues ese hombre es un sabio excéntrico —él sonríe un poco por eso— ¿él vive contigo?
La pregunta parece incomodarle por cómo su gesto se ensombrece:
—Sí, al menos antes de que enfermara...
Me quedo en silencio por unos momentos sin saber qué comentar, ¡bien hecho Penélope!, ¡siempre aligerando el ambiente!
—Tu papá...¿falleció? —Bajo la voz, como si temiera a que alguien más escuche.
—No —se encoge de hombros— pero no le faltaba mucho...puede que ya se haya ido —.Lo observo con detenimiento, él está renuente a verme, y creo que se debe a que está a punto de llorar.
—Lo siento, de verdad.
—Me iba a ir a vivir con mi madre —continua el relato— por eso estaba en ese avión. Papá había decidido que no tenía que verlo...no tenía que verlo morir —la voz se le quiebra en ese instante—. Siempre tan terco y orgulloso, no iba a aceptarlo —. Las lágrimas brotan sin control por esos apagados focos verdes. Ver a la única persona con la que estoy, tan vulnerable, es peor que la picazón de la hiedra, peor que la suciedad, peor que todo.
Lo abrazo con un poco de duda, nunca fui buena para reconfortar, pero quiero cuidarlo, aislarlo aunque sea por unos minutos de toda esta peste. Él ha sido fuerte por los dos a pesar de que su dolor es más grande que el mío.
Eres mi enemigo mortal, prometí odiarte en todo momento... Pero ahora te ayudaré, porque tú lo has hecho conmigo.
Está acurrucado como un pequeño, ocultando su cabeza entre las rodillas y temblando en silencio. ¿Incluso ahora intenta ocultarlo? La verdad Derek, eres un caso aparte.
Esta noche no cenamos, primero; porque oscureció demasiado deprisa, y segundo; porque no teníamos ganas. Los mosquitos están más que odiosos hoy, no paran de zumbar en nuestros oídos, esperando a que el barro (que nos pusimos como precaución, y no, esta vez no utilicé caca) se nos caiga o cree una brecha. Malditos insectos.
Nadie ha abierto la boca desde la escena de la palmera, después de que se recompusiera sólo me agradeció con un hilo de voz y se fue a buscar madera para armar la fogata. Obviamente no me moví porque supuse que querría estar solo, sin mencionar que me sirve no trabajar.
Con un suspiro, tomo una de las botellas y bebo de ella, esta es de naranja, creo que la última que queda. Lo tengo todo planeado, dejar las sin sabor para heridas, naranja y piña para los dos, pera para mí, manzana para él, y ciruela...ciruela para cuando no quede de otra. Durazno no quedaba en la mochila, posiblemente el chico ya las había entregado, es una pena... ¿Por qué ciruela?, ¿por qué?
Dejo la botella vacía a un lado y me percato de que Derek no deja de mirarme de una manera muy extraña, por no decir perturbadora:
—¿Qué pasa? —Por favor, dime que no se le salió lo chiflado.
—Es que...hay una tortuga algo rara ahí adelante —.Señala con el dedo y alza una ceja, confundido.
Inmediatamente me giro y allí está, con sus inquisidores ojos llenos de introspección:
—¡Tortuga!, ¿cómo estás? —Me le acerco con una sonrisa de oreja a oreja y le acaricio la cabeza, a lo que ella responde cerrando los párpados.
—¿Ya la viste antes?
—Claro, es mi terapeuta —.Comento como lo más natural del mundo, y claro que lo es, no todos contamos con una pelota de bolleyball llamada Wilson para conversar sobre los problemas.
Él va y se pone en cuclillas del otro lado, también la acaricia.
—Hay muchas tortugas por aquí, ¿cómo sabes que es la misma?
Ruedo los ojos, qué amargado rompe burbujas:
—Sólo lo sé, ¿no es así, Julio?
Larga la risotada allí mismo, ja, cómo me río:
—¿Julio?, ¿La tortuga Julio?
—Exacto.
—Estás loca, Penélope —. Sus ojos brillan como la esmeralda, divertidos.
Sonrío de costado:
—Mira quien habla Derek, mira quien habla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro