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CAPÍTULO 11:


No sé cuánto tardé, pero el descuidado de Derek ni se enteró, o sea que a mí me pueden secuestrar, o puede llegar un avión y rescatarme, que el tipo no se va a despertar. Pero bueno, al menos no descubrirá su sorpresa. Estoy orgullosa, no, orgullosísima de mi logro, incluso lo "envolví" y lo decoré con unas bonitas tiritas verdes de planta y unas flores (hice lo que pude).

Me acuesto a su lado otra vez (después de haber escondido el obsequio entre las irregularidades de la cueva), ¿y qué pasa? Ahí sí, abre los ojos sobresaltado:

—¿A dónde fuiste? —Está adormilado, pero preocupado también.

—¿Cómo sabes que me fui? —A ver, salí y dormía, volví y dormía, ¿qué pasó entre medio?

—Es que me desperté y no estabas, pensé que habías ido al baño así que te esperé, y...me quedé dormido otra vez, lo siento —lo último lo agregó un poco avergonzado—. Esto de no hacer nada me tiene medio tarado.

—¿Era por eso? Mira tú... pensé que lo traías de antes —.Sonrío.

Él rueda los ojos con una mueca y luego los vuelve a clavar en mí:

—No respondiste mi pregunta, ¿a dónde fuiste?

—A un lugar llamado no te importa —me doy vuelta, lo rodeo con los brazos y cierro los ojos—.Descansa.

—¡P-pero no!...—Alza un brazo sorprendido y fastidiado, pero en unos instantes lo baja hasta mi cabeza, acariciándola igual que a un gatito —Tú también, enana.

Amanezco y él no está ahí. Razona un poco Pen... ¿cómo puede desaparecer alguien que no camina? A no ser...

Me incorporo y volteo lentamente la cabeza; sonriente, con las manos en la cintura y completamente parado está Derek... ¡Derek de pie!

Esbozo una sonrisa y salto a abrazarlo:

—¡¡Feliz cumpleaños y bienvenido al mundo de los bípedos otra vez!! —Pen, le echas demasiada biología a la vida.

Lo hago trastabillar pero igual me retribuye el abrazo con fuerza, se ve que está muy contento por ser capaz de caminar.

—Gracias —. Antes que agregue más, lo tomo de la mano y lo llevo hasta el lugar donde escondí mi regalo.

—Increíblemente, te encontré un presente —me agacho y lo saco de allí con toda la ilusión del mundo—. Espero que te guste.

Su rostro me da un vuelco al corazón de tan tierno que es, tiene una sonrisa enorme y los ojos le brillan como dos gotas de agua verde. Juro que podría comérmelo a besos...a besos en las mejillas quiero aclarar.

—Pen, no era necesario...

Frunzo el ceño y se lo entrego:

—Deja la falsa modestia y ábrelo—. Lo toma obedientemente y comienza a desenvolverlo con cuidado... Ay, como detesto a esa gente— ¡Rompe que da suerte! —Termino por destrozarlo yo para hacerlo más rápido.

Sacude la cabeza con resignación y por fin, lo ve:

—¿Un coco?

Ahora que lo pienso, ¿habrá estado bien? Tal vez fue estúpido, sí, definitivamente lo fue.

—Yo...—Intento justificarme.

—Me encanta —alzo la vista y descubro que sonríe más, y no sólo eso, me abraza otra vez sin soltarme por un rato—. Muchas gracias.

Le palmeo la espalda tres veces y nos separamos, cada quien con su propia expresión de felicidad.

Más tarde fuimos a la playa para que caminara un rato y ya de paso bañarse (no podía cumplir dieciocho con tanto mal olor). Tomamos agua saborizada para festejar e incluso comimos un pez que logró atrapar luego de un buen tiempo, porque sí, él insistió en que teníamos que comer algo masticable. Y yo señores, prendí el fuego, ¡POR SEGUNDA VEZ!

Para cerrar con broche de oro, le hice el pastel de arena que tanto tenía ganas, con caracoles y todo. Hasta prendí fuego unos palitos para velas y le canté feliz cumpleaños.

Cuando ya únicamente quedan las brasas en la hoguera, nos acostamos a ver las estrellas, ¿qué más podemos hacer? ¿Ver la tele? Sí, claro...

—Esta es una de las fiestas más raras que he tenido, pero fue de las mejores.

—¡Ja, yo hubiera preferido ver al payaso asfixiándose! —Me río sola al imaginármelo. Para un niño debió haber sido enfermo, ¡pero es gracioso!

—Pues puedes hacerlo, tengo un vídeo de eso.

Giro a verlo:

—¿En serio?

—Sí...prometo que cuando salgamos de aquí te lo voy a mostrar —sonríe— ¿Tú no tienes algo vergonzoso que contar?

Me lo pienso un rato hasta que decido contárselo:

—Ayer vi a un mono con complejo de prostituta.

El silencio nos invade durante unos minutos hasta que lo escucho reírse como idiota, y digo como idiota porque casi se ahoga con su saliva.

—Ya está, tienes problemas.

Ruedo los ojos...si supiera lo que hice por conseguir su regalo.

—No tanto como tú, Freeman.

—Ah, ¿así que te vas a poner así, Díaz? —. Levanta las cejas.

—Me voy a poner como se me dé la gana, Freeman.

—Siempre haces lo que se te da la gana, enana Díaz —.Realiza una mueca maliciosa.

—No me llames enana o te daré donde más te duele, Freeman —. No va a ganarme en esta, soy la campeona de seguir discusiones estúpidas (no puedo decir que me enorgullece, pero sí).

—¿Y dónde es eso, Díaz? —. Si está tan dispuesto a desafiarme, entonces que no embrome después.

—¿De verdad quieres saberlo?, ¿por qué tanto interés, Derek Freeman? —Arrastro su nombre con coquetería a modo de broma.

—Sólo quiero saber cuál crees que es mi punto débil.

—Es bien fácil, tus pelotas —.Me río.

—Estás equivocada, Penélelope.

— ¿Y cuál es entonces?

Sus ojos se clavan en mí de una manera peculiar:

—Mi corazón.

Todo mi cuerpo se tranca, como una computadora vieja a la que le llegó demasiada información. No sé qué decir, mucho menos qué hacer, ¿por qué salió con esto? ¡Estábamos bromeando aquí, tranquilos! Debo arreglar esto pero que ya, antes de que mi otra yo (la yo estúpida a la que no dejaría salir ni aunque muera) se entere:

—No te tenía por romántico, y de los enfermizos—. Libero aire y lanzo una risa falsa para alivianar la tensión repentina que tengo en el estómago.

—Qué le voy a hacer, me brota por los poros.

—Ahí sí que le erraste —.Estiro los labios.

—¿Por qué?

—Porque por los poros te sale la peste.

NARRADO POR DEREK:

Que soy idiota, no, mejor tarado, sí, algo me falla. ¿Mi corazón? ¿Le dije eso en serio? Debería tirarme por un barranco. No sólo la asusté, sino que ahora de seguro cree que soy el clásico amigo gay.

¿Por qué tiene que ser tan complicado hablar con ella? Pienso una cosa, acomodo las palabras en mi lengua y luego sale algo que no tiene nada que ver. ¡Maldito cerebro!

¿Pero, por qué me preocupa? ¡Es una enana loca, muy desquiciada! Cuando creo que por fin podríamos entablar una conversación más o menos normal, lo arruina. En serio, es imposible que en un cuerpo tan reducido quepa tanto carácter.

Y además, como si fuera poco, yo mismo estoy para internar, porque la odio, en verdad la odio. Pero se raspa o se aleja un segundo y parece que voy a morirme.

Bah, la culpa la tiene ella por bipolar, un día te trata con todo el cariño del mundo y te salva la vida, y al otro casi te mata por diarrea, y eso también, ¡lo sabía, sabía que no tenía que comerlas! Pero el estúpido de Derek no tuvo mejor idea que dejarse engañar por esos ojos de nenita color caca...y ese pelo volado que le vive cubriendo la cara, y esa manía que tiene de levantar las cejas y arrugar la nariz cada vez que ríe, ¡y esos horribles dedos de fideo! Sí, todo en ella es feo, pobre del tipo que quiera estar con ella. Apuesto que será igual de minúsculo, pero más vale que la trate bien, porque si no... ¿QUÉ ESTOY DICIENDO? Ay, mátenme...

Libero un suspiro cansado y golpeo mi cabeza contra la arena. Automáticamente los ojos se me desvían al bulto que descansa a mi lado. Está hecha un ovillo y obviamente, el pelo lo tiene en la cara, toda una maraña marrón.

—Siempre lo mismo contigo, ¿eh? —Susurro al tiempo que estiro mi brazo y se lo aparto hacia atrás. Ella se remueve un poco, frunce el ceño y luego continúa durmiendo, sí que parece un duende cuando duerme, un maldito duende que va a volverme loco en cualquier momento.


NARRADO POR PEN:

Pasaron dos días, dos días en los que mi útero dejó de joder, dos días en los que casi me tomo agua de ciruela accidentalmente, dos días en los que Derek ya pudo correr (y lo digo porque casi me enviste cuando quise acabar con la última botella de manzana, recordaré nunca jamás, jamás meterme con sus manzanas. Emm, ya, sonó raro).

¿Hoy? Sin novedades...ningún avión, barco o triciclo que quiera rescatarnos, mosquitos malnacidos devorando nuestra carne sin misericordia...Ah, ¡Y UN CALOR INFERNAL! Juro que estoy derritiéndome, es más, mi ojo está más abajo de lo normal.

Estamos tirados bajo la sombra de una palmera en plena selva desde hace horas, jadeando, viendo a la nada y...jadeando.

—¿No podemos tomar más? —Es la quinta vez que se lo pregunto, pero tal vez las neuronas se le atrofien con la temperatura y ahora sí me deje.

—No, ya te dije que no debemos desperdiciar, si seguimos así, se nos acabarán los recursos—. Observó con desesperación la mochila a nuestros pies mientras hablaba.

Blanqueo los ojos y me pongo de pie.

—De todas formas se nos acabarán tarde o temprano —.Tomo una sin su permiso y la bebo de un tirón, como si no hubiese sido nada. Sonrío al ver su mirada confundida y más que nada, ofendida. Que no exagere, ni que hubiera orinado la estatua de un buda en un templo de dos mil años.

—¡Te dije que no!

—Pues adivina qué, no eres mi jefe —le lanzo la lengua dispuesta a tomar otra, pero él salta y cruza los brazos por el pecho desnudo. Al fin el chico se digna a no usar camiseta, por un momento creía que era cruza con monja o Darth Vader.

—Penélope...No —. Frunce el ceño y presiona su mandíbula, vaya, cumplir dieciocho le hizo mal, ahora se cree grande y responsable.

—Penélope, sí —.Imito a la casi perfección su voz de macho tarzanesco (juro que no lo inventé, está en el diccionario. Definición: Dícese de idiota que quiere hacerse pasar por Tarzán.) y la agarro al tiempo que camino tranquilamente hacia el sentido contrario donde él está, ¿para qué? Para no verle la cara de trasero de perro que tiene, para eso.

Al atravesar un arbusto me quedo callada como una pequeña que acaba de ver su regalo de navidad adelantado: Loritos, muchos loritos de colores picoteando fruta caída de un árbol mediano (tardé en darme cuenta de que no sólo habían palmeras, qué puedo decir, no soy la concentrada de la familia).

Derek aparece hecho una furia detrás de mí, pero le pego un codazo para que se calle sin dejar de ver a esos hermosos animalitos voladores (¿Serán ricos asados? Basta Pen, suenas como una maldita psicópata).

—¡Oye! —Lo vi sobarse la panza con la boca apretada antes de volver la vista al mini espectáculo. Una sonrisa se instala en mi semblante cuando uno de ellos comienza a bailar de un lado a otro de forma graciosa, luego los otros le siguen.

—Fruta comestible, ¿qué te parece? —Salgo con precaución para no espantarlos, aunque no les importa mi presencia en lo absoluto.

—¿Tú lo crees? —Alza una ceja, como siempre.

—Claro, ¿no ves? Las aves la comen sin problemas —me lo pienso un segundo y una mueca malvada asoma entre mis dientes—. Además, así no tendremos que beber más de tu preciada agua —. Para acabar mi hermosa y muy efectiva manipulación, pongo cara de corderito recién nacido que además fue bendecido por miles de ángeles, así de tierna soy.

Al notar mi nueva expresión se queda estático, con los ojos bien abiertos:

—Pareces un conejo excitado.

Bien...mis padres me mintieron.

—Mejor ayúdame a llevar la comida a la sombra —.Arrugo la boca para deshacer mi maniobra fallida y comienzo a reunirla.


¡Hola gente! Sé que hoy no toca capítulo, pero no me aguanté, ¡quería un especial! Terminé las clases, ¿qué significa? VACACIONES, exacto, ese momento en que podemos descansar nuestras neuronas de cualquier cosa que tenga que ver con el estudio.

Además, es mi manera de festejar que una personita especial ya está grande y ayer se graduó...¡Muchas felicidades! C:



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