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2.


Tal vez puedo detener la boda.

El pensamiento se va tan rápido como llega y me siento culpable de mis propios pensamientos. Se supone que soy la amiga de Laureen, no su gran enemiga. No puedo simplemente decirle que estoy segura de que va a arruinar su vida si se casa con ese idiota, aunque no tengo las pruebas de eso.

La espera de la modista me está matando y me estoy quedando sin batería para seguir jugando en el teléfono. No tengo otra opción que pensar y no me gusta quedarme con mis pensamientos, hacen demasiado ruido. Me obligo a ir a un horario complicado, pero ahí estoy plantada en el medio del local con una bata. No vi mi vestido, solo sé que es dorado como todo en la boda y aun así no quiero ponérmelo. Pero no puedo darle más vueltas a la boda, tengo que hacerlo por Laureen.

La puerta que conecta la recepción con ese pequeño salón se abre y no entra la modista, sino mi peor enemigo.

Me quedo totalmente quieta al darme cuenta de que tengo frente a mí a Frankie, la otra dama de honor y mejor amiga del novio. Mi gran némesis, la mujer que quiere arruinar todo lo que he oculto y tratado de ignorar.

—Ups, no me dijo la recepcionista que había alguien —comenta, pero no se va tampoco. Cualquier persona se daría la vuelta y se iría por donde vino si hay una persona en bata en medio del local. Pero a Frankie no parece importarle y yo la odio por eso.

—¿Me puedes dar privacidad? —pregunto bajando la tela de la bata que con suerte me tapa los muslos.

—Vamos, tampoco estás desnuda —responde con una naturalidad que me molesta y se deja caer en un sillón lejos de mí, pero donde puedo verla.

Frankie es ese tipo de persona que toma y no pide permiso, por eso me desagrada tanto. Tiene el cabello corto de una manera demasiado cool, demasiado edgy y me da envidia la manera en la que se mueve. Es segura en cada paso y llama la atención de todos los presentes. Incluso la mía. La observo desde donde estoy, con una de mis cejas levantadas y espero que se dé cuenta de que no quiero tenerla ahí, pero no pasa. Me devuelve la mirada desde el sillón e incluso sube una de sus piernas a la pequeña mesa de café, muy rebelde.

Suspiro y me giro para mirarme al espejo, aunque no hay nada que ver. No tengo vestido, no estoy maquillada o peinada, solo soy yo en una bata bonita y cara. En el reflejo puedo ver a Frankie y cómo sus ojos me buscan. ¿Por qué siempre me hace sentir tan incómoda cuando está cerca?

—Hace mucho no nos vemos —vuelve a hablar y yo pienso en no responderle—. Y sé que no quieres tenerme cerca... pero tenemos que convivir. Lo hago por Laureen y Aaron, ¿sabes?

Tomo aire y asiento, eso era cierto. Lo hacemos por nuestros amigos y yo no puedo simplemente comportarme como una niña caprichosa. Pero no puedo estar cerca de ella cuando todo me recuerda al último momento juntas. Mis palabras, mis acciones, todo me condena. Lo mejor sería hablarlo, tratar de recordar lo sucedido y avanzar, pero yo no puedo. No todavía.

—¿Cómo sé que no se lo dirás a Laureen? —pregunto hablando por fin, girando levemente para enfrentarla cara a cara. Hay duda en su rostro, lo puedo notar incluso desde donde estoy, y suspira—. Necesito tener esa seguridad. Por lo menos hasta que se case.

—¿Por qué esto te preocupa tanto?

Ladeo la cabeza de lado y la miro casi enfadada, es obvio el motivo. Se pone de pie de un pequeño salto, seguramente está muy bien entrenada, y se acerca a mí con pasos lentos. Yo no me muevo, necesito la altura que me da esa pequeña tarima en la que estoy parada. Frankie es mucho más alta que yo, tiene unas piernas eternas parecidas a un saltamontes y yo debo tener la misma altura que Sabrina Carpenter.

—No se lo he contado a nadie —agrega y yo trago lentamente saliva. Estoy asustada, aterrorizada por su tono y que alguien pueda vernos o darse cuenta de que estamos ahí. De esa manera, tan cerca que cualquiera puede pensar otra cosa—. Me he portado muy bien y he sido una tumba.

—Así debería ser —respondo sin darle importancia a mi posición. Ahí soy yo la que pierde, la que si da un paso en falso puede caerse. No solo hablando físicamente en el lugar en el que estoy, sino en general. Si me equivoco arruino todo y no puedo hacer eso. No después de tantos años de ocultarlo.

—No es tan terrible, ¿sabes?

—¿Y quién eres tú para medir que tan terrible es un secreto?

—Yo también los he tenido —responde y se encoge de hombros.

Me gusta lo que lleva puesto, eso me distrae un poco. A Frankie siempre le ha gustado jugar de ese modo, vestir sin género y había visto en Instagram como hablaba sobre la ropa sin género. El traje que lleva la hace demasiado atractiva desde mi posición, incluso si tengo que levantar un poquito la vista. Me pregunto si llevaba algo debajo del saco o es tan atrevida.

El pensamiento me atormenta y pestañeo, dando un paso hacia atrás. Eso rompe un poco la pelea de miradas que estamos teniendo y en la que nadie puede ganar. Se le escapa una risita y me enoja ver como me tiene a sus pies. Cómo puede hacer conmigo lo que quiera cuando hay tanto poder en sus manos.

Por eso no quiero verla, por eso la evito por tantos años.

Me bajo de la tarima luego de un chasqueo con mi lengua y avanzo por el lugar descalza. Mis pasos son firmes y se escuchan por toda la sala como pisotadas de ogro, pero no me importa. Lo que no escucho son los suyos y cuando me quiero dar cuenta está frente a mí. Ha caminado con tanta rapidez que no la vi venir, pero al mismo tiempo mi cabeza hay un caos de ruido y enojo que no escucha nada.

—¿Qué quieres de mí? —me animo a preguntar por fin con el ceño fruncido. Ella da un paso hacia mí y logra lo que seguramente busca hacer, que estemos contra la pared del salón. Tengo mi ropa en las manos y eso me ayuda, en mi mente, de estar tan cerca. Pero puedo sentir su perfume y me da náuseas en el estómago. O algo parecido—. Dilo, así no le damos vueltas a esto, Frankie.

—Tienes que decírselo, no puedes jugar a esto —me dice y me aterrorizo al instante. Me tiemblan las manos y se cae la ropa al suelo, sobre mis pies. Frankie da un paso más y apoya su mano en la pared detrás de mí. No puedo escapar, pero tal vez nunca pude hacerlo—. No puedes guardar el secreto tanto tiempo. ¿Te crees que no recuerdo lo que pasó esa vez en la graduación?

Cierro los ojos y lo recuerdo, me tiemblan las piernas del miedo y no sé qué decir. No sé si tengo miedo por lo cerca que está de mí, por el recuerdo o por el momento que pasé. Ella lo sabe, todo este tiempo ha guardado el secreto y no entiendo por qué, pero comprendo que está ahí, en ese lugar, en ese plan, para soltarlo. Lo veo en sus ojos. Quiere caos y quiere quemarme viva.

—Por favor...

—Vamos, princesa, no puedes dejar que Laureen se case si estás enamorada de ella.

Lo suelta con la naturalidad de una persona que tiene el poder de destruirme y cuando me doy cuenta, estoy en el suelo.



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nota de autora:

muchas gradcias por sus views y votos! saben que es muy importante sus comentarios, ayudan a inspirarme en la novela, a avanzar y me hacen feliz! ¿creen que lena cuente todo? ¿se sorprendieron del secreto? pronto tendremos más info.

les recuerdo que subo dos veces a la semana capítulos cortos! nos leemos la sem que viene :)

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