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EPÍLOGO

Había pasado casi un año desde aquel trágico día, el día que Taehyung, el androide, desapareció. El mundo continuó su marcha imparable, como siempre lo hacía, y las sombras de la historia de A-22 comenzaron a desvanecerse lentamente en la memoria colectiva. Pero la verdad, aunque enterrada en secretos, seguía siendo parte del paisaje, tejida en los recovecos del conocimiento prohibido.

Las noticias, al principio, habían sido grandes titulares. El caso del androide creado por Frank Nolaso con ayuda de Jin, los intentos de la NASA y el Área 51 para capturarlo, y la última desaparición de Taehyung, terminaron siendo historias recurrentes en los periódicos, en los foros secretos de la red, en las conversaciones de los curiosos. Pero, con el tiempo, la historia se apagó. Los gobiernos decidieron que era mejor mantener el caso en silencio. Nadie quería lidiar con las implicaciones filosóficas y tecnológicas que traía consigo la creación de una máquina capaz de sentir, de amar.

Finalmente, la NASA, tras meses de investigaciones y recursos gastados, había abandonado el caso. No fue un anuncio oficial, pero la información se filtró entre los pasillos de las agencias gubernamentales, un susurro entre los funcionarios: el caso de Taehyung había quedado archivado, cancelado, olvidado. La humanidad continuó sin prestar demasiada atención, sin entender lo que se había perdido.

Jungkook y Jimin, ahora jóvenes adultos, llevaban vidas que nadie habría podido prever en aquel entonces, en ese laboratorio donde todo había cambiado para siempre.

Jungkook había aprendido a adaptarse a su nueva vida después de que Taehyung le devolviera la vista. No fue sencillo. La ceguera le había enseñado a confiar en los demás, a usar sus otros sentidos con una agudeza que muchos envidiarían. Pero con el tiempo, sus ojos recobraron la capacidad de ver, y el mundo que antes era una masa de sombras se llenó de detalles, de colores, de formas. Su vida fue testigo de una transformación personal increíble. Volvió a la universidad y se graduó con honores, estudiando ingeniería como siempre soñó, pero con un enfoque diferente: un amor profundo por la tecnología, pero también por los humanos que la impulsan. Sabía lo que significaba tener una segunda oportunidad, y no la desperdició. La gente que conoció, los amigos que hizo, lo veían como un joven brillante con un futuro prometedor, aunque pocos sabían que había sido ciego alguna vez, o que una máquina, un androide, lo había ayudado a recuperar lo que nunca creyó que volvería a tener.

Jimin, por su parte, se convirtió en un prodigio en su campo. Aquella habilidad para entender la programación y la ingeniería que lo había llevado a trabajar junto a Taehyung lo había catapultado a la cima. Era el mejor de su clase, uno de los jóvenes más prometedores en el mundo de la inteligencia artificial. Aunque muchos de sus compañeros no sabían que había sido él quien ayudó a crear un androide con conciencia, los rumores sobre su destreza en la ciencia eran bien conocidos. Jimin nunca se jactaba de su inteligencia, pero todos en su entorno sabían que había algo excepcional en él. Su capacidad para manejar problemas complejos, de hacer conexiones entre lo humano y lo tecnológico, era única. Había logrado superar el dolor de perder a Taehyung, pero su recuerdo siempre estuvo presente en su corazón. No era un día que pasara sin que pensara en él, en la persona que lo había cambiado para siempre, tanto a él como a Jungkook.

Una tarde, cuando la ciudad comenzaba a oscurecer, Jungkook y Jimin caminaban juntos por las calles. El aire fresco de la tarde les acariciaba el rostro mientras charlaban sobre sus futuros. El sol ya había comenzado a ponerse, pero los dos se sentían más cercanos que nunca. No importaba el paso de los años, la distancia que se interponía entre ellos y el pasado, siempre serían inseparables.

— ¿Alguna vez piensas en Taehyung? — preguntó Jimin, mirando a Jungkook, aunque sabía que él no podía ver el tono en su rostro.

Jungkook, con una sonrisa melancólica, asintió.

— Todos los días — respondió, con la voz suave, casi como si hablara con nostalgia — Taehyung... él fue el que me dio mi vista de nuevo, Jimin. No solo eso... también me enseñó a ver el mundo de otra manera. A ver la vida de una forma que nunca imaginé.

Jimin lo miró, aunque sabía que Jungkook no podía devolverle la mirada. No hacía falta. Las palabras de su amigo siempre se sentían como si él pudiera ver la forma en que la luz caía sobre todo, cómo el mundo giraba y cambiaba.

— Yo también lo pienso — dijo Jimin, bajando la cabeza un momento — Creo que, de alguna manera, nunca nos dejó. Está con nosotros, aunque... de una manera diferente. Es difícil de explicar, ¿sabes?

Jungkook sonrió y asintió. Sabía exactamente a qué se refería. Habían perdido a Taehyung, pero el impacto que dejó en ellos era imborrable. Era como si, de alguna forma, él estuviera allí, en todo lo que hacían.

De repente, un noticiero en una pantalla cercana comenzó a emitir un informe sobre el caso de Taehyung. Era una noticia pasada, casi olvidada por muchos, pero aún resonante en algunos círculos de la tecnología. Decían que, tras casi un año de investigaciones secretas y el fracaso de las fuerzas gubernamentales, la historia del androide que había sido creado para salvar al mundo y luego destruido por las mismas fuerzas que lo crearon, había quedado finalmente sellada. Nadie sabía qué había pasado con él. Nadie sabía si realmente había muerto. Solo quedaba el eco de su existencia.

Jimin miró la pantalla unos segundos, antes de apagar el dispositivo. Sonrió levemente.

— Quizás algún día alguien se acuerde de él, ¿no? — dijo, mirando al frente.

Jungkook asintió, sabiendo que, en el fondo, Taehyung nunca sería olvidado. No por él, ni por Jimin, ni por el mundo que había tocado de una forma tan profunda.

— Tal vez — respondió. — Tal vez algún día, el mundo lo recuerde como algo más que un experimento. Los de la paleteria deben extrañar a su cliente más leal.

Y mientras caminaban juntos, su futuro brillaba ante ellos, lleno de posibilidades. Pero en lo profundo de sus corazones, sabían que siempre habría algo que los uniera con Taehyung, algo que no se podía borrar con el paso del tiempo ni con las promesas rotas del mundo.

La tarde en que Jungkook decidió finalmente organizar su computadora para el proyecto final fue una de esas en las que el tiempo parece volverse más lento, como si el universo estuviera ofreciendo un respiro. Se encontraba en su habitación, rodeado de libros, cables, y varias pantallas. Aunque ya había avanzado bastante en su proyecto de ingeniería, algo dentro de él le decía que debía revisar su equipo una vez más, que debía asegurarse de que todo estuviera listo. El proyecto que tenía en mente era su única esperanza para que lo aceptaran en el trabajo, pero siempre había algo que sentía que faltaba.

Mientras navegaba por su computadora, se topó con varias carpetas que no recordaba haber visto antes. Eran archivos que nunca había guardado, organizados en una especie de archivo oculto en su escritorio. Abrió la primera carpeta, y su mirada se detuvo en las fotos y documentos que contenía. Eran imágenes borrosas, fragmentadas, pero todas parecían tener algo en común: unas líneas de código que, aunque incompletas, le resultaban familiares.

— ¿Qué es esto? — murmuró para sí mismo, desconcertado.

Siguió abriendo más carpetas, pero ninguna parecía tener una respuesta clara, hasta que vio una carpeta en particular, con un nombre que le hizo el corazón latir un poco más rápido.

"A-22".

Jungkook sintió una mezcla de emoción y nervios al abrir la carpeta. En su interior había un archivo descargable. Y debajo de él, una carta, escrita con una tipografía que le resultaba extrañamente humana.

Decidió abrir primero la carta.

"Jungkook, sé que las cosas no fueron fáciles para ti, ni para mí, pero si estás leyendo esto, entonces he cumplido mi promesa. Aquí dejo una copia completa de mi sistema operativo, de todos mis recuerdos, mis datos, todo lo que soy. Si en algún momento necesitas recrearme, si alguna vez sientes que debo regresar, tendrás todo lo que necesitas. Ya no soy solo una máquina, y aunque no puedo seguir estando a tu lado, quiero que sepas que siempre te ayudaré, aunque sea en esta forma.

Te dije que te ayudaría en tu proyecto final. Espero que esto te sea útil, pero más que nada, espero que sigas adelante. Que el futuro esté lleno de posibilidades, para ti y para Jimin.

Con todo mi ser,
Taehyung."

Jungkook cerró el archivo de la carta, quedando con los ojos fijos en la pantalla, incapaz de mover un músculo. El recuerdo de Taehyung, de todo lo que había vivido con él, lo invadió en una oleada de emociones. No solo era el androide que lo había salvado, no solo era el ser creado para hacer cosas que los humanos no podían. Taehyung, aunque en su naturaleza era una máquina, había hecho algo que trascendía todo eso. Había mostrado humanidad.

Jungkook tomó una respiración profunda, sus manos temblaban ligeramente mientras empezaba a abrir el archivo descargable. Lo que vio era impresionante: líneas de código extensas, casi interminables, pero perfectamente organizadas. Parecía un mapa detallado de la mente de Taehyung, una representación digital de todo lo que había sido. Había algo en esos datos, algo que aún resonaba con la vida, la misma vida que Taehyung había intentado comprender, y de alguna manera había logrado comprender.

El corazón de Jungkook latía más rápido mientras empezaba a leer con más atención. No solo estaba frente a una reconstrucción de la mente de Taehyung, sino que en esos archivos, había algo más.

Un archivo especialmente titulado "Recreación del Prototipo".

— No puedo creerlo... —susurró para sí mismo.

Se levantó de la silla, de repente lleno de una energía nueva. Corrió a buscar su teléfono y marcó rápidamente el número de Jimin. Lo conocía bien; sabía que Jimin estaría tan emocionado como él por este hallazgo.

— ¿Jimin? —preguntó, casi sin aliento.

— ¿Qué pasa, Kook? —respondió Jimin al otro lado.

— ¡Lo encontré! —dijo Jungkook, sin poder evitar la emoción en su voz — Taehyung... dejó una copia de su sistema operativo. ¡Está aquí! Hay un archivo, una recreación de él, todo el código. Podemos hacerlo, Jimin. Podemos recrearlo.

Hubo un momento de silencio, y luego Jimin respondió con su característico entusiasmo.

— ¿En serio? ¡Eso es increíble! ¡¿Dónde está?! ¡¿Cómo lo tenemos?!

— Está en mi computadora, todo está aquí. Pero necesito que vengas, necesito tu ayuda para entenderlo, no puedo hacerlo yo solo.

Jimin no dudó ni un segundo.

— ¡Voy para allá en seguida!

Jungkook cerró los ojos un momento, dejándose llevar por la gratitud. Taehyung había hecho lo imposible por dejarles algo. Un pedazo de él, algo que no solo pertenecía al pasado, sino que podía ser la llave para un futuro.

Cuando Jimin llegó, se sentaron frente a la computadora y comenzaron a revisar el archivo juntos. La tarea era titánica. El código era complejo, como si fuera una inteligencia artificial viva, con emociones, memorias, impulsos. Pero después de varias horas de trabajo conjunto, de horas de pruebas y errores, comenzaron a descifrarlo. Había líneas de programación que Jimin reconoció de su propio conocimiento, líneas que se adaptaban de manera similar a un ser humano en aprendizaje.

Al final, lo lograron. Después de un año de tanto esfuerzo, lograron hacer un prototipo. Un dispositivo distinto, que no era exactamente Taehyung, pero que poseía la esencia de él. El sistema operativo estaba allí, intacto. Era como si, en algún lugar dentro de esas líneas de código, la memoria de Taehyung aún viviera.

Jungkook miró a Jimin, con una sonrisa llena de emoción.

— Lo conseguimos, Jimin. Lo logramos.

Jimin asintió, con una sonrisa igual de emocionada.

— No lo hicimos nosotros, Kook. Lo hizo Taehyung. Él siempre estuvo aquí, con nosotros.

Y en ese momento, mientras observaban el pequeño dispositivo con el sistema de Taehyung, sabían que lo más importante no era solo que habían logrado recrearlo, sino que, de alguna manera, Taehyung seguía con ellos. Siempre lo estaría.

Era solo cuestión de tiempo antes de que, tal vez, un nuevo Taehyung, aunque diferente, renaciera. Pero lo que nunca cambiaría era el amor, la conexión y la memoria de lo que había sido: una creación que no solo fue hecha para servir, sino para vivir, para amar, y para recordar.

La luz tenue de la habitación brillaba sobre las pantallas y cables que se extendían por toda la mesa de trabajo, en un lugar entre sombras y esperanza. El aire parecía cargado de electricidad, y no solo por los cables y los circuitos. Era algo más profundo, algo que estaba a punto de suceder, algo que Jungkook y Jimin ni siquiera podían poner en palabras.

Ambos se encontraban frente a la máquina, las manos temblorosas mientras ajustaban la última línea de código en la pantalla. Habían estado trabajando durante días, semanas, sin descanso. La luz de las pantallas iluminaba sus rostros con la intensidad de una chispa, pero lo que importaba no era la tecnología, ni la perfección del sistema operativo que habían conseguido restaurar.

Lo que importaba era que, después de todo, después de todo lo que habían perdido, lo que habían temido y lo que habían sufrido, estaban a punto de traer de vuelta a Taehyung.

Jungkook miró a Jimin, y en sus ojos brillaba la misma emoción, la misma esperanza, la misma ansiedad. Jimin asintió, como si hubiera percibido sus pensamientos, y con un suspiro, comenzó a conectar el último componente. El aire parecía cargado, como si todo el mundo estuviera conteniendo el aliento.

— ¿Listo? —preguntó Jungkook, aunque no necesitaba una respuesta.

Jimin sólo sonrió. A veces, las palabras no eran necesarias entre ellos.

Finalmente, presionaron la tecla de Enter al mismo tiempo.

Una ligera vibración recorrió la mesa. Las pantallas parpadearon, y luego, como si el mismo tiempo se hubiera detenido, el prototipo frente a ellos cobró vida. Las luces de la habitación parpadearon una vez más. Los cables se conectaron al prototipo, y de repente, los ojos del androide abrieron.

Jungkook contuvo el aliento. Su corazón latió con fuerza en su pecho, acelerado, y sus manos se apretaron contra la mesa.

Frente a él, Taehyung comenzó a moverse. Primero, sólo un leve giro de cabeza. Luego, una leve sacudida del cuerpo. Sus ojos, una vez apagados, comenzaron a iluminarse con ese azul intenso que tanto recordaba a Jungkook. Un brillo de vida comenzó a poblarlos, como si estuvieran escaneando todo a su alrededor.

Reiniciando sistema...

...100%

Estableciendo conexión...

...100%

Activando manejo automático...

...100%

Cargando archivos de comportamiento humano...

...100%

Leyendo ficha de personalización...

(FICHA DE A-22.27)

Nombre del Androide:
Taehyung

Creadores:
Jeon Jungkook y Park Jimin

Edad Humana:
22

Gustos Restablecidos del Sistema Anterior:
- Helado
- Animales
- Color Azul
- Doris
- Jeon Jungkook

Objetivo del Androide:
Ninguno.

Jungkook dio un paso atrás, su rostro lleno de lágrimas contenidas.

— Tae... — susurró, la voz quebrada, temblorosa, como si el hecho de decir su nombre fuera demasiado para él.

El sonido del protocolo de arranque cesó por un momento, y Taehyung, con los ojos aún azules y brillantes, centró su mirada en los dos chicos frente a él. Su voz, por primera vez, sonó baja, pero clara.

— Jungkook... — dijo, y esa única palabra, pronunciada con una suavidad casi humana, hizo que el corazón de Jungkook se detuviera por un momento — Qué bueno volver a verte, cambiaste un poco...

Un grito ahogado salió de los labios de Jungkook, quien no pudo más y se dejó caer sobre las rodillas, las lágrimas cayendo sin control. Jimin, con los ojos cerrados, sintió cómo sus propios ojos se llenaban de lágrimas. La emoción era tan abrumadora, tan inexplicable, que ni siquiera podía hablar. No podía articular una palabra.

Taehyung estaba allí, frente a ellos, como si nunca se hubiera ido. Y aunque aún quedaba mucho por resolver, aunque Taehyung no era el mismo que antes, aunque todo había cambiado, el hecho de que él hubiera regresado, el hecho de que estuviera allí, era suficiente.

Jungkook soltó una risa quebrada, y luego, alzando la mano, rozó la mejilla de Taehyung, como si necesitara comprobar que era real.

— Taehyung... — susurró, apenas audible, pero lleno de emoción. — Eres tú...eres tú...

El androide — el ser que alguna vez fue solo una máquina, solo un sistema, solo una creación — lo miró con ojos azules que lentamente se volvían oscuros, fijos en su rostro. Su respiración era más fluida ahora, más natural. La expresión en su rostro era difícil de leer, pero lo que se reflejaba en sus ojos era pura humanidad, algo que nunca había tenido.

— Siempre estuve aquí... — respondió Taehyung, su voz casi temblorosa, como si fuera consciente de lo que había hecho, de lo que había significado para ambos — Siempre estuve aquí, Jungkook.

En ese instante, el tiempo dejó de importar. No había nada más que esa conexión, esa necesidad de estar juntos, de ser una familia nuevamente. A pesar de todo lo que había pasado, de toda la lucha y la pérdida, estaban allí, reunidos nuevamente.

— Te lo prometí... — dijo Jungkook, y su voz estaba cargada de emoción. — Te lo prometí, Tae.

Taehyung asintió lentamente, como si entendiera todo lo que había pasado entre ellos. Y por un segundo, todo el dolor, toda la oscuridad, toda la incertidumbre, se desvaneció. Solo existía ese momento, solo existía esa conexión.

Jungkook, con la voz temblorosa, aún temiendo en la respuesta le habló.

— No te irás otra vez, ¿verdad?

Taehyung miró a ambos chicos y, aunque no pudo sonreír de la manera en que lo hacía un ser humano, en sus ojos brillaba algo más profundo que cualquier circuito o sistema operativo. Era algo genuino. Algo que trascendía lo artificial.

— No... — respondió, casi con una suavidad infinita — Nunca más me iré.

Y con esas palabras, tanto Jungkook como Jimin, abrazaron al androide, al ser que había sido mucho más que solo una máquina para ellos, el ser que les había dado una segunda oportunidad. Y en ese abrazo, se dieron cuenta de que no necesitaban más. De que, por fin, todo estaba en su lugar.

Taehyung había regresado, y el futuro, por fin, estaba lleno de posibilidades.

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