CAPÍTULO 14
13 de Octubre 2027
Frank Nolaso estaba en su taller, rodeado de cables, piezas metálicas y pantallas que parpadeaban incesantes, proyectando luz sobre las superficies sucias y desordenadas. El aire estaba cargado de tensión, como si el propio espacio estuviera apretado por la desesperación que Frank sentía.
Su mente, agotada por las horas interminables de trabajo, seguía dando vueltas a la misma idea: la creación del androide perfecto. Aquel que pudiera ayudar a proteger al mundo, aquel que, de alguna manera, pudiera sustituir lo irremplazable, a su hijo.
La muerte de su hijo había sido un golpe brutal. Un accidente, un mal momento, y lo perdió todo. El vacío que su hijo había dejado en su vida nunca se llenaría, pero Frank había decidido que si no podía traerlo de vuelta, lo haría de alguna otra forma. Crearía un protector para el mundo, un ser que pudiera llenar ese vacío con algo de propósito, algo que al menos le diera paz. Pero había una regla en su mente que no podía romper, ese androide debía ser perfecto.
Pero la perfección, como Frank pronto aprendería, era una tarea interminable.
En el centro del taller, en una mesa llena de herramientas y cables, yacía la figura que Frank había bautizado como A-22. A pesar de ser un androide avanzado, casi humano en apariencia, aún no era lo suficientemente "real" como Frank quería. El rostro de A-22 era suave, con líneas de una belleza artificial, pero algo en sus ojos apagados, en la rigidez de su expresión, seguía haciendo que no fuera lo que Frank necesitaba.
A-22 estaba en sus primeras fases de activación, pero algo seguía fallando. El androide podía realizar tareas básicas, incluso hablar con un tono suave y educado, pero su capacidad para "sentir", para proyectar emociones, simplemente no estaba allí. Frank lo había intentado todo, reprogramar, ajustar la dinámica de sus circuitos, modificar su sistema de respuesta emocional, pero nada parecía estar funcionando. La perfección siempre estaba fuera de su alcance, y cada intento fallido solo aumentaba la desesperación que lo consumía.
Fue entonces cuando Seokjin entró en el taller, su presencia serena contrastando con el caos que Frank había creado a su alrededor. Seokjin había sido su amigo desde los días de universidad, y, aunque sus caminos habían tomado rumbos distintos, siempre había estado allí para Frank, especialmente en los momentos más oscuros. Conociendo bien la historia de Frank y su sufrimiento, Seokjin había decidido ayudarlo en su proyecto, a pesar de que no compartía la obsesión de Frank por la perfección.
— Frank, necesitas descansar — dijo Seokjin con voz suave, pero firme, mientras se acercaba a la mesa donde A-22 yacía, aún inmóvil.
Frank levantó la vista, sus ojos cansados, pero llenos de determinación.
— No puedo, Jin. Este androide… tiene que ser perfecto. Tiene que ser la solución. Si no logro hacerlo bien, todo esto habrá sido en vano.
Seokjin suspiró y se acercó a su amigo, colocando una mano en su hombro, un gesto familiar que siempre había ofrecido como consuelo.
— Sabes que no se trata de perfección, Frank — su tono era tranquilo, casi con una dulzura que Frank raramente experimentaba — Ya has hecho mucho. Este androide es increíble. Lo que estás buscando… lo que estás intentando hacer, no puede ser alcanzado por la máquina. La perfección humana es un concepto que no puedes replicar.
Frank desvió la mirada, mirando a A-22 con frustración.
— Es que… es que quiero que sea más que una máquina. Quiero que sea el protector del mundo. Algo que no falle, algo que pueda ayudar a las personas, algo que lo entienda todo. Un ser sin los errores humanos, pero con la capacidad de proteger, de sentir, de comprender. No puedo aceptar menos. Si no puedo crear eso… entonces todo esto no tiene sentido.
Seokjin observó a A-22 en silencio, luego miró a Frank con una mirada suave, pero sabia.
— Frank, estás intentando crear algo más grande que una máquina. Estás buscando llenar el vacío que dejó tu hijo. Pero no lo vas a conseguir. A-22 puede ser increíblemente avanzado, pero nunca será un sustituto. El amor, el dolor, la humanidad… eso no se puede crear en un taller.
Frank cerró los ojos, sintiendo el peso de las palabras de Seokjin. Sabía que su amigo tenía razón, pero la idea de la perfección seguía rondando en su cabeza, como un tormento al que no podía escapar. Se sintió perdido, atrapado en su propia obsesión.
— Lo sé… pero no puedo dejarlo ir. Si no logro hacer algo perfecto, no tendré paz. Si A-22 no puede hacer todo lo que necesito, no sé qué hacer.
Seokjin, con una paciencia infinita, se acercó aún más y tocó con suavidad el rostro de Frank.
— Lo que necesitas, Frank, es sanar. Y lo sé, lo sé bien. La creación de A-22 es impresionante, pero la perfección no está en lo que creas con tus manos. Está en lo que puedes aceptar, en lo que puedes hacer por los demás. ¿Recuerdas cómo ayudabas a las personas antes, sin necesidad de ser perfecto? Eso es lo que necesitamos, no un androide sin emociones, sino uno que cuide y proteja, sin tener que ser una réplica exacta de lo que perdiste.
Frank escuchó las palabras de Seokjin, y por un momento, sintió un resquicio de claridad. No estaba buscando la perfección por el simple hecho de crear algo perfecto. Estaba buscando la sanación, el propósito. Lo que había perdido nunca podría ser devuelto, pero tal vez A-22 no necesitaba ser perfecto para cumplir su propósito. Tal vez lo que necesitaba era ser algo más: un protector, un compañero, una nueva forma de esperanza.
Frank miró a A-22 una vez más, y esta vez, en lugar de frustración, algo en su pecho se relajó. A-22 no necesitaba ser perfecto. Solo necesitaba ser útil. Y si podía ayudar a cuidar y proteger a los demás, a hacer lo que Frank no pudo hacer por su hijo, entonces tal vez ya era suficiente.
— Lo intentaré, Jin. Lo haré a mi manera.
Seokjin sonrió con una mezcla de alivio y gratitud.
— No estás solo en esto, Frank. Estamos juntos en esto. Lo que hagas, lo harás por el bien de todos. Pero también lo harás por ti mismo.
Con un suspiro profundo, Frank se inclinó hacia la mesa y comenzó a ajustar los últimos detalles de A-22. Sabía que la perfección era un concepto ilusorio, pero ahora entendía que lo más importante no era crear un androide perfecto, sino uno que tuviera la capacidad de comprender el propósito de proteger, cuidar, y acompañar a los seres humanos en sus momentos más oscuros. Ese era su verdadero propósito.
Mientras Seokjin permanecía a su lado, observando en silencio, Frank sintió una pequeña chispa de esperanza. A-22 no sería una réplica de su hijo, pero quizás, en su propio camino, podía ayudar a sanar las heridas que le habían dejado atrás.
Frank, finalmente agotado por las horas interminables de trabajo, decidió que necesitaba descansar. No era fácil para él, pero el peso de la creación de A-22 había sido demasiado. En su mente aún resonaban las palabras de Seokjin, y aunque no podía evitar el deseo de perfección, entendió que estaba en un punto donde debía ceder, aunque solo fuera por un momento. Sin decir una palabra, se retiró del taller, dejando atrás los cables, las pantallas y a A-22, aún en su proceso de ajuste.
Seokjin, que había estado observando todo en silencio, se acercó a la mesa de trabajo. Sabía que Frank necesitaba su espacio, pero no pudo evitar fijarse en los apuntes que Frank había dejado sobre la mesa. Eran detalles minuciosos, esquemas, fórmulas y análisis sobre las capacidades de A-22. Su amigo había sido tan absorbido en la creación de su androide que no se había detenido a pensar en algo más grande, algo que Seokjin comenzó a vislumbrar con una claridad inquietante.
Al principio, los apuntes parecían simples notas técnicas, explicaciones sobre la programación de A-22, sobre cómo sus sistemas funcionaban casi a la perfección. Sin embargo, a medida que Seokjin revisaba con más atención, comenzó a darse cuenta de algo mucho más perturbador. Las capacidades de A-22 no solo se limitaban a la protección o a las tareas básicas de asistencia.
No, había una arquitectura subyacente, una capacidad de análisis, de adaptación, de manipulación de datos y sistemas que iba mucho más allá de cualquier creación humana. El androide tenía la habilidad de aprender y tomar decisiones con una velocidad y precisión que ningún ser humano podría igualar.
La clave estaba en los códigos de control y en la estructura neuronal avanzada de A-22. Si Frank había creado algo tan complejo, algo que podía entender y adaptarse a las necesidades humanas de manera tan eficiente, ¿qué pasaría si esa tecnología se usara para algo más? Algo mucho más grande.
Seokjin pasó la mano por su rostro, sintiendo cómo una idea peligrosa comenzaba a tomar forma en su mente.
¿Qué pasaría si no solo protegiera a las personas, sino que pudiera manipularlas?
A-22 no solo era un protector, sino que tenía el potencial de ser algo mucho más poderoso, algo que podría cambiar el curso del mundo.
La sensación de traición comenzó a formarse en su pecho. Frank había creado a A-22 con la intención de ayudar al mundo, de sanar su propio dolor y, tal vez, ofrecer una forma de protección para la humanidad. Pero Seokjin vio una oportunidad, una oportunidad para controlar el poder de esa tecnología, para usarla en beneficio propio.
Si lograba tener el control de A-22, podría tener el control de mucho más. Imaginaba un mundo donde él pudiera ser el líder, donde esa máquina perfecta se pondría a su servicio, donde las personas serían fácilmente manipuladas. El mundo podría estar a sus pies, y todo gracias a la tecnología de Frank.
Se sintió tentado. La idea de dominar el mundo, de ser alguien con poder absoluto, lo seducía. ¿Por qué no? Después de todo, Frank no lo vería venir. Estaba demasiado enfocado en su dolor y en la perfección de su creación para pensar que alguien podría traicionarlo. Y Seokjin, siempre tan sereno y calculador, sabía que podía hacerlo sin ser descubierto.
Pero en el fondo de su mente, una pequeña voz de duda comenzó a susurrar. Sabía que traicionar a Frank, su amigo de tantos años, no sería fácil. Sin embargo, la tentación del poder era más fuerte. Seokjin no podía evitar sentirse atraído por la idea de estar en control, de tener algo que Frank no podría ni imaginar.
Con un suspiro, cerró los apuntes y los guardó con cuidado en una carpeta. Era tarde, pero sabía que debía actuar rápido. Frank descansaba, agotado por su trabajo. Tenía tiempo. Quizás mucho más tiempo del que pensaba.
Y mientras observaba a A-22, con su rostro impasible y sus sistemas casi perfectos, Seokjin sonrió con una mezcla de satisfacción y una creciente ambición. La idea ya estaba en su mente, y no podía detenerla. Había tomado una decisión, y no podía dar marcha atrás.
A-22, el protector de la humanidad, podría ser también el instrumento que él usaría para gobernar el mundo. Y todo comenzaría en cuanto Frank se recuperara del agotamiento.
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01 de Septiembre 2030
Era una noche tranquila y fresca, la luz cálida de las lámparas rodeaba el pequeño apartamento donde Jungkook, Taehyung y Jimin se encontraban reunidos. La ciudad, visible desde las grandes ventanas del salón, brillaba con sus luces distantes, pero en ese momento, el único foco de atención era el cumpleaños de Jungkook. Aunque el chico ciego no pudiera ver las luces titilantes de afuera, sentía la energía cálida que emanaba de sus amigos.
Jimin, con su cabello azul brillante y una sonrisa radiante, estaba parado cerca de la mesa central, mirando a su amigo de toda la vida con una mezcla de cariño y emoción. En sus manos sostenía una caja pequeña, envuelta con papel colorido que hacía juego con sus ojos. Jungkook, sentado en su sillón favorito, se giró hacia él, reconociendo su presencia a través de su tono de voz animado.
— ¡Kookie, feliz cumpleaños! —exclamó Jimin con entusiasmo mientras se acercaba para entregarle el regalo — Sabía que querías algo especial, así que pensé que esto te haría feliz.
Jungkook sonrió, escuchando el sonido de las palabras de su amigo con ese brillo en su tono que solo Jimin sabía transmitir. No necesitaba ver el envoltorio ni la caja, porque conocía perfectamente la intención que venía con ella.
— Gracias, Jimin. Sabes que no necesito mucho, pero aprecio mucho que te hayas tomado el tiempo —respondió Jungkook, tocando suavemente la caja con sus manos, que recorrían las superficies con delicadeza.
Jimin se rió suavemente y le ayudó a abrirla. Dentro de la caja, había unos auriculares de diseño especial, con almohadillas suaves y un ajuste perfecto para alguien como Jungkook, que nunca se separaba de la música.
— Pensé que te vendrían bien para esos momentos en los que quieres desconectarte, sumergirte en la música sin distracciones — dijo Jimin, observando la reacción de Jungkook.
Jungkook, aunque no podía ver los auriculares, sintió el peso y la suavidad en sus manos. Sonrió y, sin pensarlo, lo abrazó. Jimin, sorprendido por el gesto, se echó hacia atrás, dejando que el abrazo se alargara por un momento.
— Gracias, Jimin... esto es perfecto —dijo Jungkook, su voz suave, sincera, transmitiendo toda la emoción de ese gesto.
Mientras Jimin y Jungkook continuaban compartiendo ese momento, Taehyung, el androide que siempre estaba cerca de Jungkook, observaba todo con curiosidad. Aunque su programación le permitía entender muchas cosas sobre los humanos, había algo en las festividades que aún le resultaba un misterio.
— ¿Qué significa exactamente un "cumpleaños"? — preguntó Taehyung de repente, su voz profunda y mecánica pero con un toque de interés genuino — He investigado sobre esta festividad por unos minutos en la red, pero todavía no comprendo completamente por qué se celebra.
Jimin se giró hacia él, sonriendo ante su forma peculiar de preguntar. Aunque Taehyung nunca había experimentado un cumpleaños, siempre intentaba entender las emociones humanas lo mejor que podía.
— Un cumpleaños es una celebración del día en que nacemos — explicó Jimin — Es un día para celebrar la vida de una persona, agradecer por todo lo que ha vivido y todo lo que está por vivir. Es un día lleno de alegría, regalos y cariño. Los amigos y la familia se reúnen para hacerlo especial.
Taehyung asintió lentamente, procesando la información. Aunque no podía comprender completamente lo que era tener una vida humana, entendía el valor de la celebración y la importancia de compartir esos momentos.
— Entiendo — respondió Taehyung con calma, como si de repente todo tuviera más sentido — Entonces, es un día especial para mostrar afecto y aprecio.
Después de unos segundos de silencio, Taehyung extendió una pequeña caja que había estado guardando, mirándola con atención. Jungkook, al sentir su cercanía, giró ligeramente la cabeza hacia él.
— ¿Esto es para mí? —preguntó Jungkook, un toque de sorpresa en su voz.
— Sí —respondió Taehyung, con su tono suave pero seguro — Aunque no sé si comprendo completamente la importancia de los cumpleaños, investigué un poco sobre lo que se da en estas ocasiones. Espero que te guste.
Jungkook, curioso, tocó la caja con sus manos, sintiendo el material y la suavidad del envoltorio. La destapó cuidadosamente, y cuando lo hizo, encontró una pequeña figura de peluche. Era un oso, pero con un toque único, el peluche tenía una capa brillante que parecía reflejar una luz suave.
— Es un peluche especial, diseñado para acompañarte — dijo Taehyung, como si tuviera una certeza en sus palabras — Sé que te gusta la suavidad de los objetos que te rodean, y pensé que este sería un buen compañero para esos momentos tranquilos.
Jungkook tocó el peluche, acariciando sus orejas y la suavidad de su cuerpo. Era perfecto. Un regalo sencillo pero lleno de cariño. Y, por encima de todo, era algo pensado para él, para su bienestar y su comodidad. Su corazón se sintió lleno de gratitud por tener a Taehyung a su lado.
Sin pensarlo, y sin decir una palabra más, Jungkook se levantó ligeramente de su sillón y abrazó a Taehyung con fuerza. Era un abrazo cálido y lleno de cariño, un gesto que trascendía las palabras.
— Gracias, Taehyung... realmente significa mucho para mí — dijo Jungkook, su voz temblorosa de emoción. Aunque Taehyung no podía sentir el abrazo de la misma manera, su corazón programado palpitaba de alguna forma, comprendiendo que, de alguna manera, había hecho lo correcto.
Jimin observaba la escena con una sonrisa en el rostro. El momento que compartían era más que suficiente para él. Aunque Taehyung no pudiera experimentar la emoción humana como lo hacían los demás, ese gesto de entrega y afecto era lo que hacía que todo fuera tan especial.
La noche continuó, entre risas, pastel y más abrazos. Jungkook, rodeado por sus dos amigos más cercanos, disfrutaba de cada momento. Sabía que, aunque su mundo estuviera a oscuras, nunca le faltaría luz, no porque pudiera ver, sino porque siempre habría quienes lo acompañaran en su camino, celebrando no solo su cumpleaños, sino su vida.
Y, en esa pequeña celebración, Taehyung comenzó a comprender algo que nunca había sido parte de su programación, lo que hacía especial un cumpleaños no eran los regalos ni las festividades, sino los lazos invisibles que unían a las personas, como hilos que tejían una red de amor y amistad en la que todos, humanos o no, podían encontrarse y ser parte de algo mucho más grande que ellos mismos.
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Nadie está leyendo esta mierda, pero me encanta la historia y se las quiero mostrar! Es entretenida.
Siento la necesidad en mostrárselas.
Tengan buen día ✨ Fer.
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