CAPÍTULO 10
El ruido de las conversaciones y las risas se mezclaba con el sonido de los pasos apresurados de los estudiantes en los pasillos. El timbre de la escuela había sonado hace unos minutos, y todos se dirigían hacia sus aulas para comenzar el día.
Sin embargo, en medio de la multitud, una figura destacó entre las demás, Liss. Con su actitud arrogante y su mirada desafiante, no podía dejar de notar a Jungkook, que caminaba tranquilo, apoyándose en su bastón blanco.
Liss se acercó rápidamente, con una sonrisa que no tenía nada de amigable.
— Vaya, Jungkook, aún no puedo creer que alguien como tú esté aquí — Dijo en voz alta, mirando al chico con desdén, lo suficientemente fuerte como para que algunos estudiantes cercanos pudieran escuchar.
Jungkook, como siempre, seguía su camino sin mostrar reacción, pero Liss no iba a dejarlo ir tan fácilmente.
— ¿Te dieron una beca por lástima, verdad? Dudo que alguien tan... incapaz como tú pueda estar aquí por sus propios méritos — Liss se burló, enfatizando cada palabra, disfrutando del malestar que sus palabras provocaban en los pocos que las escuchaban.
Jungkook detuvo sus pasos. Simplemente se quedó en silencio, tomándose un momento antes de responder. Pero antes de que pudiera decir algo, una voz firme y autoritaria interrumpió la situación.
— ¿Hay algún problema aquí, Liss?
Era el director de la escuela, el Sr. Gere, conocido por su postura de no tolerar comportamientos dañinos. Liss, al ver al director, rápidamente dejó de sonreír, su rostro cambiando de la burla a una expresión de incomodidad.
El director se acercó a Jungkook, quien ahora estaba quieto, con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo.
— No, señor — Liss intentó excusarse rápidamente, pero el director no le permitió continuar. Con una mirada firme, él dirigió su atención a Jungkook.
— ¿Está bien, Jungkook? — preguntó el director con suavidad.
Jungkook, aunque no podía ver, sentía la protección que emanaba de la voz del director. Asintió ligeramente, pero antes de que pudiera decir algo, el director continuó.
— Liss, tu actitud es completamente inapropiada — El director le lanzó una última mirada de desaprobación antes de que ella se alejase a regañadientes, murmurando algo inaudible. Luego se volvió hacia Jungkook y lo guio hacia su oficina.
El sonido de la puerta cerrándose detrás de ellos llenó el aire. Jungkook, aunque se sentía cómodo con el director, no podía evitar sentirse extraño al estar allí.
— Por favor, siéntate, Jungkook — El director le indicó una silla frente a su escritorio, que estaba lleno de papeles y un par de tazas de café medio vacías. Jungkook, sin dudar, se sentó.
El director se apoyó contra su escritorio, observando a Jungkook con una mezcla de respeto y preocupación. Luego, con una sonrisa suave, comenzó a hablar.
— Quiero hablar contigo sobre algo importante. He notado que te has estado haciendo muchas preguntas últimamente, y siento que es el momento adecuado para decirte la verdad.
Jungkook frunció el ceño, sin entender del todo.
— ¿Sobre qué, señor?
El director respiró profundamente antes de hablar.
— Sobre por qué fuiste aceptado aquí, a pesar de tu discapacidad — El tono del director fue serio, pero no había juicio, solo comprensión — Sé que has pensado que fue por lástima, pero no fue eso en absoluto.
Jungkook, con la cabeza baja, murmuró en voz baja.
— Supongo que sí... ¿No lo fue? ¿No fue por... por lástima?
El director negó con la cabeza, y sus ojos brillaron con una sinceridad que penetró en lo más profundo de Jungkook.
— No, Jungkook. No fue por lástima. Fuiste aceptado aquí porque veo algo en ti. Algo que va más allá de lo que muchos pueden ver. Yo conocí a tu padre. Sé de lo que eres capaz. Tu talento, tu mente brillante... es innegable — El director hizo una pausa, asegurándose de que Jungkook comprendiera cada palabra — Tu padre luchó por ti, luchó por darte la mejor oportunidad, y yo también creo en esa oportunidad. No por piedad, sino porque sé que tienes el potencial para cambiar el mundo.
Jungkook levantó la cabeza, sorprendido por la sinceridad y la pasión en las palabras del director. Nunca había escuchado algo así, y por un momento, el peso que sentía sobre sus hombros comenzó a aligerarse.
— Yo... nunca supe que mi padre hablaba de mí así —Jungkook se quedó en silencio, asimilando todo lo que el director le decía — Siempre pensé que me aceptaron por... no sé, compasión. Ser inclusivos.
El director sonrió, con una calidez reconfortante.
— Tu padre siempre creyó en ti, incluso cuando nadie más lo hacía. Y yo también. No quiero que pienses que estás aquí por lástima, porque el único que te va a detener en tu camino eres tú mismo. Y no creo que eso vaya a suceder.
Jungkook, con la voz un poco temblorosa pero llena de una renovada esperanza, respondió:
— No quiero defraudar a nadie. No quiero que me vean como una carga.
El director se acercó a él, colocando una mano sobre su hombro.
— Y no lo harás, Jungkook. Te has ganado tu lugar aquí con tu esfuerzo, tu dedicación y, lo más importante, con tu corazón. Tienes una mente brillante y, aunque tu camino sea diferente al de otros, eso no te hace menos capaz. Lo único que necesitas es seguir adelante, como lo has hecho hasta ahora.
Jungkook respiró hondo, sintiendo una calidez en su pecho que hacía mucho no sentía. La carga que había estado arrastrando, la inseguridad, las dudas sobre su lugar en el mundo, comenzaban a desvanecerse.
— Gracias, señor. No sé qué haría sin su apoyo.
El director sonrió de nuevo, dándole una leve palmada en el hombro.
—Lo que sea que decidas hacer, lo harás bien. Confío en ti, Jungkook.
Con el corazón un poco más ligero y la cabeza llena de nuevas posibilidades, Jungkook salió de la oficina del director. El pasillo parecía menos intimidante ahora, y la escuela, que antes le había parecido un lugar lleno de desafíos imposibles, ahora parecía un espacio de oportunidades. Más aún así sintió algo en su pecho que lo incomodaba.
Rápidamente se dirigió a los baños del colegio, apoyado contra la fría superficie del lavabo. Las luces blancas brillaban intensamente, pero no conseguían iluminar el peso que sentía en su pecho.
Su respiración era entrecortada, y las lágrimas caían silenciosamente sobre sus mejillas. No le importaba que alguien pudiera entrar, no le importaba el mundo exterior. En ese momento, solo importaba el dolor que aún no se había ido, el dolor que llevaba consigo desde aquel día.
- Flashback -
El sol estaba a punto de ponerse, tiñendo el cielo de un tono naranja cálido. Jungkook y su hermano, Johnny, estaban en casa, en una tranquila tarde de verano. Jungkook, entonces solo un niño de 12 años, estaba jugando con él en el jardín, riendo y compartiendo momentos que parecían eternos.
— ¡Te voy a ganar! — gritó Johnny, corriendo hacia la calle sin mirar atrás.
Jungkook, con su característica energía, decidió seguirlo, aunque su madre siempre les había advertido que no corrieran cerca de la carretera. Johnny estaba decidido a llegar al otro lado de la calle, pero no se percató del coche que venía a gran velocidad. Jungkook lo vio, y en un instante, algo dentro de él hizo que reaccionara. No pensó, solo actuó.
Corrió lo más rápido que pudo, empujando a su hermano fuera del camino, justo antes de que el automóvil pasara. El estruendo del impacto fue ensordecedor.
Jungkook sintió el golpe en su cuerpo, como si una fuerza imparable lo hubiera derribado. Cayó al suelo con violencia, su cuerpo golpeando el pavimento con un dolor agudo. Johnny, asustado, no entendía lo que acababa de suceder. Solo vio a su hermano tirado en el suelo, y a los pocos segundos, el caos se desató.
El automóvil había franqueado su camino y, al final, Jungkook había logrado salvar la vida de su hermano. Pero a costa de su propia visión. Un objeto metálico, volando a gran velocidad, golpeó su cabeza, y el mundo de Jungkook se desmoronó en un instante. La oscuridad comenzó a envolverlo, y lo único que podía oír eran los gritos de Johnny, pidiendo ayuda.
- Fin del flashback -
Las lágrimas caían sin control ahora. Jungkook estaba temblando, con la cara enterrada en sus manos, la memoria del accidente todavía fresca en su mente. El sacrificio que hizo. La vida de su hermano a costa de la suya. A pesar de que Johnny había sobrevivido, Jungkook no podía evitar sentirse culpable, como si hubiera fallado en algo, como si no hubiera hecho suficiente.
Fue en ese momento cuando la puerta del baño se abrió suavemente, y la figura de Jimin apareció en el umbral. Jimin había estado observando desde lejos, preocupado por su amigo. Sabía que Jungkook no estaba bien, que algo le pesaba en el corazón, pero nunca había querido presionarlo. Sin embargo, algo le decía que ese día era diferente.
— Kookie... — dijo Jimin con suavidad, acercándose lentamente a su mejor amigo. Cuando vio las lágrimas en los ojos de Jungkook, su corazón se apretó — ¿Por qué no me dijiste que te sentías así?
Jungkook no respondió, no podía. Estaba demasiado atrapado en el dolor. Pero Jimin lo sabía. Lo conocía demasiado bien. Se agachó frente a él, se inclinó para quedar a su altura, y le tocó el hombro con ternura.
— ¿Sabes? — Jimin comenzó, su voz quebrada, pero llena de cariño — Tú no tenías que hacer eso. No tenías que hacerlo, Kookie.
Jungkook, sorprendido, levantó la vista hacia su amigo, sin decir palabra. Jimin le dedicó una sonrisa triste.
— Sé que lo hiciste porque lo amas, y lo aprecio más de lo que las palabras pueden expresar. Pero no te olvides de ti mismo, Jungkook. Tú también eres importante.
Jimin se sentó junto a él en el suelo, sin importar que el baño estuviera frío, sin importar nada más que el bienestar de su amigo.
— A veces, las cosas malas pasan sin razón, pero no puedes cargar con todo — Jimin dijo, su voz suave y reconfortante, mientras pasaba un brazo por los hombros de Jungkook — Lo que hiciste fue valiente, lo sé. Pero no tienes que seguir castigándote, ¿sí? Ya no estás solo. Yo estoy aquí. Siempre estaré aquí.
Jungkook se dejó abrazar, permitiéndose llorar sin reservas por primera vez en mucho tiempo. El abrazo de Jimin era lo único que le daba consuelo, lo único que le hacía sentir que no estaba solo en ese dolor. La angustia, la culpa, el miedo... todo se disolvió en ese momento.
— Te prometo que nunca te dejaré, Jungkook. Y no importa lo que digan los demás. Siempre seremos más fuertes juntos.
Jungkook, con la cabeza apoyada en el hombro de su mejor amigo, respiró profundamente, como si finalmente pudiera dejar ir parte de la carga que llevaba dentro. No sabía si alguna vez dejaría de sentirse culpable por lo que había sucedido, pero, por un momento, sentía que no tenía que cargar con todo solo.
— Gracias, Jimin — Dijo entre sollozos, aunque con una voz un poco más tranquila — Gracias por estar siempre ahí.
Jimin sonrió, acariciando suavemente su cabello.
— Siempre, Kookie. Siempre.
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