XVII.
El día amanece lento, con el cielo nublado y el sonido suave de la lluvia golpeando los cristales del apartamento. Sunghoon abre los ojos, sintiendo la calidez de Jake a su lado.
No es la primera vez que despertaban juntos, pero cada mañana con él se siente como la primera. Observa en silencio el rostro sereno del híbrido de lobo, con su respiración rítmica y sus mechones oscuros enmarañados sobre la almohada. Aún dormido, Jake parece más pequeño y vulnerable, como si el peso del mundo desapareciera de sus hombros solo en esos momentos.
Sunghoon no puede evitar sonreír. Había algo reconfortante en la forma en que el híbrido se acurrucaba cerca de él, buscando inconscientemente su calor. Era un recordatorio silencioso de que, a pesar de todo lo que habían vivido, Jake confiaba plenamente en él.
Esa confianza es un ancla, pero también un desafío, porque implica que Sunghoon debe ser más que un protector; debe ser un compañero a la altura de los sueños y anhelos de Jake.
Con cuidado, Sunghoon desliza un brazo por debajo del cuerpo del híbrido y lo atrae más cerca. Jake suelta un murmullo adormilado, moviéndose ligeramente hasta apoyar su cabeza en el pecho de Sunghoon. El humano deja escapar un suspiro tranquilo, disfrutando del simple hecho de tenerlo allí, sin prisas ni preocupaciones inmediatas.
—¿Desde cuándo te despiertas antes que yo? —Murmura Jake de repente, su voz rasposa por el sueño.
—No siempre, pero hoy quería verte dormir. —Sunghoon sonríe, acariciando el cabello de Jake con lentitud.
El híbrido ríe suavemente, un sonido ligero que hace que el pecho de Sunghoon se sienta más cálido.
—Eso es un poco espeluznante, ¿no crees?
—Solo si lo dices en voz alta. —Sunghoon le guiña un ojo, disfrutando de la forma en que Jake rueda los ojos en respuesta.
Ambos permanecen así unos minutos más, disfrutando de la calma matutina. Eran estos momentos simples, esos que no necesitaban palabras ni grandes gestos, los que construían poco a poco su relación. Pero hoy, Sunghoon siente que debía dar un paso más.
—Jake, quiero preguntarte algo. —Su voz es suave, pero hay un deje de seriedad en ella que hace que Jake alce la vista.
—Dime.
Sunghoon vacila un segundo, buscando las palabras adecuadas. Había ensayado esta conversación en su mente muchas veces, pero ahora que está frente a Jake, parece más difícil de lo que había imaginado.
—He estado pensando en lo que somos, lo que tú y yo estamos construyendo —Empieza, bajando la mirada hacia los dedos entrelazados de ambos—. Y quiero que sepas que no tienes que quedarte solo porque esto empezó de la forma en que lo hizo.
Jake lo mira con curiosidad, su expresión suavizándose.
—¿A qué te refieres?
Sunghoon toma aire. —Lo que quiero decir es... si alguna vez sientes que no quieres seguir aquí, que necesitas espacio o tiempo para ti, quiero que lo sepas. No eres una obligación para mí, Jake. No eres parte de una terapia, ni una sanción que cumplir.
Jake permanece en silencio por un momento, y Sunghoon siente cómo su corazón se acelera. Temía haber dicho algo mal, haber abierto una puerta que Jake no quería cruzar. Pero entonces, Jake sonrió.
—Sunghoon, ¿de verdad crees que estoy aquí porque me siento obligado?
—No lo sé. —El humano se encoge de hombros, inseguro.
Jake suelta una pequeña risa, llena de ternura. Luego se inclina hacia adelante y besa suavemente la mejilla de Sunghoon, dejando allí una promesa silenciosa.
—Estoy aquí porque quiero estarlo. Porque cada día que paso contigo, me demuestras que este es el lugar al que pertenezco.
Sunghoon siente cómo su pecho se deshacía en una mezcla de alivio y afecto. Jake había encontrado las palabras exactas que él necesitaba escuchar, como siempre.
—Entonces... ¿sigues queriendo quedarte?
—Claro que sí. —Jake entrelaza sus dedos con los de Sunghoon y aprieta suavemente—. Además, aún tenemos muchas cosas por hacer juntos.
Con el tiempo, los dos empiezan a compartir más de su día a día. Cocinar juntos se convierte en una de sus rutinas favoritas, aunque Jake descubre rápidamente que Sunghoon es un desastre en la cocina.
—¿Qué es eso? —Pregunta Jake una tarde, mirando el desastre que Sunghoon había hecho intentando preparar una sopa.
—Sopa. Bueno... más o menos.
Jake no puede evitar reír. —Eres terrible en esto.
—Lo sé, pero ¿te has dado cuenta de que todavía no has huido? Eso debe significar algo.
Jake se acerca a él, apoyando la cabeza en su hombro. —Significa que eres afortunado de tener a alguien que sí sabe cocinar.
Sunghoon sonríe, colocando un brazo alrededor de la cintura de Jake. —Sí. Lo soy.
Las noches también se volvieron especiales. No siempre hablaban mucho, pero el simple hecho de estar juntos era suficiente. Sunghoon solía leer un libro mientras Jake descansaba a su lado, su cabeza apoyada en su regazo.
—¿Alguna vez pensaste que terminaríamos así? —Pregunta Jake una noche, con la voz baja.
Sunghoon cierra el libro y acaricia su cabello. —No. Pero estoy agradecido de que haya sucedido.
Jake cierra los ojos, disfrutando de la caricia. En esos momentos, no importaban los miedos del pasado ni las expectativas del futuro. Lo único que importaba era que estaban juntos, construyendo algo real.
Una tarde lluviosa, mientras estaban en el sofá viendo una película, Sunghoon toma la mano de Jake y habla sin previo aviso.
—Quiero que estemos juntos, Jake. De verdad. No solo por hoy, sino por mucho tiempo.
Jake lo mira, sorprendido por la sinceridad repentina.
—¿Estás seguro?
Sunghoon asiente. —Más seguro de lo que he estado de nada en mi vida.
Jake sonríe, sintiendo cómo su corazón se llena de alegría.
—Entonces, será así. Por mucho tiempo.
Y con esas palabras, sellan una promesa que no necesita más explicaciones. Están juntos. Y eso es todo lo que importa.
El cambio en su relación no viene solo de grandes gestos, sino de los detalles cotidianos que poco a poco los entrelazan más.
Sunghoon empieza a notar las pequeñas cosas que hacen a Jake especial: la forma en que sus orejas se mueven ligeramente cuando se emociona, cómo su cola se agita sin que él lo notara al estar feliz, o cómo siempre le dejaba su taza favorita lista por las mañanas con té caliente.
Jake, por su parte, descubre la ternura oculta en Sunghoon, que se manifestaba en acciones simples como cubrirlo con una manta cuando se queda dormido en el sofá o cargarlo hasta la cama sin despertarlo.
Esos momentos son como piezas de un rompecabezas, encajando de forma natural y perfecta. Ninguno de los dos lo dice abiertamente, pero ambos saben que estaban construyendo algo sólido.
Cada roce de manos al pasar por la cocina, cada mirada compartida entre risas y silencios, cimienta una relación que se vuelve irrompible. No hay más dudas ni reservas. En la compañía del otro, ambos han encontrado un hogar.
Un día, mientras el sol se oculta tras las nubes, Jake se gira hacia Sunghoon en el sofá, apoyando su frente contra la del humano.
—Gracias por ser tú, Sunghoon. —Sus palabras son un susurro, pero en ellas hay un mundo de sentimientos que no necesitan más explicación.
Sunghoon lo rodea con los brazos, acurrucándolo contra su pecho. —Gracias a ti por quedarte, Jake.
Y así, envueltos en la comodidad de su mutua compañía, comprenden que no hay nada más que temer.
Lo que han iniciado juntos no tiene un final, solo la promesa constante de un mañana compartido.
¿Verdad?
Gracias por leer la historia 🥰
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