I.
—El primer día de su nueva vida empieza hoy, recuerden que ustedes son los únicos que pueden controlar el rumbo de su destino. —Son estas las palabras de la Dra. Kim dando alta a uno más de sus grupos de ayuda de ansiedad generalizada; distintas personas con distintas historias y condiciones, todos y cada uno de ellos con un común denominador: si no cumplían con seis meses de terapia conjunta debían pagar la multa de su condena.
En el caso de Park Sunghoon, un joven de 23 años, una multa de 12000 wons por ocasionarle lesiones graves al bartender de un club de Itaewon. El joven coreano pensó que su víctima se burlaba de su semblante sombrío y callado cuando éste no prestó atención a su "coqueterío barato". Una fractura en la nariz y dos costillas rotas determinaron que Park Sunghoon no sólo sufría de ansiedad social, sino que también de un mínimo control de la ira.
—Qué estupidez esa de comprar una planta o una mascota —piensa molesto dirigiéndose al centro comercial más cercano a su departamento.
Sus años como atleta infantil le habían asegurado un buen futuro económico; jamás tuvo interés por seguir una carrera universitaria, al menos no una que implique convivir y socializar con los demás y con los demás quiero decir la gente en general; encontró cierta facilidad en las inversiones de valores de manera electrónica, era gratificante ver cómo su dinero incrementaba desde la comodidad de su sillón que da a la ventana, muy conveniente para un solitario que no tiene expectativa alguna en el resto.
"Una planta es muy sencillo", piensa rápidamente, por lo que decide acercarse a una tienda de mascotas.
— ¡Pero qué mala suerte! —se dice a sí mismo lamentando ver a uno de sus compañeros de terapia, un joven coreano-americano de su misma edad bajo el nombre de Jay.
El muy cretino había sido diagnosticado con ansiedad compulsiva y sancionado por exponer a sus trabajadores dependientes a trabajos forzados.
— ¡Oh! El chico hielo ¿O era príncipe? En fin, ya no interesa. ¿Comprarás un híbrido? —le pregunta con una sonrisa ladina.
— ¿Qué es eso? —responde SungHoon extrañado, ignorando el tono malicioso con el que el otro se dirigía hacia él.
—Vamos Park, ¿no puedes asumir que un híbrido es la mezcla de algo con algo? Pues obviamente lo es. Yo compré un híbrido entre humano y gato, un sexy minino que llamaré Jungwon. Ahora te dejo, ordené que lo entregaran en mi domicilio una vez lo tengan vacunado y desparasitado —le hizo saber antes de irse sin más.
Y fue así que sin haberlo planeado Park Sunghoon se encontraba comprando un híbrido de cachorro con humano.
— ¿Está seguro que no quiere elegirlo? Tenemos las jaulas en la otra sección —explica la encargada, a lo que Sunghoon niega, especificando que quería que sea macho y de una edad asimilable a su edad humana.
Como tendría que esperar al final del día para que lo entreguen en su departamento, el joven castaño compra todo lo necesario para que como él desde ya le dice, "la cosa esa", sobreviva, y se retira tranquilo sintiendo que ha cumplido con la última parte de su tratamiento.
Apenas llega a su apartamento comienza a buscar en internet acerca de los híbridos, dándose cuenta de que la red está llena de opiniones muy divididas: algunos dicen que son maquiavélicos y malcriados, que lo único que hacen es montar berrinches y romper cosas, mientras que otros afirman que haber adoptado uno es lo mejor que pudieron haber hecho en sus vidas. Aunque algo lo impulsaba a identificarse con los comentarios de las personas del primer grupo, ya que sus argumentos parecían bastante verídicos, trató de ser objetivo y tomar de cada parte algunos consejos que le podrían servir de algo.
A última hora se puso a organizarlo todo, subir lo más posible sus preciadas piezas de porcelana, verificar que no hubiese ropas ni zapatos que "eso" pudiera comerse y hasta trató de acomodar el cuarto donde el híbrido iba a vivir, porque obviamente no podía dormir junto a él. Terminó tan cansado con esas sencillas labores que se quedó dormitando en el sofá de la sala, dejando salir ronquidos y palabras incoherentes, imaginándose el cambio drástico que dará su vida en las próximas horas.
Tener que cuidar de alguien más, que contaba como humano y animal al mismo tiempo, atenderlo debidamente, sacarlo a pasear y compartir su día a día con él... ¡Eso era demasiado! Despertó de golpe y salió corriendo hasta donde estaba su teléfono con un sólo propósito: cancelar la compra del dichoso híbrido.
Justo cuando estuvo a punto de marcar el número de la tienda que estaba en la tarjeta que allí le dieron se escuchó un gentil toque en su puerta. ¡Mierda! No podían interrumpirlo cuando estaba a punto de llevar a cabo una decisión muy sensata. De nuevo dirigió su pulgar al símbolo del teléfono para finalmente marcar el número de la tienda, pero los toques en su puerta se repitieron.
¿Qué es lo que quieres de mí?, susurró mientras miraba el techo de su apartamento, como si a Dios se estuviese dirigiendo. Ahora cabizbajo y arrastrando los pies abrió la gran puerta de madera, encontrándose con el chico encargado de entregar su pedido a domicilio.
— ¡Aquí le traigo a su híbrido! —sonrió el joven con efusividad, sorprendiéndose cuando le cerraron la puerta en su cara.
El castaño ahora descansaba su cabeza contra la madera. Se dio tres golpes contra la misma antes de forzar una sonrisa convincente y educada, y finalmente volver a abrir.
—Disculpe por lo de hace unos segundos. ¿Qué me decía? —preguntó en el tono más amable que pudo encontrar.
—Aquí tengo a su híbrido —respondió el repartidor, levantando una jaula hecha de un plástico resistente y cerrada por una rejilla de metal—. ¿Acaso quiere devolverlo?
Su espléndida sonrisa flaqueó y los deseos de decir que sí lo carcomieron, pero recordar la suma de la multa que le impondrían si accedía fue motivo suficiente para negar. Dar tanto dinero al estado era una semana perdida de sus inversiones online.
—Para nada. ¿Tengo que firmar o algo?
—Sí, llene este sencillo formulario. Puede hacer falta para futuros trámites.
—Entendido —y tomando el papel y el bolígrafo en mano comenzó a llenar los espacios requeridos.
Pedían su nombre, edad, dirección, ocupación y número de teléfono. Más abajo había otro espacio que se refería a las mascotas.
"Como política primordial de nuestra tienda y nuestro deseo de que cada híbrido tenga un hogar, está usted comprometido a cuidar del mismo como mínimo por una semana antes de exigir alguna devolución".
Suspiró al leer esa premisa; pero bueno, tenía que apegarse a las reglas establecidas. A eso le seguían especificaciones de la mascota en cuestión que la tienda se había encargado de llenar, como por ejemplo, el apellido del híbrido. Según había investigado, la ley estipula que los híbridos mantienen su apellido a menos que contraigan una relación más allegada con sus dueños, como es el caso del matrimonio, o el simple hecho de que sus representantes legales decidan incluirlo en la familia como un miembro más.
Ahora tenía que ponerle un nombre a su mascota para finalizar la adopción. Diablos... no había pensado en eso. Un nombre que combine con Sim... ¡Jake! Ya está. Jake era un nombre común. En casi todas las series de Netflix había un Jake, o un Jacob, o cualquiera que tuviese un nombre que comenzara con una jota. Nombró al híbrido sobre el papel, firmó el contrato y una improvisada copia que no se molestó en revisar, y se adentró en su apartamento con la jaula en manos luego de despedirse de aquel muchacho.
Dispuesto a saber cómo se veía el animal, abrió lentamente la rejilla y esperó unos segundos a que el bicho saliera. Mas eso no sucedió. ¿Qué?
Tal vez estuviese sedado, pero teniendo en cuenta del tiempo que tomaba ir desde la tienda hasta su hogar, sin olvidar el tedioso tráfico que había a esa hora, cualquier efecto adormecedor o paralizante debería de haberse terminado.
Con miedo de haber sido timado, se paró a un costado de la cajuela y la tocó varias veces con la punta del pie. Nada pasó. Segundos después volvió a intentarlo, nuevamente sin resultado.
Exasperado por la estúpida situación, tomó impulso y le propinó una fuerte patada a la caja, y de ella salió disparada una bola de pelos negra y blanca. Asustado, no tuvo más opción que salir corriendo y encaramarse en el sillón de la sala de estar, mientras chillaba como una niña de cinco años.
Luego de haberse dado cuenta de la ineptitud de su actuar, se fijó en el bicho que estaba sentado en el suelo, mirándolo atentamente. Sí, hora de calmarse Park SungHoon.
Se bajó con cuidado de no caer, para no parecer más estúpido frente al mitad-humano que actualmente se encontraba en su forma animal. Sólo cuando se agachó se percató de una cosa...
— ¡No te muevas! —ordenó, poniendo su mano sobre la cabeza de la bola de pelos sin llegar a tocarlo en realidad, como si eso pudiera movilizarlo, y con la otra se puso a estudiar el cuerpo del animal.
Esas orejas no eran las de un perro, esas patitas y garras tampoco, mucho menos la cola. Ese bicho era... ¡Un lobo!
Lleno de cólera y pánico encendió las luces y tomó el contrato en mano mientras gruñía cosas sin sentido. ¡¿Cómo se atrevían a mandarle un lobo?! ¡¿Quiénes se creían que eran para engañarlo de esa manera?!
— ¡Los voy a demandar! —Fue una de las tantas cosas que vociferaba mientras buscaba en esos papeles una maldita explicación.
—Mierda... —La única palabra que pudo articular cuando notó que había firmado un documento donde daba su consentimiento para ser parte de un experimento para híbridos de animales salvajes.
— ¡¡¡Mierda, mierda y más mierda!!! ¡Soy un idiota! ¿Cómo se me ocurre? ¿Ahora qué va a ser de mí? ¿Y si ese bicho crece dos metros en esta semana y me traga entero antes de que pueda entregarlo? —Pensó en voz alta.
— ¿Me quieres entregar? —inquirió una voz quebradiza.
— ¡Sí, sí quiero hacerlo! —continuó gritando.
—Pero... yo... —los sollozos comenzaron a consumirlo, impidiéndole continuar hablando.
Sólo entonces Park SungHoon se dio cuenta de que hablaba con alguien más. Se giró y por poco sale corriendo. Él casi no trataba con la gente, y de momento se aparece frente a él un semihumano de cuerpo esbelto, piel tersa y color caramelo, ojos nacarados, labios gruesos que formaban un notorio mohín y cabellos tan negros como su cola y sus orejitas.
No sabía si era por el hecho de que hubiese logrado ponerlo a llorar en sus primeros cinco minutos de convivencia, o si era porque el otro estaba completamente desnudo, pero tenía la cara tan roja como un tomate.
Se acercó, tropezando un par de veces en el camino, y posó su diestra sobre la cabeza de Jake. Desconocía si eso era capaz de calmarlo, pero así lo hacían en las películas con los animales comunes. El que andaba sin ropa no paraba de tallar sus ojitos para secar las lágrimas que corrían por su etéreo rostro.
—Por favor, Jake, no llores —bisbiseó SungHoon con voz serena, captando la atención de su mascota al mencionar ese nombre—. ¿Te gusta Jake? Si no te gusta te puedo llamar de otra manera.
Jake negó con la cabeza, mirando al adverso con los ojitos llorosos.
—Mi nombre es Park SungHoon y soy tu nuevo dueño.
— ¿Vas a llevarme de nuevo a la guardería?
—No, no puedo hacer eso. Tengo que tenerte conmigo por una semana al menos antes de entregarte. Después de ese tiempo no puedo asegurar si te vaya a devolver o no. Primero debo adaptarme a tí. Todo dependerá de tu comportamiento.
—Entiendo. ¿M-me das un abrazo? —Pidió inocentemente, requerimiento que fue aceptado por el más alto.
SungHoon no esperaba que Jake se aferrara a él de tal forma que hasta podía sentir los genitales del otro sobre su pantalón, y que además le susurrara en el oído, con una voz muy gruesa, distinta a la que había usado hacía unos segundos, "Me gusta mucho tu olor". Antes de que el cachorro pudiera crear más fricción entre sus cuerpos, se alejó del otro, cayendo en el suelo.
—Por favor Jake, mantén la distancia —logró articular, sintiéndose muy nervioso ante esa situación tan íntima e indecorosa.
— ¿Sunghoon? —lo llama el extraño ser de finos rasgos, a lo que Sunghoon levanta la mirada para encontrarse con un par de ojos cristalinos que asemejan la mirada de un pequeño cachorrito. "Maldita sea" piensa nervioso, "¿Cómo es posible que un híbrido entre lobo y humano logre descontrolarme tanto?"—. Dime —le responde desviando la mirada.
—Me duele el estómago.
— ¿Te alimentaron antes del traslado?
—Solo un poquito —le responde haciendo un puchero, logrando robar una sonrisa a su nuevo "dueño".
—Olvidé preguntar con qué clase de comida debo alimentarte.
—La comida de los humanos está bien, no quiero ser una carga para ti y quiero demostrarte en esta semana que valdrá la pena tenerme.
"Tenerme". Sunghoon se atora al repetir internamente esa última palabra. "¿Qué demonios me sucede?" se recrimina, intentando mantener la compostura y un rostro serio; no quiere darle a Jake una impresión equivocada.
—Creo que también necesitaré algo de ropa, salvo que no tengas problemas en que me mueva por tu departamento en mi propia piel — continúa Jake, quien decide sentarse en el sillón de la sala y cubrir su acaramelado cuerpo con uno de los cojines a su alcance.
Sunghoon no puede evitar admirar el rostro contrario. Si bien Jake es un ser extraño, distinto, diferente, eso no quita que sea fascinante al igual que irremediablemente atractivo ante sus ojos.
—Tengo una polera y unos pantalones cortos que puedes utilizar. Espera un momento, que adaptaré los pantalones para ti. Supongo que por hoy podemos ordenar comida... ¿Una pizza?
—Mmmm, una pizza suena bien. Recuerdo que uno de los asistentes de la tienda me dejó probar una a cambio de que lo dejara besarme.
— ¿Co-cómo? —Sunghoon le cuestiona molesto, sentándose en el sillón del frente—. ¿Cómo que a cambio de besarte?
—Sí. Heeseung es uno de los asistentes del turno de la noche. Él siempre fue atento conmigo y me decía cosas como que mis labios eran más apetecibles que los de cualquier humano. Hace un par de noches hicimos un trato, él me invitaría un pedazo de pizza... siempre y cuando yo le permitiera besarme y... así fue —Jake le explica lo sucedido a su dueño con la mayor naturalidad y como si ese suceso no hubiera tenido mayor importancia, pero SungHoon no se siente conforme con la explicación, un extraño sentimiento se apodera de su cuerpo al pensar en cómo alguien pudo utilizar a su nuevo "compañero" para satisfacer una curiosidad personal.
— ¿Cómo fue ese beso Jake? Tienes que ser más claro.
—Mmm... sólo juntamos los labios por un segundo, quizás dos, él intentó tomar mi rostro pero yo me alejé y le mostré mis colmillos.
—Buen chico —Sunghoon le responde satisfecho y con una sonrisa—. Iré por tu ropa, tú quédate donde estás ¿Si?
Mientras preparaba las vestimentas del híbrido se puso a pensar en ese tal Heeseung de la guardería; sin dudas lo denunciaría a él por aprovecharse de un ser de conciencia inmadura, también presentaría cargos contra la tienda por aprovecharse de clientes despistados para encomendarles animales salvajes.
La realidad de verse obligado a convivir con un depredador por naturaleza lo asustaba ya que no sabía ante qué clase de estímulos Jake era capaz de mostrar su lado feroz, sin embargo esos temores se disiparon cuando SungHoon se acercó hasta el sillón y el chico se mantenía en su lugar, con una expresión serena en el rostro, su cola moviéndose de un lado a otro con suavidad tras su espalda.
—No me he movido ni un centímetro —confesó Jake, haciendo que su dueño no del todo oficial riera enternecido.
—Me agrada que seas tan obediente. Ahora toma esto y vístete.
SungHoon extendió las vestimentas al contrario y, para ser sinceros, tuvo que desviar su mirada del cuerpo ajeno una vez Jake se puso de pie para vestirse en el lugar. Incluso siendo consciente de que el chico no era más que un animal científicamente modificado, su similitud con una persona normal lo descolocaba a tal punto que se sentía incómodo con presenciar su desnudez. Para ahorrarse la vergüenza tomó el teléfono y ordenó las pizzas, justo como había acordado con el pelinegro y el alimento llegó en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora sentados uno frente al otro, comiendo con tranquilidad de su cena, SungHoon sigue deleitándose con la imagen de su "mascota".
Piensa que, en el fondo, los materiales y el tiempo que gastó la humanidad en hacer realidad lo que para muchos sólo era un sueño realmente valió la pena. Es decir, con tan sólo ver a ese interesante híbrido, al que ya podría tildar de coqueto y adorable incluso cuando la mitad de sus atributos fueran los mismos de un lobo, era capaz de afirmar que la mezcla entre lo humano y lo animal era asombrosa. Ahora sólo restaba ver si esa admiración era suficiente como para mantenerla durante toda una vida.
¿Qué les pareció el primer capítulo?
Gracias por darle una oportunidad a la historia.
❤️🥰🌻
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