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Cuando me ochenta y seis años, dejé caer un jarrón, que de inmediato se rompió en mil pedazos.
— ¡Bang Chan! ¡Te he dicho mil veces que no toques mis adornos! — Felix apareció furioso.
Me escogí de hombros y le dediqué la mirada más tierna que pude hacer.
— Fue un accidente.
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