46.
Cuando tenía ochenta y seis años, dejé caer un jarrón, que de inmediato se rompió en mil pedazos.
—¡Lern Jergi! ¡Te he dicho mil veces que no toques mis adornos! —Camila apareció, furiosa.
Me encogí de hombros y le dediqué la mirada más tierna que pude hacer.
—Fue un accidente.
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