Cuando tenía sesenta años, mi primer nieto nació.

Cuando Ilaisaane, la novia de Kiara, me llamó a las tres de la madrugada a decirme que mi hija había entrado en labor de parto, corrí a despertar a Camila y en menos de media hora ella y yo estábamos en el hospital.

Fue la noche más larga de mi vida. El hospital estaba en completo silencio, y podía escuchar desde mi limitada posición en la sala de espera los gritos de dolor de mi hija. Quise matar a Ilaisaane por dejar que sea Kiara quien se tenga al bebé, pero alejé aquellos pensamientos de mi mente al verla salir de la sala de partos con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

—Mamá, papá, Camila, Lauren; ¿quieren conocer a su nieto?