25.
Cuando tenía treinta y siete años, Camila llegó a casa con un regalo para cada una, mientras yo hacía la cena con nuestras hijas. Y cuando digo que hacía me refiero a que intentaba cocinar algo medianamente comestible mientras dos niñas de cuatro y tres años corrían por todos lados y metían sus pequeños dedos en todos los envases de la refrigeradora.
—Ayuda —supliqué, mientras mi mujer se acercaba y me daba un beso en los labios.
—Deja eso, Lern. Pediremos pizza —dijo con una sonrisa, mientras se agachaba a saludar a las niñas.
—¡Sí! ¡Pizza! —Michelle gritó antes de salir corriendo y sentarse con su hermana frente al televisor.
—Les tengo una sorpresa. Ven un momento —Camila me tomó de la mano y me condujo hasta la sala. Acto seguido, nos entregó a cada una pequeñas cajas envueltas en papel de regalo.
—¿Quieres ser la primera, Michelle?
La pequeña asintió con fuerza y abrió rápidamente la caja. Con sus pequeñas manitos sacó una camiseta rosa, que decía en letras grandes "soy la hermana mayor".
—¡Qué lindo, bebé! ¿Qué se le dice a mami? —le dije a mi hija al tiempo que la ayudaba a poner los papeles a un lado.
—Gracias —sonrió.
—De nada, mi amor. Ahora tú, Kiarita.
La ayudé con su caja, de donde salió una camiseta idéntica a la de su hermana.
—Camzi, creo que te equivocaste, Kiara es la hermana menor... —me interrumpí al ver su gran sonrisa—. Oh.
—Abre el tuyo, Lauren.
Desenvolví la caja con cuidado, y al abrirla encontré un sobre de una clínica que ambas conocíamos muy bien.
—¿Esto significa lo que yo creo? —susurré con lágrimas en los ojos.
Camila asintió, acercándose a mi rostro y deteniéndose cuando sólo nos separaban unos cuantos centímetros.
—Significa que me tendrás que aguantar inflada como pelota por segunda vez. Vas a ser mamá, Lern Jergi.
Y la besé.
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