
24.
Cuando tenía treinta y cinco años, mi hija mayor fue por primera vez a la guardería. Siempre pensé que ella iba a llorar en la puerta. En cambio, nos dijo "adiós mamis" alegremente, se dio media vuelta y se fue sin mirar atrás.
Camila y yo lloramos todo el camino de vuelta a casa, abrazando a nuestra segunda hija, la pequeña Kiara, y rogándole que no crezca nunca.
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