22.
Cuando tenía treinta y tres años era dueña de mi propia escuela de fotografía.
Una mañana de abril mi celular sonó mientras daba una clase.
—Disculpen, sólo tardaré un momento —dije a mis alumnos antes de abalanzarme hacia el pasillo.
—¿Camzi? ¿Está todo bien?
—En realidad... —mi esposa hablaba lento al otro lado de la línea— ¿crees que puedas venir a casa? Acabo de romper bolsa y no sé qué hacer. Sólo sé que duele mucho. Al parecer la pequeña Michelle no puede esperar una semana más.
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