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t r e s

Los días pasaron bastante despacio, pero la residencia empezó a llenarse rápido. El comienzo de las clases se acercaba y cada vez era más frecuente escuchar a gente arrastrando maletas o llegando a sus respectivas habitaciones. De hecho, las chicas de la habitación colindante eran bastante ruidosas. Para evitar escuchar sus discusiones frecuentes -al parecer no se llevaban del todo bien-, tenía que ponerme los auriculares o encerrarme en el baño.

Bueno, esa no era una técnica que utilizaba sólo para no oír los insultos y portazos de la otra habitación. Lo hacía para distraerme, al igual que dibujar o navegar por internet en mi ordenador portátil en vez de salir y hacer amigas como me había propuesto. Lo intenté: bajé al comedor una noche, para cenar y de paso socializarme con alguien, pero todo el mundo estaba sentado en grupos cerrados, casi herméticos. Nadie estaba solo y todos parecían conocerse; yo no tenía el temple para acercarme a algún grupo pequeño de chicas y preguntarles si podía sentarme con ellas. Quise ahorrarme la incomodidad del momento. Opté por sentarme al lado de unas chicas que también parecían nuevas, esperando a que me dijeran algo como ''¿estás sola?''. No lo hicieron. Era demasiado tímida para meterme en su conversación, y además eso era de cotillas. Las chicas lo considerarían como un acto de mala educación y me mirarían raro. Todos tenían ya sus amigos, todos ya tenían a alguien en su lista negra, todos me miraban compadeciéndose... pero nadie se atrevió a acercarse, tal y como yo no me atreví a hablar a alguien.

A pesar de que no hablé con nadie, fue un buen momento para observar cómo se relacionaba la gente, su forma de hablar, gesticular e incluso vestir. La mayoría de los residentes cursaban carreras artísticas, y eso se podía ver en la diversidad de colores, estilos y formas de llevar su ropa. Había chicos con el pelo teñido de algún color, como si fueran de algún grupo idol, chicas que llevaban gafas con una montura casi futurística y maquillajes profesionales... Hablaban animadamente. Se reían, disfrutaban de la conversación y alargaban cada vez más y más la cena. El ambiente era cálido y acogedor.  Supuse que, en el hipotético caso de tener un grupo sólido de amigos como aquellas personas, yo también me lo pasaría genial, como ellos, e incluso no me quedaría con hambre; las raciones de la residencia eran más bien escasas.

De todas formas, desistí. No hice mucho esfuerzo por conseguir un amigo al menos. Desde aquel día en el que tuve que sentarme sola en el comedor,  decidí que lo mejor era quedarme en la habitación. Nadie aparecía por ahí excepto mi hermano, que algunas veces se dejaba ver para preguntarme qué tal me iba todo. Luego, se aburría, y al ver que mi compañera no estaba por allí, se marchaba. Era Hoseok quien me traía la cena algunos días, antes de que se cerraran las puertas de la residencia -que tenía un toque de queda a las diez de la noche-. Hobi, como de costumbre, terminó cansándose, y como si fuera Dios, al séptimo día se tomó un descanso. Tuve que sobrevivir gracias a la reserva de galletas y té que había traído en mi maleta desde Gwanju.

Sí, a pesar de que mi habitación era doble y supuestamente tenía una compañera, Hyuna no se pasaba por allí. No sé dónde dormía ni dónde comía, ni siquiera si se cambiaba de ropa. Desapareció un día después de que nos conociéramos, por la noche, y no había regresado en ningún momento. No me preocupaba por ella, pero terminé haciéndolo. Llevaba casi cuatro días sin pisar la habitación. Pensé que podría estar con aquel chico, el tal Taehyung, pero me equivocaba. Él llegó un día a la habitación, cerca de las cinco de la tarde. Llamó a la puerta, y antes de que yo le diera permiso, entró.

Vestía con una camisa granate y satinada. Llevaba los tres primeros botones sin abrochar, así que, como la otra vez, pude ver la cadena de plata de un colgante que escondía bajo la tela. Yo estaba sentada en mi cama con el portátil en el regazo. Aparté la mirada cuando él se dio cuenta de que no dejaba de mirarle. Chasqueó la lengua y llamó a la puerta del baño dando un par de golpes bastante sonoros.

ㅡ No está. ㅡ dije, lo suficientemente alto para que me oyera. No aparté la vista de la pantalla.

Oí cómo el chico resoplaba. ㅡ ¿Sabes dónde ha ido?

Negué con la cabeza. ㅡ No ha aparecido por aquí desde el jueves.

ㅡ Dile que me llame. De parte de-

ㅡ Taehyung. ㅡ completé yo. Alcé la vista para ver cómo él asentía enérgicamente.

ㅡ Gracias. ㅡ dijo antes de marcharse como una exhalación, dejando la puerta abierta.

Me levanté para cerrarla. De camino a mi cama, me asomé a la única ventana de a habitación, desde donde pude ver a Taehyung. Pude distinguir su camisa de satén. Sin dudarlo, él debía ser el chico más guapo que había visto en mi vida. Caminaba hacia la calle principal del campus, en la lejanía. Supuse que no tenía una habitación en la residencia. Quizá Hyuna era su novia, su amiga, una mezcla entre las dos... De repente, vi cómo Taehyung se paraba en seco. Aún más lejos, vi a una chica con una brillante melena pelirroja que caminaba a paso rápido sin tambalearse sobre sus tacones. Él se acercó a ella. Taehyung le dijo algo, sin acercarse demasiado, y Hyuna debió escucharle. Caminaron juntos unos cuantos metros, acercándose al edificio de la residencia. Mi compañera de habitación se despidió de él con la mano, nada más. Ni un beso, ni un abrazo. Taehyung se quedó mirando cómo Hyuna se alejaba con las manos en los bolsillos. Finalmente, se marchó con aire satisfecho. Supuse que no le tendría que decir a Hyuna que llamara a aquel chico.

Me tiré en la cama con un bufido, de vuelta a YouTube. Poco después, oí que los tacones de Hyuna repiqueteaban por el pasillo. No tardó mucho en llegar a la habitación, abrir la puerta, quitarse los tacones y bostezar.

ㅡ ¡Hola! ㅡ exclamó al verme. También vio los envoltorios de las galletas que había comido durante el día. Traté de esconderlos detrás de mi cuerpo, pero fue demasiado evidente. ㅡ ¿Tienes hambre? ¿Por qué no vas a comer algo? ㅡ  me preguntó.

ㅡ Mmmh... No, no. Esto es sólo un aperitivo. ㅡ solté.

ㅡ Oh, bueno. ㅡ me sonrió de la nada. Parecía bastante risueña a pesar de tener la imagen de una femme fatale, sobretodo cuando iba subida en esos taconazos.

Y hasta ahí llegó la conversación. Ella se quitó los pantalones vaqueros que llevaba puestos, como si estuviera sola en la habitación. Hyuna no era tímida, al contrario que yo, que pasé todos los días cambiándome de ropa en el baño. ¡A mí me daba vergüenza hasta estornudar en el pasillo!

Se quedó con la camiseta que llevaba y se metió bajo las sábanas con rapidez. Musitó un "buenas noches" y se durmió. No se había desmaquillado. Ni se había lavado los dientes. Nada. Llegó, durmió y no volvió a hablar conmigo.

*****

Mi reserva de galletas se había acabado y Hyuna seguía durmiendo, hecha un ovillo bajo las sábanas blancas de su cama.  Sin hacer mucho ruido para no despertar a mi compañera, me levanté de la cama y me acerqué al armario que me correspondía. Arriba del todo, en una balda, Hoseok había dejado una caja de tamaño medio donde yo guardé algunas barritas energéticas. Todo fuera por no bajar a la cafetería. Me puse de puntillas para alcanzarla, y estirando el brazo, logré rozar la caja. Sólo tenía que empujarla un poco para poder tenerla. Creo que calculé mal la fuerza. Sí, la caja cayó, pero lo hizo sobre mí. Me golpeó en la cabeza y yo, como de costumbre, terminé en el suelo. El edredón y la manta de repuesto que estaban al lado también cayeron sobre mí, tapándome. El estruendo y mi chillido ahogado debieron despertar a Hyuna, que se levantó de golpe demasiado alarmada.

— ¿¡Estás bien!? — oí sus pasos. Más tarde noté cómo sus manos pasaban por debajo de mis axilas para ayudarme a ponerme en pie. 

Me quité la manta de encima y sacudí la cabeza. — Sí, sí. — respondí, peinándome un poco con los dedos y apresurándome a recoger todo del suelo, sobretodo las barritas. Rápidamente, escondí algunas en el bolsillo gigantesco de mi sudadera.

— ¿Te alimentas a base de... barritas de proteínas? — me preguntó. Justo lo que yo no quería. ¿Qué iba a responder? ¿Que no podía comer otra cosa? ¿O debía decir la verdad y soltarle que me daba vergüenza ir a la cafetería? — Oh, Hana, vas a convertirte en uno de esos hombretones con musculazos que van a campeonatos de culturismo...

Solté una risilla nerviosa. Me resultó extraño que mi compañera se acordara de mi nombre teniendo en cuenta que sólo habíamos hablado unos minutos unos cuantos días atrás. Mientras terminaba de colocar la caja en su sitio, Hyuna ahogó un chillido. Me asustó (¿con qué no me asustaba yo?), y como consecuencia, la caja estuvo a punto de caerse de nuevo. Fui lo suficientemente rápida como para ponerme de puntillas y evitar que volviera al suelo.

— ¿Qué ocurre...? — intenté alcanzar la silla del escritorio más próximo para subirme a ella, pero Hyuna se sentó para responder algunos mensajes en su teléfono. Parecía un asunto de importancia máxima. Yo suspiré y volví a la tarea de colocar la caja.

Tiempo después, cuando yo volvía a mi cama para disfrutar de la textura chiclosa de una barrita de avena, Hyuna se levantó y se frotó la cara. Se giró con los brazos en jarras para mirarme. — Ven conmigo, creo que es hora de que te alimentes como una chica normal. 

Alcé las cejas. Moví rápidamente las manos. — No, no, no, estoy bien. Créeme, no tengo hambre.

Sí la tenía.

— Mis amigos y yo vamos a cenar por aquí cerca, ¡ven con nosotros! No puedo verte aquí sola alimentándote a base de cereales.

— Es avena. — repliqué. — A-además, no creo que a tus amigos les guste que vaya yo... 

— ¡No te preocupes! Les caerás bien. — dijo, sonriendo y asintiendo enérgicamente. Agarró mis muñecas con delicadeza y señaló el reloj de mesa que estaba sobre mi escritorio. — Tenemos quince minutos para arreglarnos.

Nunca había sido una chica que se arreglaba demasiado. No pensaba mucho el qué vestimenta ponerme, no solía maquillarme a diario y a veces simplemente me ponía una chaqueta sobre la camiseta del pijama. Algunos decían que eso era ser un desastre, yo lo llamaba comodidad. 

Con toda la naturalidad del mundo, Hyuna abrió mi armario. Después, mi maleta, donde guardaba mi ropa interior. Casi me tuve que abalanzar sobre ella para que no viera mis bragas sosas y, las peores: las de dibujitos. Ella fingió no haber visto nada, tal y como yo hice con las pertenencias que aún guardaba en unas cajas. Ni siquiera se había molestado en cambiarlas de lugar. 

— Vaya, no tienes ni una falda... — dijo Hyuna para sí misma. Se giró para mirarme de arriba a abajo, escudriñándome, como si estuviera intentando adivinar hasta mi grupo sanguíneo. — Mmh, puede que alguna de las mías te sirva.

— ¿¡Qué!? N-no hace falta, de veras. Estoy bien. — y eso se traducía en: ''no quiero pasar un momento incómodo con tus amigos, prefiero evitarlo y quedarme aquí''.

— Dios, todas las chicas de primer año sois iguales. — bufó mientras hurgaba en una de sus cajas. — ¡Estás en la universidad, y no puedes encerrarte en tu habitación de la residencia! Mi madre siempre dice que hay que tener amigos hasta en el infierno, y yo, como buena unnie, tengo el deber de ayudarte. Toma, — me lanzó una falda de tablas roja. Parecía de mi talla. — Póntela.

¿Cómo iba a decirle que no me había depilado? Inspiré con la intención de soltárselo, pero sólo logré suspirar. — Creo que iré más cómoda con alguno de mis pantalones. 

Hyuna no me escuchó. O fingió no hacerlo. — ¿Te gusta más esta?

Todas sus faldas eran demasiado cortas para mí. Me limité a mirar a mi compañera con ojos de cachorrita, como si esperara que así me dejara estar en mi amada cama, viendo algo de anime o vídeos absurdos en internet. Sin embargo, no se dio por vencida.

— ¿Y maquillaje? ¿Tienes algo por aquí...? 

Gateé por la cama y puse una mano sobre  mi maleta, impidiendo que la pelirroja la abriera de nuevo. Negué con la cabeza. — No suelo maquillarme.

— ¿De verdad? Bueno, no te preocupes. — se giró con una sonrisa radiante, fue al baño casi corriendo y llegó con el neceser rojo que yo había visto entre las manos. Se dejó caer en mi cama como si fuera suya propia, abrió la cremallera del neceser, sacó un par de brochas e hizo un gesto con el índice para que me acercara a ella. Lo hice algo reticente. — Tengo un pintalabios que te quedará genial. 

Entre sorprendida y cauta, dejé que Hyuna diera algunos toques de color a mi rostro. Era como si me conociera desde hace años, como si fuera su mejore amiga. De hecho, ninguna de mis amigas de Gwanju había sido tan cálida conmigo desde el principio. Quizá era la forma de ser de Hyuna, o quizá así eran en Seúl, o quizá yo siempre había estado viviendo en una burbuja que pronto explotaría.

Después de pintar mis labios con delicadeza, me tendió un espejo de mano para que pudiera ver mi cara. Era un color vino, sin duda algo por lo que yo no hubiera optado. También había delineado mis ojos y aplicado algo de sombra rojiza. Me veía distinta, como si fuera otra versión de Hyuna. Al principio no me sentía yo misma... No estaba acostumbrada a verme con maquillaje, y mucho menos con algo tan oscuro. 

De repente, llamaron a la puerta. Fueron tres golpes secos, seguidos y bastante fuertes. Hyuna fue dando saltitos por la habitación hasta poder agarrar el picaporte y girarlo. 

Si hubiera sabido que el chico más guapo de -probablemente- todo el mundo, hubiera recogido los restos de barritas, galletas y me hubiera peinado, pero no: el cuarto estaba hecho un desastre. ¿Qué iba a pensar de mí? Lo único que hice fue devolver el espejo a Hyuna, que recibió a Taehyung sólo y únicamente con la camiseta del día anterior y ropa interior debajo. Definitivamente, tenían mucha confianza.

— ¿Nos vamos? — preguntó con esa voz rasposa, apoyándose en el marco de la puerta. 

Había dejado de vestir con aquella camisa satinada y ahora lo hacía con una camiseta blanca y una chaqueta de cuero. Dios mío. Y los pantalones, unos vaqueros deslavados... ¡Dios mío!

La voz de Hyuna hizo que bajara al mundo de golpe. — ¡Sí! Dame un minuto. Ah, y esta señorita viene con nosotros. — me señaló, triunfante.

— Guay. — El tal Taehyung me miró. No fue una mirada afable, ni mucho menos. Sentí que estaba... juzgándome. Esperé a que dijera algo más, pero simplemente apartó la mirada. 

Hyuna le miró, ofendida. — ¿No te parece bien?

Sinceramente, parecían una pareja. Además, pegaban. Ella era la típica chica popular, guapa y que siempre iba en tacones por la facultad; él era también el guapo y popular, eso estaba claro. Seguro que, de estar en una película estadounidense, ella sería animadora y él el mejor quarterback del equipo de fútbol americano. 

— Sí. — él sonrió. Parecía algo más convencido con la idea de que yo hubiera arruinado su plan de, a lo mejor, tener una cita con Hyuna. — Dos chicas siempre serán mejor que una.

Los tres reímos: ellos con complicidad y yo para seguir el rollo. Agaché la cabeza y miré mis uñas pintadas de un color pastel. No pegaba mucho con ese maquillaje oscuro que llevaba.  Hyuna terminó de vestirse, cambiándose enfrente del chico -cosa que yo nunca haría- y poniéndose un vestido negro. Como de costumbre, se puso sus taconazos y agarró mi mano para que fuera a su lado. Tuve que estirar mi brazo para alcanzar, al menos, mi teléfono móvil y mi cartera, que estaban sobre mi escritorio.

Hyuna cerró la puerta de nuestra habitación. Intenté avisarle de que yo no había cogido mis llaves, y probablemente ella tampoco, pero Hyuna se agarró del brazo de Taehyung y se puso a hablar con él, ignorándome. 

— Ah, y ella es Hana. ¡Hana, Tae; Tae, Hana! — nos presentó.

Él, con aire educado pero algo forzado, me tendió la mano para estrecharla. Me dedicó una sonrisa espléndida. Una sonrisa que me encandiló durante toda la noche y que incluso hizo que me olvidara de mis propios principios. 

*****

No solía beber alcohol. De hecho, nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. Fue la sonrisa encantadora de Taehyung la que me invitó a beber durante la cena. Primero, una cerveza. Después, soju. Fui el centro de atención durante unos minutos gracias a las muecas que hacía cada vez que daba un trago de aquel líquido incoloro pero de olor fuerte. Todos se reían, incluida Hyuna, y todos bebían más que yo, como si lo hicieran todos los días.

Era típico, supuse. El cenar con algo de cerveza y soju era lo normal entre estudiantes de universidad siempre y cuando fueran mayores de edad. ¿El problema? Yo no lo era. Los amigos de Hyuna pronto dejarían los estudios y entrarían a trabajar en alguna empresa, puede que la familiar, y seguirían haciendo lo mismo. Si no fuera así, Corea no tendría el problema del alcoholismo. Poco a poco fui entendiéndolo: el soju se me hizo cada vez más agradable a pesar de que tuviera cierto gusto a colonia.

Quizá lo hice para no ganarme las miradas frías del resto. Quizá bebí y bebí para encajar con alguien con los que no encajaría nunca... Al menos por su apariencia. A excepción de Taehyung, que se sentó a mi lado, todos parecían no haber puesto ni una pizca de esfuerzo en cuidar de su apariencia. Maquillajes oscuros y emborronados, tanto en ellas como en ellos; chaquetas rotas, calzado sucio y pelo totalmente dañado. Los cinco chicos y dos chicas que conformaban el grupo de amigos de Hyuna parecían sacados del grunge de los años 90. Taehyung, sin embargo, parecía haber pasado media tarde colocando los mechones de su flequillo, casi a conciencia.

Nunca juzgues a un libro por la portada, decían. A pesar de la apariencia, todos los amigos de Hyuna eran simpáticos. Y tenían bastante dinero. El restaurante al que fuimos no era barato precisamente, y las botellas de soju eran de las mejores.  Debí caerles tan bien que me invitaron a una de sus fiestas. Intenté rechazar la propuesta. Algo me decía que no me iba a sentir del todo cómoda. Además, si Hoseok se enteraba... 

— N-no, da igual. — dije. El efecto del soju ya era notable. Nunca en mi vida había bebido, así que el alcohol me subió rápido a la cabeza. — Intentaré coger el último metro...

Saqué mi teléfono móvil para mirar la hora reflejada en la pantalla, pero se me nublaba la vista. Hyuna, dando saltitos, se acercó a mí y me agarró del brazo. — Oh, pobre Hana. — puso una mano sobre mi frente. — No parece que estés muy bi-

— ¡Yo acompaño a Hana a casa! — exclamó alguien, abriéndose paso entre el grupo de personas que me rodeaban, preocupados por la más pequeña. 

Alcé la cabeza. Al principio de la velada se había mostrado bastante frío, como si le molestara mi presencia, pero el alcohol también surtió efecto en él. Empezó a mostrar cariño a todos y cada uno de sus amigos, abrazándose a ellos y hasta ronroneando. Estuvimos hablando sobre cachorros con dos cervezas en la mano. Sus mejillas estaban sonrojadas y su piel resplandecía bajo la luz tenue de las farolas. Era como ver a un ángel caído del cielo.

— Taehyung, tú también estás borracho... — le advirtió una de las chicas, agarrada con firmeza al que supuse que sería su novio.

— ¿¡Yo!? — se señaló. Agitó la cabeza. — No, no, estoy genial. ¡Mi tolerancia al alcohol es de put- Uy, perdón.

— ¿Vamos a dejar a dos personas borrachas por la calle? ¿Solas? ¿A esta hora? — los amigos de Hyuna también parecían responsables. 

Taehyung se dirigió hacia el chico que había hablado, le agarró por los hombros y le miró fijamente a los ojos. — Te lo juro por mi mascota que está en el cielo, estoy bien. No estoy borracho. ¡Mira! — caminó perfectamente en línea recta, se giró bruscamente y sonrió. — ¿Ves? Perfecto. Estoy perfecto.

No lo estaba. Yo tampoco.

— ¿Qué hacemos?

— Mmh... La residencia tiene toque de queda... — murmuró mi compañera de cuarto. Me miró con compasión. — Creo que tendría que venir con nosotros.

— Tiene dieciocho. No le dejan entrar a la discoteca. — apuntó otro.

— No os preocupéis, — Taehyung dio un paso hacia delante, con los brazos en cruz, pidiendo calma. — puedo quedarme con Hana. 

— Sí, él puede quedarse conmigo. — solté, convencida al máximo de que sería una buena idea.

— Nos quedaremos aquí hasta que se nos- hasta que a Hana se le pase la borrachera.

Casi de inmediato, Taehyung, o el hombre más guapo que había visto en mi vida, se acercó a mí y cogió mi mano. Caminamos lentamente hacia el bordillo de la acera, bastante más alta que el asfalto para salvar el desnivel, y nos sentamos juntos. Sin decir nada. 

Yo estaba muriéndome por dentro, y más aún cuando dejó que yo apoyara su cabeza sobre su hombro cuando todo el mundo ya se había marchado. 

No sabía que el alcohol era tan maravilloso.


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no decepcionéis a BTS y haced algo productivo con vuestra vida como sacaros un graduado, blahblah ♥

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