Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

s i e t e

Me hubiera gustado que mi hermano, que no aparecía desde que me instalé en la residencia, me hubiera acompañado en el primer día de curso. El campus de la universidad era enorme, y yo me sentía como un pez en el océano: en mi hábitat, pero también en un lugar inmenso y lleno de peligros. Jimin me preguntó, a la hora del desayuno, si quería que me acompañara a clase, pero quise hacerme la valiente y le dije que no, que lo tenía todo bajo control. Él asintió con una sonrisa y me recordó que, si necesitaba algo, sólo tenía que mandarle un mensaje o subir hasta su habitación. Sus clases comenzaban más tarde que las mías.

Me arrepentía enormemente de dos cosas: una, de arrastrar una mochila cargada con un ordenador portátil, cuadernos y unos cuantos libros que seguramente no iba a utilizar; y dos, de no haber tenido el valor suficiente para decirle a Jimin que viniera conmigo. Estuve a punto de sacar mi teléfono móvil cuando vi una figura bastante familiar a lo lejos, caminando hacia mí. Vestía con pantalones anchos y llevaba colgada del hombro una bolsa de tela. Cuando se fijó en mí, agaché la cabeza y me quedé paralizada unos segundos. Lo mejor que se me ocurrió para evitar a Taehyung, que caminaba con aire despreocupado, fue pararme en seco y fingir que se me había aflojado el cordón de los zapatos... cuando no llevaban cordón. Eran unas sandalias.

Contra todo pronóstico, Taehyung se quedó parado a mi lado, con las manos en los bolsillos. — Hey. — saludó... a su manera. 

Tragué saliva. No pude evitarlo. Con una sonrisa cargada de vergüenza, señalé hacia el edificio principal de la facultad de artes, un moderno cubo de cristal y acero rodeado de césped y árboles poco frondosos. — Voy con un poco de prisa. — mentí, o al menos en parte. No llegaba tarde a mi primera clase en la universidad, pero tampoco quería quedarme allí quieta. Todo era demasiado incómodo. 

Taehyung asintió con una mueca. Parecía que se le atascaban las palabras, pero preferí no imaginarme qué quería decir. Finalmente, antes de que yo casi saliera corriendo, se dio la vuelta y se colocó a mi lado, guardando las distancias. — Te acompaño. 

Fruncí el ceño. ¿De verdad me estaba acompañando el mismo chico que, con frialdad y casi desprecio, me dijo que me quedara con su sudadera? Pensé que no quería volver a verme... 

— ¿N-no ibas hacia el otro lado? — hablé tan bajo que temí que no me hubiera escuchado, pero sí que lo hizo. 

Se encogió de hombros. — Da igual. — hubo un largo silencio. Ninguno de los dos lo rompimos, así que la incomodidad en el ambiente fue en aumento, casi de forma exponencial. Caminamos una larga distancia hasta que, a mitad de camino, se sinceró: — Apenas nos conocemos, así que por eso he sido un poco frío contigo. No quiero que pienses que soy un idiota. Supongo que lo siento; no quería tratarte tan mal como el otro día. 

Me dediqué a asentir. Él continuó acompañándome a paso más bien lento. Aunque yo intentaba de todas las formas posibles no caer en su palabrerío acaramelado, en su disculpa -si es que se podía llamar así- y en su empeño en caminar conmigo hasta la puerta principal del edificio de la facultad de artes, todo me parecía mágico, romántico, de película. Taehyung tenía ese aura misteriosa pero atrayente, y alguien como yo, recién salida de una burbuja de sobreprotección, no podía evitar ver aquello como el inicio de una maravillosa historia de amor.

— ¿Entonces...?

— No, no. — soltó una risilla entre nerviosa e irónica — Olvida lo de esa — puso énfasis en la palabra — noche. Ya te lo dije: no quiero nada contigo. Fue un error, los dos estábamos borrachos y...

— I-iba a preguntarte si entonces podíamos ser amigos. — le interrumpí.

Él abrió los ojos y la boca de par en par, sorprendido porque había cortado su discurso -que parecía saberse de memoria, seguramente porque no era la primera a la que se lo soltaba- y porque mi pregunta estaba algo lejos de la que él se había imaginado. Miró hacia el horizonte e hizo un gesto con la mano a modo de despedida tras frotarse la nuca con algo de vergüenza. — Ah, tengo que irme... — sonrió, o al menos lo intentó, aún con la mano en alto — Buena suerte en tus clases.

Dio un par de pasos hacia atrás, se dio la vuelta y salió de allí pitando. Si pudiera volar, seguramente Taehyung se hubiera ido sin pisar el suelo y lo más rápido posible. Vi cómo se marchaba, y cuando ya estaba lo suficientemente lejos, ya de espaldas, correspondí a su despedida moviendo la mano de lado a lado. Suspiré, pero luego me reí con incredulidad.  ¿Qué narices había pasado? Era como si, en un momento, la imagen de chico duro e inalcanzable de Taehyung se hubiera difuminado. Al fin y al cabo, él también era un humano, así que tampoco estaba exento de meter la pata y sentirse abochornado. 

Algo menos preocupada por cómo iba a ser mi primera clase en la universidad, entré al edificio y busqué el aula correspondiente a la clase donde presentarían las asignaturas y la carrera a los estudiantes de primer año. Había memorizado el número, así que no me costó encontrarla. Era el típico aula de universidad: escalones, mesas largas y asientos incómodos frente a una enorme pizarra blanca y un atril desde donde el profesor nos podía ver a la perfección. Para no llamar mucho la atención, elegí uno de los asientos de la fila del medio. Había varias personas sentadas en la clase, separadas, sin hablar. Supuse que todo el mundo se sentía igual que yo, y que, además, todos éramos demasiado tímidos... Hasta que llegó una chica con una sonrisa radiante, demostrando lo feliz que era, asiendo con fuerza los tirantes de su mochila y vistiendo con unos pantalones cortos de color rosa. Su cabello, negro como el azabache, estaba perfectamente ondulado. Saludó a todos los presentes con un energético ''¡hola!'', y al ver que fui la única persona que respondí, vino hacía mí subiendo los escalones de la clase de dos en dos. 

— ¡Hola! Parece que somos las únicas chicas por aquí. — comentó, haciéndose con el asiento libre que tenía a derecha. Me tendió la mano. Sonreía de oreja a oreja. — Kim, Kim Jisoo. 

Estreché su mano sin mucho brío, pero ella se encargó de agitarla con mucha más energía. — Yo soy Hana.

— ¡Encantada! No me puedo creer que esté en la universidad... — comentó mientras se acomodaba. Su entusiasmo y su ilusión se me contagiaron, y mientras ella no dejaba de reírse y mover los pies de arriba a abajo como una niña pequeña, la clase fue llenándose.

Sólo quedaba un sitio libre a mi izquierda. Lo habían dejado ahí como si, por ser la única chica de la carrera que vestía con sudadera y no con blusa, tuviera la peste. No le di mucha importancia. Saqué mi ordenador de  la mochila, y de repente, se hizo el silencio. Nadie hablaba, quizá porque todo el mundo tenía miedo el primer día de clase. Escuché algunos quejidos, suspiros y alguna que otra tos, y, de repente, a alguien correr por el pasillo. Pisaba con fuerza, eso estaba claro.

Un chico de cabello y ropa oscuros apareció por el marco de la puerta, sofocado, llevando al hombro una enorme mochila que se asemejaba a un petate militar. Observó cada asiento de la sala hasta que se fijó en el único libre, el de mi izquierda. Caminando con aire altivo, como si no hubiera sudado la gota gorda por correr con una sudadera negra, se dirigió hacia la fila media. Con una reverencia, pidió paso al alumno que ocupaba el primer asiento. Después hizo lo mismo con el segundo, luego con el tercero... y así hasta que consiguió llegar hasta el sitio libre. Podría haber escogido el camino corto y habernos pedido a Jisoo y a mí que nos moviéramos hacia el interior de la fila mejor que ir disculpándose a unas diez personas para llegar hasta el asiento. Además, su enorme mochila de color verde lo empeoraba todo. Golpeó a más de una persona, y al quitársela y dejarla sobre la mesa, estuvo a punto de caer sobre mi ordenador.

El chico ni siquiera murmuró un ''lo siento'': resopló -lo escuchó toda la clase- y se apoyó en su mochila, como si quisiera dormir. Todo el mundo le miraba -yo incluida- pero no pareció importarle mucho.

Nuestro tutor llegó un par de minutos después. Era un hombre bajito pero delgado, vestido con una camisa a rayas y gafas rectangulares. Lo primero que hizo fue pasar lista, por orden alfabético. 

—¿Ahn Seung... — comenzó. La gente levantaba la mano. Poco a poco, iba acercándose a mi nombre. — Jeon Jungkook... — gritó para que le oyera toda la clase.

— ¡¡Yooooo!! ¡Yo, yo, yo! — chilló de vuelta el chico de la mochila, el de mi lado. Se había reincorporado de golpe, entre asustado y desorientado, como si le hubieran despertado de un sueño muy profundo. Bostezó sin ningún reparo, se cruzó de brazos y apoyó la espalda en el respaldo de la silla. No tardó nada en hundirse y en quedarse casi paralelo al suelo.

— Jung Hana... — Alcé la mano al oír mi nombre. — Kim Jisoo... — y mi compañera hizo lo mismo.

El chico de la mochila, como había decidido apodarle, aunque por fin sabía que se llamaba Jungkook, se rio. Solo. Como si se hubiera acordado de un chiste. — Heh, qué gracioso, estamos sentados por orden alfabético... 

— ¿Eh? — murmuré. Pensaba que hablaba conmigo. 

Él me devolvió la mirada, interrogante. Pestañeó varias veces y, al final, hizo un gesto despreocupado con la mano. — Ah, suelo hablar conmigo mismo. 

Los dos volvimos a mirar al frente, dispuestos a escuchar al profesor, que ya había terminado con la lista y se disponía a presentar la carrera y algunas de las asignaturas que impartía: — Lo primero, quiero que os quede bien claro que el diseño gráfico no está relacionado con los videojue-

— ¿¡Qué!? — exclamó el tal Jungkook, inclinándose hacia delante. Aparentemente su noción del diseño gráfico estaba más orientada a la animación, y eso le hizo sentirse... ofendido. Tras la breve interrupción, el profesor continuó. Jungkook retiró su flequillo azabache ligeramente de su frente con los dedos, y con un nuevo resoplido, sacó un cuaderno de su gigantesca mochila, un bolígrafo azul y, sin más miramientos, se puso a dibujar. 

Se ensimismó tanto en sus bocetos que no prestó atención a la presentación de lo que podía ser la puerta a su futuro... y a mí me pasó lo mismo. Me quedé viendo como, a mano alzada y sin referencias, el chico de la mochila podía crear sus propios personajes. Tenía un talento increíble, y algo me decía que no era lo único.

— Dibujas muy bien. — susurré.

Él, que estaba a punto de comerse el cuaderno de lo inclinado hacia delante que estaba, alzó la cabeza, la giró hacia mí, me miró con ojos brillantes y sonrió con una mezcla de agradecimiento y orgullo, sintiéndose halagado.

— Gracias. — respondió él con dulzura.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro