
o c h o
Suspiré aliviada cuando nuestro tutor dio por finalizada la presentación para los alumnos de primer año. Todo el mundo había estado recogiendo notas en sus ordenadores o tablets a excepción de una sola persona: el chico que se había sentado a mi lado. Yo me quedé un rato mirando cómo bocetaba, pero cuando oí al resto de la clase teclear, no me quedó otra que hcer lo mismo.
Cuando el profesor abandonó el aula, Jisoo, la chica de cabello azabache que se había sentado junto a mí, extendió el brazo para tenderle la mano a Jungkook.
—¡Hola!
Él, algo dubitativo, se la estrechó. —Hola..
— Soy Kim Jisoo. — le sonrió de oreja a oreja y luego me miró a mí. Me eché hacia atrás. Los grandísimos ojos de mi compañera echaban chispas. Sí, definitivamente, estar en la universidad le hacía una ilusión tremenda. —Vamos a ser compañeros, ¿no? ¿Qué os parece si vamos a la cafetería de la facultad?
No pude responder al instante. Me quedé un rato sin saber qué decir, pero, al ver que Jungkook murmuraba un ''vale'' no muy convincente, asentí. Jisoo se levantó de su asiento de un salto, guardó todo lo que tenía sobre la mesa lo más rápido que pudo y nos apremió para que nosotros hiciéramos lo mismo. Vi cómo Jungkook arrugaba los papeles sobre los que había dibujado y los metía en su mochila sin cuidado alguno. Sus dibujos, mayormente diseños de armaduras, eran demasiado buenos como para terminar arrugados en el fondo de su mochila, así que, despacio, me acerqué a él:
—¿Vas a tirar los bocetos?
Cerró la cremallera de su mochila y se la puso al hombro. —¿Los quieres? —Me sorprendió tanto su pregunta que no fui capaz de analizar su expresión. Asentí sin pensármelo, pero Jungkook bufó y frunció el ceño. —¿Y si los quieres para copiármelos para un videojuego que estás desarrollando? —agitó la cabeza. —No, no, mejor me los quedo.
Se abrió paso y se colocó al lado de Jisoo, con quien intercambió unas escuetas palabras. No me quedó otra que guardar mi ordenador portátil y también llevarme la mochila al hombro. La mayoría de la gente aún no se había marchado del aula aún, y nosotros decidimos irnos a la francesa.
Los pasillos todavía no estaban abarrotados de gente. Los veteranos comenzaban sus clases mucho más tarde. Caminamos escuchando el interminable monólogo de Jisoo que, de alguna forma, me recordaba a Hyuna. ¿Todas las chicas en Seúl eran extrovertidas, guapas y animadas? Jisoo no dejaba de sonreír, hablar de cómo había llegado hasta la facultad y de cuán deseosa estaba por entablar nuevas amistades. Hasta gesticulaba de la misma forma que hacía mi compañera de habitación. Supuse que sería una coincidencia.
—La verdad es que Seúl es tan grande que no pensé que llegaría aquí, ¿sabéis? Y vosotros, ¿de dónde sois?
— Busan. — respondió Jungkook.
Jisoo ahogó un grito. —¿Y te has venido a Seúl? ¡Con la de contaminación que hay! ¡Y además aquí no hay playa!
Jungkook simplemente se encogió de hombros, y después me miró a mi con algo de curiosidad. —¿Y tú?
—Ah, soy de Gwanju...
La conversación llegó a un punto muerto, pero Jisoo supo sacarla a flote. Yo no tenía mucho más que contar, y mi compañero de clase tampoco, así que fue ella quien continuó explicándonos que tenía un hermano mayor que se había graduado de la universidad el año pasado, y que era la primera mujer de su familia en poder ir a la facultad. Sí, ser tan amigable debía ser algo exclusivo en Seúl. En Gwanju, la mayoría de las personas nos respetaban por ser de la familia Jung, pero después, aquellos que nos saludaban, eran los que propagaban los rumores. Todo el mundo nos miraba por encima del hombro. En Seúl nadie hacía eso. El trato era mucho más personal y la gente mucho más amigable. ¡Con razón mi madre y Hoseok querían que me mudara a la capital!
Salimos del edificio de la facultad después de un pequeño momento de crisis en el que los tres no supimos hacia dónde girar. El aire de Seúl aún era fresco y algunas hojas ya caían de los árboles, tiñendo el suelo de tonos amarillentos.
Jisoo soltó un largo suspiro, miró a su alrededor y señaló hacia otro edificio, más pequeño y con menos ventanas. —¡Aquella debe ser la cafetería! ¡Vam-
Un enorme coche negro de alta gama se paró enfrente de nosotros, frenando bruscamente. No pudimos cruzar el paso de peatones. Casi al instante, el conductor bajó la ventanilla y se asomó. Era un chico joven, de unos veintitantos, labios carnosos, de cabello oscuro y un rostro familiar al de Jisoo.
—¡Sube al coche! —exclamó, gesticulando de una forma bastante exagerada. Su voz era bastante aguda.
Jisoo hizo un gesto con la mano, agitándola. Se inclinó hacia nosotros. —Tranquilos, —nos cuchicheó— es mi hermano.
—Kim Jisoo, ¡Sube al puñetero coche!
—¡Ay! — pataleó nuestra compañera. Observándolos con más atención, los dos se parecían muchísimo. Hasta en la forma de hablar. — ¡Voy a ir a la cafetería con mis nuevos amigos!
—Venga ya, si les acabas de conocer. ¡Sube!
—¡Que no!
Su hermano fingió estar tremendamente ofendido. La escenita y los gritos estaban ganando bastante atención. Al chico, al parecer, no le importaba demasiado quedar en ridículo.
Jungkook suspiró. — Me voy yendo... Hasta mañana.
Intenté detenerle, pero un nuevo grito de Jisoo me sobresaltó. —¡Jin, vete!
—¡Eh! ¡No me tutees, que soy tu hermano mayor! Además, tu amiguito ya se ha ido. ¡He venido a buscarte y...
Continuaron discutiendo hasta que, finalmente, Jisoo accedió a subirse al coche de mala gana. Se despidió de mí con una sonrisa, sintiéndose culpable. —Jo, lo siento. Para la próxima vamos a comer a la cafetería, ¿vale? ¡Nos vemos mañana!
No tuve mucho tiempo para decir algo más que un simple ''hasta mañana''. Su hermano también se despidió, moviendo la mano de lado a lado. Aceleró y el tráfico de peatones al fin se reanudó.
Tuve la tentación de ir tras Jungkook, que caminaba llevando su mochila a rastras y con las manos metidas en los bolsillos, pero alguien tocó mi hombro. Me giré y me topé con la sonrisa amable de Jimin, el chico de la residencia. Vestía con una sudadera gris y varios pendientes decoraban sus orejas. Nunca me había fijado en la cantidad de piercings que tenía en el lóbulo y el cartílago.
—¿Qué tal tu primer día?
Ver a Jimin me tranquilizó tanto que no pude evitar sonreírle. Ni siquiera pensé en por qué estaba él allí, a la puerta de mi facultad. —Bien, la verdad.
—Pensabas que iba a ser peor, ¿eh? — se rio, con dulzura. Puso la mano sobre mi cintura unas milésimas de segundos, y con suavidad, me empujó para que comenzara a caminar a su paso. — ¿Tienes hambre? Voy hacia la cafetería. ¡Yo invito!
— Jimin, no hace falta que-
— No te preocupes. Hay que cuidar de los novatos — su sonrisa dulce, una vez más, fue como un tranquilizante. —He estado toda la mañana pensando en ti, —soltó. — No sabía si ibas a superar tu primer día. Estabas tan nerviosa...
—Es algo patológico, creo yo. Debería aprender a controlar mis nervios.
—¡A mí me ayuda mucho la meditaci-
—¿Hana?
Oí una voz familiar a mi derecha. Y tanto que familiar. Mi hermano se quedó mirándonos con los ojos entornados. Iba a acompañado de otro chico, algo más bajito que él y con cabello azabache, que se despidió rápidamente de Hoseok. Él se acercó a nosotros. A veces, mi hermano daba miedo. Tenía una especie de sexto sentido, o mejor dicho, una vena sobreprotectora. Siempre había cuidado de mí en Gwanju. Cuando se enfadaba, fruncía el ceño y su boca formaba una especie de triángulo. Terminó pasando su brazo por mis hombros, juntándome a él.
—¿Qué haces? — bufé.
—No sabía que ya tenías amigos. —comentó mi hermano.
Jimin se tapó la boca al reírse. Se pasó la mano por el pelo, peinándolo hacia atrás, y se alejó un par de pasos con esa sonrisa tan suya. Por un momento, vi que ya no era esa sonrisa dulzona y simpática... era más bien una sonrisa ladina.
—Ah, Hana, no sabía que tenías novio.
—No tiene gracia, Park. — dijo Hoseok.
Miré a mi hermano con sorpresa. —¿Os... conocéis?
— Bueno, Hana, — Jimin agachó la cabeza, sonriendo con algo de amargura. Cuando levantó la mirada, vi una chispa en sus ojos. Una chispa que denotaba cómo empezaba a sentirse rabioso, como si le hubieran quitado un premio de manera injusta. — nos veremos por la tarde en la residencia. ¡Chao!
— No, ¡espera! ¡Voy contigo!
Mi hermano me sujetó con fuerza. —No, tú te vienes.
— ¿¡Qué!? — me deshice de su agarre, me coloqué bien la mochila al hombro y miré a Hoseok entre extrañada y cabreada. — ¿Qué pasa? ¡Soy mayorcita! Y no vengas con reproches ahora. ¡No has estado-
—Ten cuidado. — me interrumpió. — Haz lo que quieras, pero ve con cuidado. Que no te engañe.
Resoplé y no le di demasiada importancia a las palabras de Hoseok. Me di la vuelta y salí corriendo tras Jimin, que me recibió con los brazos abiertos y una de sus agradables sonrisas.
*****
siento haberme demorado taaaaaanto con el capítulo, pero es que en verano y con 40ºC el pc se sobrecalienta y mi cerebro también lol
creo que empezaré a hacer capítulos más ágiles en lugar de hacerlos más cortos, así que preparaos que vienen curvas ;)
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