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c i n c o

Abrí los ojos despacio al notar que alguien tiraba de las sábanas para taparse con ellas. Hacía algo de frío y ya debía ser por la mañana; algunos rayos de sol se colaban entre las cortinas del apartamento de Taehyung, un lugar pequeño pero cálido y acogedor. El suelo estaba algo desgastado y una enorme lona cubría parte de una estancia para evitar que el parqué se manchara de pintura. Algunos lienzos en blanco y alguna que otra maceta adornaban un poco el apartamento que, para ser de un estudiante de bellas artes, estaba bastante bien. Al menos no era una habitación compartida con una -casi- desconocida...

Me reincorporé despacio, dándome cuenta de que había bebido demasiado la noche anterior. ¿Me emborraché o me emborracharon?

Me costaba bastante enfocar la vista en algún punto en concreto y lo único que quería era beberme una piscina entera. Nunca antes en mi vida había tenido tanta sed... así que arrastré los pies y me dirigí a la cocina, que compartía estancia con lo que supuse que era una sala de estar. Miré al sofá, que tenía el tejido algo desgastado, y reconocí unas prendas de ropa que estaban sobre él. Ahogué un grito cuando me di cuenta de que eran mías. Sin pensármelo dos veces, me abalancé sobre ellas y me vestí lo más rápido que pude. Fue entonces cuando empecé a recordar algunas cosas de la noche anterior... y entré en pánico. Me llevé las manos a la cabeza. ¿Qué narices había hecho?

— ¿Hana...? — escuché a mi espalda la voz ronca de Taehyung. Bostezaba. Terminé de ponerme los pantalones y me giré sin saber qué narices hacer. Él también se había puesto unos pantalones, y estaba en proceso de ponerse una camiseta negra. Después me miró con las cejas enarcadas, como si me preguntara qué narices hacía yo ahí. ¿Dónde estaba el Taehyung simpático y afable? ¿El que no dejaba de sonreír? — ¿Te vas?

Más que una pregunta, era como una afirmación. — E-eh...

— Si quieres algo de desayunar mira en el frigo. — soltó, sonando frío como el hielo y señalando el electrodoméstico con desgana. 

Asentí con la cabeza gacha.  — Oye- — hice que se volviera antes de que pusiera un pie en su habitación, que sólo tenía una cama, una lámpara de mesa que estaba en el suelo y, cómo no, lienzos. — ¿Puedo usar... el baño?

Taehyung señaló una puerta a mis espaldas. Murmuré un gracias acompañado de una sonrisa tímida, pero seguramente no lo escuchó. O lo ignoró.

Entré al baño. No tenía seguro, así que confié en que la puerta no se abriera de golpe. Podía mirarme en el espejo mientras hacía aguas menores... sí, tenía que haber bebido muchísimo porque tardé un buen rato en terminar. Después aproveché para lavarme la cara y refrescarme un poco; parecía sacada de una película de miedo. Sólo quedaba algo de máscara de pestañas y delineador. El resto del maquillaje que me hizo Hyuna había desaparecido.

Salí del baño buscando con la mirada a Taehyung. Resultó estar tirado en el suelo, cerca del sofá, con el brazo tapándose los ojos para protegerse de la claridad de la mañana. Me quedé quieta unos cuantos segundos hasta que por fin me decidí a ir a buscar el resto de mis cosas.

Quería preguntarle sobre la noche anterior para rellenar algunos huecos en mi memoria y para saber si lo que estaba pensando era sólo idea mía o pasó de verdad. Taehyung no se movió ni un ápice, al menos hasta que llamaron a la puerta, golpeándola con insistencia. Los dos nos sobresaltamos. Yo agarré bien mi teléfono móvil y me quedé cerca del baño mientras Taehyung, corriendo como alma que lleva el diablo, fue hasta la puerta y la abrió.

Se apoyó en el marco de la puerta principal y se cruzó de brazos. Sonrió. — Hola, Hyu-

— ¿¡Está Hana aquí!? — reconocí el cabello pelirrojo de mi compañera de habitación. Agarró y tiró del cuello de la camiseta a Taehyung, que algo nervioso, señaló hacia el lugar donde me encontraba. Hyuna enseguida pasó al apartamento, sin siquiera bajarse de sus tacones de aguja. Tuvo que volver atrás y quitárselos. — ¡Hana! — exclamó cuando se quedó descalza.

Me acerqué a ella. — ¿Ha pasado algo...?

— Sí, ¡que no te encontraba! — chilló. Que Hyuna gritara era lo peor que nos podía pasar a Taehyung y a mí, que teníamos la peor resaca del año. ¿Pero qué narices había bebido? Sólo fue cerveza y soju...

— P-perdón.

— ¿¡Perdón!? ¡He llamado a tu teléfono todo el rato! 

Automáticamente, miré la pantalla apagada de mi móvil. — Oh, se ha quedado sin batería.

— Fue culpa mía. — la voz de Taehyung sonó clara, ronca y seria. Levantó las manos en son de paz cuando Hyuna se volteó hacia él. — Lo siento. No te avisé de que veníamos al apartamento.

Hyuna suspiró. Pensé que sería capaz de dar una bofetada a Taehyung, pero se limitó a señalarle con el índice. — La próxima vez, no me asustes así. Hemos estado a punto de avisar a la policía... 

Taehyung volvió a sonreír a mi compañera de cuarto, con dulzura, puede que algo arrepentido. Hyuna apretó su mejilla, como haría una madre, tía o abuela, y después se dirigió a mí, sonriente. Taehyung le había contagiado su sonrisa. También me di cuenta de que se miraban siempre con complicidad, como si hubieran estado saliendo o peor aún, como si lo estuvieran haciendo en aquel entonces. Borré de mi cabeza esa hipótesis rápidamente, pero de todas formas el ambiente, al menos para mí, se volvió incómodo y pesado. 

Hyuna me tendió su mano. — Vámonos. — me dijo. 

Obedecí, como solía hacer, y dejé que me arrastrara hasta la puerta principal. Allí encontré mis zapatos, mal alineados con el resto, como si me los hubiera quitado y lanzado de mala gana. Me calcé bajo la atenta mirada de Taehyung. 

Me peiné un poco con los dedos, retirando algunos mechones de mi melena hacia atrás, despacio, y tuve el valor suficiente para volverme hacia Tahyung. Sonreí con timidez. — Gracias por quedarte conmigo anoche-

— ¿Por qué estás manchada de pintura? — preguntó Hyuna, horrorizada. Agarró la manga de mi camiseta y me la mostró. 

Taehyung desapareció un momento sin decir nada. Hyuna hizo todo lo posible por quitar la pintura de color verde de la tela, pero ni siquiera el truco infalible de mojar el dedo en saliva y frotar funcionó. Ambas suspiramos; Hyuna rendida porque no pudo hacerse con la mancha, y yo porque logré recordar el estrepitoso golpe que me di cuando intentaba quitarme los zapatos. Estaba tan borracha que ni siquiera me di cuenta de que me había manchado con la pintura, y tampoco de que probablemente había estropeado uno de los cuadros de Taehyung.

Hyuna agarró mi mano y acercó la otra al picaporte, dispuesta a irse. — Tae, ¡nos vamos! ¡Hasta mañana!

— ¡Espera! — exclamó. Llegó casi corriendo con algo entre las manos. Me lo tendió e hizo una seña, sin decir nada pero diciéndolo todo. Lo acepté con una ligera reverencia. Era una camiseta de manga larga, a rayas blancas y negras. — Llévatelo. No hace falta que me lo devuelvas.

— Gracias...

Él hizo una seña con las manos, como diciendo ''no es nada''. — Nos vemos, noona.

Sabía perfectamente que se refería a Hyuna, y que Taehyung no se despidiera de mí después de pasar la noche juntos me pareció un poco extraño. ¿En Seúl era así? ¿O era él el frío? Hyuna no era para nada así. Ella soltó mi mano para que pudiera ponerme la camisa que Taehyung me había dejado. Olía a jabón.

Caminamos de vuelta a la residencia, o al menos eso supuse. Estuve tan borracha aquella noche que no recordaba la ubicación exacta del apartamento de Taehyung o el camino que recorrimos. 

Hyuna pareció notar mi malestar; la claridad no me dejaba ver y la cabeza me dolía cada vez más. Hurgó en su enorme bolso negro y sacó una botella de agua medio llena y unas gafas de sol enormes, como de estrella de Hollywood. — Toma, anda. ¿Es tu primera resaca?

— S-sí... — asentí con cuidado, me puse las gafas de sol y bebí todo el agua que quedaba de casi un trago.

— Pobrecilla. — se rio la pelirroja. — ¿Sabes que me tenías muy preocupada? Confío en Tae, pero ninguno de los dos contestasteis en toda la noche. ¿Qué hicisteis? ¿Bebiste más, con lo mal que ibas? No quería dejarte sola, pero él se ofreció a quedarse contigo... De verdad, ¡no sé cómo pude marcharme! 

— La verdad es que no me acuerdo muy bien. — confesé, frotándome la cabeza. — Creo que no bebí nada...

— Menos mal, la resaca entonces hubiera sido mucho peor. — dijo entre risillas. — Pero no te preocupes, ¡mira el lado bueno! Ya has tenido tu primer pedo, así que el resto no serán tan malos.

— ¿El resto?

— Sí. — de repente pareció sorprenderse a sí misma y rectificó. — Hana, no me malinterpretes; no te emborraches si no quieres, no quiero sonar como una mala unnie que te incita a beber alcohol, ¡no! Sólo quería decir que al resto le has caído bien, y también a Taehyung, así que creo que deberías venir más con nosotros. ¿Qué te parece? 

— Bi-bien, sí, supongo.

Hyuna agarró mi brazo en vez de mi mano y se pegó a mí, sonriendo de oreja a oreja. — ¡Perfecto! Creo que vas a ser mi compañera favorita.

*****

Quedaban unos cuantos minutos para el toque de queda de la residencia. Ya era de noche y había estado, como ya era costumbre, toda la tarde sola. Hyuna desapareció después de dejarme en la habitación 109. Me dio un analgésico, dejó una botella de agua al pie de mi cama y me dijo que llamara si necesitaba algo. Luego se marchó, así que, cuando ya me encontraba mejor, bajé a la lavandería e hice una colada. Intenté quitar la mancha de pintura de mi camiseta blanca, pero no pude. Seguía quedando verde. 

Subía cargada con una cesta de ropa limpia cuando alguien entró en la residencia a toda velocidad. Reconocí a Taehyung, que llevaba exactamente la misma camiseta y los mismos pantalones que por la mañana, sólo que combinados con una chaqueta de un color beige.

— Hola. — le saludé desde las escaleras con una sonrisa. 

Él se acercó a mí. — Van a echarme de aquí en cualquier momento, — soltó — así que, ¿puedes decir a Hyuna que baje?

Fruncí el ceño. — No está... Pero, Tae-

— Dile que me llame. — me cortó. Sin despedirse siquiera, se dirigió a la puerta principal de la residencia a toda prisa. 

Yo dejé la cesta de la ropa limpia en uno de los escalones y le llamé con urgencia. — ¡Espera, por favor! — encontré su camiseta a rayas. La había lavado a pesar de que no estaba sucia. Corrí tras él, que ya tenía un pie fuera. Sujeté la puerta de cristal con mi cuerpo, apoyándome en ella. — Ten, es tuya.

— Dije que te la quedaras. No la necesito. 

— Oye, esto...

Me miró con las cejas enarcadas, expectante. Sus ojos eran preciosos, y llegué a darme cuenta de que sólo tenía un doble párpado. Era... adorable a la par que curioso. — ¿Si?

— Sobre lo de anoche, quería pregunt-

Me sorprendió que se riera y apartara la mirada. Sujetó la puerta de la residencia por mí. Era bastante más alto que yo. — Hana, escucha. Estábamos borrachos; sólo nos liamos y nos toqueteamos, ¿Vale? No le des importancia. Prefiero no hablar del tema. Fue una noche y, aunque suene mal, fue un error. Estaba borrachísimo.

Sus palabras cayeron sobre mí como si fueran, más que un jarro de agua helada, un iceberg. Tragué saliva, nerviosa. Miré hacia todos lados, nerviosa, incapaz de sostener su mirada. — pero-

— Puede que tuvieras una imagen algo equivocada de mí... No quiero nada contigo. — me dijo antes de sonreírme con algo de lástima y encogerse de hombros como si nada. Para más inri, añadió: — y dile a noona que me llame o me envie  un mensaje. ¡Adiós!

Se marchó, dejándome con la sensación de que todo lo que me había dicho era una especie de guion que se había aprendido y con su camiseta a rayas en la mano. No me quedó otra que volver hacia el interior de la residencia, desierto, ya que todos estaban cenando en la cafetería, y subir a la habitación que compartía con Hyuna cargada con la ropa recién salida de la secadora.

Recordé que mi compañera me había recordado que cenara algo, así que tras doblar la primera colada que hice en la residencia, me arrastré hacia la cafetería, un poco a contracorriente. La mayoría de la gente ya había terminado de cenar y ya no quedaban muchas de las cosas del menú. Suspiré. Quizá debía volver a la habitación y tomar algunas galletas... 

Agité la cabeza y me armé de valor para elegir una sopa, algo de arroz y una bebida de yogur. Me senté en una mesa vacía. No había empezado a comer cuando apagaron las luces de un sector de la cafetería, cerca de mí. Me asusté y cogí mi bandeja para irme a un lugar más iluminado. Odiaba ser tan miedica. Seguramente era algo genético; mi hermano era igual o peor que yo.

Por alguna razón no dejaba de pensar en Taehyung, en sus frías palabras, en ese ''no quiero nada contigo''... Entonces, ¿las caricias, los mimos y los besos de esquimal qué significaban? ¿Nada? ¿Qué clase de persona sonríe así cuando dice que ''no quiere nada''? Taehyung no estaba tan borracho aquella noche, así que algo tuvo que razonar para hacer esas cosas, ¿no?

No paré de darle vueltas al asunto. No es que quisiera tener una relación inmediata con él, pero... me dolió que me dijera eso. Y me dolió aún más que lo dijera como si fuera un autómata, como si estuviera programado para decirlo cada mañana de resaca. 

Dejé caer mi cabeza sobre la mesa, golpeándome bastante fuerte. Me quedé ahí hasta que noté que algo o alguien tocaba mi cabeza con suavidad.

— Hey, ¿pasa algo?

Era una voz suave, masculina. Alcé la cabeza despacio, pero al ver al chico rubio que tenía delante me reincorporé lo más rápido que pude. Me recompuse un poco y alisé mi camiseta.

— No, no, no. — sonreí con timidez. Era el mismo chico que me preguntó, el primer día, cuando me caí de culo, si estaba bien. Su facciones eran bastante más suaves y parecía algo más bajito que Taehyung. 

Él sonrió enseguida, aliviado, llevándose las manos al pecho. — Menos mal. He escuchado el golpe desde mi mesa y pensé que te habías desmayado. Ah, — me tendió una de sus manos, ocultas parcialmente por el puño de la sudadera que llevaba. — por cierto, soy Park Jimin. Creo que te vi hace unos días... ¿no eras tú la que se cayó por las escaleras?

Estreché su mano. — Sí, s-soy yo. — reí avergonzada. Sabía que me estaba poniendo roja como un tomate.

— ¿Te importa que...? — señaló con el pulgar hacia una mesa. Había una bandeja metálica. Supuse que quería ir a sentarse allí de nuevo, así que asentí y dejé que se fuera a cenar tranquilo.

El tal Jimin se marchó sonriente... y al rato volvió para sentarse conmigo. Debió ver que mi cara era un poema, así que abrió la boca y se apresuró a levantarse de nuevo. Le detuve. — ¡Puedes quedarte aquí! — le dije. — Pe-pensé que ibas a volver a cenar a tu sitio, y, bueno, creía que no te ibas a sentar conmigo.

— ¿Cómo te iba a dejar sola? — el chico rubio parecía algo ofendido. Me hizo sonreír. — Somos prácticamente los únicos que estamos aquí; no tiene sentido que nos sentemos aislados, ¿no?

— Claro, claro.

Comimos en silencio. Él me observó un buen rato, haciéndome sentir incómoda. Cuando se dio cuenta de mi situación, agachó la cabeza. — Perdona, pero es que estás un poco pálida... ¿Estás segura de que estás bien?

— Bueno, tengo un poco de... resaca.

Él se pasó la mano por su cabello rubio rápidamente y se giró para buscar algo en su mochila de color negro. Sacó una pequeña botella con una etiqueta de color amarillo. La reconocí porque solía verlas en las tiendas de conveniencia, las que abrían veinticuatro horas. La dejó sobre la mesa y me la ofreció. Era una de esas famosas bebidas que, mágicamente, curaban las resacas.— Ten, siempre suelo llevar algunas en la mochila. Siempre hay alguien que las necesita después de salir de fiesta. 

— Gracias... — murmuré. Antes de que la cogiera, él se encargó de abrir la botella. Sonó un clac. Hice una leve reverencia cuando volvió a ofrecérmela. Él también respondió e hizo el mismo gesto que yo. 

— Por cierto, al final no me has dicho tu nombre.

— Jung Hana. — dije después de beberme el contenido de la pequeña botella. 

— Encantado, Hana. Ah, y no te preocupes; si no tienes a nadie con quien sentarte, dímelo. ¡Vendré a sentarme contigo!

A lo mejor recuperé un poco la fe en los hombres de Seúl cuando Jimin me sonrió de nuevo.

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los reyes magos no son los padres, soy yo, que de regalo os dejo este capítulo

feliz año nuevo :)


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