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Capítulo 16: Temores Y Fortalezas.

[Almacén Harrods, 4:54 AM]

—¡Estamos listos, vamos a entrar! — exclamó un oficial de policía mientras preparaba su armamento.

Detrás de él se encontraba un grupo de oficiales armados de igual forma, se agruparon y prepararon, el hombre al frente derribó la puerta y entró seguido por sus compañeros, llegaron al lugar dónde se habían reportado los rehenes y para sorpresa de todos encontraron a los amenazantes inconscientes en el suelo y todos los rehenes estables.

—Central, envía a los paramédicos, todo está despejado… — dijo el oficial a cargo.

Uno de ellos se acercó a un rehén que tenía un pequeño corte en su brazo, el oficial bajó su arma y comenzó a aplicar su conocimiento para ayudarle.

—Se pondrá bien, solo es un pequeño corte. — dijo.

—Todo pasó muy rápido, oficial… Ni siquiera lo vimos entrar, se deshizo de todos de una forma tan sencilla. — decía el hombre mientras observaba al policía.

—¿Dices que un solo hombre derrotó a todos estos sujetos? — preguntó el oficial algo extrañado, el rehén solo asintió con su cabeza.

Los paramédicos entraron al lugar, comenzaron a inspeccionar a cada persona que estaba ahí, uno de ellos se acercó hacia aquel hombre con el corte en su brazo interrumpiendo la conversación entre él y el oficial de policía.

—Te pondrás bien, ya están seguros. — dijo este último, luego tomó su arma y se acercó a su líder.

—Oficial Marshall, ¿qué tiene para mí?

—Señor, todo parece indicar que Nómada estuvo aquí… — contestó el oficial.

Ambos dieron un vistazo por toda la escena, las características de los delincuentes inconscientes y el modus operandi bajo el que fueron derrotados apuntaban al enmascarado de negro.

—Hay que agregarlo a su archivo entonces, buen trabajo por la espera. — dijo el Capitán de aquel equipo para después alejarse.

[Greenwich, Londres]

Aquellos hombres de La Disidencia arrastraban el cuerpo de otro hombre por los pasillos de aquel edificio, este último parecía estar inconsciente. Llegaron hasta una habitación oscura, la única luz que entraba era la del exterior al abrir la puerta del lugar, colocaron al sujeto sobre una silla y amarraron con fuerza sus manos y piernas hacia el asiento, luego de eso se marcharon del lugar dejando a aquel sujeto solo, atado y con una bolsa sobre su cabeza tapando su cara.

—¿Qué crees que estás haciendo? Es hora de que despiertes. — dijo una voz tenebrosa.

Andrew abrió sus ojos, se encontraba en su viejo departamento de Nueva York recostado sobre su cama.

—¿Cómo llegué aquí? — preguntó en voz alta.

—Yo te traje. ¿Ya ves como siempre estoy cuidando de ti, Prince? — soltó la voz tenebrosa.

Andrew se levantó de aquella cama y salió hasta la sala principal del lugar, una vez allí notó qué todo era un desastre. Muebles y ventanas rotas, sangre en el piso y el cuerpo de una mujer desconocida yacía sobre el suelo, la sangre del lugar provenía de ella.

—¿Qué… Qué es todo esto?

—Solo un paseo a tu pasado, para demostrar que tengo razón.

De repente el escenario cambió, ahora se encontraba en aquel tribunal donde había perdido la vista y su padre había muerto hace unos años, el lugar era un desastre y los cuerpos de su padre y el padre de McCoy estaban ahí, Andrew se vio a sí mismo de niño, con sangre en sus ojos debido a la metralla qué había caído en ellos.

—¿Por qué me enseñas esto? Sé justamente lo que sucedió ese día. — dijo el pelinegro mientras miraba la escena.

De repente, un hombre entró a aquella habitación, el tipo tenía el cabello castaño y sus ojos claros, se acercó a los cuerpos del lugar y verificó qué todos estuvieran muertos, cuando intentó salir se percató de la presencia de aquel niño bajo la mesa.

—No puedo ver… ¡No puedo ver! — exclamó el joven.

El otro sujeto quedó helado ante lo que apreciaba, lo único que pudo hacer fue huir del lugar corriendo.

—¿Recuerdas lo que dijo el doctor esa noche? — preguntó aquella voz tenebrosa, luego el escenario cambió nuevamente llevando a Andrew a la habitación del hospital al que fue llevado ese mismo día, junto a la camilla se encontraba el doctor y la madre del muchacho.

—No podemos hacer nada para salvar su vista, si hubiera llegado algunos minutos antes quizá se hubiera podido hacer más. — dijo el médico mientras la madre de Andrew derramaba un par de lágrimas.

El pelinegro se acercó a la escena, le dio un vistazo a su madre mientras ella lloraba pues en sus recuerdos lo único que recordaba eran las palabras del doctor y un profundo silencio después de ellas.

—Ese hombre castaño pudo ayudarte, Andrew… Pero decidió ignorarte, las personas como él, las que hacen daño a los demás no merecen disfrutar de este plano. — dijo la voz mientras el escenario cambiaba nuevamente.

—Te olvidas de algo, perdí la vista pero me dieron dones mucho mejores. — contestó Andrew.

Junto a la cama de aquel niño quien ahora estaba un poco más grande, se encontraba un hombre algo mayor, con cabello negro y algunas canas que destacaban.

—Es difícil explicarlo, Andrew… Pero tú madre adoptiva me permitió estar aquí. — dijo aquel hombre.

—Ella me contó todo, el porqué tuviste que hacerlo… Si crees que guardo algún rencor contra ti o en contra de mi verdadera madre, debo decir que no es así. — contestó aquel muchacho.

El hombre mayor sonrió un poco, del bolsillo de su túnica sacó un frasco con un líquido en él.

—¿También te contaron sobre nuestro don, verdad? — preguntó.

—Sí pero, hay cosas que puedes creer fácilmente y otras que no. — contestó el pelinegro más joven.

—Andrew, venimos de una familia de brujas y magos muy destacables, tú eres un Prince más. Estoy aquí porque quería verte pero además de eso, puedo ayudarte con los recursos de nuestro mundo. — agregó aquel señor, luego le quitó el corcho qué tenía el frasco en su mano. —Bebe esto, lamentablemente no puedo devolverte la vista, es un daño muy grande, sin embargo con esta poción… Bueno, dejaré que lo descubras tú mismo. — añadió el señor a la conversación.

Andrew tomó aquel frasco, se sentó sobre la cama y luego lo bebió, arrugó su cara al sentir el sabor de la bebida y luego habló.

—Es asqueroso… — soltó, luego sonrió.

—¿Qué crees qué estás haciendo? — preguntó la madre adoptiva del pelinegro quien entró al lugar justo después de que el muchacho bebiera aquel contenido.

—Mamá, no pasa nada, solo me está ayudando… — contestó Andrew con dificultad en su hablar, segundos después el chico cayó sobre la cama totalmente inconsciente.

—¡Andrew!

—Él estará bien, señora Wilson.

—Lárgate ahora. ¡Vete de aquí! — exclamó la señora, histérica, mientras se acercaba a su hijo.

El señor mayor se puso de pie y se dirigió a la salida, antes de marcharse le dio una última mirada al muchacho y susurró.

—Te amo, hijo.

[Islington, Londres]

Amy se había quedado dormida junto a la radio sobre la mesa, la mujer despertó de golpe al escuchar el noticiero por aquel aparato.

—La policía actuó y rescató con éxito a los rehenes del almacén Harrods, los causantes fueron detenidos y procesados por el MI5, los agentes afectados la noche anterior declararon que los hombres que los atacaron vestían e iban armados igual que los hombres que atraparon a los rehenes. Sin embargo, a pesar de que la policía no dio declaraciones, uno de los hombres que fue secuestrado declara que los sospechosos ya habían sido neutralizados cuando el equipo de rescate entró al lugar.

—Andrew… — susurró la rubia.

—No fue él. — dijo una voz masculina en el lugar, Amy se asustó al escucharla, tanto que tomó el primer objeto que encontró para defenderse.

—¿Quién eres? — preguntó la rubia, mientras se ponía de pie lentamente sin darle la espalda a aquel sujeto.

El hombre llevaba una capucha negra sobre su cabeza y un vendaje en sus nudillos, se encontraba de espaldas hacia Amy mirando por la ventana más lejana, se giró lentamente al mismo tiempo que bajaba la capucha de su cabeza dejando ver su rostro.

—Andrew no apareció y presiento que necesita nuestra ayuda. — contestó aquel hombre.

Amy miró al hombre, un semblante de sorpresa y un silencio largo se hizo presente en el lugar por varios minutos.

—¿Qué es lo qué intentas mostrarme? — preguntó Andrew Prince a aquella voz en su cabeza.

El escenario en el que se encontraba comenzó a deshacerse como si se tratara de alguna pintura que se haya corroído por el agua, el lugar se puso tornó negro totalmente pero con luz a su alrededor.

—Has sufrido bastante, Andrew. Solo quiero mostrarte el camino que debes seguir ahora… Bushida debe desaparecer pero no La Disidencia. — contestó la voz tenebrosa.

Frente al pelinegro, una figura de un hombre se formó pero cubierto por una especie de sustancia negra.

—Asesinar a Bushida puede significar el fin de muchas cosas, entre ellas la única regla que me puse cuando comencé a hacer esto. — dijo Andrew mientras miraba a aquella figura.

—Las reglas son para romperse, si Bushida muere la organización no tendrá a quien seguir pero si tomas el mando, responderán a ti… — contestó la figura del hombre frente a Andrew.

El escenario comenzó a tomar color, se observaba la ciudad de Nueva York y un callejón oscuro, donde un hombre algo mayor forcejeaba contra dos sujetos que intentaban robarle sus pertenencias mientras una adolescente de unos dieciséis años yacía en el suelo aturdida y golpeada.

—¡Suéltalo imbécil! — exclamó uno de ellos, logrando arrebatar aquel portafolio al señor, luego le dio un golpe en su cara que lo envió al suelo.

—Trae a la niña, podemos divertirnos con ella sin pagar de más. — dijo el otro hombre, después de sus palabras sacó un pequeño cuchillo y se acercó al señor en el suelo. —Esto hubiera sido más fácil de otra forma, viejo desgraciado.

Se agachó y tomó de la cabeza al sujeto, luego intentó apuñalar al sujeto en el cuello pero antes de lograrlo fue testigo de cómo la lámpara que iluminaba la calle se apagó, segundos después sintió como alguien lo tomó de su brazo y lo lanzó contra la pared del muro cercano, quedó inconsciente después de tres golpes.

—¡Alto lunático o te enterraré junto a la mocosa! — exclamó el otro hombre mientras sostenía a la menor y la amenazaba con un cuchillo sobre su cuello.

Frente a él había un hombre de traje negro con una venda cubriendo solo sus ojos, en un rápido movimiento aquel hombre lanzó un objeto que impactó al sujeto frente a él logrando que soltara a la chica, al hacerlo se abalanzó a su agresor y comenzó a golpearlo con rabia.

—Sí vuelves a tocarla, me enteraré y la próxima vez te enviaré a una tumba en lugar de una camilla. — soltó el enmascarado, luego dio una serie de golpes al hombre en el suelo que lo dejaron inconsciente.

Mientras eso sucedía, la chica se acercó al señor, le ayudó a levantarse, tomó la maleta en el suelo y ambos huyeron de aquel callejón.

—Fue la primera vez que salí a hacer eso. — dijo el pelinegro al lado de la figura de negro mientras miraba todo lo que sucedía.

—Y sabes lo que sucedió después, dejaste escapar al anciano con la niña y al final terminó muerta, asesinada por él mismo.

—Sí, lo descubrí años después, cuando lo hice busqué al sujeto para hacerlo pagar y lo encontré… Pero no pude hacerlo, lo entregué a la policía con las pruebas que lo inculpaban y al año salió de prisión y asesinó a otro par de adolescentes.

—Sí hubieras terminado todo esa noche, esas dos niñas no hubieran sufrido lo que sufrieron el día que murieron… A eso me refiero, Andrew, hay que terminar el trabajo, solo así te asegurarás de que este tipo de personas no vuelvan a cometer un acto como ese. Contigo al frente de La Disidencia, tendrías los recursos para evitar que eso pase, te convertirías en el líder más grande.

—¿Y qué ganaré con eso? A cambio de una vida que no merece un escape tan fácil como la muerte, Bushida debe pagar ante la ley, no soy ni seré tu verdugo. — contestó Andrew, seguro de su respuesta.

La figura de negro se apartó un poco, el escenario de nuevo se tornó negro pero a lo largo se veía la cara de aquel hombre mayor del que hablaban hace unos minutos, el sujeto que asesinó a la adolescente del callejón.

—Hay algo que no sabes sobre ese tipo, Prince, no lo reconoces claramente porque no tenias tus súper habilidades en aquel tiempo…

—¿De qué hablas? — preguntó el hombre.

—El tipo que asesinó a esa chica, lo conociste antes. — contestó la figura de negro. Al lado de la cara de aquel anciano, apareció la de otro sujeto que Andrew no conocía pero el escenario en el que apareció lo reconoció de inmediato. De nuevo aquel tribunal, nuevamente él de niño con sus ojos sangrantes bajo la mesa y aquel castaño que había entrado al lugar para asegurarse de que todos habían muerto, el hombre que pudo haberle salvado la vista.

—Pudo rescatar parte importante de tu vida cuando eras niño pero el dinero fue más para él, años después se cruzaron de vuelta y volvió a cometer el mismo acto de cobardía… El destino lo puso en tu camino para vengarte, Prince, pero tu débil capacidad para terminar el trabajo te traicionó.

Andrew se llenó de una rabia interna, de repente todo en el lugar se volvió a tornar negro y esta vez si estaba oscuro, se dio cuenta que había despertado ahora en el mundo real, sintió sus manos y piernas atadas a la silla.

—Basta de clases de moralidad, ayúdame a salir de aquí. — dijo Andrew en voz alta.

Sin embargo, no recibió respuesta de aquella voz tenebrosa en su mente.

[Aeropuerto Heathrow, Londres]

Mónica Evans se encontraba sentada sobre una de las bancas de aquel lugar, con un pasaporte falso en su mano izquierda y una pequeña maleta sobre el asiento derecho. La pelinegra esperaba la hora para subir a su vuelo y marcharse de vuelta a América, la chica notó como alguien se sentó sobre las bancas a su espalda.

—Sabía que podía encontrarte aquí, solo no sabía si era la hora correcta. — dijo una voz femenina que de inmediato Mónica reconoció.

—¿Qué estás haciendo aquí? No creo que hayas venido a contarme que lo logró. — dijo ella, sin voltearse.

—Estoy aquí porque te necesito, parece que Andrew fue interceptado… No llegó al almacén Harrods anoche, temo que Bushida y su gente lo hayan secuestrado. — contestó la rubia detrás de Evans.

—Amy, sé que te preocupas por él, pero no podemos hacer, está cegado por la venganza. No es el hombre que conocí en el pasado y definitivamente no es el hombre que tu conociste. Cuando éramos jóvenes intenté cambiar su forma de ser y al final me enamoré de lo que realmente era, ahora que su personalidad es como la que intenté cambiar…

—Tú eres la única persona aparte de él que sabe como entrar y salir de ese lugar sin un rasguño. Él me contó lo que hiciste por él aquella noche en Nueva York, diste tu vida a cambio de la suya, tal vez tiene una deuda pendiente contigo pero estoy segura que él hubiera hecho lo mismo esa noche y justo ahora, en esta situación. — agregó Amy a la conversación.

Se hizo un pequeño silencio de algunos segundos, Mónica se giró para mirar a la rubia, luego habló.

—Aunque logre entrar, los hombres de Bushida son demasiados en ese lugar. Soy buena peleadora, sin presumir, pero ellos también lo son. — dijo la pelinegra.

Amy sonrió un poco, luego se puso de pie.

—No estarás sola, te prometo que la ayuda que necesitamos para sacar a Andrew de esa bodega estará presente. — dijo después.

Mónica se quedó pensativa por algunos segundos, después tomó aquella maleta y se puso de pie.

—Está bien, confiaré en ti. — contestó, con media sonrisa en su rostro.

La puerta de aquel lugar oscuro se abrió dejando entrar algo de luz en la habitación, el pelinegro sobre la silla abrió sus ojos al notar como alguien quitaba la bolsa sobre su cara.

—Ya es hora de que despiertes. — soltó aquel japonés, luego encendió la luz de la habitación.

—Hasta que al fin apareces. — dijo Andrew.

—Cara a cara por fin, después de un corto tiempo. Me he informado, luego de la última pelea cuerpo a cuerpo que tuvimos y como me derrotaste a mi y a mis hombres tan fácil.

—No he contado con la misma suerte tuya, si sabes que hay dentro de mi… Quiero que me lo digas. — interrumpió el pelinegro.

Bushida sonrió un poco, buscó una silla cercana para tomar asiento él.

—Será un placer contarte sobre el Engendro Disidente. — contestó el japonés.

Mónica y Amy habían vuelto al departamento de la rubia, comenzaba a oscurecer en aquella ciudad. Brismonth comenzaba a buscar algunas cosas en el lugar mientras Mónica apreciaba el atardecer desde la ventana.

—Espero que tengas un buen plan… Lo mejor será entrar de noche así que no falta mucho. — dijo la pelinegra.

—Bueno, no soy buena con ese tipo de planes. — contestó la rubia, se detuvo al encontrar lo que tanto buscaba.

—¿Y crees que yo soy buena estratega? — preguntó la pelinegra.

Amy tomó aquella arma de fuego de detrás del refrigerador, Mónica volteó su mirada al ver como la chica recargaba aquella pistola.

—No sé si lo eres, pero conozco alguien que es experto y con gusto nos ayudará. — contestó la rubia mientras dirigía su mirada hacia la puerta de la habitación del departamento.

Mónica se giró, detrás de ella había un hombre algo corpulento con vestimenta oscura, el mismo que Amy había visto aquella mañana.

—Mónica Evans… Ha pasado demasiado tiempo. — dijo el hombre.

La pelinegra no pudo ocultar su sorpresa, giró su cabeza hacia Amy y luego devolvió la mirada a aquel hombre.

—¿James Sawyer? — preguntó.

—El mismo. — contestó el hombre mientras daba un par de pasos, su cabello y barba pelirroja destacaban en la habitación. —Aún no asimilo qué estés con vida, luego de lo que sucedió aquella noche… Quiero darte las gracias y al mismo tiempo disculparme, no era mi intención que murieras.

Mónica puso un semblante serio, sin embargo sintió una paz interna al escuchar las palabras de aquel hombre con el que había peleado hombro a hombro hace muchos años.

—Yo… No sé qué decir, solo… — tartamudeó la pelinegra.

—No quiero interrumpir el momento pero entre más tiempo esperemos es menos probable encontrar a Andrew con vida. — agregó la rubia.

—Es cierto, Amy dice que sabes como entrar y salir de ese lugar, yo armaré el plan. — dijo James mientras se acercaba a la mesa de aquel lugar.

—Hay una entrada secreta, un pequeño closet en mi habitación… Bueno, la que solía ser mi habitación. — contestó Mónica. —Lleva a unos túneles de alcantarillado, es la mejor opción. — agregó después.

—Bien, entonces guíanos hacia allá, yo vigilaré la entrada mientras ustedes hacen lo que mejor saben hacer. — dijo Amy.

—¿Por qué confían en mí? — preguntó de repente la pelinegra, extrañada sobre el comportamiento de aquel par.

—Andrew lo hace, aún después de todo. — contestó Amy.

—Conozco la mujer que fuiste antes de toda la tragedia y sé que sigue ahí dentro, no juzgo lo que hiciste, no tuviste opción. — añadió James a la conversación. —Vamos a atacar cuando esté oscuro, como dijiste y rescataremos a Andrew, solo por él estoy aquí.

Mónica sonrió levemente, asintió con su cabeza y luego se dirigió a su maleta, la abrió y de ella sacó aquel par de espadas.

—Vamos a hacerlo entonces. — soltó, con algo de orgullo en sus palabras.

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