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Capítulo 3: Virus.

Bella llegó hasta su departamento luego de salir del antiguo hogar de su amiga, la rubia sacó aquellos documentos que escondía en su bolso y los colocó sobre la mesa más cercana, con un movimiento rápido de su varita cambió su vestimenta por algo más cómodo y luego se sentó frente a aquella mesa. 

—Hora de inspeccionar a detalle. — pensó. 

La chica estaba preparada para pasar toda la noche leyendo aquellos papeles y pergaminos. 

Amy y Andrew habían pasado el resto de la tarde y parte de la noche juntos, luego de tomar un café decidieron ir a un bar junto a McCoy para beber algo los tres. 

—Te dije que estaría aquí, conozco su horario habitual. — dijo Amy al pelinegro cuando vieron a McCoy sentado frente a la barra. 

—Danos dos más de lo que pidió, al fin y al cabo será él quien pague esta noche. — dijo Andrew al hombre que atendía mientras se acercaba a su amigo. 

El rubio se puso de pie para saludarlos a ambos y luego el trío se sentó a platicar. 

—¿Qué tal el juicio de hoy? Leí que te saliste con la tuya. — dijo McCoy. 

—Logramos qué la declaración qué dio Cooper a la policía sobre el ataque fuera invalidada después de entregar pruebas de que Stanley no estuvo ahí. — contestó Andrew. —Investigarán a fondo y reprogramaron para la próxima semana. — añadió. 

—Un clásico… te enseñé bien en la escuela de leyes. — dijo Frank con una sonrisa. 

—Creo que es momento de no hablar de trabajo y relajarnos por un rato. ¿Qué opinan ustedes? — agregó Amy a la conversación mientras bebía de una botella de ron puro. 

—Yo no tengo problema con eso. — contestó Frank. 

—Me encantaría acompañarlos en esta velada pero aún debo encargarme de un par de asuntos además del próximo juicio. — dijo Andrew mientras tomaba el vaso con whisky de la barra y le daba un sorbo. 

—Andrew, tus excusas ya no funcionan con nosotros… — susurró Amy algo seria. 

—No son excusas, es la realidad. — contestó el pelinegro con el mismo tono. 

—Creí que luego de lo que sucedió en el edificio Blake dejarías esa vida de lado. — añadió McCoy a la conversación. 

—No tendré esta conversación de nuevo, chicos, no lo haré. 

—Andrew tiene razón, es más fácil hacer entrar en razón a una ardilla qué a él. — contestó Amy mientras reía. 

El pelinegro y su amigo rieron también, tras unos minutos más de charla Andrew dejó el vaso a un lado, tomó su bastón y se preparó para salir. 

—Que tengan una linda noche, muchachos, yo los abandonaré a partir de ahora. — dijo el pelinegro. 

—Oye pasa mañana a la oficina, tengo otro posible cliente que te interese. — dijo McCoy a su amigo. 

—Hasta pronto, señor Prince. — contestó Amy con una sonrisa más coqueta hacia el pelinegro. 

Andrew sonrió levemente y luego con tranquilidad salió del lugar. 

La noche se había vuelto más vieja, la hora perfecta para el vandalismo en las calles neoyorquinas, un grupo de hombres se encontraban en una esquina vigilando un callejón algo oscuro, resguardaban lo que parecía un punto de venta de drogas. 

—¿Contraseña? — preguntó uno de los tipos a un hombre que se acercó. 

—No sabía que había contraseña para comprar esta mierda. — contestó el sujeto de forma seria. 

Los dos hombres qué vigilaban se miraron mutuamente. 

—Haznos un favor y lárgate, no compliques las cosas. — dijo uno de ellos. 

El tipo se dio la vuelta y siguió su camino. 

—¡Ayúdenme! — exclamó alguien dentro del callejón. 

Uno de los guardias corrió hasta donde lanzaron aquel grito de auxilio, miró a su alrededor y no encontró nada relevante. 

—¿Qué carajos? — pensó. 

Intentó girarse pero un fuerte golpe en su cabeza lo lanzó al suelo, aquel agresor se acercó al cuerpo y tiró de él para esconderlo en la oscuridad. 

—¿Glenn, estás bien? — preguntó el otro guardia acercándose. 

Rápidamente alguien lo tomó por la espalda y colocó un cuchillo en su cuello. 

—Vas a responder mis preguntas o te mueres, escoge bien la opción. — soltó la voz de un hombre, algo gruesa pero suave y al mismo tiempo aterradora. 

—No sé nada… ¡lo juro! — exclamó el hombre. 

De inmediato recibió un golpe en su espalda para silenciarlo. 

—Trabajas con estos idiotas, algo sabrás… ¿Cuál es el nombre de tu empleador? — preguntó el sujeto armado. 

—No puedo decirlo… me mataría si lo hago. 

—De todas formas morirás. — contestó secamente el agresor. 

—Yo… su nombre no puedo decirlo pero trabaja para un grupo importante que estuvo a punto de desaparecer… 

—Estos hijos de perra siguen con vida… — susurró el hombre con cuchillo. 

—Por favor es lo único que sé, déjame ir. — contestó aquel sujeto. 

—Sí, te dejaré ir… — soltó aquel hombre. —...pero al infierno, hijo de perra. — agregó. 

Sin ningún tipo de piedad, aquel hombre pasó el cuchillo por el cuello de su víctima y lo dejó caer al suelo, como si se tratase de algo sin importancia dejó el cuerpo del sujeto desangrándose en el suelo y siguió su camino. 

Del otro lado de la ciudad, Bells había aparecido cerca de aquel edificio que se derrumbó hace un año, los alrededores de la estructura estaban sellados y nadie podía entrar hasta terminar con aquella investigación. 

—Disculpe señorita, no puede estar a menos de 10 metros de distancia de la cinta de seguridad, le pediré con amabilidad que guarde su distancia. 

—¿Por qué hay hombres con trajes especiales? — preguntó la rubia viendo a aquellos hombres dentro. 

—Eso es información clasificada, nuevamente le pediré que se retire. — contestó aquel sujeto. 

—¿Qué está pasando ahí dentro? — cuestionó nuevamente mientras intentó acercarse. 

—Lo intenté por las buenas, señorita, pero no me deja otra opción. — soltó aquel hombre y con fuerza tomó a Bells de su brazo. 

La chica se resistió por algunos segundos y luego en una rápida maniobra se liberó del agarre y lanzó un golpe al sujeto qué lo envió directo al suelo con la nariz rota. 

—La próxima vez piénsalo mejor. — agregó la rubia con algo de enojo. 

—¡Hey, quédese donde está! — exclamó otro guardia a la distancia al ver lo que sucedía. 

Bells rápidamente corrió del lugar, se escondió tras una pared para evitar ser vista, en cuestión de segundos usó su varita para hacerse invisible y volver a aquellos alrededores. 

—Es fuerte esa maldita… necesitaré un médico. — escuchó decir la rubia a aquel hombre en el suelo mientras caminaba cerca de él, su compañero rápidamente lo levantó y lo sacó de aquel lugar. 

La chica esperó algunos segundos a que los guardias se marcharan y a que uno de los hombres que estaban dentro del edificio saliera. 

—¡Oye, Walker, te quedó una tarea pendiente! — exclamó un sujeto desde dentro. 

—¿Y a mi qué? Ya mi horario terminó. — contestó mientras siguió su camino. 

El tipo de adentro solo negó con su cabeza y luego volvió dentro del edificio. 

Aquel hombre que recién salía del lugar fue desmayado por Bells, la chica le lanzó un encantamiento qué lo puso a dormir y con cuidado colocó al chico en el suelo, con rapidez le sacó aquel traje de seguridad que portaba y se lo colocó ella. 

—Yo terminaré con tu turno, tarado. — dijo la rubia para después entrar a aquel lugar. 

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