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Capítulo 12: Límite.

Lucía se había quedado dormida en la cama de la rubia cosa que ella estaba esperando, con sigilo sacó aquella especie de máscara, se cambió su ropa y salió del lugar por la ventana para no ser escuchada, caminó por las calles de Nueva York tranquilamente hasta llegar a su destino pero se encontró a un par de policías vigilando la entrada a aquel edificio. 

Mientras tanto, Andrew y Mónica habían llegado al lugar donde Bushida se escondía, el par se infiltró dentro de aquel edificio donde el enmascarado había escuchado el latido de un hombre algo anciano qué estaba dentro. 

—Está por aquí, sígueme. — dijo Andrew a su compañera. 

Caminaron por un par de pasillos hasta que fueron atacados por aquellos sujetos con espadas en sus espaldas. 

—Malas noticias, Nómada. — dijo Mónica. 

—Ya los sentí, muévete. — contestó el hombre. 

Comenzaron a defenderse de aquellos sujetos, su trabajo en equipo era muy bueno y en cuestión de un par de minutos se deshicieron de los tipos sin ningún problema. 

Ambos caminaron hasta una sala cercana, abrieron la puerta y observaron lo que había, un hombre algo anciano atado a una silla y a su lado habían dos hombres que lo estaban torturando. 

—No es cierto… — susurró la pelinegra. 

—¿Lo conoces? — preguntó Andrew. 

—Tienes que ayudarme a sacarlo de aquí. — dijo la chica con algo de preocupación. 

—¿Quién es él, Mónica? — preguntó de nuevo el pelinegro algo alterado. 

—Un viejo amigo… — contestó la chica. 

El anciano estaba ahí, sus manos estaban atadas y no podía hacer nada para quitarse aquella nudos de sus muñecas aunque tampoco parecía tan preocupado de querer arrancarlos. 

—Lo preguntaré una vez más. ¿Dónde la escondiste? — preguntó aquel hombre japonés. 

—No sé de qué estás hablando, puedes preguntar las veces que quieras. — soltó el anciano con una voz segura y sin ningún temor. 

Un grito de dolor se hizo presente pues le habían clavado un cuchillo pequeño en el brazo izquierdo. 

—Hay que matarlo, no va a hablar. — dijo el compañero de aquel asiático. 

—Llévalo a los calabozos. — ordenó el otro. 

—No creo que eso suceda, yo me lo llevaré. — dijo una voz masculina. 

Andrew apareció y se deshizo de aquel par con facilidad mientras Mónica dejaba inconsciente a los hombres que protegían la puerta. 

La pelinegra se acercó a aquel anciano con una espada de las que cargaban aquellos hombres y cortó los nudos qué ataban al anciano. 

—Mónica… es un placer saludarte nuevamente. — dijo el hombre. 

—Cállate viejo, hay que salir de aquí ahora. — contestó la pelinegra. 

—Será algo complicado… — susurró Andrew. 

Bushida se acercó a aquel lugar cerrando la salida, muchos de aquellos hombres con katanas estaban ahí, apoyando a quien parecía ser su jefe.

—Te dije que no debías meterte en este camino, Nómada. — dijo el japonés. 

—Y yo te dije que te largaras de mi ciudad. — contestó el enmascarado tomando una pose de pelea. 

—Hoy morirán, sobre todo tú, Evans… te mataré con mis propias manos cómo lo hice hace unos años, tus compañeros fallarán así como Sawyer lo hizo aquella noche. 

—¡Cállate! No voy a dejar que te acerques a mí, yo seré quien te mate primero. — contestó la muchacha. 

—Mónica, no caigas en su palabreo. — dijo Andrew tratando de tomar el control de la situación. 

—¿Esto es lo que deseas? Ser controlada por un maniático con una máscara no es algo que el arma de La Disidencia deje que suceda. 

—Ella no es su arma, fallaron esta vez. — contestó el enmascarado. 

—El destino de Mónica está escrito en las antiguas profecías escondidas en el Reino Rúnico, tú destino es sembrar el caos y cosechar las penas y desgracias… en el fondo sabes que así es. — dijo Bushida. 

La pelinegra se quedó pensativa, sostuvo aquella katana con más fuerza a medida que pasaban los segundos. 

—No te dejes engañar por él, Mónica, sabes lo que es. 

—Pero tiene razón en algo… — susurró la chica. 

—No, nadie puede decirte que eres, solo tú te conoces a ti misma. — dijo el enmascarado. 

—Vamos, Evans… Sé parte de nosotros una vez más, toma esta segunda oportunidad. — soltó Bushida con una sonrisa maliciosa. 

Mónica intentó dar un paso al frente pero Andrew la tomó del hombro y la frenó, sin embargo, la pelinegra levantó aquella katana y la posó sobre el cuello del enmascarado. 

—¿Vas a matarme, en serio lo vas a hacer? — preguntó el hombre. 

—Yo… no puedo seguir haciendo esto. — contestó la chica. 

—Estábamos haciéndolo bien, Mónica, te estabas… 

—Debilitando. — interrumpió Bushida. —Te estabas convirtiendo en alguien como él, alguien que arriesga a la gente que lo rodea por llenar su ego y resolver sus problemas a los golpes. 

Mónica apretó más la katana contra el cuello del enmascarado al oír aquellas palabras. 

—Es lo que quieres, entonces hazlo, mátame. Es tu destino enfrentar a los enemigos de tú organización, pues te diré algo… Yo soy Nómada y soy el enemigo de La Disidencia. — soltó Andrew con tono serio. 

El enmascarado escuchó los latidos de la chica, estaba nerviosa y asustada, él aprovechó para sacarle la espada de la mano en un movimiento rápido, la tomó por el cuello colocando aquella katana sobre el cuello de la chica. 

—Tendrán que pasar por encima de ella para llegar a mi, aléjense. — dijo Andrew tomando a Mónica como rehén. 

—Eres un estorbo pero Yaroslav tenía razón… eres fácil de distraer. — dijo Bushida, el enmascarado prestó atención. 

—¿De qué estás hablando? — preguntó. 

—Tú amiga, la loca de la máscara negra… está a punto de encontrar su muerte y cuando así sea yo me encargaré de ustedes dos. 

—¿Qué quieren con Malfoy? — preguntó Andrew algo alterado.

—Será ejecutada y cuando su alma no esté, será el recipiente perfecto para nuestra nueva arma, tú tenías razón, Mónica es un arma defectuosa pero las habilidades de Malfoy combinadas con más radiación rúnica… será imparable. — dijo Bushida. —Matenlos a los tres. — ordenó después mientras daba media vuelta y se iba del lugar. 

Mónica estalló en irá, cosa que Andrew sintió con su latidos, rápidamente la soltó y le entregó aquella katana, la chica se abalanzó contra aquellos sujetos de negro y se deshizo de ellos uno por uno. 

—Sácalo de aquí, iré por Bella. — dijo Andrew. 

—Es hora de correr, anciano. — agregó Mónica mientras tomaba al señor para ayudarlo a caminar. 

Andrew corrió por el lugar buscando la salida, subió unas cuantas escaleras y al llegar arriba se encontró de frente con tres sujetos con katana, sin embargo, los derrotó fácilmente, al dejar al último en el suelo se percató de la presencia de Bushida frente a él. 

—No llegarás a tiempo, cuando estés ahí encontrarás un cadáver, independientemente de quién sea el muerto, perderás. 

—Tú serás quien pierda al final de todo esto. — contestó Andrew. 

—No puedes entrometerte en los planes de La Disidencia, saldrás mal. 

—¿No puedo? Observame. — soltó el enmascarado. 

Tomó impulso y se abalanzó sobre el hombre cayendo ambos al suelo, rápidamente se pusieron de pie y comenzaron una pelea. 

Bella lo había pensado bien, se puso aquella máscara y caminó con disimulo hasta la entrada de aquel edificio, con sigilo llegó donde los oficiales de policía y los dejó inconscientes, entró al lugar totalmente decidida de lo que haría. 

Bushida lanzó un par de golpes qué en su última pelea contra Nómada habían sido efectivos pero el enmascarado frenó los ataques, comenzó a golpear al japonés con rapidez y agilidad, no lo dejó defenderse esta vez, tras una rápida combinación de golpes y patadas el asiático quedó aturdido sosteniendo del barandal cercano, intentó reponerse pero una brutal patada en su cara del enmascarado lo envió a volar cayendo un piso abajo y quedando inconsciente. 

Más hombres con Katana se acercaban, rápidamente Andrew huyó del lugar encontrándose con Mónica y aquel anciano en la salida. 

—Te veré en mi departamento, ahora corre. — dijo el enmascarado cerrando la puerta y colocando una llave inglesa en la cerradura para que no pudieran salir. 

Malfoy llegó al piso indicado, se posó frente a la puerta del departamento de Yaroslav y con la fuerza de sus habilidades comenzó a golpearla hasta que logró abrirla, entró al lugar con mucho silencio intentando localizar al hombre hasta que escuchó un par de pasos, Yaroslav corría hacia ella con un cuchillo en su mano pero la rubia se defendió rápidamente, de un golpe envió al hombre al suelo. 

—¿Me querías? Aquí estoy, imbécil, esta vez no habrán trajes elegantes. — dijo Bella. 

Yaroslav se puso de pie nuevamente, intentó atacar a la rubia pero esta esquivó todos los golpes y lo apartó de ella de un empujón. 

—Crees que asesinándome ganarás… pase lo que pase vas a perder, igual que tú amigo enmascarado, igual que Diggory. 

—¿Qué hicieron con Loly? — preguntó Bella mientras bajaba aquella prenda qué cubría su cara. 

—La verás en el infierno ahora. — soltó Yaroslav para después intentar sacar un arma. 

La rubia reaccionó rápidamente, de una patada le arrebató la pistola y comenzaron a pelear mano a mano en aquel pequeño departamento. 

Todo parecía estar bajo control para la chica pero se distrajo por la mínima, Yaroslav la tomó del cuello y comenzó a asfixiarla, sin embargo, la chica se lanzó hacia atrás y se soltó del agarre, una vez estaba el hombre sometido en el suelo le dio un par de golpes en su cara. 

—Dime dónde está mi hermana. ¡Habla ahora, vamos! — exclamó la chica con mucho enojo, sus ojos se tornaron de color verde intenso. 

—Aunque la encuentres e intentes algo, no te va a reconocer. — contestó Yaroslav mientras reía de forma desquiciada. —Ella no es la misma, ya no. 

Tras sus palabras se sacó a la rubia de encima con una patada, se levantó tomando aquel cuchillo cercano e intentó apuñalar a la chica, nuevamente ella se defendió, le arrebató el arma y en un giro de cuerpo se puso tras el sujeto, con todas sus fuerzas comenzó a rasguñar su cara dejando tres marcas en ella. 

Los gritos de dolor del hombre cesaron cuando la rubia lo lanzó al suelo, al caer se golpeó su cabeza quedando aturdido, a punto de quedar inconsciente. 

Bella no sentía nada más que rabia, algo en su interior le dijo lo que debía hacer ahora, tomó el cuchillo del suelo y se acercó al hombre, lo tomó de la camiseta para levantarlo y con rapidez dirigió aquel arma hasta la cabeza del sujeto para asesinarlo. 

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