four;
Nueva York, Estados Unidos;
—¿Necesita ayuda, soldado Gosling? —indagó Annabeth, sin quitar sus ojos de la pantalla del ordenador, mientras trataba de hallar alguna anormalidad en la imagen.
Alexander sentó su cuerpo en la silla que se encontraba en el extremo contrario del mueble de madera añeja. Golpeteando sus dedos contra el escritorio, de manera repetida y provocando que la niña lo observara de manera asesina.
—¿Sabes dónde puedo encontrar al director Nick Fury?
Annabeth cerró el aparato electrónico de un solo movimiento. Frunció su ceño en dirección al rubio.
—¿Me ve cara de niñera? —indagó, elevado sus cejas—. Es mentira, soldado Gosling. Se encuentra en el salón de reuniones, demasiado ocupado con el consejo. ¿Estás al tanto con las noticias?
—Sí —afirmó, acompañando sus palabras con un asentimiento de cabeza.
Annabeth reprimió las preguntas que contenía en su cerebro, no quería que el ambiente se convirtiera en un interrogatorio y resultara incómodo para el rubio. Prefirió que el silencio reinara en la habitación.
Abrió nuevamente el ordenador, volviendo a su labor anterior, decodificando algunos códigos especiales para lograr entrar a los preciados archivos que un grupo de agentes había reunido en su última misión. El golpeteo de sus nudillos contra las teclas era lo único que se escuchaba dentro de las cuatro paredes.
—Annie —las mejillas de la nombrada se sonrojaron suavemente. Aún no se acostumbraba a que Alexander la nombrara por su apodo, pese a haber vivido con él durante toda u vida— necesito consejos amorosos, ¿podrías ayudarme?
—Grandulón, tengo diez años de edad. Puedo hablarte de amor en términos científicos, pero en experiencias románticas nada. Podrías preguntarle a Richard o a papá..
Sus palabras se vieron interrumpidas por la mano del hombre, quien le depositó un caramelo de chocolate con fresa en la palma.
—¿Cree que su tía saldría en una cita romántica conmigo, señorita Hözier?
Y fue en aquel instante donde Annabeth agradeció haber comprado una silla con respaldar, sino, probablemente, hubiera acabado en el suelo ante la emoción.
...
Karen Hözier;
Las opciones que tenía Karen a las cuales pedirle ayuda sobre vestimenta se reducía a cuatro personas: Pepper Potts, su cuñada, su sobrina y Natasha Romanoff. Aunque, poco a poco, iba descartándolas.
Pepper se encontraba demasiado atareada con respecto a las nuevas formas de energía para abastecer la Torre Stark, así que era imposible que tuviera un rato libre para prestarle su opinión. No podía pedirle consejos de moda a su cuñada, si la rubia se llegaba a enterar que tendría una velada en la compañía de Alexander Gosling, seguramente le haría bromas al respecto por el resto de su existencia. Su sobrina, Annabeth, se mantenía encerrada en el laboratorio, tratando de hallar la manera de quitarse el dispositivo que Robert le había colocado.
No tenía otra opción más que marcar el número de Natasha y rogarle para que se ofrezca a ayudarla.
—Haber, haber —comentó la pelirroja, moviendo las prendas de un lado al otro de la habitación—. ¿Dónde compras esto? —Karen le arrebató la prenda, avergonzada—. Si Alexander tuvo las agallas para invitarte a salir, tú tienes que tenerlas para ponerte algo sexy.
Las cejas de Karen se elevaron, dedicándole una mueca a su compañera.
—Malas experiencias —canturreó.
—Eso fue por no requerir a mi ayuda —respondió Natasha, tomando algunos vestidos que se hallaban desparramados sobre los diferentes muebles del lugar—. Quiero que te pruebes estos... —comentó mientras lanzaba las prendas hacia el rostro de la castaña.
...
La gélida brisa rozó la piel desnuda de su cuello, provocándole un escalofríos. Karen se recriminó internamente por no haber tomado un abrigo que protegiera mejor su cuerpo.
—Oh, avellanita, estás temblado.
Instantes luego, el abrigo que cubría la anatomía de Alexander Gosling, había sido colocado sobre sus hombros. En agradecimiento, la agente de castaños cabellos le dedicó una delicada sonrisa, tratando de ocultar el nerviosismo que inundaba su ser a causa de la cercanía de su compañero.
Los pasos de los enamorados se frenaron ante la entrada principal de un restaurante bastante pintoresco. Enormes ventanales anticipaban lo que se hallaba en su interior. La campanilla de la puerta de madera fue la primera en darles la bienvenida al lugar.
—Es bellísimo —halagó Karen, observando curiosa cada mínimo detalle de lo que la rodeaba—. Jamás hubiera pensado que un lugar así se escondía entre los edificios.
—Antes solía ser una cafetería. Frecuentaba el lugar en mi infancia, sus galletas de chocolate eran deliciosas.
Karen dejó escapar una pequeña carcajada de sus rosados labios, a causa de la mueca que Alexander había hecho con sus fracciones.
Las horas transcurrían con ligereza. En un pestañeo, el postre se encontraba servido sobre los platos de porcelana. Karen trataba de aguantar las inmensas ganas de soltar escandalosas carcajadas por las anécdotas que el rubio comentaba: sus recuerdos de la infancia, momentos dentro del entrenamiento militar y demás recuerdos que jamás habían conversado en sus tiempos libres.
El sonido del teléfono celular de la mujer interrumpió la velada, y pidiéndole a Alexander que la disculpara, se alejó para atender la llamada.
—¿Qué hiciste ahora, Josh?
—Bueno. Un sujeto pretende conquista el planeta. Por lo que tengo entendido, ha... —se escucharon unas palabrotas de su sobrino y las exclamaciones desesperadas de Ethan en el fondo.
—Tía —murmuró la niña por el auricular. Karen notó lo agitada que se hallaba— Necesitamos su presencia en el cuartel, ahora. Loki se encuentra en la Tierra.
___
LOKI HA LLEGADO (?)
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