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Trance repentino


Había pasado una semana.

Una semana que fue equivalente a vivir un infierno, a Dahana poco le importaba haber vencido a Camelia, no le interesaba ni mucho menos se sentía orgullosa, naturalmente celebraban luego de terminar una misión, pero en esa ocasión no hubo fiesta alguna.

Al menos no para ella.

Charlotte insistió en hacer algo para animar el ambiente y estuvo de acuerdo, todas se habían esforzado bastante, habían recibido heridas muy graves que, a pesar de estar sanadas, dolieron en su momento, así que necesitaban una recompensa. De esa forma fue como realizaron una pequeña comida, pero aunque la invitaron no quiso ir.

Desde aquel día en el que Tania había acabado con Camelia no había tenido ganas de hacer nada, el grupo había decidido quedarse en el edificio con Iktan durante un mes, en espera de que Tania se mejorara, y en lo que llevaban luego del incidente las chicas habían salido a recorrer la ciudad, al teatro, al cine, a comprar ropa o incluso al zoológico, en esas ocasiones, y a lo largo de la semana Dahana había recibido sus diarias invitaciones para ir con ellas, pero una tras otra las había rechazado lo más amable que pudo.

No es que tuviera algo que hacer, pero tampoco quería alejarse de su compañera, no tenía ganas de hacerlo y sabía que si accedía e iba con su mal estado de humor solo lograría arruinar el momento. 

Llevaba siete días exactos en aquella habitación llena de equipamiento médico y olor a químicos, desde que volvieron a revisar a Tania y tuvo que ser nuevamente entubada Dahana decidió que no la volvería a dejar, así que pasaba todo su tiempo en ese lugar. Al principio Charlotte la obligaba a bajar a comer con todas pero R terminó llevándole las comidas hasta aquella habitación ya que Dahana se notaba más apagada si salía de allí. Incluso había transportado sus artículos personales, varias cobijas y almohadas para no tener que irse solo porque necesitaba una liga para cabello o sus audífonos.

Aquella habitación se había vuelto su residencia, su refugio, un lugar donde solo estaba ella y el sonido que emitía el corazón de Tania cada que latía, aquel sonido que tanto la tranquilizaba ya que, indicaba que seguía viva, a pesar de que no abriera los ojos seguía viviendo.

Unos golpes suaves sonaron al otro lado de la puerta y por el ritmo de estos Dahana pudo adivinar que se trataba de R.

-¿Puedo pasar?-

Su voz lo confirmó.

-Adelante.- Dahana se sentó bien en el enorme sofá del que se había adueñado por completo y esperó a que su amiga entrara. -¿Necesitas algo?-

-Para nada.- R cerró la puerta una vez que estuvo dentro y con paso tranquilo se acercó a uno de los sillones individuales y se dejó caer. -Solo vine a hacerte compañía.-

-Ah, entiendo.- 

R mantenía un semblante tranquilo por fuera, pero por dentro era todo un caos, estaba más que preocupada por Tania, y por Dahana igual. Su líder a penas y comía, apenas y dormía, sus ojeras demostraban aquello. Se había puesto más pálida, tenía el color de un muerto, un color enfermizo, sus ojos carecían de su brillo y energía habitual, su vestir era descuidado, al igual que su cabello, que actualmente estaba enredado y esponjado. Casi no conversaba ni socializaba con nadie a menos que le hablaran, se negaba a salir si quiera a tomar un poco de aire, incluso su tono al hablar había cambiado, ya no decía malas palabras o insultos, hasta lo ocurrente y carismático había abandonado su ser, ahora solo decía cosas simples, contestaciones cortas, aburridas.

Era como verla morir lentamente.

A ambas, Tania se debilitaba, el suero que se le suministraba no era suficiente y su cuerpo perdía peso y energía con cada día que transcurría, y Dahana... Ella moría al ver a Tania así, se había apagado, se estaba matando a sí misma.

Y lo peor es que lo sabía, se daba cuenta y no hacía nada. Y R tampoco podía hacer mucho para ayudarlas.

-R...- Dahana sacó de sus pensamientos a la joven.

-¿Si?-

-¿Crees que duela morir?-

R tragó saliva, por más que quisiera engañarse a sí misma ya sabía porque Dahana había preguntado aquello, y sabía que rumbo tomaría la conversación, uno que le hubiese gustado evitar por completo.

-¿A qué viene esa pregunta?-

Dahana se encogió de hombros, sus ojos estaban fijos en el cuerpo inerte de Tania recostado sobre la camilla.

-Tú lo sabes.- Dahana ladeó su cabeza. -Sé que sí.-

Un suspiro salió de la boca de R, definitivamente lo sabía.

-No creo que duela morir, creo que en ocasiones lo que duele es la forma en la que lo haces. Aunque no puedo decir nada con certeza, para mi buena o mala suerte sigo viva, y no me veo perecer hasta en un muy largo tiempo.-

-Ya veo...-

-Dahana.- El tono de R se volvió serio. 

-¿Crees que duela si es con pastillas?- Preguntó Dahana jugueteando nerviosamente con sus dedos.

-Dahana.- Repitió R atrayendo finalmente la atención de esta.

-¿Mmm?-

-No tienes permitido suicidarte, ¿entendido?-

El silencio se extendió por un breve momento en el que ambas intercambiaron miradas, finalmente Dahana volvió a centrarse en Tania y respondió con un tono de voz tan desinteresado y triste que R se sintió mal de solo escucharla.

-No prometo nada.-

-Tania no querría que murieras.- Comentó R.

-Tania querría que fuera feliz.- Contradijo Dahana. -Y si ella no está, ¿cómo quieren que lo sea?-

-Aún no ha muerto.- Dijo R cruzándose de brazos.

-Y espero que no lo haga, quiero verla... Una vez más.-

R iba a decir algo más pero se calló al notar como diminutas y silenciosas lágrimas escurrían de las mejillas de Dahana. Quería contradecirla, convencerla de que no intentara quitarse la vida si algo le pasaba a Tania pero... ¿Cómo podía decirle eso a alguien cuando ella haría lo mismo si Charlotte muriera?

Sería muy hipócrita y contradictorio de su parte. 

Sabía que el amor no mataba a nadie pero el dolor que causaba podía ser demasiado para algunos y... Aunque morir nunca era un buen escape quizá era lo mejor para aquellos que se atormentaban y dejaban de encontrarle un sentido a la vida.

No sabía que hacer.

Si perdían a Tania no quería que Dahana fuera la siguiente, pero ella tenía razón, no podía obligar a vivir solo para que ellas estuvieran bien, no podía obligarla a vivir si no era feliz. Quizá podría superar su amor por Tania pero quizá no, era tan confuso. Aunque desde luego, alguien ajeno no podía decidir si un ser humano debería vivir o morir, eso ya era decisión de cada quien, y aunque doliera R aceptaría cualquier cosa que Dahana quisiera, al final era su vida y ella tendría que decidir como vivirla, o como terminarla.

-El amor es problemático...- R se pasó las manos por el cabello frustrada por no saber bien que hacer o que pensar.

-Es catastrófico.- Dahana se limpió las lágrimas. -Y es dulce a la vez.-

-Tengo miedo Didy, tengo miedo de que mueras... Y de no hacer lo correcto.-

Dahana soltó aire y se recargó en el respaldo del sofá.

-Todos moriremos algún día R, la vida está sobrevalorada, muchos creen que debes llegar a viejo, lo toman como un obligación, y yo estoy dispuesta a cumplir siempre y cuando sea feliz, si mi mayor felicidad actual se va no puedo obligarme a quedarme. Es egoísta de mi parte, pero no pueden obligarme a vivir bajo la esperanza de que lo superaré, o que encontraré alguien más, inclusive tampoco porque "hay muchos motivos" para vivir. Puede que ustedes lo vean así pero yo no podría, y si siguiera sería sufriendo, podría disimular, casarme quizá... ¿Pero realmente sería feliz?- Dahana miró a R. -Es confuso, hay mucho en que pensar, lo sé, pero así somos los seres humanos, espontáneos, confusos... Nuestra existencia misma y propósitos son incognitos. No hay nada que tengamos con certeza solo se nos permite dudar, dudar de todo y por todo, quizá esté mal que quiera irme pero ¿qué se hace al respecto?-

R negó con la cabeza y luego sonrió tristemente, estaba reprimiendo lágrimas que nunca creyó tener.

-Echaré de menos a una líder y amiga.-

-Descuida.- Dahana se frotó los ojos. -Estoy segura de que Tania vivirá, no hay que preocuparse antes de tiempo.-

-Eso igual me aterra.- R miró una última vez a ambas y luego se volvió a levantar dispuesta a irse. -Pero bueno, dejemos las cosas tristes para después, creo que la comida ya está lista, iré a traerte un plato.-

-Gracias.-

-No me agradezcas.- R salió y cuando la puerta hizo click detrás de ella finalmente pudo soltar sus emociones.

-¿R?- Charlotte apareció llevando consigo la bandeja que R estaba a punto de ir a buscar. -¿Estás llorando?-

Inmediatamente R disimuló frotándose los ojos y cambiando su actitud triste y desesperada por una neutral como siempre.

-No, solo, es que... Me piqué el ojo.-


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