Primero olvidó como luchar, como defenderse, luego olvidó sus poderes, también olvidó rostros, lugares, colores, poco a poco su mente y los recuerdos que guardaba fueron borrándose dejando en su lugar huecos vacíos repletos de nada.

Olvidó igual a Minerva, Ruby, Romina, Henna, R, Charlotte, Emma, Penny.... 

Olvidó el día y la noche.

Olvidó como se sentía amar y ser amada, olvidó el cariño, las caricias, la atención...

Y como si fuera un juego cruel, un castigo dulce y venenoso también la olvidó a ella... Sus sonrisas, sus pecas casi invisibles, sus lunares, su forma de enojarse, la suavidad de sus labios y el brillo de sus ojos, Dahana... Su nombre igual se desvaneció sin dejar rastro, sin dejar nada que la hiciera recordar que significaba para ella.

Finalmente... Olvidó quien era.

Las palabras persona, humano, Tania, eran carentes de sentido, no entendía nada a su alrededor, no sabía nada de lo que la rodeaba...

¿Qué hacía allí? ¿Quién era allí? 

Tenía preguntas a las cuales no les encontraba razón de ser, su mente había quedado absolutamente en blanco a excepción de esa pequeña cosa que sobre las demás seguía prevaleciendo.

Matar....

Una palabra fuerte y brutal, eso era lo único que aún le habían obligado a recordar. Fuera de ese mísero conjunto de letras que comenzaba a darle sentido a su existencia no tenía nada más a lo que aferrarse.

Estuvo sola, vio partir a aquella masa de piel y huesos pero no le importó... 

Espero sin preocuparse en que el tiempo pasara...

Espero sintiendo pequeñas molestias en su cuerpo, incluso el dolor había desvanecido debido a que no recordaba como nombrarlo o, como sentirlo...

No estuvo consiente de cuanto tiempo pasó mientras aguardaba sola a la espera de nada en particular hasta que finalmente alguien entró.

Eran dos, una más grande que la otra. Tenían aspecto extraño y aún así se veían hermosas.

Tania comenzó a divagar, su mente quería matar... Matar... Algo, lo que fuese, lo quería, lo anhelaba... Lo necesitaba...

{***}

Camelia observó satisfecha su creación, no quedaba nada de la anterior Tania, ahora era un monstruo, su monstruo....

Por la expresión perdida y vacía en los ojos de su experimento Camelia dedujo que todo había resultado perfectamente, ahora tenía una nueva marioneta para realizar su obra, eso era excitante.

Los ojos, anteriormente lilas o cafés ahora estaban coloreados de un rojo rubí, las cicatrices y heridas en el cuerpo de su víctima seguían siendo visibles, profundas y delicadas pero parecían no importarle, podría curarla, quizá así sería más eficaz pero... Si lo hacía su mensaje no sería transmitido justo como quería.

Con cuidado acarició el mentón sangrante de Tania sin miedo a que esta reaccionara, al ser un juguete que solo deseaba matar podía ser peligrosa pero ahora Camelia la controlaba, podía ordenarle, y al ser su ama jamás la traicionaría.

La había diseñado especialmente para ser un perro faldero que obedecería sin protestar, sin oponerse hasta que dejara de ser útil, entones y solo entonces se desharía de ella sin remordimiento alguno al igual que había hecho con sus marionetas humanas anteriores.

-My lady...- Dorotty esperaba órdenes, ella igual estaba ansiosa porque eso comenzara nuevamente, estaba ansiosa por que vieran a la obra de arte de su ama y estaba ansiosa de tomar venganza.

Camelia ladeó la cabeza y luego retrocedió con una sonrisa de oreja a oreja asomando por sus labios color cereza.

-Libérala y haz llegar mi mensaje a la UESI.-

-¿Qué quiere que les diga?- Preguntó Dorotty haciendo una sutil reverencia.

La lengua de Camelia saboreó el dulce de su boca.

-Diles... Mismo lugar, una sorpresa y el comienzo para su final...-