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El ratón cae en la trampa


Con forme bajaban a los niveles inferiores un olor a químicos, sangre y humedad comenzaba a hacerse más y más fuerte, hasta que fue lo único que invadió sus pulmones.

Dahana derribó la última puerta que quedaba para ingresar a la bodega mayor topándose con una escena que nunca se esperó ver. 

El lugar estaba destruido, los contenedores y aparatos no eran más que piezas tan minúsculas que sería imposible repararlos, el agua escurría de las paredes como aquella vez que estuvieron en el callejón, pero lo más alarmante no era eso, sino que R se encontraba muy lastimada, la sangre cubría su cuerpo y su ropa, pedazos de metal salían de su piel y su ojo derecho había sido arrancado cruelmente, mientras que su oponente, aquella mujer nacida de las llamas del infierno no tenía más que simples rasguños.

Era la primera vez que Dahana la veía y aún así ya tenía odio acumulado a su persona.

Camelia sonrió al verlas entrar, llevaba una vestimenta demasiado formal, demasiado perfecta, su cabello estaba suelto y de vez en cuando se movía en ondas como si estuviera debajo del agua. Sus ojos de un color imposible brillaban como los de un felino que acaba de ver a su presa y estaba listo para abalanzarse sobre esta, tenía la boca manchada de sangre y mostraba unos colmillos caninos, además de que jugaba de forma divertida con un objeto que a simple vista parecía una canica de vidrio pero al analizarla con un poco de mayor atención uno se daba cuenta de que era un ojo, el ojo de R.

-Si que tardaron.- R intentó recuperar la compostura, su columna con aquellos metales dolía como los mil demonios pero hizo como si no sintiera absolutamente nada.

-Tu ojo...- Henna apretaba con fuerza unos látigos que había sacado de quien sabe donde.

-Estoy bien.- R sabía que no lo estaba pero decir la verdad no era lo mejor en ese momento.

-Vaya, vaya...- Camelia habló y Dahana sintió como si una serpiente le estuviera bajando lentamente por la espalda. -Pero que tenemos aquí, Dahana Suredal, Henna Meinla y...- Camelia miró a Minerva a la espera de una respuesta de su parte.

-Y quien va a ayudar a Dahana a hacerte pedazos.- Gruñó Minerva sacando sus garras de oro.

-Lindo nombre.- Camelia guardó el ojo de R en uno de sus bolsillos. -Tus padres tienen buen gusto para escoger nombres.-

-Lástima que no se pueda decir lo mismo de los tuyos.- 

-Auch.- Camelia mostró una sonrisa ladina. -¿Se supone que eso deba dolerme? ¿Insultarme? ¿Ofenderme?-

Minerva apretó los dientes y sin pensarlo mucho se lanzó sobre aquella mujer con una patada que dio a la nada.

-Más suerte para la otra.- Camelia habló desde el otro lado de la habitación.

-Es inútil.- R suspiró. -Los ataques físicos no le hacen nada, los esquiva como cobarde, lo único que podemos ocupar en su contra son nuestros dones.-

-Una verdadera lástima.- Camelia se sobó la cien. -Lamentablemente Dorotty no puede borrarles la memoria ya que está ocupada en mantener a Tania en su estado actual, si se desvía... ¡Push! So memoria volvería y yo acabaría más que muerta.-

-Me gusta como suena eso.- Dahana acabó de mandar el mensaje que estaba escribiendo de forma oculta y luego volvió a prepararse para atacar, podía ser que los ataques físicos no le hicieran nada pero ella no iba a quedarse viendo.

-Oh cierto.- Camelia posó sus ojos sobre Dahana. -¿Recibiste mi regalo matutino?-

Dahana no respondió, la ira se desbordaba en su ser nuevamente, por un momento lo creyó pero ahora lo tenía confirmado, que Tania hubiese vuelto en sí por unos segundos había sido todo obra de esta mujer. 

Uno más de sus típicos juegos.

-Por esa expresión puedo asumir que sí.-

-¿Regalo matutino?- Henna alzó una ceja.

-Nada que venga de ella es un regalo.- Minerva escupió. -Solo un juego disfrazado.-

La sonrisa volvió al rostro de Camelia.

-Me halaga que me conozcan tan bien.-

-Suficiente charla.- R activó sus habilidades. -Comencemos de una vez.-

-Veamos que pueden hacer.-

-Y ahí vas de nuevo.- Minerva se unió a las demás para hace run ataque conjunto. -Por algo dicen que perro que ladra no muerde.-

Camelia volvió a teletransportarse cuando aquellas chicas se lanzaron sobre ella, sin embargo cuando reapareció su cuerpo quedó congelado por el don de R. Maldijo y desapareció una vez más evitando los golpes de energía de Henna y los arañazos de Minerva que podían resultar mortales.

-¡Cobarde!- 

Minerva gritó lanzándose nuevamente para  atacar sin tener éxito. Camelia podía estar inmovilizada pero ya que había agua por todos lados no necesitaba nada más que su mente para visualizar donde quería aparecer y así se teletransportaba esquivando la mayoría de los ataques, era terriblemente escurridiza y molesta.

-Ser precavida no tiene nada que ver con ser cobarde.- Camelia habló en cuanto R perdió el control sobre ella. -Puedo matarte si yo quiero.-

-¿Enserio?- Minerva ayudó a R a recuperar el equilibrio, la pérdida de sangre igual estaba afectándole. -Vamos, inténtalo.-

Ni bien había acabado de hablar cuando aquellas plumas que Camelia había ocupado en Tania se clavaron también en ella causándole arcadas de dolor agonizante.

-¿Decías?-

R intentó levantarse pero Minerva la detuvo.

-Quédate aquí, si interfieres perderás más sangre y en el grupo nadie es compatible contigo.- 

-Pero...-

-Minerva tiene razón R.- Dahana se limpió la sangre de un corte que había aparecido en su mejilla luego de que una de las plumas que iba contra Minerva le rosara. -Además Charlotte está esperándote, no podemos dejarte morir, no aquí.-

R maldijo pero terminó cediendo, si atacaba en su estado solo acabaría siendo un estorbo.

-Bien.- R agradeció que Minerva le lanzara sus vendas para poder comenzar a sellar algunas de sus heridas más profundas, normalmente eso no era un problema porque si se lastimaban Tania se encargaba de curarlas en el transcurso de la batalla sin necesidad de detenerse, pero ahora que ella no estaba muchas cosas cambiaban. -Me quedaré aquí pero, prométanme que ustedes igual van a vivir.-

-Lo prometo.- Dahana se fue tan rápido como había llegado, no podía dejar que Henna se encargara sola.

R miró a Minerva en espera de su respuesta, la menor bufó y rodó los ojos, no podía creer estar haciendo eso por segunda vez en su vida.

-Ya, yo igual lo prometo.-

-Más te vale.- 

-Ahora quédate aquí, y no se te ocurra moverte o te mato.- Dijo Minerva volviendo a ponerse de pie para unirse a la batalla.

Henna estaba por llegar a su límite, su energía agonizaba debido a que no había comido nada aún y lo que llevaba lo estaba usando sin freno, quizá pudo haber reservado la poca que tenía pero no podía darse el lujo de pisar aquel suelo húmedo por lo que había tenido que crear una capa para que ni ella ni sus compañeras fueran absorbidas como pasó con Tania en su momento.

Aquella capa y sus ataques la estaban consumiendo, pero no podía perder, no ahora que tenían una oportunidad que no se volvería a repetir, no ahora que podían vengar a Tania.

-Debo de admitirlo.- Camelia bloqueaba los ataques de Dahana con la misma facilidad con la que respiraba. -Ustedes son divertidas.-

-Y tú eres...-

-Shhh.- Camelia calló a Dahana derribándola una vez más. -No digas nada, es de mala educación interrumpir a tus mayores.-

-Es de mala educación interrumpir a tus mayores.- Remedó Dahana desde el suelo. -Jódete.-

-Sin duda es pareja de Tania.- Minerva sonrió. -Ya se le pegó su mala influencia.-

-Sin duda.- Henna recargó para volver a contraatacar.

-Tania.- Dijo Camelia trayendo la atención de las tres. -Sus gritos fueron melodiosos, me pregunto como serán los vuestros...-

Dahana apretó con tanta fuerza sus puños que sus dedos comenzaron a dolerle, Tania casi no gritaba, que Camelia la hubiera hecho hacerlo era... 

-Te odio...- Dahana se levantó. -¡Te odio!-

Lanzó sus patadas y golpes, disparó y lo dio todo, Camelia solo rio y cuando tuvo a la joven a escasos centímetros en vez de bloquear como había estado haciendo la tomó de la pierna cuando lanzó una patada que pudo haberle roto el cráneo sin problemas, luego retorció aquella parte del cuerpo de Dahana rompiéndosela.

El sonido de los huesos separándose, rompiéndose, fue lo único que se escuchó por unos segundos que parecieron eternos, Dahana se contuvo para no gritar, para no llorar, por mucho que el dolor fuera infernal de su boca no salió ningún quejido y sus ojos no derramaron lagrimas.

-¡DAHANA!- Minerva jaló por detrás a su amiga librándola de las garras de Camelia, aunque ya era muy tarde, el daño estaba hecho.

-Qué frágil.- Camelia se relamió los dedos llenos de sangre, la pierna de Dahana no solo estaba rota, los fragmentos de los huesos habían traspasado su piel como astillas, la sangre comenzaba a escurrir de forma escandalosa logrando más satisfacción en Camelia. -Recuerdo que Tania era igual, su poder es mucho, su fuerza física igual, pero su cuerpo sigue siendo débil, sigue siendo humano... Tú lo haz de saber muy bien Dahana, una piel tan sensible que con solo aplicar una leve presión pueden quedar marcados moretones, fue divertido y patéticamente sencillo llenarla de cicatrices. Es curioso, ¿no lo crees? Como alguien con tanto potencial es tan maleable de cuerpo.-

-La tocaste...- El tono de Dahana era suave, peligroso.

-Lo hice.- Afirmó Camelia sin miedo alguno. -¿Qué vas a hacerme?-

-La tocaste...- Volvió a decir Dahana. -Tania odia que alguien la toque sin su permiso... ¡Y TÚ LO HICISTE!-

-Y lo volvería a hacer.- Camelia sacó otra de sus plumas. -Y lo mismo haré contigo, ya que igual me gustas de marioneta.-


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