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Costo de amar


La noche era hermosa, eso era algo que siempre había sabido pero que Tania le hizo recordar para siempre.

Ahora que la veía podía notar esa belleza sencilla y por alguna razón dolía.

Habían pasado siete horas en las que lo único que escuchaba era el pitido de los autos varios niveles más abajo, los cuchicheos de las chicas en el interior del pasillo y algunos trinos de las aves que volaban cerca. Dahana estaba triste, y no quería que las demás la vieran así, estaba desesperada y tenía miedo, miedo a perder a quien más amaba.

Las lágrimas no dejaban de acudir a sus ojos en esos día y parecía ser que ese momento no era la excepción, pequeñas gotas saladas salieron rodando por sus mejillas hasta su mentón, de donde se desprendieron lentamente para caer sobre el barandal.

-Dahana...-

Rápidamente la chicas se pasó una mano por la cara limpiando las lágrimas que se estaban escapando.

-¿Si?- Su voz la traicionó, aunque quisiera sonar confiada y segura como siempre no podía, su tono era muy suave, cortado y melancólico.

-La doctora acaba de avisarnos que terminaron.- R se quedó en donde estaba dándole su espacio a su líder, quien agradeció profundamente aquello. -Sigue viva.-

Dahana asintió lentamente.

-¿Sigue sedada?-

-Los sedantes no le hicieron nada.- R habló directa como siempre. -Despertó a media cirugía y tuvieron que hacer uso de los inmovilizadores para poder concluir, ella los atacó pero no hizo falta mucha defensa para calmarla, tal parece que la tecnología de su hermano puede retenerla perfectamente.-

Dahana tragó saliva, si Tania había despertado y había atacado...

-¿La anestesiaron?-

-No tuvo efecto tampoco.- R hablaba lo más calmada y tranquila que podía para no alterar demasiado a Dahana, quien de por sí ya tenía los nervios a flor de piel. -Se le suministró anestesia pero supongo que... Ella sintió todo el dolor.-

-Comprendo.- Dahana pasó su mirada una vez más por el cielo oscuro que pronto pasaría a colores cálidos de nuevo dando paso a un amanecer, luego se dio media vuelta dispuesta a entrar. -Iré a verla.-

R se hizo a un lado para permitirle pasar, pero cuando estuvo a su lado la detuvo colocando una mano sobre su hombro.

-Didy... La doctora igual dijo que su estado es el mismo, sigue sin reconocer a nadie, la trasladaron a un cuarto cerca del de nosotras para poder mantenerla vigilada, aunque está presa por las cadenas de supresión, sé que va a afectarte pero...-

-R.- Dahana se soltó amablemente y sonrió con tristeza. -No me importa que no pueda reconocerme o que quiera matarme cada vez que me ve entrar, solo quiero estar junto a ella, porque... Al final de cuentas yo si la reconozco y la amo.-

-Bien.- R observó a Dahana irse y suspiró, sin duda aquellas dos eran todo un caso, un increíble y maravilloso caso.


{...}

Dahana dudó unos segundos antes de tomar la perilla que daba al interior de la habitación y girarla sin hacer ruido alguno, tenía miedo porque ya sabía lo que aguardaba detrás, sin embargo el saber no evitó que su corazón volviera a fragmentarse al ver una vez más aquella escena que tenía muy clara en su mente y en frente.

Los ojos rojos que en algún momento fueron castaños o incluso morados veían a la nada, ni siquiera se inmutaron cuando Dahana entró, no la miraron con amor como solía ser siempre, ni siquiera con odio... No reflejaban nada, absolutamente nada, era como si a Tania le hubiesen borrado cualquier emoción y sentimiento dejando solo en su interior esa sed insaciable por matar.

El cuerpo de Tania estaba cubierto por una bata y vendas, su piel estaba limpia y en las zonas visibles mostraba cicatrices que antes no estaban allí, su cabello corto estaba desenredado y sedoso, habían miles de cables y sueros conectados a su cuerpo el cual se mantenía preso en la camilla gracias a las cadenas que Iktan había fabricado.

Aquellas cadenas que, a pesar de ser especiales seguían dejando marcas en los tobillos y muñecas de Tania, allí donde su piel estaba más dañada seguían produciendo dolor, todo para que no escapara o lastimara a alguien.

Dahana se acercó y fue hasta entonces cuando Tania reaccionó, intentó atacar pero al estar retenida no consiguió más que lastimar sus heridas vendadas soltando un gemido ahogado de dolor. 

-No hagas eso.- Dahana se sentó a un lado de ella y con la delicadeza y el cuidado con el que se trataría una reliquia le acarició la cabeza jugueteando con sus cortos mechones, los cuales desprendían un leve olor a manzanilla. -No he venido a atacarte, puedes estar tranquila... Si intentas atacar en estas condiciones solo vas a lastimarte más.-

La mirada hueca de Tania se clavó en el rostro de Dahana, como si la estuviera viendo sin ver. Tania escuchó atenta esas palabras que no tuvieron sentido alguno, ni siquiera se molestó en entenderlas, quería matar algo... Pero dolía intentarlo.

-¿Te sientes mejor?- La voz dulce de Dahana capturó nuevamente la atención de Tania quien parpadeó muy rápido sin poder comprender aún lo que le decía. -Tomaré eso como un tal vez.-

Las caricias de Dahana se desplazaron a la mejilla de su pareja quien se puso aún más rígida, como si en vez de mimarla la estuviera hiriendo.

-R dice que no reconoces a nadie, pero yo quiero suponer que al menos, muy, muy en el fondo aún conservas algo que te haga recordarnos. Sé que no nos olvidarías solo por un poder, eres más fuerte que eso, dentro de ti aún sabes quienes somos... ¿No?-

Tania no respondió, quizá podía hacerlo peor no sabía como, ni que. Su mirada siguió observando a aquella chica sin ver nada en particular, era como analizar un lienzo en blanco, no sientes, no diferencias, no te importa...

-No...- Dahana ya no se esforzaba por contener las lágrimas, ya no se esforzaba por aparentar ser fuerte. -En verdad no nos recuerdas.-

 La joven tomó la mano de Tania y la besó consiguiendo más miradas que no reflejaban nada. Sabía que Tania seguía viva pero en esos momentos sentía que la estaba viendo un cadáver, al menos le hubiese gustado que en aquellos ojos, que a pesar de haber cambiado seguían siendo hermosos, se reflejara algo humano, aunque fuera odio.

-Pero no importa, yo te recuerdo...- Dahana sonrió, y su sonrisa fue tan triste y desolada que cualquier pintor que la hubiese visto se sentiría tan abatido que iría a buscar un lienzo para plasmar las nuevas emociones que desbordaban en su ser, intentarían pintar aquella escena, una chica sonriendo melancólicamente, y sería en vano porque no lograrían capturar con exactitud todo el dolor y el amor que aquel simple y sencillo gesto transmitía. -Y poco a poco te ayudaré para que igual tú lo hagas.-

Para ese punto Tania no sabía como reaccionar, quería matar, pero su cuerpo dolía al intentarlo, sus fuerzas no estaban y... Y aquella figura la tenía capturada de un brazo.

 ¡Quizá iba a rompérselo!

 Lo mejor sería quedarse quieta y simular no ser una amenaza para que no le hiciera nada, no quería sufrir más, no recordaba pero por alguna razón el dolor y el miedo de que alguien la tocara estaba allí, creía saber que alguien la había herido, y sentía que siempre que la tocaban sería solo para hacer daño y no quería pasar por eso, no de nuevo, así que optaría por parecer sumisa, por parecer débil.

Quizá de ese modo no volverían a atacarla y su brazo quedaría sano y salvo.

-Cuando comencé a practicar violín me dijiste que sonaba como una sonata demoniaca tocada por patos.- Dahana seguía sosteniendo la mano de Tania, sintiéndose absurdamente mejor al hacerlo. -Te lancé el violín luego de eso y acabaste con un buen moretón en la cabeza, hay muy pocas cosas que pueden herirte dejando cicatrices como esta...- Dahana rozó con su meñique una nueva línea que estaba debajo de la anterior cicatriz en la mejilla de su pareja. -Me pregunto que te hizo como para dejarte así. Lo imagino y me duele solo pensar el infierno que pasaste, y yo... No sé que hacer, no sé como debo reaccionar, siempre que pasaba algo así tú estabas conmigo para aconsejarme, para abrazarme... Ahora te tengo pero a la vez no, y quiero gritar, quiero llorar, y llorar y seguir llorando, también quiero matarla, y... Quiero volver el tiempo, quiero verte sonreír una vez más.-

La expresión en el rostro de Tania no cambió y Dahana dudó que la estuviera escuchando, aún así se alegró de que al menos la mirase, por muy extraña y vacía que fuera aquella mirada era suya, y eso ya era un poquito reconfortante.

-Dice el dicho que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, yo sabía lo que tenía, y me lo arrebataron, ¿es cruel no?- Dahana esperó unos segundos una respuesta que no llegaría para luego continuar hablando. -Siempre he odiado la venganza, es algo que te consume, pero ahora es lo que más anhelo.-Dahana comenzó a juguetear con uno de los mechones rebeldes de Tania. -Está mal, estoy quebrantándome, corrompiéndome porque te lastimaron, estoy dejando de lado mis principios solo porque no quiero verte así una vez más... Y la verdad no me importa, por ti iría al infierno sin quejarme en absoluto, por ti estoy dispuesta a consumir este mundo de miseria solo porque te hicieron daño.-



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