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¿Quiénes son ustedes?

Capítulo IV


El sonido de la explosión resonó por todo el lugar, las chicas, cómodamente sentadas en uno de los sillones de la enorme sala se estremecieron al oír como afuera el carro era hecho pedazos.

— ¿Quieren té? — Tania entró con una tetera en sus manos y no esperó respuesta, le sirvió a cada una un poco de té de hierbabuena. — Hay, se ven terribles. Beban eso, quizá sus mejillas agarren un poco de calor.

Las tres pálidas criaturas obedecieron al mismo tiempo, sorbiendo apenas una pequeña cantidad.

— ¿Por qué...? — Ruby fue interrumpida con el sonido de la puerta de entrada, luego, Emma estaba recostada en otro sillón, sin señas de que acababa de matar a alguien.

— ¿Y? — Tania agarró tres galletas de la enorme bandeja que había puesto para sus invitadas. — ¿Cómo estuvo? — preguntó, refiriéndose a la subasta y no al pequeño, casi insignificante, evento ocurrido minutos atrás.

Como respuesta obtuvo un gruñido por parte de Emma. Tania rio por lo bajo y se lanzó en el sillón frente a su amiga.

— Supongo que no salió nada bien. — dijo Tania en tono burlón.

— Llegó el maldito mensajero de Carlo, tuve que matarlo. Fuera de eso todo bien. — Soltó Emma en tono cansado, aquel día había sido demasiado ajetreado.

Tania arqueó una ceja.

— ¿Y entonces? ¿Ese humor de perros que te cargas a qué se debe?

Emma estiró la mano y tomó también una galleta.

— A que Vera es el diablo en persona.

Nevor soltó una carcajada y casi se atraganta con la galleta que estaba comiendo, ella lo sabía, sin duda alguna estaba al tanto de que aquella mujer, similar a una arpía, era un diablo disfrazado de bella dama, no hacía falta ser adivino para percatarse de aquello.

Solo que Emma era un poco bastante terca en ocasiones.

— Ah, yo te lo dije. — respondió Tania una vez que se compuso. — Pero aquí entre nos, yo soy peor que ella.

— Sin duda. — concordó Emma.

Los labios de Tania volvieron a curvearse. Podía ser que por fuera nadie en su grupo admitiera abiertamente el miedo que le tenían, pero por dentro todas temblaban en ocasiones al recordar lo que era, quién era.

— Bueno, al menos pudiste traer a todas las chicas que subastaron, ¿no?

—Sí, Idunn... Puede conceder deseos pequeños, hace tiempo que no me topaba con ese don. — Emma se sentó bien, recordaba recién que no estaban solas, ella y Nev, así que por mera educación debía de dar una buena tercera impresión. O al menos intentarlo. — Lilian, crea ilusiones con su voz.

Tania tomó más galletas, sintiéndose como en la escuela no se limitó y dejó fluir los comentarios que le llegaban a la mente conforme Emma hablaba.

— Como la vecina. —agregó sonriente.

— Sí, y por último... — Los ojos de Em, que habían vuelto a ser verdes, se posaron en Ruby. — Ruby. Su poder es uno de los cinco.

La mano de Tania se detuvo, dejó de comer para prestar toda su atención a la joven que respondía al nombre que su compañera había mencionado.

— ¿Cuál es?

— Soy psíquica. — respondió Ruby antes de que Emma pudiera siquiera abrir la boca.

— Wow, osea ¡Wow! — Los ojos de Tania brillaron emocionados.

— ¿Qué es tan sorprendente? — Cuestionó Ruby un poco molesta.

Ella no era, ni se consideraba, un raro fenómeno de circo para que la reacción de las personas al saber su don fuera tan entusiasmada, como si lo que hubieran escuchado fuera un poema mágico y no unas palabras simples, y para ella, banales.

— Pues verás. — Tania se puso a jugar con su comida. — Los dones se clasifican en tres categorías; letales, normales y simples. Los simples son comunes y los hay en toooooodo el maldito mundo, los normales solo en Melien y Tal, y los letales solo en Melien... Dentro de la categoría de letales hay cinco, solo cinco; cambiantes, armeros, ladrones de energía, maestros de pesadillas y psíquicos. Hace años los dones normales y simples se unieron para acabar con los letales, y lo lograron. No hubo sobrevivientes, o eso se dice. Los dones letales son sumamente raros, hemos buscado y buscado y vuelto a buscar alguien como nosotras, pero nada. Así que podría considerarse una especie de milagro que tú tengas un don letal.

Lilian e Idunn observaron fascinadas a Ruby, como si no la hubieran visto en toda su vida y acabaran de descubrirla bañada en oro y luz celestial.

— Dijiste nosotras. — Ruby miró a Tania. — Ustedes, ¿también son dotadas?

— Seh. — Tania se sumió más en el sillón, y para demostrar lo que acababa de decir materializó su bate y luego una pistola. — Yo soy armera, Emma... Ah, muéstrales.

Emma suspiró, claramente no quería hacer eso. Cerró los ojos y su cabello se volvió dorado, su complexión robusta y una cicatriz le cubrió la mejilla derecha.

Un reflejo exquisito de su tan adorada vecina, a quien más tarde deberían de ir a pedir disculpas por todo el alboroto hecho con el carro.

— Soy cambiante, puedo... Puedo adquirir la forma de cualquier cosa que tenga vida, incluso puedo transformarme en las personas que he matado. Lo único que no cambia son mis ojos.

— Pero, — Idunn dio un sorbito a su té. — yo los vi cambiar hace rato.

— Estaba enojada. — Tania subió los pies al apoyabrazos del sofá. — Los ojos de una cambiante se tornan de otro color cuando se enoja, se frustra o está a punto de lanzarte por la ventana. Los de Emma adquieren un color negro, pero es solo temporal. Ese es el pago de su don, puede cambiar todo su cuerpo menos los ojos.

— ¿Pago? — La voz de Lilian apenas y era más fuerte que un susurro.

— Sí, tienen que dar para recibir. — Tania observó con melancolía el plato vacío, donde antes había galletas. — Yo, por ejemplo, doy mi energía para poder sacar armas, Ruby da sus sueños por su poder, me imagino que Idunn da su energía igual y tú Lilian... Das tu voz, sin tu voz no hay ilusiones. Ese es el pago, lo que da equilibrio a nuestra magia.

— ¿Cómo es que saben todo esto? — Ruby se sentía estúpida preguntando, más su curiosidad se volvió de repente más fuerte que su orgullo.

— Estudios, lo cual es mega aburrido, pero vale la pena. — respondió Tania con una sonrisa amable.

Emma le lanzó una mirada de reproche a su amiga, pero esta la ignoró muy ufana. Siempre era así entre ellas, Emma solía regañar a la joven y ella la ignoraba. Podía considerarse una experta en eso.

— ¿Por qué nos quieren a nosotras? — Ruby no aguantó más y soltó su duda. Cuando comenzó su día pensó que pasaría a estar con algún pervertido a quien podría matar, ahora ni siquiera estaba segura de que ese fuera el final, y mucho menos consideraba a las dos delante de ellas pervertidas.

Asesinas sí, sin duda, pero pervertidas... Tenía sus dudas.

Una pequeña sonrisa se reflejó en el rostro de Tania ante la preocupación de Ruby.

— Por nada. Nosotras somos parte de la UES, Emma y yo somos agentes encargadas de desmantelar por dentro los cárteles más poderosos. Vera mandó una invitación para su subasta y Emma decidió ir, ya que sería perfecto para rescatar a las "subastadas" y para conocer a Vera, ahora ustedes son libres. No las queremos para nada en específico, pueden pedirnos que las llevemos al cuartel, les darán refugio y eso, o pueden quedarse con nosotras y vivir tranquilas, con internet, camas, comida y todo lo demás totalmente gratis.

— Suenas como una promotora de algún producto barato. — Se mofó Emma, a lo que Tania respondió lanzándole una almohada.

— Arruinaste mi comercial. — Se quejó divertida.

— Entonces, — comenzó Idunn jugando con su bata. — ¿Somos libres?

— Este... Sí, se puede decir que sí. Aunque deben empezar a integrarse en la sociedad, pero por ahora nuestras ordenes son mantenerlas seguras, cuando la maestra vuelva ya veremos qué pasará con ustedes. — Respondió Tania mientras reanudaba con su tarea de comer galletas robadas de la despensa personal de Emma.

—¿Quién es la maestra? — Ruby, quién aún no se fiaba de aquellas dos chicas, habló escaneando de reojo el lugar.

— La maestra. — Emma se puso de pie, arrebatándole a Tania su paquete de galletas, que ya iba por la mitad. — Es una mujer que hace años perdió a su nieta en manos de un cártel, es la fundadora de la UES y lo que nosotras llamamos madre.

— Nos entrenó desde pequeñas. — prosiguió Tania. — Más tarde formó su élite con nosotras, gracias a ella somos lo que somos.

Asesinas.

Tania intentó reprimir su carcajada, pero no lo logró, que creyeran que ella era una asesina por Valeska era gracioso, muy gracioso, también cómico.

Valeska la hizo un monstruo, las calles, asesina. Pero no iba a ponerse a discutir por eso, así que cedió ante las palabras de Ruby.

— Sí, asesinas. — dijo para no dar más rodeos al tema. — Pero bueno, Melien es el centro de la delincuencia en el mundo. Hay escoria humana por doquier, nuestra misión es eliminar esa escoria, seguimos las órdenes de la maestra, pero... Hay veces que se nos pasa la mano.

—¿Tienen permitido matar? — La mirada de Ruby se había agudizado, como queriendo descubrir si lo que le decían era o no verdad.

— Sí, matar, desmembrar, usar la fuerza bruta, etcétera. La policía normalmente hacía todo el trabajo, pero, su calidad es lamentable. Cuando la maestra fundó la UES y comenzó a tener éxito el gobierno nos dio libertad para implementar cualquier método, siempre y cuando cumpliéramos con el objetivo, acabar con la delincuencia. — Las palabras de Emma se habían tornado frías y a Ruby le dio un ligero escalofrió.

Esas dos chicas eran asesinas autorizadas, asesinas bajo la protección del gobierno, sus crímenes estaban justificados, no eran como Vera. Ellas mataban y no iban a prisión, ellas se volvían superiores.

— ¿Hay más como ustedes? ¿Más asesinas?

Esta vez Tania fue quién le respondió.

— Sí, pero en nuestra unidad solo somos cinco. Y nuestra eficacia es del noventa y nuevo punto nueve, nueve, nueve. ¡Ay! — se sobó la cabeza al recibir el coscorrón de Emma para que dejara de lado su secuencia interminable de nueves.

— Cinco asesinas.

— Sí, y de todas a la que más hay que temer es a Tania. — Emma señaló con el mentón a su compañera, la cual se limitó a encogerse de hombros, resentida por los malos tratos de su compañera y su repentino ataque para arrebatarle las galletas.

— Pero, se ve que eres muy dulce. — Idunn dejó su taza vacía sobre la mesita. — ¿Por qué eres la que más miedo da?

— ¿Por tu don? — Lilian también dejó de lado su taza.

— No, no es eso... Bueno quizá en parte, pero no, todas las de la élite tenemos dones letales así que no creo que teman al mío. — Tania recuperó las galletas, frustrada, Emma la dejó en paz.

— ¿Mal carácter? — intentó Lilian de nuevo

— ¿Qué es esto? ¿Adivinanzas? — Tania parecía divertida. — Y no, tampoco es por mi carácter.

— ¿Entonces? — Ruby apretaba con fuerza la porcelana provocando que sus nudillos adquirieran un tono blanco.

— Mis traumas. — Los ojos de la armera se habían vuelto penetrantes. — Tengo tantos traumas que cuando salen me hacen perder el control y me vuelvo peligrosa. De por sí soy la que más capacidad tiene en batalla y cuando pierdo el control todo es sangre y muerte.— Observó a Ruby, leyendo la precaución en sus facciones congeladas. — Dices que somos asesinas, pero, de todas, de las cinco, la única que más sangre carga en sus manos soy yo. Asesino sin piedad, a sangre fría, cuando me pierdo no hay vuelta atrás.

Un silencio incómodo lleno la estancia unos segundos antes de que el sonido de un aleteo se hiciera presente, Tania alzó la mirada y sonrió.

— ¡Minerva! — exclamó mientras un búho blanco con toques de café entraba a la sala.

El búho se posó en el brazo de su dueña y esta le acarició con suavidad las plumas, Ruby al verla pensó que lo que le acababa de decir no podía ser verdad. Tania era una manzanita dulce, no podía ser una asesina así de letal... Tania estornudó como un gatito que acaba de pescar un resfriado, dejando a todas perplejas por lo dulce y tierno de la acción.

No, definitivamente no.

— Será mejor que descansen un rato. — Emma se despegó de la ventana desde donde estaba contemplando el exterior. — Nev, llévalas arriba.

Tania se levantó de un salto, llevándose consigo las galletas a medio terminar que restaban en el paquete.

— Creo que preferiría materializar comida en vez de armas. — comentó mientras subían las escaleras al segundo piso.

Las tres se mantuvieron calladas hasta que la armera se detuvo frente a una puerta.

— Está será la habitación de Ruby, la de Idunn es esa de allí y la tuya Lilian está del otro lado. La de Emma es esa que está enfrente y la mía es la de la esquina, al final del pasillo. — Tania les repartió una llave mientras seguía hablando. — Hay ropa en los cajones, en el baño hay botones para el agua fría y caliente, rojo caliente y azul fría. Pueden activar la calefacción o prender la tele, abajo está el estudio, la biblioteca, la sala, el comedor y la otra sala de entrenamiento. El resto de puertas que hay aquí son cuartos deshabitados, en la cocina hay comida por si aún tienen hambre, pueden agarrar lo que quieran. La hora de desayuno es a las nueve, la comida y la cena varían, y a las diez la sala se vuelve mi cine personal de anime por si gustan bajar. — Les lanzó una mirada rápida. — Si necesitan algo más gritan, lo más seguro es que venga Emma porque luego yo tomo una siesta. Pero procuren no alzar mucho la voz cuando lo hagan, o tendremos más problemas con la vecina.

— ¿No podemos dormir juntas? — preguntó Idunn, a lo que Tania respondió tranquila.

— Opino que cada una querrá tener su propio cuarto y además no creo que quepan las tres en una sola cama, pero si gustan pues adelante. — Rebuscó en su bolsillo y sacó una tarjeta. — Si se sienten amenazadas o no confían en nosotras aquí está el número de la policía, ellos vendrán a recogerlas y a meternos una buena paliza.

Luego se fue con paso algo acelerado a su habitación.

¿El motivo?

Su anime favorito acababa de sacar un nuevo episodio y lo quería ver ya.

***

Al final, las tres chicas habían optado por dormir en habitaciones separadas, Idunn se sentía un poco feliz, Lilian se había cambiado y cuando tocó la cama el sueño la venció, pero Ruby... Ya pasaban de las tres de la madrugada y ella seguía sin poder conciliar el sueño.

Lo que pasó le resultaba tan bueno que todavía le costaba procesarlo y convencerse de que no era una trampa.

Tenía mucho en que pensar y no se sentía tranquila, sus manos aún aferraban con fuerza la tarjeta que Tania le entregó, los números resaltaban en letras con colores metálicos, y, en la parte inferior, dos nombres extraños estaban escritos con descuido.

Dahana Suredal.

Charlotte Carwright.

Ruby los leyó una y otra vez, pero no se atrevió a marcar. Cuando la compraron, ella pensó que esa chica, Emma, era un monstruo como Vera o incluso mucho peor, pero ahora...

Un grito cortó el aire y reventó su burbuja de pensamientos. Se levantó a toda prisa. Quizá era Idunn o Lilian, si fuera así, ¿Qué les habían hecho?

Tardó en encontrar la llave para abrir la puerta y cuando lo consiguió notó que su hermana y Lilian estaban bien, ambas también se habían asomado al pasillo, alertadas por el repentino grito.

La puerta del fondo, la del cuarto de Tania estaba abierta y el sonido de su voz salió desde allí cuando volvió a gritar.

— ¿Qué pasa? — Idunn corrió a tomar la mano de su hermana.

— No lo sé.

— ¿Un ataque? — Lilian comenzaba a caminar hacía la habitación, vacilante, Ruby e Idunn la imitaron.

Cuando estuvieron frente a la entrada se quedaron de piedra, la oscuridad no les permitía ver con claridad, pero allí, en el suelo, estaba Tania. Tenía sus manos en la cabeza y un líquido carmesí hacía un charco a su alrededor.

— Ruby.

— Apártense. — La voz de Emma llegó desde atrás, llevaba el pelo rosa revuelto y sus ojos volvían a ser negros como la noche. Con grandes zancadas llegó hasta el cuarto y al entrar se oyó un aleteo, luego Minerva salió volando.

— ¿Qué le pasa? — Lilian también buscó refugio con Ruby, apoderándose del brazo contrario al que Idunn se aferró.

Emma se arrodilló junto a su amiga haciendo caso omiso a la sangre que comenzó a teñirle la bata que llevaba.

— Uno de sus ataques. Esta vez fue leve, un recuerdo vuelto pesadilla. — Tomó el rostro de Tania en sus manos y la llamó, buscando reanimarla. — Tania. Tania.

Los ojos de Tania se movían de un lado a otro, intentando encontrar el punto de donde provenía la voz, era como si estuviera encerrada en su mente sin poder salir. Normalmente cuando le ocurrían este tipo de ataques era alguien más quien se encargaba de apoyarla y consolarla, pero ahora esa persona no estaba a su lado para hacerlo.

— Tania. — Emma la sacudió despacio. — Tania, estoy aquí. No es real, es una pesadilla. No es real, ya no lo es.

Ruby apretó la manita de Idunn, realmente Tania sufría ataques. Observó a ambas chicas. ¿Qué le habían hecho para que sufriera así? Ni siquiera ella tenía pesadillas que la atrapaban de ese modo.

— Tania, querida despierta.

La armera se sacudió y luego las lágrimas brotaron de sus ojos, estuvo a punto de pronunciar el nombre equivocado al volver en sí, pero reaccionó justo a tiempo.

— Da... ¿Em... Emma?

— Aquí estoy. — Emma la abrazó. — Fue solo una pesadilla, un mal sueño. No es real.

Con la mirada enterrada en el pecho de su amiga, Tania respiraba con dificultad.

— Parecía real. — susurró Tania. — Siempre parece real.

— ¿Qué fue esta vez?

—Era ella. Me atacaba. — Mintió Tania, no podía decirle la verdad de lo que veía, no a ella, eso delataría todo lo que llevaba ocultando durante tanto tiempo. Todo el dolor, todas las muertes, todo su miedo.

Emma observó de reojo el bate incrustado en la pared.

—Y tú te defendiste.

— Sí.

— Oh Layla. — dijo Emma en tono cariñoso, desde pequeña la maestra le decía a Tania ese apodo cuando sufría una de sus pesadillas o entraba en crisis. — Ya pasó, fue solo un sueño. — repitió.

Ruby sintió un tirón en la manga y volteó para toparse con los ojos dorados de Lilian.

— Vamos. Necesitan espacio.

Ella asintió y comenzó a andar.

— Ruby. — El susurro de Idunn a penas y fue audible.

Ruby la miró, aunque el pasillo permanecía oscuro veía aquellos ojos color cielo resaltar como pequeñas luces.

— ¿Sí?

— ¿Crees que ella sea como nosotras?

Ruby suspiró.

— Creo que en algún momento lo fue.

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