Dos asesinas completamente normales.
Capítulo I
El estrecho callejón estaba oscuro, no había luz eléctrica en esa zona de la ciudad, y la luna se mantenía escondida detrás de una nube gris, impidiendo que su tenue luz brindara algo de claridad a las sombras. Regadas sobre la acera y la tierra, varias bolsas de basura se desparramaban, algunas más rotas que otras, mostrando mucho o poco de su contenido en estado de descomposición, lo cual causaba que un olor repugnante impregnara el aire.
En medio de todo, un hombre casi calvo, se encontraba tirado boca arriba en una parte de terracería plagada de líquidos que no eran precisamente agua. Sobre él, una figura femenina le apuntaba con una pistola.
—Por favor... — suplicó el hombre con voz quebrada y temblorosa. — Por favor no me mates...
Los ojos verdes esmeralda de la joven comenzaron a oscurecerse un poco en las esquinas, su negro cabello adquirió repentinamente un tono rosado, la liga que lo sujetaba se soltó, permitiendo que cayera libre por su espalda, como una cascada que tenía su fin al nivel de su cintura.
— Dame una buena razón para no hacerlo y quizá lo considere. —Respondió ella con un tono frío, filoso.
Como el sujeto se encontraba expuesto debajo de ella, Emma pudo apreciar el momento justo en el que la expresión del hombre se trastornó al reconocerla. Cuando volvió a hablar ya no había miedo en su voz, solo odio.
— Tú... — Escupió la palabra, tal vez retenerla demasiado haría que su garganta se quemara. — Maldita cambiante, ojalá Dios nunca te perdone.
Emma hizo una mueca al escuchar la mención de un Dios.
— No creo en esas cosas.
— Pues entonces arderás en el inf...
No le alcanzó el tiempo para maldecir antes de que Emma se hartara y presionara el gatillo, perforando el cráneo en un punto medio de la frente. El sonido hueco del disparo resonó por todo el lugar. La asesina vio el cuerpo sin vida del tipo y se apartó antes de que la sangre le manchara la suela de las botas.
— Creo que el que arderá en el infierno será él.
Una sombra apareció y adquirió la forma de otra chica, llevaba el cabello café oscuro amarrado en dos coletas con bolitas de color fresa, sus ojos eran un poco más claros que su melena y sus labios estaban rojos por la paleta que estaba comiendo en esos momentos. Ella, a diferencia de su compañera, vestía un short, una camiseta negra con el estampado de un anime y una sudadera color morada.
Emma por su parte, llevaba un traje negro, pegado, que iba más acorde a su trabajo, con lo que era. Tania debería de estar vistiendo igual, pero Tania... Era Tania al final de cuentas.
— Oh, yo también. — Emma aseguró el arma que acababa de cobrar una vida, regresándola al lugar que ocupaba en su cinturón. — Creo que en un futuro lo veré allí.
— Lo veremos. — Tania se metió la paleta a la boca para tener las manos libres, una de ellas sostuvo de la nada un bate con picos de metal y un alambre de púas.
Alzó el arma con claras intenciones de soltarla en cualquier momento.
— Nev...
Su compañera habló con un tono de advertencia que ella ignoró por completo, elevó todavía más el bate y lo dejó caer, aplastando el cráneo del hombre.
— ¡Nev! — Exclamó Emma intentando detener a su compañera, quien solo se detuvo cuando no hubo nada más para triturar.
— De todos modos, ya estaba muerto. — se excusó Tania sin mostrar ni la más mínima señal de remordimiento. No lo lamentaba. — Además, se lo merecía. —dijo, restándole importancia al asunto con un gesto. Hizo un ademán y el bate desapareció tan rápido como había aparecido. — Incluso no es suficiente.
Emma suspiró cansada.
— Vamos a casa.
— ¿Y el cuerpo? — cuestionó Nev sin interés real en lo que pasara con los restos de aquel desafortunado caballero.
Emma frunció el ceño, ni siquiera podía considerarse como cuerpo a la masa de huesos, carne, sangre y órganos que Tania dejó luego de aplastar sin piedad o misericordia. Pero igual, tendrían que limpiar ese desastre para no alertar a nadie indeseado.
— Daré la orden de que vengan a limpiarlo, hoy no tengo ganas de hacerlo yo misma. — respondió a la par que se alejaba de la escena del crimen.
— Bien. — Tania la siguió dando saltitos.
Parecían una niña pequeña y su madre.
Ambas chicas avanzaron sin llamar demasiado la atención, era una zona solitaria y había muy pocas probabilidades de que alguien las hubiera visto, pero, aun así, debían ser precavidas, nunca sabes qué cosas se esconden en las sombras, nunca sabes cuantos ojos te observan desde la nada.
Ocultar quienes eran también resultaba parte de su trabajo, por esto cuando llegaron a la estación del metro, el cabello de Emma regresó a ser negro.
— Casi lo olvido — Nev comenzó a rebuscar algo en los bolsillos de su chamarra. —¿No te digo que soy una cabezota?
— ¿Lo eres?
— Jaja, muy graciosa. Toma. — Tania le entregó a su compañera un sobre negro y arrugado, cerrado con un sello color rubí.
— ¿Qué es? — Emma examinó el presente con vivo interés. Por la parte frontal tenía escrito, en una caligrafía casi perfecta, una dirección y una pequeña frase en prosa, cada esquina estaba adornada con rosas y querubines, podía llamarse una presentación exquisita y de buen gusto, la persona que lo enviaba entonces debería de ser igual.
— Una invitación. Me la dio uno de tus secuaces. — Tania bajó la voz al hablar. Dos veces por minuto giraba para ver a las personas a su alrededor de manera discreta, cuidando que nadie estuviera demasiado cerca o demasiado interesado en ellas como para prestarles más atención de la que era prudente. — Vera la envía, es exclusiva.
— Me siento alagada. — Emma abrió el sobre. — ¿Para qué es? ¿Un carnaval?
— Una subasta.
— Ah, eso lo explica. — La cambiante dejó la invitación en el interior del sobre. Abrirlo en un lugar tan concurrido sería contraproducente, y también podía ponerlas en riesgo. — Lo veré cuando lleguemos.
—¿Vas a ir? — Tania no se veía interesada en la respuesta por parte de su compañera, pero aun así preguntó. En el fondo, su preocupación respecto a Emma ocupaba un lugar importante, no interferiría en sus decisiones, pero se aseguraría de que al menos estuviera segura, tomase el camino que tomase.
— Es una gran oportunidad, además el cártel de las Sanguinem Stellas es uno de los más poderosos, rechazar una invitación sería algo muy grosero.
— Según los rumores... — Tania observaba a todos los que pasaban a su lado con mayor recelo que antes. — Envió una a cada líder de los cárteles que dominan Melien.
— Con razón quedé incluida.
—Ten cuidado Em, es muy peligroso lo que hacemos. Ese viejo estuvo a punto de descubrirte.
— Ahora ya está muerto. — Emma se pasó las manos por el cabello, desordenándolo un poco. — Nadie puede delatar a la jefa del cártel de las furias y a sus secretos.
— Me agrada que seas confiada, pero aun así ten cuidado. Vera no tiene piedad y te apuesto que si la hacemos enojar va a destruirnos.
"O al menos va a intentarlo."
Ese pensamiento quedó atrapado en la mente de Tania, en donde solo ella pudiera escucharlo.
Emma se mordió el labio, pero ni siquiera así puso suprimir una carcajada, con eso consiguió tener de nuevo la atención de Tania.
— ¿Y ahora? — Tania la miró de arriba abajo, buscando el motivo de su repentino ataque de risa. — ¿Se te subieron las pulgas o algún demonio?
— No... No es eso. — Emma recuperó la compostura.
— ¿Entonces?
— Me da risa que digas que Vera va a destruirnos... — Em volvió a reír, esta vez con más calma. — Ojalá pudiera hacerlo.
Tania negó con la cabeza, también sonreía.
— Estás loca. — soltó sin más.
— Tú también. — contraatacó Emma, sin dejar atrás su buen humor.
— Bueno, al menos la locura nos mantiene a salvo de tanta realidad.
Emma hizo un gesto algo extraño.
— ¿La maestra no ha mandado nada?
— Nop. — Tania comenzó a balancearse sobre sus talones. — De hecho, lo único que dijo es que ir a esa subasta sería una gran oportunidad. A veces su obsesión con los grupos de tratantes de blancas no me parece sano.
— Creo que ninguna obsesión es sana.
— ¡Hey! — Tania dio un golpe amistoso en el hombro de Emma, no puso casi nada de fuerza, pero Emma sintió una gota de dolor. — La obsesión por el anime sí lo es.
— No, claro que no. Pero bueno, en el caso de la maestra sabes porque le interesan los tratantes, sobre todo tiene buenos motivos para interesarse por las chicas de Vera. Si es verdad que tiene un grupo de dotadas debe de ser algo interesante.
—Dotadas. — Tania dijo la palabra tan silenciosamente que casi no se escuchó. — Ha de ser la única que tiene chicas así. Los burdeles y prostíbulos comunes ni siquiera se arriesgarían, no como ella.
— Eso es lo curioso, ¿por qué dotadas y no chicas comunes?
— Quizá las dotadas somos mejores en la cama. — sugirió Nev con tono de asco, arrepintiéndose de inmediato de haber abierto la boca para hablar de más. — No, olvídalo. ¡OLVÍDALO! — Se puso las manos en la cabeza, queriendo eludir sus palabras dichas. Pensamientos y recuerdos se repetían sin cesar, como una tira de películas en proyección continua. — Es terrible que sea por eso.
— Creo... — comenzó Em. — Que la que debería olvidarlo eres tú.
— Sí, definitivamente. — Nev giró tapándose los oídos. En ocasiones podía ser muy dramática, y tenía sus razones para serlo. — Oh mira... El tren está aquí, vamos.
— No es un tren.
— Aun así, vamos. Chú, chú.
Emma estiró su mano y tomó la muñeca de su amiga, deteniéndola antes de que pusiera un pie en el compartimiento que se detuvo frente a ellas.
— Vamos en taxi.
—¿Es una broma? — Tania se apartó del camino para no bloquear el paso a las personas que subían o descendían, ajenas a su conversación.
— No. Te relacionas con los cárteles y los criminales, pero siempre hablar de tratantes te pone incómoda. Sé que lo único que quieres es llegar a casa y ver un capítulo de lo que sea que estés viendo, vamos en taxi, llegaremos más rápido y habrá menos gente.
— Em... — Nev abrazó a su amiga. — Gracias.
— Harías lo mismo por mí. — Emma se separó sin soltar su agarre en la muñeca ajena. — Ahora vamos.
Tania asintió y las dos volvieron a caminar, regresando sobre sus pasos hasta llegar al exterior.
Y así, dos poderosas asesinas se mesclaron con la gente como si fueran personas completamente normales, y bueno, en el fondo, tal vez lo eran.
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